sábado, 20 de julio de 2019

El Oro y Plata del Virreinato del Perú No Significaron Prosperidad para España

Monedas Españolas del Siglo XVII

El mito de que España fue la gran beneficiada de la explotación minera en el Virreinato del Perú tiene muchos matices. 

La llegada de grandes remesas de oro y plata a los puertos castellanos disparó la inflación en la Península (en 1600 los precios estaban en un nivel cuatro veces superior a los de 1501), y destruyó el tejido productivo, puesto que los españoles básicamente exportaban materias primas e importaban productos manufacturados.

«El no haber dinero, oro ni plata en España es por haberlo y el no ser rica es por serlo», planteaba con acierto González de Cellorigo. 

Este economista señalaba a principios del siglo XVII que la decadencia se debía al progresivo abandono de «las operaciones virtuosas de los oficios, los tratos, la labranza y la crianza» por parte del pueblo. 

A su vez, una quinta parte de los metales que llegaban estaba reservada para la Corona castellana, que bajo la soberanía de la dinastía de los Austrias la invertía casi en su totalidad en financiar las guerras europeas del Imperio español, que no siempre coincidían con los intereses castellanos. 

Coincidiendo con el momento de mayores envíos de plata, el Imperio español destinó 7.063.000 millones de ducados para el mantenimiento de su flota mediterránea y 11.692.000 para el Ejército de Flandes entre 1571 y 1577.  El Monasterio de El Escorial costó 6,5 millones.

La plata y los elevados impuestos en Castilla no cubrían los enormes gastos militares, por lo que Carlos V y Felipe II tuvieron que recurrir a la emisión de deuda pública y a los grandes banqueros genoveses y alemanes con el fin de mantener aquella maquinaria bélica. 

Los préstamos se hicieron habituales, hasta el punto de que buena parte de la riqueza castellana quedó en manos extranjeras. 

En este sentido, las Cortes Castellanas (atadas de pies y manos desde la Guerra de las Comunidades) se quejaban con frecuencia de que la salida constante de metales preciosos, «como si fuéramos indios», estaba empobreciendo el país y había convertido a Castilla en «las Indias de otros países». 

Y si bien Felipe II trató de cumplir con sus compromisos, la escandalosa deuda le obligó a suspender pagos por primera vez en 1557, a la que siguieron dos suspensiones de pagos más en 1577 y en 1597. (Datos: Resumen parcial de un artículo publicado en el diario ABC de España)

martes, 16 de julio de 2019

Imperio Inca: Huáscar 12° Inca

Huáscar - Ultimo Inca Legítimo

Huáscar (1491 Huascarpata, Cuzco-1533 Andamarca, Ayacucho) fue el último inca legítimo, y penúltimo si se considera al inca de facto. Atahualpa.

Fue uno de los diez hijos de sangre de Huayna Cápac y uno de los terceros con acceso al trono. 

Las versiones oficiales dicen que Huayna Cápac y su ya nombrado sucesor Ninan Cuyuchi, fallecieron en 1527 de viruela, cuya epidemia empezaba a brotar por el norte del Imperio incaico tras la ocupación española de América del Sur.


Ante este hecho, se decidieron por Huáscar como nuevo inca. El ya había sido nombrado como incap rantin (vicegobernador) de Cuzco por el mismo Huayna Cápac. 

Varios siguieron pretendieron el trono, entre ellos su medio hermano Atahualpa, quien terminaría quitándoselo por las armas en 1532, apresándolo y posteriormente acabando con su vida.

Este acto cruel e ilegal sucedió poco antes de que Atahualpa fuera capturado por Francisco Pizarro, jefe de la expedición española de ocupación del territorio inca.

Pizarro ordenó su ejecución por haber ordenado el asesinato de su hermano Huáscar, por el pecado de poligamia, y el delito de la esclavitud contra los nativos.

Huáscar veía en Atahualpa la mayor amenaza a su poder, ya que éste había pasado una década combatiendo en las campañas de su padre y tenía el apoyo de los generales y gente de Quito. 

No se opuso a que permaneciera como gobernador de Quito, por respeto a los deseos de su difunto padre, pero con dos condiciones: que no hiciera campañas militares para expandir sus territorios y que se reconociera vasallo suyo y le pagara tributos. 

Atahualpa aceptó. Lo cierto es que el territorio bajo el dominio de Atahualpa era un área muy rica y poblada, teniendo éste la posibilidad de realizar campañas de conquista a los ricos pueblos al norte de esta, algo a lo que, por cierto, ya no podía aspirar Huáscar, pues su frontera norte quedaba prácticamente cerrada por los dominios de su hermano. 

Huáscar comprendió que Atahualpa podía fácilmente fortalecerse hasta llegar a tener la capacidad de enfrentársele para someterlo. 

Atahualpa contaba además con las mejores tropas del imperio y los generales más experimentados de las campañas de su padre. 

Una tensa paz duró no más de cinco años, sin que ninguno de los dos realizara alguna campaña militar y dedicándose a disfrutar de las riquezas que heredaron. 

