viernes, 26 de julio de 2019

Reflexiones: ¿Antepasados nobles y hacendados? Sí, es verdad.

Encomendero


La mayor parte de familias antiguas o medio antiguas de Lima, refiere que sus antepasados han sido nobles y hacendados.

Mencionan que la abuelita o el abuelito hablaban de la existencia de hidalgos, condes, marqueses, duques etc. También de la o las haciendas que eran de su propiedad.

Generalmente, las personas que los escuchan piensan que están fanfarroneando con la finalidad de realzar su apellido.

Pero, ¿estas afirmaciones pueden ser verdades? Veamos.

Luego de la victoria de Pizarro sobre Atahualpa, vino el proceso de ocupación y toma del gobierno del territorio inca.


Dentro de ese proceso se dio el reparto de las extensas tierras que conformaban el Tawantinsuyo en América del Sur.

El rey de España otorgó, no a todos los españoles, solo a los nobles, la administración de las diversas partes en que se dividió el ex territorio inca.

Durante el virreinato, las tierras otorgadas se llamaban las encomiendas y los administradores los encomenderos.

Con el advenimiento de la república, las encomiendas se convirtieron en haciendas, y los encomenderos en hacendados.

Un gran número de familias de Lima, antes de las grandes migraciones de la sierra, se iniciaron con extensas propiedades en la sierra y provincias de la costa y luego migraron por motivos diversos para asentarse definitivamente en Lima.

¿familias de Cajamarca, de Cuzco, de Moquegua, de Apurímac, de Ayacucho etc.? En realidad, son familias cuyos antepasados españoles recibieron tierras en esos departamentos.

Estas familias entonces, mayormente, sí eran dueños de haciendas y sí eran hacendados, y para serlo sus antepasados tuvieron que ser nobles en el Imperio Español.

Entonces, cuando en adelante alguien nos refiera algo sobre las haciendas y títulos de nobleza de sus ancestros, ya no pensemos que es un mentiroso y fanfarrón, y otorguémosle un cierto grado de credibilidad. (jlhurtadov@gmail.com)



Encomendero

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sábado, 20 de julio de 2019

El Oro y Plata del Virreinato del Perú No Significaron Prosperidad para España

Monedas Españolas del Siglo XVII

El mito de que España fue la gran beneficiada de la explotación minera en el Virreinato del Perú tiene muchos matices. 

La llegada de grandes remesas de oro y plata a los puertos castellanos disparó la inflación en la Península (en 1600 los precios estaban en un nivel cuatro veces superior a los de 1501), y destruyó el tejido productivo, puesto que los españoles básicamente exportaban materias primas e importaban productos manufacturados.

«El no haber dinero, oro ni plata en España es por haberlo y el no ser rica es por serlo», planteaba con acierto González de Cellorigo. 

Este economista señalaba a principios del siglo XVII que la decadencia se debía al progresivo abandono de «las operaciones virtuosas de los oficios, los tratos, la labranza y la crianza» por parte del pueblo. 

A su vez, una quinta parte de los metales que llegaban estaba reservada para la Corona castellana, que bajo la soberanía de la dinastía de los Austrias la invertía casi en su totalidad en financiar las guerras europeas del Imperio español, que no siempre coincidían con los intereses castellanos. 

Coincidiendo con el momento de mayores envíos de plata, el Imperio español destinó 7.063.000 millones de ducados para el mantenimiento de su flota mediterránea y 11.692.000 para el Ejército de Flandes entre 1571 y 1577.  El Monasterio de El Escorial costó 6,5 millones.

La plata y los elevados impuestos en Castilla no cubrían los enormes gastos militares, por lo que Carlos V y Felipe II tuvieron que recurrir a la emisión de deuda pública y a los grandes banqueros genoveses y alemanes con el fin de mantener aquella maquinaria bélica. 

Los préstamos se hicieron habituales, hasta el punto de que buena parte de la riqueza castellana quedó en manos extranjeras. 

En este sentido, las Cortes Castellanas (atadas de pies y manos desde la Guerra de las Comunidades) se quejaban con frecuencia de que la salida constante de metales preciosos, «como si fuéramos indios», estaba empobreciendo el país y había convertido a Castilla en «las Indias de otros países». 

