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miércoles, 7 de octubre de 2020

Viviendo en el Tawantinsuyo con la Pandemia del Coronavirus (historia/ficción)

 


Si estuviéramos viviendo en el Tawantinsuyo, ya un chasqui nos hubiera traído un quipu con una orden real así como esta:


Quipu Real  100 

 

Tawantinsuyo, 13 de julio de 1501 


 

Orden del Inca Huayna Cápac a todo el Imperio Inca

 

 

En vista de la pandemia del Coronavirus que afecta a los 4 suyos de mi imperio, producto del enfado de nuestro dios Wiracocha por el mal comportamiento de ustedes mis súbditos, decreto: 

 

1. Cada pueblo del Tawantinsuyo deberá seleccionar al 20 % de los niños y niñas de la población, y luego traerlos al Cuzco en un plazo de 30 días. 

 

2. Los niños seleccionados tendrán el privilegio de ser sacrificados para aplacar la ira de nuestro dios Wiracocha. Ellos portarán al más allá nuestras disculpas y arrepentimiento por nuestros pecados. 

 

3. Los pueblos que no cumplan con esta orden serán convertidos en mitimaes y erradicados para fundar pueblos incas en tierras lejanas en el extremo sur del Collasuyo. 

 

4. Con la sangre de nuestros niños y niñas nuestro dios se sentirá satisfecho y nos librará del ataque del virus SARS-CoV-2. 

 

ASÍ LO ORDENO 

 

INCA HUAYNA CAPAC 


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Hoy esto es solo ficción, pero en la época ocurría cada vez que habían catástrofes.


Los sacrificios ocurrían en el Coricancha (Templo Dorado) - Cuzco


Con la llegada de los españoles, estos crímenes terminaron

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Temas interesantes y diferentes en GOoboo SE:



viernes, 13 de marzo de 2020

Inundaciones y Sequías: Crueles Sacrificios de Niños en Perú y México como Ofrendas a Dioses Inexistentes


Hace 40 años, un equipo de arqueólogos que trabajaba en las ruinas del Templo Mayor de Tenochtitlan, en México, anunció el hallazgo de los restos de un sacrificio ritual masivo de niños. 

Era, supieron después, un sacrificio de tiempos del primer Moctezuma, allá por mediados del siglo XV. 


Los arqueólogos encontraron huesos de al menos 42 infantes, de entre tres y ocho años, junto a jarras de Tláloc, dios de lluvia y la fertilidad mexica. 

Era un descubrimiento impresionante, único. 

Los investigadores presumieron de que nunca antes se había encontrado algo así. 

Treinta años más tarde, en la costa norte de Perú, otro equipo de arqueólogos ubicó entre la arena y el barro de la costa del océano Pacífico los restos de otro sacrificio ritual masivo de niños. 

Sus esqueletos, descubrieron los investigadores, yacían junto a restos de llamas. 

En poco tiempo, los arqueólogos ya contaban más de 200 infantes, superando bastante al caso del Templo Mayor de Tenochtitlan. 

En este segundo caso, eran los restos de un sacrificio chimú, civilización más o menos contemporánea de la mexica, que se extendió por el litoral norte de lo que hoy es Perú, desde principios del siglo XI. 

El lugar del sacrificio está en un acantilado a poco más de 300 metros sobre el nivel del mar, en medio de un complejo de viviendas residenciales, en Huanchaco. 

Los arqueólogos que lideraron las excavaciones, fueron el mexicano Leonardo López Luján y el peruano Gabriel Prieto.

Prieto explicó que la ceremonia chimú, en la que auténticos expertos en anatomía sacaron el corazón a docenas de infantes y llamas, luego de cortar el esternón y abrir la caja torácica, fue producto de un fenómeno meteorológico. En aquella época, hace más de 500 años, lluvias torrenciales azotaron la región y los chimú sacrificaron a los pequeños para que las aguas pararan. De hecho, los investigadores encontraron una gruesa capa de barro que sugiere que hubo lluvia en el momento mismo del sacrificio. 

En el sitio, además de los niños, encontraron los huesos de dos mujeres hincadas con la cabeza viendo hacia la tierra y un hombre de unos 40 años, que presenta heridas en su brazo derecho, lo que podría sugerir que se trata del victimario autosacrificado. 

"Sabemos que el arma que usaban para hacer los sacrificios eran cuchillos de metal conocidos como tumis", explica Prieto. 

Si en los dominios de los chimú todo se inundaba, en Tenochtitlan se acabó el agua. 

López Luján explicó que el sacrificio masivo azteca se debió probablemente a una enorme sequía, que la cuenca de México sufrió en el año 1454.

En sus crónicas, los frailes Motolinía y Diego Durán cuentan que en la cuenca de México se sacrificaban, en honor al Dios de la lluvia, niños seleccionados porque tenían dos remolinos en el cabello. Eran degollados o ahogados. A veces, se les introducía en una cueva y se les dejaba morir por inanición. 


Descubriendo la barbarie de la Civilización Chimú en Perú

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