Huáscar aprovechó ese tiempo para conseguir el apoyo de los cañaris, una poderosa etnia que dominaba extensos territorios del norte del imperio y mantenían rencores hacia Atahualpa, pues éste los había combatido durante las campañas de su padre. 

La primera batalla la ganó Huáscar con un ejército comandado por su hermano y general llamado Atoc. 

Atahualpa aprovechó una tregua (en época de cosecha ninguna etnia andina debía realizar campañas bélicas) y tomó algunas ciudades norteñas. 

Poco a poco llegó a Cuzco casi invicto y derrotó finalmente a Huáscar. 

Una vez derrotado el ejército cuzqueño, Huáscar fue capturado y conducido descalzo, semidesnudo y atado del cuello hasta donde se encontraba Atahualpa (quien también se encontraba prisionero por los españoles). 

Sin embargo, antes de que se encontraran, Atahualpa, temiendo que Pizarro liberara a Huáscar y le devolviera el poder, ordenó su ejecución en Andamarca, Ayacucho. 

Los restos de Huáscar fueron tirados al río Yanamayo. (Datos: Wikipedia y otras fuentes)

Huáscar - Ultimo Inca Legítimo
12° Inca del Tawantinsuyo

miércoles, 3 de julio de 2019

La Minería de la Plata en el Virreinato del Perú

Minas de Plata de Potosí

Al llegar los españoles al Imperio Inca, la población nativa ya había explotado en pequeña escala la mayoría de las minas de metal. 

Los españoles copiaron de los indígenas en un principio la precaria técnica para purificar la plata.

El método de la «huaira» consistía en introducir en unos hornos la plata pura para que se derritiera por el fuego y saliera purificada. 

Este sistema hacía que se perdiera buena parte del material y conforme se agotaba la plata de superficie se hacían necesarias técnicas más avanzadas. 

Desde México, donde estaban las también fructíferas minas de Zacatecas, se exportó al Virreinato de Perú la técnica del azogue (el nombre antiguo del elemento químico mercurio), que requería moler previamente la plata para que, una vez hecha polvo, fuera absorbida por el mercurio. Más tarde se separaba el mercurio de la plata para obtener su pureza. 

Este método era mucho más efectivo, tres veces más productivo que el de la huaira.

Coincidentemente, en esa época se descubrieron minas de azogue en Huancavelica.

La producción de plata creció mucho con el uso de mercurio. 

Pero, la extracción era laboriosa y el proceso de mezcla requería mucha mano de obra. 

Ante la demanda de más mineros se establecieron las normas para el trabajo de los indígenas en estas minas. 

El virrey Francisco de Toledo generalizó en la década de 1570 el sistema de la mita, que se fundamentaba en la creación de turnos de trabajo obligatorio entre la población indígena para labores mineras. 

Así, el rendimiento en la explotación de las minas de plata quedó vinculado a los cambios demográficos. 

Es el caso de la gran epidemia de 1576 acabó en Nueva España (México) con cerca del 50% de la población, según estima John Lynch en su obra « Los Austrias», y provocó de golpe una caída del 35% en las remesas de metales. (Datos: Fuentes Varias)


lunes, 1 de julio de 2019

La Institución de la Encomienda - Del Encomendero al Hacendado

Casa Hacienda Moreyra
Construida Mitad Siglo XVII

La institución de la encomienda fue una forma de canalizar la ambición de los conquistadores por crear un sistema feudal en América y la primera gran fuente de beneficios para la Corona y los nuevos terratenientes. 

Como explica el libro «La empresa de América: los hombres que conquistaron imperios y gestaron naciones» (EDAF), el proceso consistía en «encomendar» a un grupo de indígenas a un conquistador, un encomendero, como si se tratara de un vasallaje pero sin cesión de tierras.

Todo indígena varón entre los 18 y 50 años de edad era considerado tributario, lo que significaba que estaba obligado a pagar un tributo al Rey en su condición de «vasallo libre» de la Corona castellana o, en su defecto, al encomendero que ejercía este derecho en nombre del Monarca.

Las encomiendas, no en vano, eran una cesión de los Reyes Católicos a cambio de que los conquistadores corrieran con los gastos de la evangelización: debían pagar, entre otros, el hospedaje del cura doctrinero.


El encomendero tenía numerosas obligaciones, de las cuales las principales eran enseñar la doctrina cristiana y defender a sus encomendados (como los indígenas encomendados en cualquiera de las colonias españolas de América y Filipinas), así como defender y ayudar a multiplicar sus bienes. 

Para ser encomendero había que probar la limpieza de sangre y honor del linaje, por lo tanto, sólo las personas con condición de hidalgos podían serlo.

El encomendero era una persona con mucho dinero y con poder en la sociedad virreinal, pues las cantidades de tierra dadas para las encomiendas solían ser muy grandes y de gran productividad. 

Los indígenas encomendados tenían la labor de trabajar la tierra y producir. 

Los encomenderos también pagaban impuestos a la corona en proporción a lo que recibían del trabajo de los nativos. Los impuestos que pagaban los encomenderos se conocían con el nombre de "la demora" y se distribuían así: una quinta parte del total para el rey, una cuota para el cura doctrinero.