Y si bien Felipe II trató de cumplir con sus compromisos, la escandalosa deuda le obligó a suspender pagos por primera vez en 1557, a la que siguieron dos suspensiones de pagos más en 1577 y en 1597. (Datos: Resumen parcial de un artículo publicado en el diario ABC de España)

martes, 16 de julio de 2019

Imperio Inca: Huáscar 12° Inca

Huáscar - Ultimo Inca Legítimo

Huáscar (1491 Huascarpata, Cuzco-1533 Andamarca, Ayacucho) fue el último inca legítimo, y penúltimo si se considera al inca de facto. Atahualpa.

Fue uno de los diez hijos de sangre de Huayna Cápac y uno de los terceros con acceso al trono. 

Las versiones oficiales dicen que Huayna Cápac y su ya nombrado sucesor Ninan Cuyuchi, fallecieron en 1527 de viruela, cuya epidemia empezaba a brotar por el norte del Imperio incaico tras la ocupación española de América del Sur.


Ante este hecho, se decidieron por Huáscar como nuevo inca. El ya había sido nombrado como incap rantin (vicegobernador) de Cuzco por el mismo Huayna Cápac. 

Varios siguieron pretendieron el trono, entre ellos su medio hermano Atahualpa, quien terminaría quitándoselo por las armas en 1532, apresándolo y posteriormente acabando con su vida.

Este acto cruel e ilegal sucedió poco antes de que Atahualpa fuera capturado por Francisco Pizarro, jefe de la expedición española de ocupación del territorio inca.

Pizarro ordenó su ejecución por haber ordenado el asesinato de su hermano Huáscar, por el pecado de poligamia, y el delito de la esclavitud contra los nativos.

Huáscar veía en Atahualpa la mayor amenaza a su poder, ya que éste había pasado una década combatiendo en las campañas de su padre y tenía el apoyo de los generales y gente de Quito. 

No se opuso a que permaneciera como gobernador de Quito, por respeto a los deseos de su difunto padre, pero con dos condiciones: que no hiciera campañas militares para expandir sus territorios y que se reconociera vasallo suyo y le pagara tributos. 

Atahualpa aceptó. Lo cierto es que el territorio bajo el dominio de Atahualpa era un área muy rica y poblada, teniendo éste la posibilidad de realizar campañas de conquista a los ricos pueblos al norte de esta, algo a lo que, por cierto, ya no podía aspirar Huáscar, pues su frontera norte quedaba prácticamente cerrada por los dominios de su hermano. 

Huáscar comprendió que Atahualpa podía fácilmente fortalecerse hasta llegar a tener la capacidad de enfrentársele para someterlo. 

Atahualpa contaba además con las mejores tropas del imperio y los generales más experimentados de las campañas de su padre. 

Una tensa paz duró no más de cinco años, sin que ninguno de los dos realizara alguna campaña militar y dedicándose a disfrutar de las riquezas que heredaron. 

Huáscar aprovechó ese tiempo para conseguir el apoyo de los cañaris, una poderosa etnia que dominaba extensos territorios del norte del imperio y mantenían rencores hacia Atahualpa, pues éste los había combatido durante las campañas de su padre. 

La primera batalla la ganó Huáscar con un ejército comandado por su hermano y general llamado Atoc. 

Atahualpa aprovechó una tregua (en época de cosecha ninguna etnia andina debía realizar campañas bélicas) y tomó algunas ciudades norteñas. 

Poco a poco llegó a Cuzco casi invicto y derrotó finalmente a Huáscar. 

Una vez derrotado el ejército cuzqueño, Huáscar fue capturado y conducido descalzo, semidesnudo y atado del cuello hasta donde se encontraba Atahualpa (quien también se encontraba prisionero por los españoles). 

Sin embargo, antes de que se encontraran, Atahualpa, temiendo que Pizarro liberara a Huáscar y le devolviera el poder, ordenó su ejecución en Andamarca, Ayacucho. 

Los restos de Huáscar fueron tirados al río Yanamayo. (Datos: Wikipedia y otras fuentes)

Huáscar - Ultimo Inca Legítimo
12° Inca del Tawantinsuyo

miércoles, 3 de julio de 2019

La Minería de la Plata en el Virreinato del Perú

Minas de Plata de Potosí

Al llegar los españoles al Imperio Inca, la población nativa ya había explotado en pequeña escala la mayoría de las minas de metal. 

Los españoles copiaron de los indígenas en un principio la precaria técnica para purificar la plata.

El método de la «huaira» consistía en introducir en unos hornos la plata pura para que se derritiera por el fuego y saliera purificada. 

Este sistema hacía que se perdiera buena parte del material y conforme se agotaba la plata de superficie se hacían necesarias técnicas más avanzadas. 

