sábado, 14 de septiembre de 2019

Fines del Siglo XIX: El Fin de la Próspera Industria Vitivinícola de Moquegua y el Exodo

Torata - Moquegua

La potencia vitivinícola que hoy ostenta Chile, era la que tenía Moquegua durante el Virreinato del Perú.


Eran famosos los vinos, piscos y uvas de Moquegua, y la industria vitivinícola se había cimentado fuertemente con la participación de españoles y también franceses.


Pero, 3 fenómenos aparecieron para destruir esa gran industria: 

-El terremoto de 1868

-La Guerra del Guano y el Salitre de 1879

-La plaga de la Filoxera que arraso los cultivos.

Tal fue la catástrofe que a fines del siglo XIX se habían censado 200 bodegas y a mediados del siglo XX solo quedaban cuatro.

Durante 50 años no se sabía que hacer, los viñedos del sur estaban en cuarentena por la filoxera.

Las familias de Moquegua, con muchos años de trabajo y prosperidad se vieron obligadas a realizar un gran éxodo, el que se dirigió principalmente hacia Chile y Lima.

Aquí termina la Moquegua de las mejores familias, antiguas tradiciones castellanas, y opulencia económica.

Sobre el tema, en el libro "Vidas Bajo Partituras Desconocidas: Vidas por Senderos Ya Trazados - Una historia que contar de la vida real" se puede ver la interesante historia real de una persona que fue parte del éxodo moqueguano con su familia, y que derivó a lugares y actividades que nunca pensó realizaría pero que marcaron su vida. Por lo ocurrido, existe duda si su vida fue producto del azar o estuvo guiada a través de un sendero predeterminado.

Plaza de Armas de Moquegua

viernes, 13 de septiembre de 2019

Recordando a los Verdaderos Libertadores del Perú

Arthur Sandes

Como un homenaje a su demostrada valentía durante la campaña de la independencia del Perú, el irlandés Arthur Sandes, comandante del regimiento británico Rifles, fue ascendido a general de brigada y su unidad militar recibió el título de 'Libertadores del Perú'.





lunes, 9 de septiembre de 2019

Ejército Real del Perú: Composición, Organización, Refuerzos Europeos

Ejército Real del Perú

El Ejército Real del Perú, fue la agrupación militar organizada en el Virreinato del Perú para hacer frente a los bandos "independentista" promovidos por Inglaterra.

En documentos españoles se le conocía como Ejército del Perú. El nombre también era usado en el Río de la Plata, llamándose Ejército Auxiliar del Perú.

Tras tener noticias de las victorias obtenidas por el ejército real del Perú en 1823, el periódico español "El Restaurador" de marcada posición absolutista publicaba lo siguiente: ¡Ejército Real del Perú y Ejército Nacional de la España Europea! ¡Que asombroso contraste! Aquel conserva inmarchitable su título de realista y a la sombra de sus banderas victoriosas se guarnecen miles de europeos desgraciados por su fidelidad y millones de americanos, cuya lealtad raya en el heroísmo y cuyos sacrificios no tienen precio.

En 1824, apoyado por 100.000 soldados franceses, el monarca Fernando VII logró recuperar sus antiguos poderes y a la vez abolir todas las leyes y disposiciones decretadas por las Cortes, sin embargo entre estas figuraba también el reconocimiento de La Serna como virrey del Perú lo que sería aprovechado por el general Olañeta para rebelarse contra su autoridad y minar el potencial realista para continuar la lucha. 

Composición:

Las tropas reales en el Perú se componían principalmente de peruanos, entiéndase por tales a los habitantes del virreinato del Perú, organizados en batallones y milicias según su lugar de procedencia o casta, siendo así que existían unidades de negros y mulatos, como el batallón de Pardos de Arica y de mestizos e indígenas organizados según sus pueblos de origen como el escuadrón de caballería miliciana Dragones de Tinta. 

Sin embargo la necesidad de cubrir las bajas y refundir en una sola distintas unidades hacían que la evolución de muchos de los cuerpos realistas de línea terminasen como una amalgama de castas, clara expresión de la realidad social peruana. 

Étnicamente la masa de las tropas reales la formaban la Casta (virreinal) de indígenas mestizos, los cuales eran reclutados con preferencia sobre los indígenas tributarios, los negros esclavos o los criollos, y en general del resto de tejido económico productivo del país. 

En el contexto socio-cultural de la época la masa mestiza se componía en su mayoría de quechuahablantes los cuales no dominaban el español, lo que ha llevado a algunos autores a afirmar que el ejército realista estaba compuesto casi en su totalidad por indígenas.