La codicia de los conquistadores dio lugar en su origen a numerosos abusos, pero conforme la Corona española fue ganando fuerza institucional en el Nuevo Mundo, fue posible ejercer un mayor control sobre los encomenderos abusivos. 

Con el paso de los años, las encomiendas perdieron su papel en la colonización y cómo fuente de beneficios. 

Junto a las encomiendas, una gran fuente de ingresos de los conquistadores en la primera fase fueron los botines de guerra, los saqueos a poblaciones prehispánicas y las expediciones en busca de tesoros fabulosos que inflaban la imaginación de aquellos hombres procedentes en su mayoría de Extremadura y Andalucía. 

En su origen bastaba con el trueque de oro a cambio de objetos europeos, pero más pronto que tarde llegaron los saqueos.

Terminado el virreinato e implantada la república, los encomenderos derivaron en los llamados hacendados, y las encomiendas se llamaron haciendas. (Datos: Fuentes varias)



martes, 25 de junio de 2019

Virreinato del Perú: José de Armendáriz y Perurena - Marqués de Castelfuerte - XXVIII Virrey del Perú

José de Arnendáriz
XXVIII Virrey del Perú

José de Armendáriz y Perurena, I marqués de Castelfuerte (Ribaforada, Navarra, 1670 - Madrid, 16 de abril de 1740). Fue el XXVIII Virrey del Perú. 

Nació en Ribaforada en el seno de una familia aristocrática de Navarra formada por Juan de Armendáriz y García de Usechi y María Josefa Perurena y Muguiro.

Comenzó su carrera militar sirviendo al ejército como capitán de caballería. 

Durante la guerra de Flandes combatió en las batallas de Fleurus (1690) y Neerwinden (1693). 

Pasó a Cataluña como maestre de campo del cuerpo de dragones, y concurrió al sitio de Palamós y la campaña sobre Barcelona. 

Destinado a Nápoles y ascendido a brigadier, participó en la guerra de Portugal. 

Estuvo presente en el sitio de Gibraltar (1704) como mariscal de campo. Promovido luego a teniente general (1706), desempeñó cargos en Extremadura; comandó las tropas reales en la batalla de Lagudina (1708) y tuvo acción decisiva en Villaviciosa (1710). 

Fue entonces premiado con la Orden de Santiago y, en tal virtud, beneficiado con las encomiendas de Montizón y Chiclana, además de otorgársele, el 30 de junio de 1711, el título de marqués de Castelfuerte. 

Intervino en la pacificación de Aragón y el sitio de Barcelona en 1714; ejerció la gobernación de Tarragona; pasó a Cerdeña y durante la guerra de Sicilia contribuyó a la toma de Mesina y la victoria de Francavilla (1719). 

Ocupó el puesto de inspector general de la caballería y de los dragones de la Corona de Aragón. 

Era gobernador y capitán general de Guipúzcoa cuando fue nombrado Virrey del Perú en los primeros días de octubre de 1723. 

Zarpó de Cádiz el 31 de diciembre de 1723; llegó a Cartagena de Indias en febrero de 1724, tras haber hecho escalas en Portobelo, Panamá, Perico y Paita. 

En Panamá desautorizó la tolerancia hacia los comerciantes ingleses y atacó a los piratas que merodeaban en las proximidades de las costas. 

Hizo su entrada oficial en Lima bajo palio el 14 de mayo de 1724 recibiendo el poder de manos del arzobispo Diego Morcillo, a quien iba a atribuir después la responsabilidad de la crisis que atravesaba el virreinato. 

Ordenó una revista de indios para reorganizar el sistema fiscal que quedó incompleta, aunque consiguió aumentar el número de tributarios en más de veinte mil. 

A pesar de asumir la defensa de la mita forzada y su aumento para reactivar la producción en las minas de Potosí y Huancavelica, este sector continuó en declive. 

El virrey prestó especial atención al aumento de ciertos impuestos como la sisa, naipes y pulperías para mejorar los ingresos de la Real Hacienda. 

Mandó encarcelar a varios oficiales de la Casa de la Moneda por corrupción. 

Dispuso por bando del 17 de junio de 1724 la aplicación de la pena de muerte a toda persona que fuera descubierta practicando el comercio ilícito. No obstante, el contrabando prosiguió a cargo de los navíos franceses y holandeses por los puertos de Arica e Iquique, lo que obligó al virrey a contratar con la compañía privada del marqués de Torre Tagle el apresamiento de los mismos. 

Poco después, prohibió que los barcos ingleses transportaran mercancías españolas. 

Reglamentó las condiciones para el embarque de la "plata piña" hacia España. 

En defensa, asesorado por el marino Blas de Lezo, dispuso que, en Guayaquil, se acelerara la carena de los navíos "Capitana" y "Almiranta", al tiempo que hizo poner una nueva a quilla al navío de guerra San Fermín. 

Fortaleció a un coste de 150.000 pesos el puerto de El Callao con nuevos rompeolas y murallas que encomendó al ingeniero Nicolás Rodríguez. 

También hizo una inversión apreciable en el refuerzo de las defensas militares de Santa Marta, Cartagena de Indias, Portobelo, Panamá, Valdivia, Buenos Aires y Montevideo. 

