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jueves, 1 de junio de 2017

Virreinato del Perú: Gobernador Cristóbal Ramírez de Cartagena

Estandarte del Virreinato del Perú

Cristóbal Ramírez de Cartagena (Corona española, ... - Lima, 1594) fue un licenciado en leyes y político español que estuvo provisionalmente a cargo del gobierno interino del Virreinato del Perú, como presidente de la Real Audiencia de Lima, de 1583 a 1585.

Llegó a Lima como Relator de la Real Audiencia. Como esta institución no contaba aún con un reglamento orgánico, hizo un registro de las ordenanzas que la regían.

En 1560, al iniciarse el gobierno del virrey Conde de Nieva, fue sometido a juicio de residencia junto con otros magistrados y funcionarios de la Real Audiencia de Lima, quedando finalmente exento de todo cargo.

En 1567 pasó a la Real Audiencia de Quito como oidor pero al año siguiente se le ordenó volver a Lima, donde asumió la función de fiscal. 

En 1573 ascendió a oidor y adoptó una actitud prudente en las relaciones de la Audiencia limeña con el virrey Francisco Álvarez de Toledo, pero protestó ante el Rey cuando aquel clausuró el colegio máximo regentado por los jesuitas en 1579.

Por ese mismo tiempo entabló juicio de residencia al oidor Pedro Sánchez de Paredes por haber casado a su hijo de tres años con una niña de nueve, única hija de un rico encomendero. 

 Cuando falleció el virrey Martín Enríquez de Almansa, el 12 de marzo de 1583, Ramírez ya era Presidente de la Real Audiencia de Lima, por lo que debió encargarse interinamente del gobierno del Virreinato del Perú, que ejerció hasta la llegada del nuevo virrey.

El gobierno de la Audiencia de Lima presidido por su oidor decano Cristóbal Ramírez de Cartagena y cuya autoridad abarcaba los territorios de las Audiencias de Quito, Charcas y Panamá, se desenvolvió no sin alguna oposición de la de Charcas, cuyos miembros aducían que no estaban sujetos a su jurisdicción. El mismo Rey tuvo que enviar nuevas cédulas para dejar en claro la sujeción de dichos organismos a la Audiencia de Lima. 

Componían la Audiencia, además de su Presidente, los doctores Martín López de Recalde y Francisco Arteaga de Mendiola, y el licenciado Álvaro de Carvajal que hacía de Fiscal. Poco después se incorporaron el doctor Alonso Criado de Castilla y el licenciado Juan Bautista de Monzón. 

El hecho que la Audiencia se hiciese cargo del gobierno del Virreinato tenía sus inconvenientes, no solo porque le distraía de su principal cometido, que era administrar justicia, sino por las incorrecciones que cometieron sus miembros en la provisión de cargos y corregimientos. Se otorgaron cargos a quienes no correspondían y el licenciado Monzón cayó en nepotismo, de manera tan escandalosa, a tal punto que, tras la llegada del nuevo virrey, tuvo que ser remitido a España.

Otros acontecimientos en este período fueron: Por iniciativa del Concilio limense convocado por el Arzobispo de Lima Toribio de Mogrovejo se introdujo la imprenta en Lima, siendo la primera de América del Sur, pues México ya contaba con ella desde 1536. Para tal efecto se trajo desde México al impresor turinés Antonio Ricardo. El primer impreso fue una Pragmática de los Diez Días del Año, estatuto que imponía en los actos de la vida civil la corrección introducida en el Calendario (reforma gregoriana). El segundo fue un libro de catecismo acordado en el Concilio para facilitar la labor evangelizadora: Doctrina Cristiana y Catecismo (1584). Se estableció también la Caja de Censos de Indias. (Datos: Wikipedia)

jueves, 14 de julio de 2016

Virreinato del Perú: Gobernador Melchor Bravo de Saravia

Melchor Bravo de Saravia y Soto Mayor
Gobernador
Virreinato del Perú

Melchor Bravo de Saravia y Soto Mayor (Soria, 1512 - 1577) fue un abogado y político español, que llegó a ser Presidente de la Audiencia Gobernadora del Perú (1553-1556) y Gobernador del Reino de Chile (1568-1573).