Organización:

El ejército real estaba formado inicialmente por unidades veteranas (permanentes) y de milicias (movilizadas), los primeros eran soldados a tiempo completo, generalmente de dotación (Fortificaciones) como el Real de Lima, mientras que los segundos se levantaban en caso de necesidad militar. 

Las milicias podían ser de dos tipos: urbanas o provinciales. Las milicias urbanas, estaban limitadas más bien a la defensa de una localidad concreta y tenían componentes más irregulares. Las milicias provinciales en cambio, eran capaces de desplazarse a distancia, y tuvieron un papel protagónico y un destacado desempeño, de tal manera que sentaron las bases para la consolidación de una fuerza regular propia (como los regimientos de Línea del Cuzco o de Arequipa) y que dieron lugar a una sucesión de victorias militares, como la obtenida por el brigadier José Manuel Goyeneche en la batalla de Guaqui. 

En cuanto a la organización militar esta era: 

Infantería: 

La infantería se dividía en batallones los que eventualmente podían agruparse con uno o dos adicionales para constituir un regimiento, cada batallón contaba con 6 u 8 compañías en las que a su vez formaban 100 soldados en promedio aunque esta cifra nominal solía variar. De las compañías que formaban un batallón al menos una debía ser de granaderos y otra de cazadores, ambas llamadas de "Preferencia", siendo las seis restantes de fusileros. Las compañías de Preferencia de varios regimientos podían agruparse en batallones mixtos de solo Granaderos o Cazadores en una disposición táctica ad hoc para una batalla, como sucedió por ejemplo en la Batalla de Cancha Rayada (1818). 

Las características de estos soldados de eran las siguientes: 

-Los Granaderos: eran escogidos entre los hombres de mejor conducta y constitución física, generalmente los más altos y fornidos del batallón, constituían una fuerza de choque y recibían su nombre de las granadas de mano que originalmente usaban en los combates aunque su uso en la época era ya casi anecdótico. Su distintivo original eran las birretinas o gorros de piel de oso negro aunque lo costoso y escaso de este material hacía que fuera reemplazado también por pieles negras de perro, mono o cabra. En un punto del campo de batalla yacían más de 30 granaderos realistas, y por la posición que tenían sus cadáveres se conocía que habían hecho una valerosa resistencia, y perecido casi al mismo tiempo en la formación que tenían á la cabeza de una columna. 

-Los Cazadores: eran soldados de infantería ligera, ágiles y de menor talla, adiestrados en tácticas de orden disperso o "guerrilla", en batalla eran usados como escaramuzadores o avanzadas. Se les entrenaba como tiradores de preferencia y en algunos casos solían portar fusiles más livianos y de mayor precisión ("Rifles" cuyo cañón en su interior era rayado para dar al disparo mayor alcance y precisión). Su distintivo era el cuerno de caza que llevaban en el Chacó o bordado en la casaca. 

-Los Fusileros: constituían el núcleo de la infantería, la poca precisión de las fusiles de la época hacía que la infantería utilizara formaciones cerradas (codo a codo) disparando por salvas sobre la formación enemiga para maximizar el daño producido por sus descargas. En caso de ser atacados por la caballería formaban un cuadro, donde la primera fila esgrimía sus bayonetas y la segunda disparaba sobre los jinetes enemigos. Esta formación fue muy utilizada en el Alto Perú para repeler los repentinos ataques de los gauchos. 

Caballería: 

Originalmente la caballería realista era toda de milicias y estaba formada por dragones, estos soldados eran una especie de infantería montada, armada de fusil y sable, que combatía tanto a pie como a caballo. La caballería de línea armada de carabinas y sables aparecería por primera vez en 1813 en el Alto Perú. Las unidades expedicionarias fueron utilizadas de base la creación de cuerpos de húsares, granaderos a caballo y lanceros. 

Artillería:

Esta arma se dividía en artillería de plaza y de campaña, la primera utilizaba piezas fijas y de mayor calibre, como las ubicadas en la fortaleza del Real Felipe en el Callao, la artillería de campaña se componía de piezas de montaña, obuses y morteros. Se trataba de armas más livianas y fáciles de transportar. 

Los cuerpos de ejército generalmente ostentaban el nombre de sus unidades europeas de origen, nombre que permanecía pese a que inmediatamente en campaña estas compañías eran duplicadas con americanos y luego reemplazados por ellos casi completamente (excepto en sus compañías de Granaderos -llamadas de Preferencia- donde se reunía a los europeos). 

