martes, 25 de junio de 2019

Virreinato del Perú: José de Armendáriz y Perurena - Marqués de Castelfuerte - XXVIII Virrey del Perú

José de Arnendáriz
XXVIII Virrey del Perú

José de Armendáriz y Perurena, I marqués de Castelfuerte (Ribaforada, Navarra, 1670 - Madrid, 16 de abril de 1740). Fue el XXVIII Virrey del Perú. 

Nació en Ribaforada en el seno de una familia aristocrática de Navarra formada por Juan de Armendáriz y García de Usechi y María Josefa Perurena y Muguiro.

Comenzó su carrera militar sirviendo al ejército como capitán de caballería. 

Durante la guerra de Flandes combatió en las batallas de Fleurus (1690) y Neerwinden (1693). 

Pasó a Cataluña como maestre de campo del cuerpo de dragones, y concurrió al sitio de Palamós y la campaña sobre Barcelona. 

Destinado a Nápoles y ascendido a brigadier, participó en la guerra de Portugal. 

Estuvo presente en el sitio de Gibraltar (1704) como mariscal de campo. Promovido luego a teniente general (1706), desempeñó cargos en Extremadura; comandó las tropas reales en la batalla de Lagudina (1708) y tuvo acción decisiva en Villaviciosa (1710). 

Fue entonces premiado con la Orden de Santiago y, en tal virtud, beneficiado con las encomiendas de Montizón y Chiclana, además de otorgársele, el 30 de junio de 1711, el título de marqués de Castelfuerte. 

Intervino en la pacificación de Aragón y el sitio de Barcelona en 1714; ejerció la gobernación de Tarragona; pasó a Cerdeña y durante la guerra de Sicilia contribuyó a la toma de Mesina y la victoria de Francavilla (1719). 

Ocupó el puesto de inspector general de la caballería y de los dragones de la Corona de Aragón. 

Era gobernador y capitán general de Guipúzcoa cuando fue nombrado Virrey del Perú en los primeros días de octubre de 1723. 

Zarpó de Cádiz el 31 de diciembre de 1723; llegó a Cartagena de Indias en febrero de 1724, tras haber hecho escalas en Portobelo, Panamá, Perico y Paita. 

En Panamá desautorizó la tolerancia hacia los comerciantes ingleses y atacó a los piratas que merodeaban en las proximidades de las costas. 

Hizo su entrada oficial en Lima bajo palio el 14 de mayo de 1724 recibiendo el poder de manos del arzobispo Diego Morcillo, a quien iba a atribuir después la responsabilidad de la crisis que atravesaba el virreinato. 

Ordenó una revista de indios para reorganizar el sistema fiscal que quedó incompleta, aunque consiguió aumentar el número de tributarios en más de veinte mil. 

A pesar de asumir la defensa de la mita forzada y su aumento para reactivar la producción en las minas de Potosí y Huancavelica, este sector continuó en declive. 

El virrey prestó especial atención al aumento de ciertos impuestos como la sisa, naipes y pulperías para mejorar los ingresos de la Real Hacienda. 

Mandó encarcelar a varios oficiales de la Casa de la Moneda por corrupción. 

Dispuso por bando del 17 de junio de 1724 la aplicación de la pena de muerte a toda persona que fuera descubierta practicando el comercio ilícito. No obstante, el contrabando prosiguió a cargo de los navíos franceses y holandeses por los puertos de Arica e Iquique, lo que obligó al virrey a contratar con la compañía privada del marqués de Torre Tagle el apresamiento de los mismos. 

Poco después, prohibió que los barcos ingleses transportaran mercancías españolas. 

Reglamentó las condiciones para el embarque de la "plata piña" hacia España. 

En defensa, asesorado por el marino Blas de Lezo, dispuso que, en Guayaquil, se acelerara la carena de los navíos "Capitana" y "Almiranta", al tiempo que hizo poner una nueva a quilla al navío de guerra San Fermín. 