En el primer cargo reprimió el levantamiento del encomendero Francisco Hernández Girón contra el rey, y en el segundo luchó sin éxito contra los mapuches pero realizó una obra meritoria como administrador.

Era hijo de Juan Bravo de Saravia, señor de Pica y de Almenar, y de María Soto Mayor de Vera Morales. Antepasado directo de los actuales marqueses de la Pica. 

Después de cursar Latinidad, se trasladó a Bolonia e ingresó en el Colegio Mayor de San Clemente (para estudiantes españoles) y se doctoró en leyes. 

Nombrado en 1547 oidor de la Real Audiencia de Santa Fe de Bogotá en el reino de Nueva Granada, no llegó a tomar posesión de dicha plaza porque inmediatamente recibió la orden de pasar al Perú para desempeñar el mismo cargo en la Real Audiencia, que se reinstaló en Lima en 1549 tras la debelación de la rebelión de Gonzalo Pizarro llevada a cabo por el Pacificador Pedro de la Gasca, quien ejerció como Presidente de dicha Audiencia.

Tras la partida de Gasca en 1550, Bravo de Saravia permaneció en el cargo de oidor, siendo nombrado Presidente de la Audiencia el oidor Andrés de Cianca en su calidad de oidor decano. Los otros oidores eran los licenciados Pedro Maldonado (quien falleció a principios de 1550) y Hernando de Santillán. 

En 1551 arribó al Perú el virrey Antonio de Mendoza. Este, ya achacoso y enfermo, delegó prácticamente el poder en la Audiencia, cuerpo al que se sumó el oidor Diego González Altamirano en reemplazo del fallecido Maldonado. 

Bravo de Saravia supo moderar las ambiciones de sus colegas oidores, así como el agresivo descontento que entre los colonos suscitó la promulgación de la real cédula que disponía la abolición de los servicios personales de los indios. 

El virrey Mendoza murió tras diez meses de gobierno, el 21 de julio de 1552, y una vez más la Real Audiencia, presidida por Cianca, asumió las tareas de gobierno de manera provisional en espera de la llegada de un nuevo virrey. 

Cianca falleció el 11 de abril de 1553, correspondiendo entonces a Melchor Bravo de Saravia presidir la Audiencia de Lima en su condición de oidor decano, función que desempeñó hasta el 29 de junio de 1556, cuando entregó el poder al virrey Andrés Hurtado de Mendoza, Marqués de Cañete.

Durante el período de gobierno de la Audiencia presidida por Bravo de Saravia ocurrieron importantes hechos: 

Expedición Punitiva a Bolivia:

Para pacificar la provincia de Charcas (actual Bolivia), donde se habían alzado Sebastián de Castilla (en La Plata) y Egas de Guzmán (en Potosí), fue enviado el mariscal Alonso de Alvarado, quien entonces ejercía como corregidor en el Cuzco. Acompañado de un fiscal, Alvarado partió hacia Charcas y llegó a La Paz, donde comenzó a castigar a los rebeldes y a reclutar gente. En eso ocurrió el asesinato de Sebastián de Castilla, por obra de sus propios seguidores encabezados por Vasco de Godínez. La Plata alzó entonces la bandera por el Rey y Godínez fue apresado. Alvarado pasó a Potosí (agosto de 1553) para reprimir a los seguidores de Egas de Guzmán, quien fue apresado, enjuiciado y ejecutado. Otros cabecillas rebeldes fueron también ajusticiados y el resto de los implicados fueron sentenciados a destierro y galeras.

