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martes, 9 de junio de 2009

Falleció Amador Ballumbrosio cultor de la música afroperuana

Amador Ballumbrosio Mosquera


Los restos del cultor de la música negra peruana Amador Ballumbrosio Mosquera, fallecido anoche, son velados en la casa que siempre vivió en su natal y entrañable Chincha, en la calle San José 325.

Su hijo y también artista, Amador “Chevo” Ballumbrosio, informó que su padre falleció luego de estar gravemente enfermo por siete años y que es velado acorde con lo que él hubiera deseado.

Agregó que será enterrado mañana a las 16:00 horas en el cementerio del pueblo, pues se espera la llegada de la hija mayor, Carmen Ballumbrosio, quien reside en Estados Unidos.

"Chevo" Ballumbrosio indicó que son 15 los hermanos, la mayoría dedicados a la música, pero lastimosamente los que residen en Europa no podrán llegar al entierro.

Amador Ballumbrosio Mosquera falleció anoche a la edad de 75 años, en su natal Chincha.

Sufría de diabetes desde hace varios años. Su estado de salud se resquebrajó más en el 2001, al sufrir un derrame cerebral.

Cultor del zapateo y del violín, Amador Ballumbrosio era además una autoridad sobre las tradiciones de la población afroperuana.
Fuente: Agencia Andina de Perú – www.andina.com.pe

Reportaje de Miguel Ángel Cárdenas M. publicado en el diario El Comercio de Perú en Noviembre 2007