Bajo su gobierno comenzó una coyuntura de rebeliones en los Andes. La sedición más importante ocurrió en Paraguay en 1721 cuando José de Antequera, fiscal de la Audiencia de Charcas, se excedió en sus atribuciones de juez pesquisador, ordenó la destitución del gobernador Diego de los Reyes y asumió tal cargo en contra de lo dispuesto desde Lima. Antequera expulsó a los jesuitas del territorio guaraní en 1724, lo que provocó que el virrey encomendara su captura a una expedición militar comandada por el gobernador del Río de la Plata, Bruno Mauricio de Zabala. Antequera huyó a Córdoba desde Tucumán, se refugió en un convento franciscano, y luego partió clandestinamente hacia Lima, en donde fue capturado en 1726. Al finalizar su proceso, que duró cinco años, fue ahorcado en la Plaza de Armas de Lima. 

Otro alzamiento fue el que protagonizaron los mestizos de Cochabamba liderados por Alejo Calatayud en 1730. La causa de esta rebelión fue el rumor de que el virrey quería empadronar a este sector social para que pagara impuestos. Calatayud fue capturado y ajusticiado en su celda en enero de 1731. 

A esos desórdenes se unieron insurrecciones indígenas en Azángaro, Carabaya, Cotabambas y Castrovirreina, que tuvieron como causa los abusos que cometían los corregidores en el sistema de repartos de mercancías. 

En 1730 se inauguró en Lima el monasterio de las Nazarenas.

En 1732 el marqués de Casa Concha culminó las dos portadas posteriores de la Catedral y se fundó una casa de recogimiento para mujeres de mal vivir. 

Las denuncias referidas al enriquecimiento ilícito de los curas de parroquia y las órdenes religiosas provocaron su enfrentamiento con el cabildo eclesiástico. 

Con la Inquisición, las relaciones también fueron tensas, sobre todo en 1732, cuando el marqués de Castelfuerte fue obligado a comparecer ante el Santo Oficio en calidad de testigo de una causa por sacrilegio. 

Entre los desastres naturales acontecidos durante su mandato cabe destacar el terremoto de Santiago de Chile y Concepción de 1730 que destruyó templos y casas. 

Su gobierno culminó a los 11 años, 7 meses y 21 días cuando la Corona lo relevó y nombró en su lugar al marqués de Villagarcía. 

Al concluir su memoria de gobierno, en parte redactada por el polígrafo Pedro de Peralta y Barnuevo, José de Armendáriz partió hacia Acapulco a bordo del navío San Fermín el 17 de enero de 1736. 

En premio a sus servicios, Felipe V le otorgó el collar de la Orden del Toisón de Oro. 

Residió en Pamplona y en Madrid, lugar este último en el que murió, sin descendencia, el 16 de abril de 1740. (Datos: Wikipedia)

José de Armendáriz - Marqués de Castelfuerte - XXVIII Virrey del Perú

sábado, 22 de junio de 2019

Deseo de la Corona Española: América Prolongación de Castilla y No una Colonia

Isabel de Castilla y Fernando de Aragón
Los Reyes Católicos

Desde los primeros contactos de Cristóbal Colón con las poblaciones de lo que él consideraba islas de Asia, pero en verdad era un nuevo continente, los Reyes Católicos ordenaron evangelizar cuantos antes a los indígenas y no usar la violencia con ellos. 


Frente al hambriento afán por el oro de los conquistadores, desde la Corte de los Reyes Católicos se preocuparon repetidas veces porque aquellos nuevos territorios fueran una prolongación de Castilla en ultramar, y no unas colonias a las que explotar hasta la última gota.

Y aunque en ocasiones se impuso la sed de oro, la creación de cientos de ciudades, catedrales, universidades, colegios, caminos e incluso hospitales (entre 1500 y 1550, se levantaron unos 25 hospitales grandes y un número mayor de pequeños), demostró que para la Corona aquel continente, aquella empresa atlántica, iba más allá de intereses económicos o comerciales.

Si bien salió oro y plata, a cambio se recibió cultura, educación, tecnología, la religión católica, la escritura, la rueda, el arte, la pintura, la escultura, la música, la ingeniería, el idioma castellano, etc.

La Corona Española quería en el continente descubierto una prolongación de Castilla más allá del Atlántico.

Por 3 siglos, con el Virreinato, Perú vivió su época de oro, su etapa cumbre, en la cual fue el centro y capital de la Sudamérica de habla castellana.

Perú no fue una colonia, sino una provincia española de ultramar gobernada por Vice Reyes  (comunmente conocidos como virreyes), con plenos poderes y dependientes solo del Rey de España.

Estos gobernantes y su corte provenían de la nobleza española y poseían los más altos niveles culturales, virtudes que trasmitieron a la población de ese entonces, convirtiéndola en el núcleo más destacado de la Sudamérica hispana. (Datos: Diario ABC de España)

viernes, 21 de junio de 2019

Imperio Inca: Huayna Cápac - 11° Inca

Emperador Inca

Huayna Cápac (1468 - 1524) fue el undécimo y antepenúltimo emperador del Imperio Inca o Tawantinsuyo. 