Entre los más famosos estuvieron:

-Los batallones Talavera, Burgos, Cantabria y Gerona

-Los escuadrones de caballería Húsares de Fernando VII y Lanceros del Rey. 

Refuerzos Europeos para el Ejército Real del Perú:

Las refuerzos europeos hacia América no fueron abundantes ya que España simultáneamente combatía contra la invasión napoleónica y luego quedó convulsionada por conflictos civiles entre absolutistas y constitucionales. 

A decir del historiador militar Robert L. Scheina a lo largo de toda la revolución hispanoamericana fueron 6.000 hombres los que partieron de puertos de España con destino al Perú.

Según el historiador español Julio Mario Luqui-Lagleyze los expedicionarios embarcados contabilizaron un total de 6 mil 511, sin embargo no todos ellos llegaron a su destino pues aparte de las bajas naturales durante la travesía, se debe tener en cuenta que: 

1) la expedición del batallón Infante Don Carlos quedó totalmente diezmada por enfermedad en Portobelo, siendo sus restos refundidos con el Real de Lima; 

2) que la expedición del segundo batallón del Burgos y el segundo escuadrón de Lanceros quedaron retenidos por el pacificador Pablo Morillo en Costa Firme, siendo sustituido el primero por el batallón americano Numancia; y 

3) que, finalmente, la gran parte de la expedición del Regimiento Cantabria se sublevó o fue capturada en alta mar llegando tan solo algunos restos al Callao y al sur de Chile. 

En 1824, último año de las campañas, el general Andrés García Camba dice que el componente europeo alcanzaba los 1.500 hombres para cubrir todos los frentes del virreinato (diezmado en la mitad con los años, como también ocurrió de forma parecida con el ejército expedicionario de Costa Firme de Pablo Morillo), y de ellos dice que 500 hombres combatieron en la decisiva batalla de Ayacucho. 

El último intento por parte de la metrópoli de reforzar a los realistas se dio en mayo de 1818 vía Cabo de Hornos, la flota expedicionaria se componía de la fragata de guerra Reina María Isabel y 10 transportes contando con 2.080 individuos formados por dos batallones del regimiento de Cantabria, tres escuadrones de Cazadores-Dragones, una batería de artillería y dos compañías de zapadores, esta tardía medida arribaba cuando ya los mercenarios chilenos y argentinos dirigidos por el general José de San Martín habían obtenido una decisiva victoria en la batalla de Maipú sepultando definitivamente la esperanza de reconquistar la Capitanía general de Chile, siendo que el Archipiélago de Chiloé decididamente leal a la corona y punto estratégico en la travesía por el Pacífico sur, era un punto de resistencia aislado, aunque para empeorar las cosas la expedición despachada de Cádiz se encontraba en pésimas condiciones de preparación, salubridad y disciplina. 

La tripulación de uno de estos transportes (el Trinidad) se amotinó en plena travesía y tras asesinar a sus oficiales se entregó en Buenos Aires poniendo en manos de los independientes los planes del convoy peninsular, de forma que, ya en aguas chilenas, continuando la travesía la solitaria Reina María Isabel fue capturada por dos buques pertenecientes a la marina mercenaria y utilizada luego, enarbolando la bandera española, para capturar uno a uno cinco transportes de ese convoy que venían a Talcahuano, únicamente cuatro transportes lograron llegar a su destino con parte de la tropa, tres de ellos desembarcando tropas en Talcahuano y uno en el Callao.

Según el general inglés Guillermo Miller los transportes españoles estaban sumamente sucios y grasientas las cubiertas, una cuarta parte de la expedición había fallecido por enfermedad en la travesía y al menos la mitad de los restantes se encontraban de baja por escorbuto siendo que al ser capturados algunos individuos agonizaban tendidos en los portalones de las naves. Miller concluiría señalando que el poco estado limpieza en que estaba la flota, era impropio del servicio de la marina española.

Ejército Real del Perú

jueves, 5 de septiembre de 2019

El Victorioso Ejército Real del Perú

José de la Serna
El Ejército Real del Perú se caracterizó por su excelente organización y alta preparación para el combate

Estuvo integrado por españoles, criollos o hijos de españoles nacidos en Perú, y por indígenas quechuas y aymaras.


Solo fue diezmado (no derrotado) antes de Ayacucho por el regimiento británico Rifles al mando del irlandés Arthur Sandes.