No cualquiera se llama como él. Y es armónicamente consecuente con eso. Don Amador viene preparando la Navidad Negra en la calle San José --su barrio, en El Carmen--, con el denuedo de un amante de la eternidad. Será una fiesta para ayudar a la reconstrucción de El Carmen, que durará hasta el 6 de enero, en que empalmará con la festividad en honor de la Melchorita. "Tengo parálisis y por falta de circulación se me va muriendo el cuerpo", dice con alegre serenidad. "Mi pie izquierdo solito brinca. Y mi brazo izquierdo, con el que tocaba el violín, está tieso", continúa con alborozada paz. ¿Frustración por esto? ¿Miedo? ¿Rabia? ¿Aunque sea un poco de desazón frente a la muerte? Ni una chispa. Él es un amador de la vida.
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Este mito infinito de la cultura negra no acepta entrevistas formales, solo que uno se siente a su costado, con la puerta abierta, el olor inmortal de un seco con frejoles que prepare Avelina, su esposa y docta cocinera; y converse sin prisa, sin fecha de regreso, como si la vida recién fuese a empezar.
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Su casa tiene de museo, de templo y de bailódromo. Recuerda la primera vez que vio aparecer aquí a Micky González.
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Lo trajo César Calvo. Micky era hippie, llegó y fue bien recibido. Y comenzó a tocar valses. Se enamoró de la música negra y consiguió amigos en El Carmen y en El Guayabo, y comenzó a recopilar temas. A mí me gustaban "Lola", el "Akundún"... En el video de "Lola" aparece un amigo Eusebio que se casaba con Lola. Pero era pura 'ñanga', para el video nomás. Y la gente cree que fue un matrimonio de verdad, ja ja ja.
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También llegó Manongo Mujica.
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Muy buena gente Manongo. Él llegó en el año setenta y tantos. Vino con Micky, con 'Chocolate', y también vino 'Chaqueta' Piaggio, era muchachito, pero cantaba como un grande el chaqueta, cantaba tropical muy buena... él ha venido la otra vez con su señora a dar víveres... A Manongo no lo veo hace tiempo; era tremendo, tenía un cilindro que le sacaba música, hasta lo exprimía, ja ja ja. Él era bien concentrado, también sacaba música santera.
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Todos vinieron a conocerlo, el poeta César Calvo era tremendo bohemio.
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Vinieron a mataperrear. Era un demonio, ja ja ja. Era músico, poeta y loco. Talentoso, una vez presentó un festival en Chincha, hizo la Navidad Negra narrada. Él mismo la narró. Después a mí me compuso un tema de zapateo, hasta ahorita lo tengo y mis hijos lo difunden. Me acuerdo cuando iba a presentar su libro sobre Ino Moxo y fuimos a acompañarlo. Y me llevó para que lo ayudara con Ronaldo Campos, para que zapateara. Y lo hizo muy bien, llegamos a la casa de la mamá de César... Y su mamá le echó su bendición y lo bañó como un bebito a ese palomilla, ja ja ja.
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Usted tocaba el violín, cantaba y zapateaba con ellos. ¿Lo aprendió de sus ancestros africanos?
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Sí, pero el zapateo está relacionado con lo andino, eh. Está entreverado, porque el negro se unió con el andino para el zapateo. ¡Se unieron! Y componían temas en quechua y en castellano, y bailaban cada uno a su estilo. El negro en Chincha se quiere mucho con el serrano para la música.
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¿Qué le gusta a usted de la música andina?
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Sus lamentos, que llegan al bobo, pues. Cuando yo empecé en la música ya estaban los grandes compositores. Son antiguos, pues, muy antiguos. Hacían remembranzas, después le daban el ritmo, todo y lo iban acoplando, los temas y cuartetas.
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¿Quién le enseñó a zapatear?
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Un señor Carazas y un señor Augusto Milani, un negro capo, nacido en El Carmen. Era un yanacón, un obrero de la tierra. Era un buen danzarín. Yo era un chibolo de 4, 5 años. Así se comienza, de chibolito. Mis papás me llevaban y me compraban mis cosas. Todo era mezcla de negro con andino; por ejemplo, acá había comunidades de serranos y para el 24 de diciembre, todos ellos venían en procesión con la Virgen. Y después estaban hasta la Misa del Gallo y venía el concurso de contrapunto, el zapateo en las gradas de la iglesia. Estaban los mejores. Pero esto ya se perdió.
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Sé que usted siempre participaba y ganaba.
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Ganaba conforme me tocara mi rival. Tenía que desplumarlo, pues. Tenía que echarle todo lo que sabía, mi habilidad rítmica. Bien poco me ganaban y cuando me ganaban le metía su patada, ja ja ja. Y después nos íbamos a trompearnos y los viejos nos decían: por qué han peleado, carajo. Y nos rajaban peor. Y nos decían: esta es una cosa de amistad, no de bronca. Nos hacían abrazar ahí.
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¿Y quién le enseñó a tocar el violín?
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Don José Lurita, tenía 96 años, era un cholo cruzado con zambo, ja ja ja. ¡Buena gente! Me enseñó cuando yo ya estaba casado, a los 20 años. Y aprendí a cantar para el zapateo, que es una danza religiosa, eh.
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¿A los dioses africanos, de la sierra?
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A todos, a santos como San Martín también. A todos se les danza parejo. A la Melchorita se le compone su copla y sale. Yo le he enseñado a los niños de El Carmen. Y para el Día del Padre tenía mi conjunto de borrachos, ja ja ja, y borrachos zapateaban mejor todavía.
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Según el fotógrafo Lorry Salcedo, usted tenía un dicho: "Hasta que el cuerpo aguante".
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Ah, yo zapateaba hasta que salía humo.
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Y hasta que salía humo tuvo quince hijos, tremenda energía.
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No teníamos radio ni televisión, pues. Arriba Perú nomás, ja ja ja... Mi hijo Filomeno, que está en Estados Unidos, era el mejor zapateador. José y Miguel están en Francia, el que está en Lima es Amador Eusebio, que está en La Tarumba. Carmen, mi hija, está en España, ella solo baila. Jesús José, 'Cochacho', toca la guitarra.
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Ahora que hablaba de los dioses, el que era santero era 'Chocolate' Algondones, se asumía como Eleguá, el dios yoruba que abre los caminos.
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'Chocolate' era un dios. Era serio. Cuando tocaba su cajón iba rezando. Fumábamos el cigarro puro, no el bambeado. Los dioses santeros lo ayudan y acompañan, es que la cuestión de la música tiene muchos enemigos, son los envidiosos. Un músico que te tenga envidia te malogra, te trae cosas negadas. Es bien bravo. Me ha pasado que he tenido que limpiarme bien, una vez hubo una competencia en que me fregaron el violín. Cuando intentaba no tocaba nada... Pero creo que no hay que darse mucho a eso, porque te acomplejas. Yo doy una oración espiritual, pero no me meto tan profundo. 'Chocolate' por ratos lloraba solito, eso es complejo ya. Yo me controlaba más, porque si no te muñequeas, te vas para otro lado.
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Usted ha tocado con 'Caitro' Soto. Dicen que era mejor zapateador que cajonero.
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Sí. Es cierto. He tocado con él un disco que firmamos con Félix Casaverde, yo me tomo una hora para zapatear y 'Caitro' también. Así hicimos un disco. Caitro era una linda persona.
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¿Quién le ha parecido el mejor cajonero del Perú?
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'Chocolate' y, claro, 'Pititi'... Pero déjame contarte un chiste que me contó 'Caitro'. Era Viernes Santo, vivía en Lima, pero quería ir a Cañete, porque él era cañetano. Dice que se iba a probar su chicha de jora. Y su madre le dijo: "Lo que tú quieres es ir a 'monear' con tu carro. Así que anda tú solo nomás". Dice que estaba con su perro y vio a un señor que estaba paseándose en su caballo. Y le puso mal una montura. Y el negro le dijo: "Alguien tan grande como tú haciéndole eso al caballo". El caballo vio al negro y le dijo: "Oye, y a ti qué te importa". Ja ja ja. Dice que chapó su carro y se fue hasta su casa. Y le dijo a su perro, como quien no quiere la cosa: "¿Tú escuchaste lo que me dijo el caballo". Y el perro le dijo: "Sí y yo me quedé cojudo con lo que te dijo", ja ja ja. 'Caitro' era el despelote, ja ja ja. Me dio tanta risa.
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Contracorriente de El Comercio. 8 de noviembre de 200