Nació en Cuzco, hijo del Inca Túpac Yupanqui y de la Coya Mama Ocllo, era la época de las expediciones de conquista emprendidas por su padre durante el reinado de Pachacútec. 

Sarmiento de Gamboa dijo que Túpac Yupanqui enfermó en Chinchero, eligiendo como su sucesor al menor de sus hijos, hecho que disgustó a algunas panacas cuzqueñas que esperaban que el sucesor fuera Cápac Guari hijo de la concubina Chuqui Ocllo. Gracias a la oportuna intervención de su tío materno Huamán Achachi la conspiración no prosperó y fue nombrado Inca tomando el nombre de Huayna Cápac.

Con un inicio tan agitado empezó el gobierno del nuevo Inca, que básicamente tuvo que dedicar todos sus esfuerzos a consolidar los terrenos conquistados por su padre y sofocar las revueltas de provincias levantiscas. 

Huayna Cápac asumió el control político y religioso del Imperio, desplazando a Apo Chalco Yupanqui, el vigente Villac Umo (papa). Por primera vez en la época imperial se concentraban todos los poderes en una sola persona. Sin embargo, casi al final de su vida nombra un pariente suyo, Cusi Túpac Yupanqui, como nuevo Sumo Sacerdote del Sol.

Según el cronista Pedro Cieza de León, el Inca no se alejó mucho del Cuzco durante sus primeros años de gobierno, atendiendo el pedido de su madre. Como el transporte se realizaba a pie una expedición podía durar varios años, por lo que envió a su tío Huamán Achachi para que recorriera el camino del Chinchaysuyo hasta Quito. 

Sus campañas tenían la tendencia a dirigirse siempre hacia el norte. Por un lado, la dura resistencia selvática (pobladores y la naturaleza en sí) les bloqueaba el camino hacia el este, mientras que por el sur y por el oeste ya estaba todo descubierto. Así, el único camino posible era el norte, virtualmente inexplorado y a su vez zona altamente inestable dada la gran belicosidad de sus naturales. 

Los enfrentamientos en el norte duraron muchos años y, así, luego de arduas y cruentas batallas, las etnias norteñas fueron incorporadas al Tahuantinsuyo. 

Rostworowski afirma que estando Huayna Cápac en Quito, le llegó la noticia de extraños individuos barbados que navegando en "casas de madera" habían arribado a las costas por el norte. Era 1527 y Francisco Pizarro con sus compañeros habían pisado el territorio incaico. 

Enfrentando a los Chachapoyas:

Entre sus primeras campañas se tiene la incursión al reino de los chachapoyas, que se habían rebelado al poder imperial aprovechando la muerte de Túpac Inca. El Inca se encontraba en los funerales de su madre cuando tuvo noticia del alzamiento y dispuso marchar de inmediato a la región, no sin antes pasar por pueblos históricamente ligados al origen del Imperio, como el de los soras y el de los lucanas, donde fue muy bien recibido. 

Más tarde marcha a Jauja, donde impartiría sabia justicia, logrando mucha fama regional pese a su corta edad. 

Después de haber estado en Yauyos, descansa en Cajamarca y se prepara para la larga lucha.  
Los primeros choques resultaron favorables a los chachapoyas, quienes hacen retroceder varias veces al ejército imperial. Sin embargo, la política incaica de renovar las tropas dio sus frutos, puesto que una nueva oleada de gente fresca terminó por aplastar a los agotados pero heroicos chachapoyas, quienes ofrecieron paz incondicional. 

En Cajamarca:

Regresa al Cusco y se encarga de visitar el extremo sur del Imperio (Tucumán, noroeste Argentino y las provincias del Contisuyo), para luego volver a la capital y de ahí emprender una rápida campaña a Cajamarca, llegando a la región selvática de los Bracamoros, aunque fue repelido por los naturales y por las condiciones geográficas y climáticas de la región. Rehecho de su encuentro con los bracamoros, se dirigió a la región de los paltas, que habían dado muerte a los embajadores que dejó su padre. Enterados del arribo del Inca, enviaron espías disfrazados de leñadores, sin embargo, la treta fue descubierta y los espías recibieron castigo más que severo: acabaron asesinados, mientras que unos cuantos regresaron con narices , orejas cortadas y con los ojos vaciados. Los paltas, ante esto, se rindieron. 

En Quito:

Finalmente arriba a Quito, en donde tomaría por esposa a la princesa Paccha Duchicela, nombrada Shyri XVI, para luego emprender el viaje de regreso al Cusco, no sin antes dar permiso para que construcciones de tipo palaciego se puedan levantar en Quito. 

En estas campañas conquistó el territorio de las culturas preincaicas de la cuenca del Marañón. 

Visita al Litoral:

Antes de su visita al litoral emprendió marcha rumbo al santuario de Pachacámac. Para esto recorrió los pueblos de los soras y lucanas, así como la región de los belicosos huancas hasta llegar a la ruta de Huarochirí, por la cual descendió hasta el valle limeño. 