Comandantes Notables:


 José Fernando de Abascal (1809-1816) 

Joaquín de la Pezuela (1816-1821) 

José de la Serna (1821-1824)


Número de Militares:

1809: 1.500​-5.000

1813: 8.000

1818: 11.500

1820: 23.000

1822: 20.000

1823 (febrero): 23.000

1824 (enero): 18.000

1824 (agosto): 11.000-11.500

1824 (septiembre): 14.287

1824 (diciembre): 18.558


Operaciones Donde Intervino:

Guerra de Independencia de la Argentina 

Guerra de Independencia de Chile 

Guerra de Independencia del Perú 

Guerra de Independencia de Guayaquil 

Guerra de Independencia de Maynas 

Campañas del Sur 

Independencia del Alto Perú



Territorio Donde Estuvo:



Emblemas:


Después de la Capitulación Regresaron a España:

16 generales, 

20 coroneles, 

58 tenientes coroneles, 

290 oficiales subalternos

364 soldados

miércoles, 28 de agosto de 2019

Los Sanguinarios Rituales Religiosos de la Civilización Chimú


Arqueólogos de la Universidad Nacional de Trujillo de Perú, han descubierto los restos de 227 niños sacrificados en un ritual de la cultura Chimú en la costa norte de Perú.

Este hallazgo es calificado como el más grande sacrificio de menores en el mundo.

El lugar del crimen masivo fue descubierto en el sector Pampa La Cruz en Huanchaco, un municipio costero de Trujillo, la tercera ciudad de Perú, situada a 700 kilómetros al norte de Lima.

El arqueólogo Feren Castillo de la Universidad de Trujillo dijo al respecto:

"Es el sitio más grande donde se han encontrado restos de niños sacrificados, no hay otro en el mundo"

Informó también Castillo que:

-Los restos tienen entre 1.200 y 1.400 años de antigüedad.

-Los menores tenían entre 4 y 14 años.

En la creencia que los dioses habían mandado severas alteraciones climáticas como castigo al pueblo por su mal comportamiento, los chimús decidieron ofrendarles niños para aplacar su ira.

Agregó Castillo:

"Hemos encontrado más evidencia de lluvias en los hallazgos"

"Allí donde empezamos a cavar sale otro resto. Es algo increíble; donde excavas hay uno más".

Los cadáveres de los niños se encuentran extendidos, en dirección al mar. 

Algunos aún tienen piel, cabello y orejeras de plata. 

Antes, en 2018 se descubrieron restos de 56 niños. Pampa la Cruz está a solo dos kilómetros de Huanchaquito, lugar donde en abril del 2018 se descubrieron 140 niños y 200 llamas sacrificados en un otro cruel ritual. 

Los rituales de muerte infantil fueron continuados durante la vigencia del Imperio Inca.

Dentro de un mundo de falsas creencias religiosas, con supeditación absoluta a los "dioses", al final estas grandes civilizaciones o culturas se extinguieron. Los dioses "no respondieron", y los sacrificios humanos fueron solo crímenes cometidos por crueles ignorantes.




lunes, 19 de agosto de 2019

Cómo se Originó y Facilitó el Ingreso de los Musulmanes a España en el Año 711

Don Rodrigo

«Florinda perdió su flor, el rey padeció castigo», canta el Romancero Español sobre el ultraje del último rey godo, Don Rodrigo, a la hija de Don Julián, el influyente gobernador de Ceuta. 

«De la pérdida de España/ fue aquí funesto principio». 

Más allá de la tradición popular, la mayoría de datos sobre Don Julián son legendarios o muy posteriores al periodo en el que supuestamente vivió. 

La única fuente cercana a los acontecimientos, la llamada «Crónica Mozárabe del 754», no dice nada de Don Julián, pero sí de un cristiano de nombre Urbano que, procedente del norte de África, acompañó a los árabes en su recorrido por la Península y posteriormente viajó con uno de los generales musulmanes a Damasco. 

Deformando la historia y nombre de Urbano, fue la tradición literaria posterior la que dio forma a la leyenda del gobernador ultrajado que se vengó de su Rey. 

En esta línea, Urbano o Don Julián sería un noble bizantino que ejercía por esas fechas el cargo de Comes Iulianus, esto es, el gobernador en el estrecho, desde Ceuta a Algeciras, a partir de la caída en manos árabes de la ciudad de Cartago (698). 

Ante la presión musulmana, el último gobernador bizantino se alió con la Monarquía visigoda y defendió Ceuta repetidas veces de asedios musulmanes gracias a los suministros llegados desde la Península. 