Expedición Punitiva al Cuzco:

Tuvo que combatir enseguida la tremenda rebelión de Francisco Hernández Girón, que estalló en el Cuzco el 12 de noviembre de 1553. Los rebeldes clamaban el grito de “libertad”, pero este significaba, en verdad, nada más que la exigencia de poder abusar de los indios a su capricho, al querer que se aboliera la prohibición del trabajo personal de aquellos. Girón formó un pequeño ejército y obtuvo algunos éxitos iniciales, siendo el más sonado la derrota que infligió al mariscal Alonso de Alvarado en Chuquinga, el 21 de mayo de 1554. Pero la Audiencia logró reunir pronto fuerzas suficientes y salió en busca de los rebeldes. Girón se retiró a Pucará (en el actual departamento de Puno), en cuyas ruinas preincas se encastilló. Hasta allí le siguió el ejército comandado por los oidores y se libró la batalla de Pucará (8 de octubre de 1554). Girón fue derrotado y escapó del campo de batalla, pero posteriormente fue cogido y llevado a Lima. Allí fue juzgado y condenado a muerte, siendo decapitado el 7 de diciembre. Su cabeza fue colocada en una jaula y colgada en la picota de la Plaza principal, junto con las calaveras de Gonzalo Pizarro y Francisco de Carvajal, los líderes rebeldes ajusticiados en 1548. 

El doctor Bravo de Saravia desplegó tanta actividad y decisión frente a la rebelión, que fue uno de los principales causantes de la derrota y del castigo de los rebeldes, otorgando el perdón a quienes acataron su autoridad. 

Expedición Punitiva a Chile:

En Chile, los indígenas mapuches, encabezados por el caudillo Lautaro, organizaron un levantamiento general derrotando y asesinando al gobernador Pedro de Valdivia en Tucapel a fines de 1553. 

Luego, los indígenas concentraron sus fuerzas para arrebatar a los españoles los territorios al norte del Río Biobío. 

De otro lado, entre los mismos españoles surgió la división por el mando: mientras los cabildos de algunas ciudades del sur reconocían por Gobernador a Francisco de Villagra, otros proclamaron a Francisco de Aguirre, a quien Valdivia dejara por sucesor y quien se encontraba por entonces en Tucumán. 

Mientras, en Santiago el cabildo proclamó gobernador a Rodrigo de Quiroga, aunque después aceptó el mando de Villagra. 

La Audiencia de Lima vino a tener conocimiento de estos hechos a mediados de marzo de 1554, y mientras tanto, Villagra sufrió una seria derrota a manos de los mapuches en la batalla de Marihueñu (23 de febrero de 1554), viéndose obligado a cruzar el Biobío y abandonar la ciudad de Concepción. Con la llegada de Aguirre se avivó la disputa con Villagra por el mando en Chile. 

La Audiencia de Lima dispuso que ninguno de los contendientes lo ejerciera, mandando que, hasta que no se resolviera otra cosa, la autoridad residiría en los respectivos Cabildos. A la vez ordenaba que se repoblara Concepción y se fundiesen en una sola las ciudades de Valdivia y La Imperial. 

Nombrado por Lima como Gobernador del Reino de Chile:

El 23 de diciembre de 1567, Melchor Bravo de Saravia fue nombrado Presidente de la nueva Audiencia de Concepción y Gobernador del Reino de Chile. 

Se embarcó en el Callao en abril de 1568 para asumir sus nuevas funciones. Llegó a Chile y se trasladó a Santiago. En vez de dedicarse exclusivamente a los asuntos judiciales y civiles, como le correspondía a su cargo, decidió entrar de lleno en cuestiones militares, marginando a los oficiales experimentados, tal vez alentado por su anterior experiencia militar en el Perú. 

Se dirigió al sur para actuar en la Guerra de Arauco, consiguiendo solo una nueva derrota en el asalto al fuerte mapuche de Marigüeñu, al sur de Concepción (enero de 1569), por el que debieron ser evacuadas Arauco y Cañete. Al revés militar se sumó el terrible terremoto que asoló Concepción el 8 de febrero de 1570, que causó la destrucción de todas las casas de esa ciudad, aunque solo hubo 30 muertos. Bravo tuvo que afrontar la reconstrucción de la ciudad y posteriormente volvió a activar la guerra con los indios, apoyado por refuerzos enviados desde Perú por el virrey Francisco de Toledo, pero fue derrotado nuevamente en Purén, a principios de 1571. 

A partir de entonces adoptó una política defensiva, que puso en manos del general Lorenzo Bernal del Mercado. 