En el Norte:

Llegado al Santuario, recibió buenos vaticinios acerca de su campaña presente y la posterior, por lo que se dirigió a Tumbes, pasando por el territorio que fuera del Gran Chimú. Para esto tomó varios años, dado que a su paso fue construyendo canales y afirmando tierras de cultivo. 

Llegado a la región norteña, se informó de la rebeldía del cacique Tumbala, de la Isla Puná, y se dirigió hacia allá. El cacique consultó pueblos vecinos por ayuda, pero como todos ya se habían sometido al Inca, optó por una salida astuta. Fingió pasividad ante el Inca y cuando sus tropas se retiraban en balsas, atacó a la mitad y en la refriega cayeron muchos orejones. Huayna Capac, enterado de ello, montó en furia y él mismo dirigió la carga sobre los punaeños, venciéndolos tras dura lucha.

Más tarde, envió a su tío Huaman Achachi (quien lo salvó del complot durante su infancia) a visitar las nuevas regiones conquistadas del norte, mientras que él se dirigió al Collasuyo.

En Chile: 

Atravesando el Collao, llegó a la región de los charcas y de ahí, por el Paso del Huasco, llegó a Chile. 

Una vez ahí, retiró a los gobernantes dejados por su padre y puso en su lugar a los descendientes de los antiguos caudillos regionales, ganando el favor de la región entera. 

Luego se dirigió al Chile Central, sometiendo definitivamente los valles desde el Río Aconcagua hasta el Río Cachapoal.

Huayna Cápac recorrió todo el territorio anexado, especialmente Quillota, Aconcagua y Mapocho. 

En el Valle de Chile, invistió como Curaca (su representante) a los jefes locales Michimalonco y Tangalonco, dejando en un segundo plano al gobernador inca Quilicanta.

Organizó, la extracción del tributo en oro de Marga Marga, que debían enviar anualmente al Cuzco los curacas de Aconcagua, y la división del señorío político del valle en dos mitades: valle superior e inferior, quedando este último subordinado al primero. 

​Finalmente, de regreso al Cusco pasó por Coquimbo, Copiapó, Atacama y nuevamente el Collasuyo. 

Nuevamente en el norte:

Hallándose en Cochabamba, obtuvo preocupantes noticias del Chinchaysuyo. Los cayambis y los caranguis habían intentado desconocer el poder imperial y se levantaron contra el Inca. Huayna Capac recogió tropas en la región de los collas y se dirigió con ellas a la capital para hacer un último reclutamiento. 

Hecho esto, nombró generales a Auqui Toma (Hanan Cusco) y a Michi (Hurin Cusco). Preparados para la campaña al extremo norte del Tahuantinsuyo, en el año 1513 se dirigió con lo más selecto de sus tropas, contando entre ellas con la colaboración de dos de sus hijos: Ninan Cuyuchi, un hábil guerrero, y un joven pero experimentado Atahualpa. En el Cusco quedarían Huascar y los pequeños Manco Inca y Paullu Inca. Llegados a su natal y lejana Tumibamba, se levantó el palacio Mullu Cancha, en el cual se ubicaría una estatua de oro de su madre Mama Ocllo, que se dejaría al cuidado de la nación cañari. También se construyó la Casa del Sol y la de Ticci Viracocha Pachacama. Finalmente arribaría a Quito, desde donde despacharía emisarios para ordenar el sometimiento pacífico de los rebeldes, obteniendo una respuesta hostil. Es aquí que, reunido el Alto Mando, se decide lanzar una campaña en la región de los Pastos (Pats Awá o "gente escorpión"), en el sur de la actual Colombia, para lo cual se designan capitanes del Collasuyo, quienes afirmaban ser los más capaces para combatir en regiones como esa. Aparentemente, la afirmación resultó cierta, puesto que la victoria fue sumamente sencilla. Inmediatamente, a la llegada de la noche se dispuso una celebración entre los soldados triunfantes y fue en ese momento que el verdadero ejército de los Pastos cayó sobre los confiados incas, destrozándolos casi por completo. Los pocos que salvaron la vida se fueron replegando hasta que la guardia de los Orejones (que había quedado rezagada) logró defender la retirada. Se dice que aquí se lucieron tanto Ninan Cuyochi como Atahualpa. 

Conocedor de los hechos, Huayna Capac decidió enviar esta vez al grueso de su ejército, el cual sin problemas dominó la situación y produjo gran mortandad entre los Pastos, no salvándose ni mujeres ni niños. 

Dado que era época de lluvias, se replegaron todos a Tumibamba no sin antes haber dejado tropas y representantes en la región. Previo llamado de refuerzos, se dispuso el ataque a la región de los caranguis. La rendición de la primera fortaleza se logró con muchos apuros. Acto seguido, la mirada se dirigió al reducto principal de los caranguis, en pleno corazón de sus dominios, que estaba defendido no solo por los naturales, sino también por otabalos y cayambis, que les prestaban apoyo. Justamente para evitar más adhesiones a estos, Huayna Capac ordenó que sus principales jefes vayan por los alrededores anunciando que el Inca iba a tomar represalias contra la nación que apoyara de una forma u otra a los sitiados. Cumplido el cometido, se lanzó el primer ataque a la fortaleza. Un fracaso sonoro sacudiría los cimientos más profundos del Imperio en sí. Se produjo, por primera vez en la historia, la caída del Inca. Su litera, soportada por los Orejones, fue atacada por los cayambis y los cusqueños cedieron, provocando que el Inca impacte duramente contra el suelo. El desconcierto fue total y solo pudo salvar la vida Huayna Capac al ser protegido por 3 de sus más fieles capitanes. 