La amistad entre Ceuta y Toledo se estrechó cuando Don Julián envió a su hija, llamada La Cava («mala mujer») o Florinda, a educarse a la corte goda. 

Y precisamente allí se guisó el ultraje, cuando Florinda salió a pasear un día con sus doncellas por los jardines de su residencia y decidió darse un baño sin percatarse de que el Rey godo la contemplaba. 

La visión «abrasóle» al monarca que, sin quitarse de la cabeza a la joven, empezó a acosarla hasta lograr lo que quería. 

Para unas fuentes aquel Rey era Don Rodrigo, mientras para otro seguía siendo Witiza. 

Víctima de la sarna, el Monarca eligió a la hermosa Florinda para que le limpiara con un alfiler de oro los ácaros y, de paso, permaneciera a solas con él. 

En una de esas ocasiones, Don Rodrigo (o Don Witiza) forzó a la joven a mantener relaciones sexuales. 

«Ella dice que hubo fuerza; él, que gusto compartido», señala el Romancero sin aclarar si hubo o no violación. 

Para algunos el ultraje no fue exactamente la falta de consentimiento, sino la incumplida promesa del Rey de casarse con la joven después. 

Agraviada hasta el tuétano, Florinda escribió a su padre una carta contándole lo ocurrido. 

Don Julián, que seguía resistiendo los ataques musulmanes, cambió de actitud, y facilitó la entrada en la Península de las tropas árabes que, en el verano de 711, vencieron a las huestes de Don Rodrigo en la batalla del río Guadalete. 

Abandonó la defensa de Ceuta y, además, facilitó información de España y barcos para el traslado de los soldados musulmanes. 

Según algunas fuentes, incluso acompañó al general musulmán, Táriq ibn Ziyad, y participó en la batalla. 

Incluso se dice que fue el padre ofendido quien mató a Don Rodrigo en Guadalupe, según la «Crónica Silense». 

La verdadera traición se cocinó desde dentro Las distintas leyendas que rodean al derrumbe godo buscan, desde una perspectiva cristiana posterior, solapar con literatura que la Monarquía hispano goda mostraba una debilidad crítica cuando llegaron los musulmanes. 

Durante los reinados de Égica y su hijo Witiza, el Estado godo estuvo acosado por las luchas internas entre nobles y la amenaza que en el norte suponían los francos y en el sur los musulmanes, que hace poco habían conquistado Cartago.  
A diferencia de su padre, Witiza promovió la reconciliación con la nobleza hostil a su poder y abandonó la política de represión. También dejó sin efecto las agresivas medidas de su padre contra los judíos. Aquello no sirvió para mucho. 

Don Rodrigo nunca fue reconocido como rey en todo el territorio visigodo e incluso en las partes que controlaba tenía tantos partidarios como detractores 

La demostración de que su apuesta por la paz fracasó en su reinado, marcado por sendas hambrunas, es que falleció joven, con menos de 30 años, probablemente asesinado a manos de sus enemigos. 

Su muerte súbita, ya fuera natural o no, fue seguida de la proclamación de forma simultánea de dos reyes diferentes: Don Rodrigo, en la Bética; y Agila, en la Tarraconense. Al primero se le cree dux de esta provincia goda, mientras que al segundo se le vincula directamente con Witiza, ya fuera hijo suyo o un noble afín a esta facción. 

De ahí que el reino estuviera partido en dos cuando asomaron por el sur los musulmanes. 

Don Rodrigo nunca fue reconocido como rey en todo el territorio visigodo e incluso en las partes que controlaba tenía tantos partidarios como detractores. 

Entre el año 710 y el 711, la situación en el país fue de guerra civil abierta. La llegada poco después de los musulmanes, que la facción que apoyaba a Agila celebró como aliados suyos, sirvió para colocar a Don Rodrigo contra las cuerdas. 

Los witizianos de Agila, con el obispo Opas a la cabeza, vieron en los árabes el intrumento circunstancial para imponerse a sus enemigos, como en el pasado habían hecho otros reyes godos con los francos. 

Solo el tiempo mostró que aquel pacto con los árabes tenía poco que ver con lo visto hasta entonces. A diferencia de los francos que lucharon y proclamaron rey a Sisenando un siglo antes, en esta ocasión los musulmanes no se iban a conformar con entregar el reino a Agila pudiéndose quedarse con todo el pastel.  
La Monarquía de Don Rodrigo, por su parte, no prestó suficiente atención a las reiteradas señales de peligro procedente del Norte de África.