Él, por su parte, se dedicó enteramente a la administración civil, que fue oportuna y constructiva. 

En su período de gobierno se inició la construcción de la iglesia de San Francisco en Santiago, que sería finalizada en 1613 (es el único edificio del período de la conquista que se conserva en la actualidad). Sin embargo, en los libros de historia en Chile también es recordado por incentivar la esclavitud de los indígenas. 

El rey Felipe II, informado de los reveses militares con los mapuches, se convenció de la inconveniencia de que existiera una Audiencia en un territorio en permanente estado de guerra y decidió suprimirla, designando como gobernador de Chile a Rodrigo de Quiroga (1573). 

Bravo de Saravia, que ya había solicitado el retiro por motivos de edad, entregó el cargo a su sucesor en 1575 y regresó a España. Murió muy poco tiempo después en Soria, donde estaba la casa de sus mayores. Fue sepultado en el coro de la iglesia mayor de la ciudad, donde tenía sepulcro propio. (Datos: Wikipedia)

martes, 28 de junio de 2016

Pedro de la Gasca: Gran Vencedor de los Grupos Rebeldes Liderados por Gonzalo Pizarro y Eficiente Reorganizador de los Dominios Españoles en Sudamérica




En 1542 la Corona española promulgó las Leyes Nuevas, ideadas por Bartolomé de las Casas en un esfuerzo por proteger a los indígenas de los abusos; dichas leyes establecían la supresión de las encomiendas y de todo trabajo forzado de los indios. Se creó también el Virreinato del Perú y la Real Audiencia de Lima. Fue elegido como primer virrey del Perú Blasco Núñez Vela.



Pronto llegaron a la corte desde el Virreinato del Perú las noticias sobre el levantamiento de Gonzalo Pizarro (hermano de Francisco Pizarro, el conquistador, que fuera asesinado por los Almagristas luego de la muerte de Diego de Almagro -socio de la conquista- por los pizarristas), que se había sublevado junto a otros encomenderos contra las Leyes Nuevas y el gobierno del primer virrey de Perú Blasco Núñez Vela. 



Ante la disyuntiva de mandar al Perú a un letrado negociador o a un militar con experiencia, se decidió por la primera opción, y el escogido por el emperador Carlos V fue el licenciado Pedro de la Gasca. 



El 16 de febrero de 1546, La Gasca es nombrado Presidente de la Real Audiencia de Lima con amplias facultades en lo civil y en lo eclesiástico, y tres meses más tarde, el 26 de mayo, se embarcó en Sanlúcar de Barrameda, rumbo al Perú. 



Pasó por Santa Marta (en la costa atlántica de la actual Colombia) donde se enteró de la muerte del virrey Blasco Núñez Vela a manos de los rebeldes gonzalistas. 



Llegó a Nombre de Dios (costa atlántica del istmo de Panamá), el 27 de julio del mismo año, sin más bagaje que su breviario y sus cédulas en blanco. Sus únicas armas eran los plenos poderes que había recibido del emperador, para premiar y castigar. 



Ya en Panamá, asumió formalmente la Presidencia de la Audiencia, el 13 de agosto.



Su talento diplomático no tardó en mostrarse, al lograr la adhesión del general Pedro de Hinojosa y los demás jefes de la armada pizarrista, quienes en recompensa fueron perdonados por su rebeldía, así como la promesa de obtener luego ricas encomiendas de indios. Se le adhirieron luego Sebastián de Benalcázar, Pedro de Valdivia, el oidor Pedro Ramírez, el contador Juan de Cáceres y Lorenzo de Aldana, enviado del mismo Gonzalo Pizarro. 



Contactó también con el capitán realista Diego Centeno, quien salió de su escondite para presentar otro frente de guerra a Gonzalo Pizarro en el sur, aunque sería derrotado en la batalla de Huarina, el 20 de octubre de 1547. Pero esta victoria sería la última de Pizarro; sus mismos oficiales y soldados fueron paulatinamente abandonándole para sumarse al ejército realista encabezado por La Gasca. 