Fortaleció a un coste de 150.000 pesos el puerto de El Callao con nuevos rompeolas y murallas que encomendó al ingeniero Nicolás Rodríguez. 

También hizo una inversión apreciable en el refuerzo de las defensas militares de Santa Marta, Cartagena de Indias, Portobelo, Panamá, Valdivia, Buenos Aires y Montevideo. 

Bajo su gobierno comenzó una coyuntura de rebeliones en los Andes. La sedición más importante ocurrió en Paraguay en 1721 cuando José de Antequera, fiscal de la Audiencia de Charcas, se excedió en sus atribuciones de juez pesquisador, ordenó la destitución del gobernador Diego de los Reyes y asumió tal cargo en contra de lo dispuesto desde Lima. Antequera expulsó a los jesuitas del territorio guaraní en 1724, lo que provocó que el virrey encomendara su captura a una expedición militar comandada por el gobernador del Río de la Plata, Bruno Mauricio de Zabala. Antequera huyó a Córdoba desde Tucumán, se refugió en un convento franciscano, y luego partió clandestinamente hacia Lima, en donde fue capturado en 1726. Al finalizar su proceso, que duró cinco años, fue ahorcado en la Plaza de Armas de Lima. 

Otro alzamiento fue el que protagonizaron los mestizos de Cochabamba liderados por Alejo Calatayud en 1730. La causa de esta rebelión fue el rumor de que el virrey quería empadronar a este sector social para que pagara impuestos. Calatayud fue capturado y ajusticiado en su celda en enero de 1731. 

A esos desórdenes se unieron insurrecciones indígenas en Azángaro, Carabaya, Cotabambas y Castrovirreina, que tuvieron como causa los abusos que cometían los corregidores en el sistema de repartos de mercancías. 

En 1730 se inauguró en Lima el monasterio de las Nazarenas.

En 1732 el marqués de Casa Concha culminó las dos portadas posteriores de la Catedral y se fundó una casa de recogimiento para mujeres de mal vivir. 

Las denuncias referidas al enriquecimiento ilícito de los curas de parroquia y las órdenes religiosas provocaron su enfrentamiento con el cabildo eclesiástico. 

Con la Inquisición, las relaciones también fueron tensas, sobre todo en 1732, cuando el marqués de Castelfuerte fue obligado a comparecer ante el Santo Oficio en calidad de testigo de una causa por sacrilegio. 

Entre los desastres naturales acontecidos durante su mandato cabe destacar el terremoto de Santiago de Chile y Concepción de 1730 que destruyó templos y casas. 

Su gobierno culminó a los 11 años, 7 meses y 21 días cuando la Corona lo relevó y nombró en su lugar al marqués de Villagarcía. 

Al concluir su memoria de gobierno, en parte redactada por el polígrafo Pedro de Peralta y Barnuevo, José de Armendáriz partió hacia Acapulco a bordo del navío San Fermín el 17 de enero de 1736. 

En premio a sus servicios, Felipe V le otorgó el collar de la Orden del Toisón de Oro. 

Residió en Pamplona y en Madrid, lugar este último en el que murió, sin descendencia, el 16 de abril de 1740. (Datos: Wikipedia)

José de Armendáriz - Marqués de Castelfuerte - XXVIII Virrey del Perú

sábado, 22 de junio de 2019

Deseo de la Corona Española: América Prolongación de Castilla y No una Colonia

Isabel de Castilla y Fernando de Aragón
Los Reyes Católicos

Desde los primeros contactos de Cristóbal Colón con las poblaciones de lo que él consideraba islas de Asia, pero en verdad era un nuevo continente, los Reyes Católicos ordenaron evangelizar cuantos antes a los indígenas y no usar la violencia con ellos. 