La flota goda en el Estrecho, que en el pasado reciente había malogrado otros proyectos de invasión, brilló por su ausencia en vísperas de Guadalete. Porque, o bien ya no estaba operativa; o bien pertenecía al bando de Agila… 

7.000 guerreros bereberes al mando de Tariq se plantaron en Tarifa y al poco se les unieron 5.000 árabes dirigidos por Muza, como relata León Arsenal en su libro «Godos de Hispania» (EDAF). 

La batalla que se produjo cerca del río Guadalete (Bética) confirmó que la Monarquía visigoda era un cadáver andante. 

Resulta imposible conocer los detalles del combate y, como siempre ocurre en estos casos, son los mitos los que han cubierto los enormes huecos del relato. 

Una leyenda afirma que fue la retirada de los hijos de Witiza, al frente de las alas, lo que derrumbó la formación cristiana. Algo bastante complicado debido a la corta edad que pudieran tener en ese momento los hijos de Witiza y de que, en todo caso, hubiera sido más probable que hubieran luchado en el bando musulmán que junto a Don Rodrigo. 

También en términos más fabulados que documentados se cree que Don Rodrigo murió ahogado cuando huía de la batalla o directamente luchando en ella. Una suposición que la aparición de monedas con su imagen en Lusitania y la posibilidad de que su tumba se encuentre en la ciudad portuguesa de Viseu ponen en cuestión. 

Es igual de probable que, en realidad, Rodrigo pudiera haberse refugiado en el oeste de la Península y gobernar allí una temporada. (Datos: diario ABC de España).
 

La conquista del reino visigodo por los musulmanes del Califato Omeya fue un proceso largo, que duró quince años, del 711 al 726.

Los musulmanes permanecieron en España entre los años 711 y 1492.

Rodrigo y Florinda

jueves, 15 de agosto de 2019

El Terrible Terremoto en Lima de 1746 - El Mayor Ocurrido en la Capital del Virreinato Sudamericano

Virrey Conde de Superunda

El 28 de Octubre de 1746, ocurrió en Lima, la capital del Virreinato del Perú, un gran terremoto, cuya potencia se estima en aproximadamente 9,0 de Magnitud de Momento (MW).

Las víctimas oscilaron entre 15 mil y 20 mil fallecidos.

Gobernaba entonces en el Perú el virrey José Antonio Manso de Velasco. 

Este terremoto es considerado el mayor ocurrido en Lima.



A las 10:30 p.m. del 28 de octubre de 1746, empezaron las violentas sacudidas de la tierra que obligaron a todos a salir de sus casas y buscar lugares descampados. 

No todos pudieron hacerlo y aun aquellos que ganaron la calle vinieron a sucumbir al derrumbarse los muros adyacentes. 

La confusión y el espanto cundieron por toda la ciudad.

La duración del sismo fue de tres a cuatro minutos.

Lima tenía 60 mil habitantes y contaba con 3 casas repartidas en 150 manzanas. 

Cayeron las partes altas de templos, conventos, mansiones y diversas construcciones.

Culminado el sismo nubes de polvo ocultaron la visión de la población.

La noche fue verdaderamente angustiante, aun sin saberse todavía en Lima la desgracia del vecino puerto del Callao, que fue arrasado por un maremoto. 

Muchos, para no quedar sepultados entre las ruinas, así como para hallar amparo en la compañía de los demás, se refugiaron en la Plaza Mayor y otros se retiraron al fondo de sus huertas, de modo que en las casas que aún permanecían en pie o entre los escombros de otras reinaba un gran silencio.

La procesión del Señor de los Milagros se realizó por primera vez después del devastador terremoto de 1687, cuando el muro otra vez se mantuvo en pie. Se hizo una réplica en lienzo que salió en procesión desde el humilde barrio de Pachacamilla -hoy Santuario y Monasterio de las Nazarenas- hasta la pluricultural Plaza Mayor y las principales calles de la ciudad, y los Barrios Altos. Se declara como fiesta oficial después del terremoto de octubre de 1746. 