En abril de 1547 La Gasca partió de Panamá con una flota de dieciocho navíos, y tras dificultosa travesía, desembarcó en el puerto de Manta (actual costa de Ecuador). Prosiguió su ruta a lo largo de la costa hasta llegar a la desembocadura del río Santa (en el actual departamento de Ancash en Perú), y de allí se internó hacia la cordillera andina. Asentó su campamento primero en Jauja y después en Andahuaylas, acogiendo varios contingentes de soldados, muchos de los cuales eran desertores del bando gonzalista. 



La Gasca insistió en ofrecer la paz a Gonzalo Pizarro a cambio de su rendición, pero no recibió respuesta.



Con los refuerzos militares que recibió desde Guatemala, logró sumar 700 arcabuceros, 500 piqueros y 400 jinetes, todos bajo el mando del capitán Alonso de Alvarado. 



El esperado encuentro con las fuerzas de Gonzalo Pizarro se produjo en la pampa de Jaquijahuana, cerca del Cuzco, el 9 de abril de 1548. Pero no hubo batalla pues los gonzalistas se pasaron uno a uno al bando de La Gasca; entre los primeros desertores se encontraban el capitán Sebastián Garcilaso de la Vega (padre del historiador) y el oidor Diego Vásquez de Cepeda. 



Gonzalo Pizarro, Francisco de Carvajal y otros principales cabecillas rebeldes fueron capturados en el mismo campo y sometidos a proceso sumario. 



Cuarenta y ocho rebeldes fueron condenados a la pena de muerte, entre ellos Pizarro y Carvajal, y muchos otros recibieron como castigo azotes, destierro, trabajo en las galeras y confiscación de bienes. 



Se procedió luego al denominado Reparto de Guaynarima (16 de agosto de 1548), donde La Gasca distribuyó 1.300.000 pesos en rentas o encomiendas entre sus soldados, dejando a muchos descontentos, por no recibir nada o creer que se les daba muy poco. 



Luego, La Gasca se dedicó a realizar un reordenamiento general en la administración del Virreinato del Perú. 



Concibió la necesidad de formar una aristocracia de encomenderos que constituyeran el núcleo de la sociedad virreinal, sustentada en la mano de obra indígena, pero bajo el control político y económico de la Corona, cuya preponderancia consideraba de suma importancia consolidar. 



En su período de gobierno de un año y medio (1548-1550) dictó varias medidas con el propósito de garantizar la solidez del poder central: La reorganización del manejo de la Hacienda pública, que fue su mayor preocupación, pues las guerras y perturbaciones políticas habían disminuido la recaudación de las rentas fiscales. Mandó distribuir nuevas marcas para la acuñación de metales en las casas de fundición de Charcas, Cuzco, Arequipa, Lima, Trujillo y Quito. Su interés primordial fue la recaudación de la mayor cantidad de metales preciosos para el fisco, y en esto se vio favorecido por el auge de las minas de plata de Potosí, descubiertas recientemente. En julio de 1549 llegó a Lima procedente de Charcas un fabuloso cargamento de 3.771 barras de plata. Solo se perdió una barra que cayó en el mar por descuido de un marinero. Dicha cantidad se incrementó con otras aportaciones provenientes de Arequipa, Cuzco y otras poblaciones, de modo que La Gasca podía llevar a España un cargamento valorado en más de un millón de pesos. 



El asentamiento de la administración judicial, se inició con la implantación del sistema de los corregimientos como primera instancia judicial, con jurisdicción en los distritos pertenecientes a cada una de las ciudades y con unos oficiales llamados corregidores, que en un primer momento fueron elegidos entre los vecinos de las mismas. Asimismo, el 29 de abril de 1549 se instaló definitivamente la Real Audiencia de Lima, máximo cuerpo administrativo-judicial del Virreinato, con los oidores Andrés de Cianca, Melchor Bravo de Saravia, Pedro Maldonado y Hernando de Santillán, nombrándose Fiscal al licenciado Juan Fernández. Como Presidente, La Gasca asistió a sus sesiones, aunque solo para velar por los intereses de la Corona.