Atajo de Negritos (27/12/2008)



Hace 1 mes en la casa de Amador Ballumbrosio



Noviembre 2008 – clases de zapateo



Miki Gonzáles co Amador Ballumbrosio



martes, 18 de diciembre de 2007

La Cultura Afroperuana



La inmigración de población africana se produjo como consecuencia de la llegada de los españoles. Los primeros africanos llegaron en condición de esclavos y como mano de obra gratuita; se produjo su explotación en actividades en el campo y esencialmente en la costa del Perú.

Estos negros de raza pura provenían de castas o naciones terranovas, sucumas, mandingas, cambundas, carabalíes, cangas, chalas, huachiries, congos, misangas, etc. Trajeron una cultura propia con creencias mágico-religiosas, mezcla de lo sagrado y lo pagano expresándolo en sus cantos, bailes, danzas y costumbres.

La primera oleada de negros constituyeron la servidumbre de las casas haciendas en los ingenios azucareros, en el cultivo del algodón, en las construcciones, etc. En este nuevo continente el primer idioma fue el samaracca o expresión congo-angoleña, posteriormente el lenguaje papiamento, combinación de habla negra en Jamaica donde predomina. Aparece el cleoque dialecto que resulta de la mezcla de la etnia negra de Haití y la replana del Perú, combinación de varios idiomas africanos mezclados con el español criollo.

En Chincha (al sur de Lima), el africano puro y sus descendientes fueron catequizados por los dominicos y jesuítas; ya como cristianos y bajo la dura realidad de trabajo, mimetizan sus creencias ancestrales y las articulan con los santos católicos, surgiendo así la patrona de los negros: la Virgen del Carmen.

Aglutinados en los galpones de las haciendas, germina la grandeza del arte negro de Chincha, sea de San José, San Regis, Alto Larán, Guayabo, Chamorro, Hoja Redonda, Chincha Baja. En el duro trabajo, en la fatiga, en la enfermedad, en la soledad, escriben décimas, panalivios, danzas, festejos, zamba, landó, alcatraz, inga, son de los diablos, agua de nieve, el cabe, la lagartija, el toromata, conga, zamacueca, etc. Así por más de cuatro centurias el negro chinchano crea para el Perú, atajo de pallitas, de negritos, negros creadores de la décima negra de pie forzado, artistas negros, grandes deportistas.