Amaneció el día sábado 29 de octubre y los ojos de los sobrevivientes contemplaron con espanto la ruina de la ciudad. De las tres mil casas que componían las ciento cincuenta islas o manzanas que se encerraban dentro de las murallas de Lima, apenas veinticinco se mantuvieron incólumes. Las calles se veían obstruidas por los escombros y el interior de los edificios ofrecía un aspecto desolador. Las torres de la Catedral se desplomaron y cayeron sobre las bóvedas destruyéndolas. Otro tanto sufrieron las torres de las iglesias de San Agustín, La Merced y San Pablo de la Compañía. Prácticamente todas las iglesias, conventos, monasterios, capillas y hospitales, sufrieron más o menos iguales destrozos. El arco magnífico que estaba a la entrada del Puente de Piedra, coronado por la estatua ecuestre del rey Felipe V (cuya muerte, acaecida el 9 de julio de ese año, se ignoraba todavía en el Perú), se vino al suelo, quedando la escultura desgajada en el suelo y entorpeciendo el paso. 

En el Palacio virreinal, no quedó un lugar habitable y el Virrey hubo de acomodarse en una barraca de tablas y lona. Pero no estaba en mejores condiciones el Santísimo Sacramento que del Sagrario fue conducido a una ramada que se improvisó en la Plaza mayor. 

El edificio del Tribunal del Santo Oficio quedó igualmente en ruinas. 




La Desaparición del Puerto de El Callao:

Desde las primeras horas del día comenzaron a circular voces sobre la destrucción del Callao y el virrey envió a aquel puerto a algunos soldados de a caballo, a fin de cerciorarse del hecho. Estos trajeron la confirmación del desastre y a poco ya toda la ciudad lo sabía, pues a ella llegaron también unos cuantos sobrevivientes de la embestida del mar. Lo que contaron dichos sobrevivientes fue algo horrendo, con ribetes apocalípticos. 

Media hora después del terremoto se había entumecido el mar y elevado a enorme altura, y con horrible estruendo se había precipitado por dos veces sobre la tierra, la que inundó, y barrió todo lo que encontró a su paso. 

El Marqués de Obando, Jefe de la Escuadra y General de la Mar del Sur, dijo que los cuatro mayores navíos que había en el puerto, soltando las anclas fueron lanzados por encima del presidio y vinieron a varar el uno dentro de la plaza, el otro, cargado de trigo, a escasa distancia del anterior y los otros dos hacia el sudeste, como a distancia de un tiro de cañón de los baluartes. 

El número de los que perecieron en el puerto se calcula en unos cuatro a cinco mil, prácticamente toda la población; sólo se salvaron 200 personas. 

El mar se retiró, pero no volvió a su límite antiguo. Esto significa que hubo una subsidencia cosismica, es decir, toda la zona del Callao se hundió después del terremoto. 

El reporte oficial mencionó más de 10 mil muertos en Lima, Callao y villas adyacentes. 

En Lima las víctimas no debieron pasar de 2.000, habiendo diversidad en los datos al respecto, lo que se explica por no haberse dado a todos los cadáveres sepultura: muchos quedaron insepultos entre las ruinas y sólo con el tiempo fueron paulatinamente descubriéndose. De todos modos una cifra crecida teniendo en cuenta la población total, de unos 60.000 habitantes. 

En cuanto a las edificaciones, Lima sufrió una destrucción total, excepto 25 casas de las 3.000 que conformaban la ciudad.

Luego del sísmo la tierra continuó moviéndose aunque con menor intensidad. Un reporte de José Eusebio de Llano Zapata describe todas las réplicas: Los movimientos continuaron en forma intermitente hasta las 5:00 a.m. y muchos remezones se sintieron hasta el Cuzco y desde el 28 de octubre hasta el 10 de noviembre se produjeron 220 réplicas más, y hasta el 28 de octubre de 1747 fueron un total de 568 temblores. 

Tan abatidos se hallaban los ánimos y tan honda impresión había causado la noticia de la ruina del Callao que el día 30, habia comenzado a esparcirse el rumor de nueva salida del mar, toda la gente, presa de irresistible pánico, comenzó a huir en bandadas hacia los montes vecinos, sin que en su carrera nadie fuese capaz de detenerla. 

El Virrey, sabiendo que la noticia carecía de fundamento, hubo de montar a caballo a fin de contener a la multitud y desvanecer la falsa noticia que con delincuencial intento había comenzado a difundir un negro caballista. 

Hizo lo mismo el Marqués de Obando en compañía de un religioso franciscano y sólo después de mucho trajinar por todas las veredas que salen al campo se logró que volviera un tanto la calma. Ya cerca del anochecer comenzaron a deshacerse las aglomeraciones de gente de toda clase y condición que se habían formado y empezaron a volver a sus casas con más orden que a la salida. 

Debido a la confusión y desorden que reinaba en todas partes, así como por haber abandonado sus casas los dueños, la baja plebe se entregó al robo y saqueo. Hubo que recurrir a la tropa y el Virrey destinó tres patrullas de soldados con sus correspondientes cabos para que de continuo rondasen toda la ciudad y apresasen a los malhechores. 