Otras disposiciones y medidas que tomó La Gasca fueron las siguientes: Dio disposiciones a favor de la sufrida población indígena. Moderó los tributos, suprimió la esclavitud, prohibió los trabajos demasiado pesados, y obligó que toda labor fuera pagada con salario justo. 



Aunque no logró llevar a cabo muchos de sus planes en ese sentido, sugirió por escrito al virrey que venía en su reemplazo los proyectos que debería realizar. Señaló la necesidad de imponer tasas sobre los tributos que los indios comunes daban a sus curacas o caciques, de reducir o agrupar en pueblos a la población indígena, que por entonces vivía muy dispersa en todo el territorio, y señaló también la necesidad de que los yanaconas o sirvientes indios tuviesen un régimen laboral más estable. 



Promovió expediciones de conquista y de población en los confines del virreinato: Dio permiso para que partieran expediciones de conquista o “entradas” a zonas todavía inexploradas en la región selvática del norte peruano colindante con Quito, como la dirigida por Diego de Palomino a la región de Chuquimayo (río Mayo-Chinchipe), que fundó Jaén de Bracamoros (1549); la de Hernando de Benavente a Macas; la de Alonso de Mercadillo al valle de Yaquiraca donde fundó Zamora de los Alcaides. 



Otras expediciones fueron encomendadas a Pedro de Valdivia y Juan Núñez de Prado con rumbo a Chile y Tucumán, respectivamente. 



Hizo regresar al capitán Ñuflo de Chaves que venía del Paraguay hacia el Perú, enviado por Irala; y asignó la jornada del Paraguay a Diego Centeno, que se frustró. Se fundaron nuevas ciudades como Nuestra Señora de la Paz en el Alto Perú, por Alonso de Mendoza (20 de octubre de 1548). 



Fomentó la utilización del camino del río de La Plata hacia el Perú, al considerarlo como una eficaz alternativa frente a las dificultades que ofrecía la ruta a través del istmo de Panamá. Entre otras resoluciones cabe mencionar sus ordenanzas sobre el laboreo de minas, la captura y reducción de esclavos cimarrones, la visita y despacho de navíos en el puerto de Lima. 



El 27 de enero de 1550, considerando cumplida su labor, emprendió el retorno a España, llevando para el Rey un extraordinario cargamento de casi dos millones de escudos en metales preciosos. Dejó el gobierno en manos de la Audiencia de Lima presidida por Andrés de Cianca. En el istmo de Panamá sofocó la rebelión que los hermanos Hernando y Pedro Contreras habían promovido en la provincia de Castilla del Oro o Tierra Firme, de cuyo gobierno se habían apoderado violentamente con el plan de desposeer a España del Perú, rehacer el imperio incaico y ceñirse su corona. 



La Gasca continuó su viaje a España, arribando a Sevilla en septiembre del año 1550.

  

En reconocimiento a sus brillantes servicios, Pedro de la Gasca fue premiado con la dignidad de Obispo. Primero recibió por auspicio de Carlos V la dignidad episcopal de Palencia, que llevaba anexo el Condado de Pernia (1551). Luego fue promovido al rango de Obispo y Señor de Sigüenza, ya en tiempos de Felipe II (1562). 



Falleció el 13 de noviembre de 1567, a los 74 años de edad, siendo sepultado en la Iglesia de Santa María Magdalena de Valladolid en un sepulcro en alabastro obra del escultor romanista Esteban Jordán. 



Es necesario remarcar, como ejemplo de civismo, que a Pedro de la Gasca nunca lo tentó el poder ni la riqueza del Perú, y retornó a España sin más posesión que su vestimenta y su breviario. 



Enviado al Perú sin ninguna fuerza armada, solo con amplios poderes para perdonar y castigar a los rebeldes, retornó a España una vez cumplida brillantemente su misión, que consistió nada menos que la de retornar al seno de la Corona española al riquísimo Virreinato del Perú. 



Condujo a España un impresionante cargamento de metales preciosos, venciendo todo peligro que un viaje de ese tipo entrañaba. 