Desde México, donde estaban las también fructíferas minas de Zacatecas, se exportó al Virreinato de Perú la técnica del azogue (el nombre antiguo del elemento químico mercurio), que requería moler previamente la plata para que, una vez hecha polvo, fuera absorbida por el mercurio. Más tarde se separaba el mercurio de la plata para obtener su pureza. 

Este método era mucho más efectivo, tres veces más productivo que el de la huaira.

Coincidentemente, en esa época se descubrieron minas de azogue en Huancavelica.

La producción de plata creció mucho con el uso de mercurio. 

Pero, la extracción era laboriosa y el proceso de mezcla requería mucha mano de obra. 

Ante la demanda de más mineros se establecieron las normas para el trabajo de los indígenas en estas minas. 

El virrey Francisco de Toledo generalizó en la década de 1570 el sistema de la mita, que se fundamentaba en la creación de turnos de trabajo obligatorio entre la población indígena para labores mineras. 

Así, el rendimiento en la explotación de las minas de plata quedó vinculado a los cambios demográficos. 

Es el caso de la gran epidemia de 1576 acabó en Nueva España (México) con cerca del 50% de la población, según estima John Lynch en su obra « Los Austrias», y provocó de golpe una caída del 35% en las remesas de metales. (Datos: Fuentes Varias)


lunes, 1 de julio de 2019

La Institución de la Encomienda - Del Encomendero al Hacendado

Casa Hacienda Moreyra
Construida Mitad Siglo XVII

La institución de la encomienda fue una forma de canalizar la ambición de los conquistadores por crear un sistema feudal en América y la primera gran fuente de beneficios para la Corona y los nuevos terratenientes. 

Como explica el libro «La empresa de América: los hombres que conquistaron imperios y gestaron naciones» (EDAF), el proceso consistía en «encomendar» a un grupo de indígenas a un conquistador, un encomendero, como si se tratara de un vasallaje pero sin cesión de tierras.

Todo indígena varón entre los 18 y 50 años de edad era considerado tributario, lo que significaba que estaba obligado a pagar un tributo al Rey en su condición de «vasallo libre» de la Corona castellana o, en su defecto, al encomendero que ejercía este derecho en nombre del Monarca.

Las encomiendas, no en vano, eran una cesión de los Reyes Católicos a cambio de que los conquistadores corrieran con los gastos de la evangelización: debían pagar, entre otros, el hospedaje del cura doctrinero.


El encomendero tenía numerosas obligaciones, de las cuales las principales eran enseñar la doctrina cristiana y defender a sus encomendados (como los indígenas encomendados en cualquiera de las colonias españolas de América y Filipinas), así como defender y ayudar a multiplicar sus bienes. 

Para ser encomendero había que probar la limpieza de sangre y honor del linaje, por lo tanto, sólo las personas con condición de hidalgos podían serlo.

El encomendero era una persona con mucho dinero y con poder en la sociedad virreinal, pues las cantidades de tierra dadas para las encomiendas solían ser muy grandes y de gran productividad. 

Los indígenas encomendados tenían la labor de trabajar la tierra y producir. 

Los encomenderos también pagaban impuestos a la corona en proporción a lo que recibían del trabajo de los nativos. Los impuestos que pagaban los encomenderos se conocían con el nombre de "la demora" y se distribuían así: una quinta parte del total para el rey, una cuota para el cura doctrinero.

La codicia de los conquistadores dio lugar en su origen a numerosos abusos, pero conforme la Corona española fue ganando fuerza institucional en el Nuevo Mundo, fue posible ejercer un mayor control sobre los encomenderos abusivos. 

Con el paso de los años, las encomiendas perdieron su papel en la colonización y cómo fuente de beneficios. 

Junto a las encomiendas, una gran fuente de ingresos de los conquistadores en la primera fase fueron los botines de guerra, los saqueos a poblaciones prehispánicas y las expediciones en busca de tesoros fabulosos que inflaban la imaginación de aquellos hombres procedentes en su mayoría de Extremadura y Andalucía. 

En su origen bastaba con el trueque de oro a cambio de objetos europeos, pero más pronto que tarde llegaron los saqueos.

Terminado el virreinato e implantada la república, los encomenderos derivaron en los llamados hacendados, y las encomiendas se llamaron haciendas. (Datos: Fuentes varias)



martes, 25 de junio de 2019

Virreinato del Perú: José de Armendáriz y Perurena - Marqués de Castelfuerte - XXVIII Virrey del Perú

José de Arnendáriz
XXVIII Virrey del Perú

José de Armendáriz y Perurena, I marqués de Castelfuerte (Ribaforada, Navarra, 1670 - Madrid, 16 de abril de 1740). Fue el XXVIII Virrey del Perú. 