La Rebelión de los Orejones:

Finalmente, los Orejones también apoyarían y lograron poner a salvo al Inca. Lo que siguió a estos hechos es notable por cuanto el Inca decidió demostrar su enojo hacia sus capitanes y a sus nobles Orejones a través de varias acciones, como disminuirles las raciones de comida o no invitarlos a las fiestas en el campamento. Estos, al verse relegados públicamente, tomaron la imagen del Sol y se dirigieron al Cusco, siendo interceptados por mensajeros del Inca, a los cuales procedieron a capturar. Un último enviado recibió por respuesta: "decid al Inga que su poco apego y el hambre que nos apura nos hacen partir al Cusco". Finalmente, Huayna Capac se dirige a los Orejones en persona y les recrimina su actitud. Los Orejones de todas formas prosiguen su marcha y, Huayna Capac en acto insólito, pide que se retire la estatua de su madre, que se hallaba en el templo, para que la pongan frente a los desertores. Hecho esto, una india cañari sale al camino y, haciendo como si estuviera poseída por el espíritu de la Coya, les convence de quedarse. Los Orejones contestan al Inca: "Queremos más ser vasallos desfavorecidos que no hijos inobedientes". El Inca recurrió a este artilugio para ganar tiempo y organizar un banquete para agasajar a sus capitanes. Éste hecho es explicado por una arraigada costumbre andina, basada en la reciprocidad: todo Señor andino debía ofrecerles a sus súbditos regalos y favores a cambio de su labor, y Huayna Cápac estaba dejando de lado esta obligación para con sus ejércitos, que estaban formados por varios pequeños ejércitos al mando de señores de diversas grupos étnicos. Estos formaban el corazón del Tahuantinsuyo. El Inca tuvo que ofrecerles las acostumbradas ceremonias de petición de favores, para lograr que sus ejércitos volvieran a su mando, antes de iniciar otro ataque. 

Ataque a la Fortaleza:

El ataque a la fortaleza se reanudaría con participación de los Orejones', que pelearon tan bien que consiguieron ganar 4 de los 5 muros de la misma. Sin embargo, la caída del hermano del Inca, Auqui Toma, obligó a un replanteo de la situación. El mismo Huayna Capac encabezaría las acciones. El desenlace Decidido a culminar aquella guerra, se pone al frente de una división. La otra estaría comandada por el general Michi, del Hurin Cusco (uno de los Orejones), y la última estaría compuesta por los soldados del Chinchaysuyo. Estas dos estarían encargadas de atacar por los flancos, a modo de sorpresa, mientras que la división principal sería dirigida por el propio Inca y sería la que habría de llevar el mayor peso en la contienda. La batalla duraría varios días y, al cabo de un tiempo, el Inca daría la orden de retirada. Sus tropas lo siguieron y tras ellos iban los caranguis, que salieron de la fortaleza con el deseo de aplastar a los incas definitivamente. Justo en ese momento, las tropas que debían flanquear la fortaleza salieron de sus escondites respectivos y las tres columnas atacaron la fortaleza de tal modo que la lograron ganar completamente. Las represalias fueron, al estilo del Inca, muy severas. Como dice el historiador Raúl Porras Barrenechea, Huayna Capac "deseaba ser tan temido que de noche le soñaran los indios". Súbitamente el emperador se enfermó de lo que mucho tiempo se pensó era la viruela, lo cuál ha sido sin embargo descartado (McCaa, Nimlos & Hampe - Why Blame), entre otras razones por la falta de las marcas características de esta enfermedad en su momia, siendo más probable que fue envenenado con hierbas aparentemente medicinales por un curaca chachapoya (Ziemendorff - Revisión de argumentos respeto al hipotético asesinato del inca Huayna Cápac).

Enfrentando a los Guaraníes:

En su tiempo, habiendo salido grandes ejércitos de los indios guaraníes gente guerrera, traidora y soberbia, éstos llegaron al Perú, y después de haber hecho grandes destrucciones en las provincias se volvieron victoriosos; pero quedándose algunos entre las sierras hicieron siempre grandes daños en todas las provincias de los Charcas, Porco y Chichas, donde se avecindaron y poblaron. Apoderáronse de los valles de Mataca (que son cercanos a esta Villa) y de allí acometían a los de esta provincia de Porco, quedando siempre victoriosos porque su forma de guerra era de noche y en haciendo sus saltos se retiraban a las montañas en cuya aspereza se mantenían. Asaltaron al pueblo de Cantumarca y lo entraron con gran mortandad de sus vecinos, y rehaciéndose allí trataban ya de continuar sus victorias en las demás provincias sujetas a Huayna Ccápac. Noticiado este rey de aquel atrevimiento llamó sus capitanes, y con numeroso ejército salió con ellos del Cuzco; llegó al valle de Tarapaya donde se reforzaron algunos días. Bañóse este rey en aquella laguna, gozoso de ver una obra maravillosa de sus antepasados, y habiendo descansado lo que convenía envió 4,000 soldados con uno de sus hijos a Cantumarca. Estaban los guaraníes bien prevenidos y así no rehusaron 3,000 aventajados combatientes de salirles al encuentro, y se portaron con tal valor que mataron 200 de los del inga. Huyeron llevándose la noticia los que quedaron, de que indignado el rey partió al punto con diestros capitanes, y aunque le resistieron los enemigos al cabo fueron deshechos y muertos más de 6,000 guaraníes; los pocos que quedaron huyeron sin parar hasta meterse en las montañas de los Charcas. Recibió Cantumarca muy gozoso a su rey Huayna Cápac y le hicieron grandes fiestas por sus victorias. Pasadas éstas se encaminó a Ccolque Porco y Andaccaua, asientos de sus minas de donde le sacaban innumerables arrobas de plata. Antes de partirse vio nuestro famoso Cerro, y admirado de su grandeza y hermosura dijo (hablando con los de su corte): "Este sin duda tendrá en sus entrañas mucha plata"; por lo cual mandó a sus vasallos que luego que llegasen a Ccolque Porco (que está distante de esta Villa siete leguas) volviesen, labrasen sus minas y le sacasen el rico metal. Así lo hicieron, y habiendo traído sus instrumentos de pedernal y madera fuerte subieron al Cerro; y después de haber tanteado sus vetas, estando para comenzar a abrir sus venas, se oyó un espantoso estruendo que hizo estremecer todo el Cerro y tras esto fue oída una voz que dijo: "No saquéis la plata de este Cerro, porque es para otros dueños". Asombrados los indios de oír estas razones desistieron del intento, volviéronse a Porco [y] dijeron al rey lo que había sucedido; refiriendo el caso en su idioma, al llegar a la palabra del estruendo dijeron "Potocsi" que quiere decir dio un gran estruendo, y de aquí se derivó después (corrompiendo una letra) el nombre de Potosí. Esto sucedió (según la más probable cuenta) 83 años antes que los españoles descubriesen este famoso Cerro, y desde aquel tiempo se llamó Potocsi. Don Antonio de Acosta en la Historia de Potosí le da otra etimología, añadiendo que no tan solamente por el suceso dicho se llamó Potocsi mas también porque luego que se descubrió el Cerro lo nombraron los indios Orcco Poctocchi, que quiere decir cerro que brota plata. Añade más este autor, diciendo que antes que el rey Huayna Cápac viniese a esta provincia de Porco llamaban los indios al Cerro, Súmac Orcco, que significa hermoso cerro, por su hermosura exterior que, con más razón lo pudieran llamar así si vieran y sacaran la interior que tenía; mas guardóla Dios para otros dueños, según se oyó en aquella voz que queda dicho, como lo cuentan el comentador Garcilaso de la Vega, el capitán Pedro Méndez, Bartolomé de Dueñas y Juan Sobrino.

A decir de Garcilaso, el Inca predijo la llegada de misteriosos viajeros que arribarían vía marítima (relato que muestra similitud con la historia chimú arribo de Naylamp en la costa norte peruana). Lo cierto es que el Inca llegó a saber de las naves que estaban explorando el litoral pero murió sin obtener una respuesta certera sobre la identidad de los viajeros. 

También murió sin dejar un claro indicio sobre su sucesión. El designado, de algún modo, llegó a ser Ninan Cuyochi, un hijo bastardo con gran manejo de las armas, pero que también moriría como su padre. Ante la gravedad de la situación, surge la figura del hijo de la segunda Coya (la primera no llegó a darle sucesión al Inca), Huascar Inca, quien se encargaría de gobernar al Imperio los próximos años, así como la figura de Atahualpa que gobernará en el norte del imperio. 

Seguiría una guerra civil al final de la cual Atahualpa se impone sobre su hermano. 

La figura de Huayna Capac se puede ubicar en la lista de los grandes gobernantes del Imperio, junto a su padre y a su abuelo, mientras que su hijo Huáscar Inca representaría la decadencia. Sin embargo, lejos de tanta felicidad, lo cierto es que el Tahuantinsuyo ya había empezado a declinar momentos antes de iniciarse el gobierno del joven Inca. El atentado de su regente, así como las intrigas de serrallo, pasando por el encumbramiento de las clases militares y terminando en el relajamiento de la nobleza (los pobres trabajaban ya no solo para el Inca y el Sol, sino que también debían trabajar para las familias de los que habían sido incas), eran muestras de que algo ya andaba mal en un Imperio que había crecido desmesuradamente rápido. 

No puede negarse que Huayna Cápac mantuvo sólidamente unido y fuerte al Tahuantinsuyo. 

Tenía una gran capacidad de liderazgo, gran voluntad y un admirable arrojo. 

A decir de un conquistador español:

 "si la tierra no huviera estado dividida, si Guaynacaba no huviera muerto, no la pudiéramos entrar ni ganar"

(Datos: Wikipedia)

Tawantinsuyo o Imperio Inca

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