Frente al hambriento afán por el oro de los conquistadores, desde la Corte de los Reyes Católicos se preocuparon repetidas veces porque aquellos nuevos territorios fueran una prolongación de Castilla en ultramar, y no unas colonias a las que explotar hasta la última gota.

Y aunque en ocasiones se impuso la sed de oro, la creación de cientos de ciudades, catedrales, universidades, colegios, caminos e incluso hospitales (entre 1500 y 1550, se levantaron unos 25 hospitales grandes y un número mayor de pequeños), demostró que para la Corona aquel continente, aquella empresa atlántica, iba más allá de intereses económicos o comerciales.

Si bien salió oro y plata, a cambio se recibió cultura, educación, tecnología, la religión católica, la escritura, la rueda, el arte, la pintura, la escultura, la música, la ingeniería, el idioma castellano, etc.

La Corona Española quería en el continente descubierto una prolongación de Castilla más allá del Atlántico.

Por 3 siglos, con el Virreinato, Perú vivió su época de oro, su etapa cumbre, en la cual fue el centro y capital de la Sudamérica de habla castellana.

Perú no fue una colonia, sino una provincia española de ultramar gobernada por Vice Reyes  (comunmente conocidos como virreyes), con plenos poderes y dependientes solo del Rey de España.

Estos gobernantes y su corte provenían de la nobleza española y poseían los más altos niveles culturales, virtudes que trasmitieron a la población de ese entonces, convirtiéndola en el núcleo más destacado de la Sudamérica hispana. (Datos: Diario ABC de España)

viernes, 21 de junio de 2019

Imperio Inca: Huayna Cápac - 11° Inca

Emperador Inca

Huayna Cápac (1468 - 1524) fue el undécimo y antepenúltimo emperador del Imperio Inca o Tawantinsuyo. 

Nació en Cuzco, hijo del Inca Túpac Yupanqui y de la Coya Mama Ocllo, era la época de las expediciones de conquista emprendidas por su padre durante el reinado de Pachacútec. 

Sarmiento de Gamboa dijo que Túpac Yupanqui enfermó en Chinchero, eligiendo como su sucesor al menor de sus hijos, hecho que disgustó a algunas panacas cuzqueñas que esperaban que el sucesor fuera Cápac Guari hijo de la concubina Chuqui Ocllo. Gracias a la oportuna intervención de su tío materno Huamán Achachi la conspiración no prosperó y fue nombrado Inca tomando el nombre de Huayna Cápac.

Con un inicio tan agitado empezó el gobierno del nuevo Inca, que básicamente tuvo que dedicar todos sus esfuerzos a consolidar los terrenos conquistados por su padre y sofocar las revueltas de provincias levantiscas. 

Huayna Cápac asumió el control político y religioso del Imperio, desplazando a Apo Chalco Yupanqui, el vigente Villac Umo (papa). Por primera vez en la época imperial se concentraban todos los poderes en una sola persona. Sin embargo, casi al final de su vida nombra un pariente suyo, Cusi Túpac Yupanqui, como nuevo Sumo Sacerdote del Sol.

Según el cronista Pedro Cieza de León, el Inca no se alejó mucho del Cuzco durante sus primeros años de gobierno, atendiendo el pedido de su madre. Como el transporte se realizaba a pie una expedición podía durar varios años, por lo que envió a su tío Huamán Achachi para que recorriera el camino del Chinchaysuyo hasta Quito. 

Sus campañas tenían la tendencia a dirigirse siempre hacia el norte. Por un lado, la dura resistencia selvática (pobladores y la naturaleza en sí) les bloqueaba el camino hacia el este, mientras que por el sur y por el oeste ya estaba todo descubierto. Así, el único camino posible era el norte, virtualmente inexplorado y a su vez zona altamente inestable dada la gran belicosidad de sus naturales. 

Los enfrentamientos en el norte duraron muchos años y, así, luego de arduas y cruentas batallas, las etnias norteñas fueron incorporadas al Tahuantinsuyo. 