Nació en Ribaforada en el seno de una familia aristocrática de Navarra formada por Juan de Armendáriz y García de Usechi y María Josefa Perurena y Muguiro.

Comenzó su carrera militar sirviendo al ejército como capitán de caballería. 

Durante la guerra de Flandes combatió en las batallas de Fleurus (1690) y Neerwinden (1693). 

Pasó a Cataluña como maestre de campo del cuerpo de dragones, y concurrió al sitio de Palamós y la campaña sobre Barcelona. 

Destinado a Nápoles y ascendido a brigadier, participó en la guerra de Portugal. 

Estuvo presente en el sitio de Gibraltar (1704) como mariscal de campo. Promovido luego a teniente general (1706), desempeñó cargos en Extremadura; comandó las tropas reales en la batalla de Lagudina (1708) y tuvo acción decisiva en Villaviciosa (1710). 

Fue entonces premiado con la Orden de Santiago y, en tal virtud, beneficiado con las encomiendas de Montizón y Chiclana, además de otorgársele, el 30 de junio de 1711, el título de marqués de Castelfuerte. 

Intervino en la pacificación de Aragón y el sitio de Barcelona en 1714; ejerció la gobernación de Tarragona; pasó a Cerdeña y durante la guerra de Sicilia contribuyó a la toma de Mesina y la victoria de Francavilla (1719). 

Ocupó el puesto de inspector general de la caballería y de los dragones de la Corona de Aragón. 

Era gobernador y capitán general de Guipúzcoa cuando fue nombrado Virrey del Perú en los primeros días de octubre de 1723. 

Zarpó de Cádiz el 31 de diciembre de 1723; llegó a Cartagena de Indias en febrero de 1724, tras haber hecho escalas en Portobelo, Panamá, Perico y Paita. 

En Panamá desautorizó la tolerancia hacia los comerciantes ingleses y atacó a los piratas que merodeaban en las proximidades de las costas. 

Hizo su entrada oficial en Lima bajo palio el 14 de mayo de 1724 recibiendo el poder de manos del arzobispo Diego Morcillo, a quien iba a atribuir después la responsabilidad de la crisis que atravesaba el virreinato. 

Ordenó una revista de indios para reorganizar el sistema fiscal que quedó incompleta, aunque consiguió aumentar el número de tributarios en más de veinte mil. 

A pesar de asumir la defensa de la mita forzada y su aumento para reactivar la producción en las minas de Potosí y Huancavelica, este sector continuó en declive. 

El virrey prestó especial atención al aumento de ciertos impuestos como la sisa, naipes y pulperías para mejorar los ingresos de la Real Hacienda. 

Mandó encarcelar a varios oficiales de la Casa de la Moneda por corrupción. 

Dispuso por bando del 17 de junio de 1724 la aplicación de la pena de muerte a toda persona que fuera descubierta practicando el comercio ilícito. No obstante, el contrabando prosiguió a cargo de los navíos franceses y holandeses por los puertos de Arica e Iquique, lo que obligó al virrey a contratar con la compañía privada del marqués de Torre Tagle el apresamiento de los mismos. 

Poco después, prohibió que los barcos ingleses transportaran mercancías españolas. 

Reglamentó las condiciones para el embarque de la "plata piña" hacia España. 

En defensa, asesorado por el marino Blas de Lezo, dispuso que, en Guayaquil, se acelerara la carena de los navíos "Capitana" y "Almiranta", al tiempo que hizo poner una nueva a quilla al navío de guerra San Fermín. 

Fortaleció a un coste de 150.000 pesos el puerto de El Callao con nuevos rompeolas y murallas que encomendó al ingeniero Nicolás Rodríguez. 

También hizo una inversión apreciable en el refuerzo de las defensas militares de Santa Marta, Cartagena de Indias, Portobelo, Panamá, Valdivia, Buenos Aires y Montevideo. 