De otro lado los indios quedaron muy agradecidos por las disposiciones que había dado a favor de ellos, y sintieron mucho su partida. 



El Inca Garcilaso de la Vega, lo describe: “Pero lo que la naturaleza le negó de los dotes del cuerpo se los dobló en los del ánimo… pues redujo un Imperio, tan perdido como estaba el Perú, al servicio de su Rey”. (Datos: Fuentes varias)

miércoles, 15 de junio de 2016

Virreinato del Perú: Cristóbal Vaca de Castro

Cristóbal Vaca de Castro
Gobernador del Perú
07/08/1542 - 15/05/1544

Cristóbal Vaca de Castro (Izagre, actual provincia de León, ca. 1492 - Valladolid, 1566) fue un licenciado en leyes y magistrado español que fue enviado al Perú para resolver las diferencias entre pizarristas y almagristas.

Al llegar al Perú, tuvo que encargarse de reprimir la rebelión de Diego de Almagro el Mozo y ejercer el gobierno, entre los años 1542 y 1544.

Cristóbal Vaca de Castro había nacido hacia 1492 en la localidad de Izagre, villa vecina a Mayorga, del entonces Reino de León que formaba parte de la Corona castellano-aragonesa, siendo hijo de Garci Diez de Castro, señor de Izagre, Sieteiglesias y Santa María de Loreto, y de Guiomar Cabeza de Vaca (n. Izagre, ca. 1472). 

Estudió Derecho en la Universidad de Valladolid y se graduó de Licenciado. 

Muy joven entró como criado al servicio de García de Loaysa, quien llegó a ser Presidente del Consejo de Indias y Arzobispo de Sevilla, y bajo cuya sombra ascendió. 

En 1537 fue nombrado oidor de la Real Audiencia y Chancillería de Valladolid. 

Fue señor de Siete Iglesias y de los lugares de Izagre y de Santa María de Loreto. 

Contrajo matrimonio con María de Quiñones, con quien tuvo ocho hijos. 

A petición de Loaysa, el Emperador Carlos I de España (Carlos V) se fijó en Vaca de Castro para enviarlo como juez pesquisidor al Perú, con el fin de investigar las causas de la guerra civil que se vivía en esos territorios desde varios años atrás por la muerte de Diego de Almagro y otros muchos desórdenes entre los conquistadores, como la contienda entre Sebastián de Benalcázar y Pascual de Andagoya en la Nueva Granada. 

Se le concedió también facultades para reemplazar al marqués-gobernador Francisco Pizarro, en caso de su fallecimiento o cualquier otro accidente; así también, se le encargó la visita de las fortalezas de la isla de La Española y de San Juan, y la reforma de la Audiencia de Panamá, asumiendo su Presidencia.

Para darle mayor categoría, el emperador le invistió con el hábito de la Orden de Santiago y lo incorporó al Real y Supremo Consejo de Castilla. 

Zarpó de San Lúcar de Barrameda el 5 de noviembre de 1540, con una escuadra de 17 navíos, y tras difícil travesía perturbada por tormentas, que le impidieron tocar San Juan, arribó a Santo Domingo el 30 de diciembre del mismo año. 

En enero del siguiente pasó a Nombre de Dios y el 24 de febrero llegó a Panamá, cuya Audiencia organizó conforme a la de Valladolid. 

El 19 de marzo de 1541 zarpó hacia el Perú pero, al encontrarse con un fuerte temporal, se vio obligado a recalar en Buenaventura. Prosiguió por tierra hasta Cali, adonde llegó muy fatigado y enfermo. No obstante, se dirigió a Popayán donde medió en la disputa entre Sebastián de Belalcázar y Pascual de Andagoya. 

En Popayán tuvo conocimiento del asesinato de Francisco Pizarro y de la elección de Diego de Almagro el Mozo como gobernador (junio de 1541). 

Prosiguió el camino al Perú y se detuvo en Quito. Pasó luego a Portoviejo, Piura, Trujillo, Huaylas y Huaura, donde se unió con las fuerzas del mariscal Alonso de Alvarado y del capitán Pedro Álvarez Holguín. 