Historia
En 1502, llegaron los primeros esclavos negros de Africa a América. Fueron traídos para reemplazar la mano de obra indígena, que iba disminuyendo ostensiblemente en las colonias españolas. Entre 1492 y 1700, unos tres millones de africanos fueron sacados de sus tierras, de manera violenta, para ser esclavos de los conquistadores en América.


Eran traídos en buques especiales, llamados "Ataúdes" o "Tumbeiros". Estos nombres eran expresión de las características de tales expediciones mercantilistas, porque llegaban vivos a América sólo la mitad de los negros que habían salido de Africa. Venían enmarrocados (amarrados), apiñados en las bodegas de los buques, sin las mínimas condiciones de higiene, sin la adecuada alimentación; en estas condiciones aquellos negros eran presa fácil de enfermedades y epidemias.

En América, miles de negros esclavos fueron vendidos a los hacendados y citadinos españoles en los llamados mercados de trata. Para este fin eran exhibidos encadenados apenas arribaban mientras eran denigrantemente subastados. Los precios variaban de acuerdo al sexo, fortaleza, salud y edad. Una vez adquiridos pasaban a ser patrimonio de su amo, quien disponía de su destino y de su vida. Tenían un valor en dinero y pertenecían a alguien y los alimentaban para utilizarlos en faenas y servicios que el amo creyera conveniente. Si el amo quería deshacerse del esclavo, lo ofertaba en el mercado de trata de esclavos, poniendo un sobreprecio, para recuperar su inversión y sacar algún dividendo.

Vida miserable
Los esclavos vivían en las haciendas en barracas o barracones; en las ciudades, estas barracas estaban ubicadas en un rincón de los huertos o solares. Dichas barracas, como es de suponer, propendían al hacinamiento y la promiscuidad.

Las mujeres negras esclavas, en las haciendas y en los solares virreinales, fueron destinadas para labores domésticas. Sin embargo, muchas de ellas, en las haciendas, principalmente costeñas, hacían labores de campo, como por ejemplo, en los viñedos y algodonales, conocidas en este último caso, como "apañadoras".

Los varones efectuaban el trabajo más pesado tanto en las zonas urbanas como en las haciendas. Como por ejemplo, limpieza de excusados, galpones, porquerizas, caballerizas, etc.

Los amos retribuían este servicio gratuito con la vivienda y la alimentación que les proporcionaban. Los esclavos no podían salir de la propiedad del patrón y carecían de libertad. Al esclavo que infringía alguna norma, se le castigaba severamente, por lo que existieron varios sistemas de tortura. Sea cual fuere el castigo acordado para el esclavo rebelde, se cuidaban de no desfigurarlo, dado que, de ser así, su precio de venta en el mercado, disminuiría. Sin embargo, se tiene noticia de que al negro muy rebelde o cimarrón, le cortaban las orejas, lo castraban e incluso le cortaban las manos.

A fines del siglo XVII y principios del siglo XVIII, se formaron unas rancherías en los alrededores de la ciudad de Lima, como en Huachipa, Carabayllo, Monte Zambrano, etc. Fueron hechas por negros esclavos, que en busca de su libertad, habían preferido huir y rebelarse contra el opresor sistema. Estas rancherías en lo posible, se ubicaban en las zonas menos transitadas, con bosques para ocultarse de sus perseguidores.

Alrededor del año 1710, esas rancherías evolucionaron hasta convertirse en palenques. Los palenques, entonces eran asentamientos rurales de negros cimarrones, rebeldes.

Finalmente, el 3 de diciembre de 1854, el entonces presidente de Perú Ramón Castilla, mediante una ley dictada desde Huancayo decretó el fin de la esclavitud y la libertad plena de los negros.







Documental grabado en El Carmen (Chincha - Perú) que registra la tradición religiosa donde afrodescendientes realizan un ritual de zapateo en homenaje al Niño Jesus


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