En el Callao se hizo más necesaria esta providencia por los muchos objetos que iba arrojando el mar a la playa, que despertaban la codicia de bandidos y simples buscones. 

Por esta razón hubo de expedirse un decreto ordenando al Tribunal del Consulado velase por que no se cometiesen robos y recogiese cuanto se hallase a fin de restituirlo a los interesados. 

Como en toda la extensión de las playas que se suceden desde el Morro Solar hasta La Punta y también por el lado de Bocanegra varaban los restos de la ruina no era fácil evitar la audacia de los merodeadores, pero a fin de reprimirla se publicó un bando amenazando con pena de la vida al que hiciera alguna sustracción y se fijaron dos horcas en la ciudad y otras dos en el Callao, para contenerlos. 

Los días que se siguieron fueron de angustia, tanto por no cesar de temblar la tierra como por la amenaza del hambre y las epidemias. 

Gracias a las acertadas medidas adoptadas por el Virrey se logró abastecer a la población prontamente aunque no tan de inmediato que no se dejara sentir la escasez. Dispuso que de las vecinas provincias se remitiese cuanto antes el trigo almacenado y, convocando a los panaderos, les proporcionó el auxilio necesario, así para abastecerse de harina como de agua, por haberse roto los acueductos y cañerías de la que venía a la ciudad. 

Encomendó a los alcaldes ordinarios, D. Francisco Carrillo de Córdoba y D. Vicente Lobatón y Azaña la ejecución de estas medidas y de otras al mismo intento, como el abastecimiento de carne fresca. 

En cuanto a las epidemias, dice Llano Zapata en su Carta o Diario que hasta mediados de febrero del 1747 habían muerto en la ciudad, víctimas de tabardillo, dolores pleuríticos, disentería y cólicos hepáticos hasta dos mil personas, número excesivamente crecido para la Lima de entonces. 

Religiosidad popular Durante esos días luctuosos, las rogativas, procesiones de penitencia y públicas manifestaciones de piedad fueron casi ordinarias y los predicadores de uno y otro clero llenaban las calles con sus voces de gemido, excitando a todos a la desesperación y al arrepentimiento. A su vez, el virrey encomendó a los hermanos de la cofradía de la caridad la tarea de sepultar los cadáveres y de asistir a los muchos enfermos que no bastaban a contener los hospitales, en ruinas la mayor parte de ellos, pues en el de Santa Ana para indios perecieron 60 al caer sobre ellos la pesada techumbre de las salas. El clero limeño atribuyó la desgracia a la ira divina desencadenada por una serie de razones, a saber: Las injusticias que se cometían contra los pobres. Las prácticas ilícitas de la codicia y la usura. El torpísimo pecado de la lujuria. La vanidad de las mujeres con sus escandalosos vestidos, en especial los escotes demasiados abiertos.

La fe católica no sufrió merma y más bien se incrementó notablemente la devoción al Señor de los Milagros, venerada imagen que solía ser sacada en procesión en eventos de ese tipo, manifestación admirable de fe colectiva que ha persistido a través de los siglos. 

El Virrey Manso de Velasco desde un principio mostró gran presencia de ánimo y adoptó todas las medidas que pudieran contribuir a detener el desorden y hacer menos grave la desgracia. 

En los años siguientes Manso de Velasco dedicó todos sus esfuerzos a la reedificación de la capital y de su puerto, de las que se le puede considerar con razón como el segundo fundador. 

Por todos estos servicios y por la construcción de la estupenda fortaleza del Callao, que elevó en el terreno que ocuparon las olas en el desborde del mar, el vice rey recibió del rey Fernando VI con fecha de 8 de febrero de 1748 el título de Conde, con la expresiva denominación de Superunda, “sobre las olas”. 

El terremoto de Lima del año 1746 conmovió a todo el mundo civilizado. Las noticias que del mismo se publicaron en español fueron traducidas al inglés, italiano y portugués y circularon abundantemente, pues se hicieron de algunas varias ediciones. 

Poco a poco volvieron las cosas a tomar su ritmo normal en Lima, aun cuando el recuerdo de tan funesto episodio quedó por mucho tiempo grabado en el espíritu de los sobrevivientes de la catástrofe. (Datos: Wikipedia)


Plano de Lima Amurallada

Catedral de Lima sin sus Torres

El Callao Arrasado por el Mar

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