El 7 de agosto de 1542, entró solemnemente a Lima, donde continuó los preparativos para salir a dar batalla a los almagristas, que se habían replegado a la sierra. 

Se trasladó a Jauja, donde quedaron concentrados todos los soldados leales al Rey, que sumaban unos 700 hombres. Ante todos ellos Vaca de Castro se proclamó Gobernador del Perú y Capitán General del Ejército Realista. 

Luego, marchó al sur, hacia Huamanga, para evitar que esta población cayera bajo el dominio de Almagro El Mozo, quien venía desde el Cuzco con una fuerza de 500 soldados y una poderosa artillería. 

Tras un intercambio de cartas con el caudillo rebelde, que no condujo a nada, se situó para esperarlo en el llano de Chupas, hacia el sur de Huamanga. Allí lo venció en cruenta batalla (16 de septiembre de 1542). 

Prosiguió hacia Cuzco en persecución del joven caudillo. Apresado Almagro El Mozo, el gobernador procedió a instaurarle proceso sumario y dispuso que fuera degollado.

Tras vencer a los almagristas, Vaca de Castro dictó varias providencias para premiar la lealtad de los victoriosos y dejar organizado el gobierno de la Ciudad Imperial. 

Comenzó su gobierno intentando aplicar las instrucciones recibidas: delimitación de las diócesis de Lima y Quito, expulsión de los clérigos licenciosos, expansión misional, etc. 

En 1543 envió a Diego de Rojas con 200 hombres al Río de la Plata, y como resultado de esta expedición se descubrió Tucumán. 

Más difícil resulta su labor en el asunto de las encomiendas, pues había recibido encargo de revisar los repartimientos efectuados por Francisco Pizarro y de obligar a los encomenderos a cumplir las ordenanzas de contraer legítimo matrimonio, no trasladar indios de una a otra provincia, suprimir impuestos abusivos, no obligar a los indios a trabajar en las minas, etc. Todo ello, unido a la divulgación en el Perú del contenido de las Leyes Nuevas de 1542, que ponían prácticamente fin a las encomiendas, le ocasionaron dificultades con los encomenderos, que empezaron a alzarse. 

La Corona resolvió entonces enviar un Virrey al Perú, con el encargo de hacer cumplir las ordenanzas. 

Finalmente, tras poner fin a los trabajos de pacificación y orden, Vaca de Castro se dedicó a realizar labores de desarrollo, como el mejoramiento de las vías de comunicación, reglamentación del abastecimiento de los tambos y fiscalización del trabajo en las minas. 

En septiembre de 1543 volvió a Lima para esperar al primer virrey del Perú Blasco Núñez Vela, a quien hizo cesión del mando el 15 de mayo de 1544. 

Alertado sobre una presunta conspiración de Vaca de Castro en su contra, el virrey lo tomó prisionero y lo confinó en la Casa Real, fijando una fianza de 100.000 castellanos; pero temeroso de la reacción de sus partidarios, dispuso que se le trasladase a un barquichuelo anclado en la rada del Callao; y allí se encontraba cuando la rebelión de Gonzalo Pizarro se extendió a Lima. Vaca de Castro convenció a la tripulación en su favor y tomó rumbo a Panamá, de donde retornó a la península.

Llegó a Valladolid el 23 de junio de 1545, y por acuerdo del Consejo de Indias fue apresado y sometido a juicio bajo la acusación de enriquecimiento ilícito. Resultó perjudicado por los informes remitidos por Blasco Núñez Vela y por una carta enviada a su mujer, con los tesoros y el dinero acumulados durante su gestión, en la que le recomendaba ocultar todo "porque mientras menos vieren el rey y sus privados más mercedes me harán". Diez años permaneció recluido; pero a la postre logró su plena absolución. 

Absuelto, el rey Felipe II le concedió una plaza en el Consejo de Castilla (8 de octubre de 1556) y ordenó el pago de las cantidades que se le debían desde el 20 de mayo de 1545. 

Al retirarse en 1562 de la función pública, buscó un refugio en el Convento de San Agustín. 

Falleció pocos años después. (Datos: Wikipedia)

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