Bajo su gobierno comenzó una coyuntura de rebeliones en los Andes. La sedición más importante ocurrió en Paraguay en 1721 cuando José de Antequera, fiscal de la Audiencia de Charcas, se excedió en sus atribuciones de juez pesquisador, ordenó la destitución del gobernador Diego de los Reyes y asumió tal cargo en contra de lo dispuesto desde Lima. Antequera expulsó a los jesuitas del territorio guaraní en 1724, lo que provocó que el virrey encomendara su captura a una expedición militar comandada por el gobernador del Río de la Plata, Bruno Mauricio de Zabala. Antequera huyó a Córdoba desde Tucumán, se refugió en un convento franciscano, y luego partió clandestinamente hacia Lima, en donde fue capturado en 1726. Al finalizar su proceso, que duró cinco años, fue ahorcado en la Plaza de Armas de Lima. 

Otro alzamiento fue el que protagonizaron los mestizos de Cochabamba liderados por Alejo Calatayud en 1730. La causa de esta rebelión fue el rumor de que el virrey quería empadronar a este sector social para que pagara impuestos. Calatayud fue capturado y ajusticiado en su celda en enero de 1731. 

A esos desórdenes se unieron insurrecciones indígenas en Azángaro, Carabaya, Cotabambas y Castrovirreina, que tuvieron como causa los abusos que cometían los corregidores en el sistema de repartos de mercancías. 

En 1730 se inauguró en Lima el monasterio de las Nazarenas.

En 1732 el marqués de Casa Concha culminó las dos portadas posteriores de la Catedral y se fundó una casa de recogimiento para mujeres de mal vivir. 

Las denuncias referidas al enriquecimiento ilícito de los curas de parroquia y las órdenes religiosas provocaron su enfrentamiento con el cabildo eclesiástico. 

Con la Inquisición, las relaciones también fueron tensas, sobre todo en 1732, cuando el marqués de Castelfuerte fue obligado a comparecer ante el Santo Oficio en calidad de testigo de una causa por sacrilegio. 

Entre los desastres naturales acontecidos durante su mandato cabe destacar el terremoto de Santiago de Chile y Concepción de 1730 que destruyó templos y casas. 

Su gobierno culminó a los 11 años, 7 meses y 21 días cuando la Corona lo relevó y nombró en su lugar al marqués de Villagarcía. 

Al concluir su memoria de gobierno, en parte redactada por el polígrafo Pedro de Peralta y Barnuevo, José de Armendáriz partió hacia Acapulco a bordo del navío San Fermín el 17 de enero de 1736. 

En premio a sus servicios, Felipe V le otorgó el collar de la Orden del Toisón de Oro. 

Residió en Pamplona y en Madrid, lugar este último en el que murió, sin descendencia, el 16 de abril de 1740. (Datos: Wikipedia)

José de Armendáriz - Marqués de Castelfuerte - XXVIII Virrey del Perú

sábado, 22 de junio de 2019

Deseo de la Corona Española: América Prolongación de Castilla y No una Colonia

Isabel de Castilla y Fernando de Aragón
Los Reyes Católicos

Desde los primeros contactos de Cristóbal Colón con las poblaciones de lo que él consideraba islas de Asia, pero en verdad era un nuevo continente, los Reyes Católicos ordenaron evangelizar cuantos antes a los indígenas y no usar la violencia con ellos. 


Frente al hambriento afán por el oro de los conquistadores, desde la Corte de los Reyes Católicos se preocuparon repetidas veces porque aquellos nuevos territorios fueran una prolongación de Castilla en ultramar, y no unas colonias a las que explotar hasta la última gota.

Y aunque en ocasiones se impuso la sed de oro, la creación de cientos de ciudades, catedrales, universidades, colegios, caminos e incluso hospitales (entre 1500 y 1550, se levantaron unos 25 hospitales grandes y un número mayor de pequeños), demostró que para la Corona aquel continente, aquella empresa atlántica, iba más allá de intereses económicos o comerciales.

Si bien salió oro y plata, a cambio se recibió cultura, educación, tecnología, la religión católica, la escritura, la rueda, el arte, la pintura, la escultura, la música, la ingeniería, el idioma castellano, etc.

La Corona Española quería en el continente descubierto una prolongación de Castilla más allá del Atlántico.

Por 3 siglos, con el Virreinato, Perú vivió su época de oro, su etapa cumbre, en la cual fue el centro y capital de la Sudamérica de habla castellana.

Perú no fue una colonia, sino una provincia española de ultramar gobernada por Vice Reyes  (comunmente conocidos como virreyes), con plenos poderes y dependientes solo del Rey de España.

Estos gobernantes y su corte provenían de la nobleza española y poseían los más altos niveles culturales, virtudes que trasmitieron a la población de ese entonces, convirtiéndola en el núcleo más destacado de la Sudamérica hispana. (Datos: Diario ABC de España)

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