Rostworowski afirma que estando Huayna Cápac en Quito, le llegó la noticia de extraños individuos barbados que navegando en "casas de madera" habían arribado a las costas por el norte. Era 1527 y Francisco Pizarro con sus compañeros habían pisado el territorio incaico. 

Enfrentando a los Chachapoyas:

Entre sus primeras campañas se tiene la incursión al reino de los chachapoyas, que se habían rebelado al poder imperial aprovechando la muerte de Túpac Inca. El Inca se encontraba en los funerales de su madre cuando tuvo noticia del alzamiento y dispuso marchar de inmediato a la región, no sin antes pasar por pueblos históricamente ligados al origen del Imperio, como el de los soras y el de los lucanas, donde fue muy bien recibido. 

Más tarde marcha a Jauja, donde impartiría sabia justicia, logrando mucha fama regional pese a su corta edad. 

Después de haber estado en Yauyos, descansa en Cajamarca y se prepara para la larga lucha.  
Los primeros choques resultaron favorables a los chachapoyas, quienes hacen retroceder varias veces al ejército imperial. Sin embargo, la política incaica de renovar las tropas dio sus frutos, puesto que una nueva oleada de gente fresca terminó por aplastar a los agotados pero heroicos chachapoyas, quienes ofrecieron paz incondicional. 

En Cajamarca:

Regresa al Cusco y se encarga de visitar el extremo sur del Imperio (Tucumán, noroeste Argentino y las provincias del Contisuyo), para luego volver a la capital y de ahí emprender una rápida campaña a Cajamarca, llegando a la región selvática de los Bracamoros, aunque fue repelido por los naturales y por las condiciones geográficas y climáticas de la región. Rehecho de su encuentro con los bracamoros, se dirigió a la región de los paltas, que habían dado muerte a los embajadores que dejó su padre. Enterados del arribo del Inca, enviaron espías disfrazados de leñadores, sin embargo, la treta fue descubierta y los espías recibieron castigo más que severo: acabaron asesinados, mientras que unos cuantos regresaron con narices , orejas cortadas y con los ojos vaciados. Los paltas, ante esto, se rindieron. 

En Quito:

Finalmente arriba a Quito, en donde tomaría por esposa a la princesa Paccha Duchicela, nombrada Shyri XVI, para luego emprender el viaje de regreso al Cusco, no sin antes dar permiso para que construcciones de tipo palaciego se puedan levantar en Quito. 

En estas campañas conquistó el territorio de las culturas preincaicas de la cuenca del Marañón. 

Visita al Litoral:

Antes de su visita al litoral emprendió marcha rumbo al santuario de Pachacámac. Para esto recorrió los pueblos de los soras y lucanas, así como la región de los belicosos huancas hasta llegar a la ruta de Huarochirí, por la cual descendió hasta el valle limeño. 

En el Norte:

Llegado al Santuario, recibió buenos vaticinios acerca de su campaña presente y la posterior, por lo que se dirigió a Tumbes, pasando por el territorio que fuera del Gran Chimú. Para esto tomó varios años, dado que a su paso fue construyendo canales y afirmando tierras de cultivo. 

Llegado a la región norteña, se informó de la rebeldía del cacique Tumbala, de la Isla Puná, y se dirigió hacia allá. El cacique consultó pueblos vecinos por ayuda, pero como todos ya se habían sometido al Inca, optó por una salida astuta. Fingió pasividad ante el Inca y cuando sus tropas se retiraban en balsas, atacó a la mitad y en la refriega cayeron muchos orejones. Huayna Capac, enterado de ello, montó en furia y él mismo dirigió la carga sobre los punaeños, venciéndolos tras dura lucha.

Más tarde, envió a su tío Huaman Achachi (quien lo salvó del complot durante su infancia) a visitar las nuevas regiones conquistadas del norte, mientras que él se dirigió al Collasuyo.

En Chile: 

Atravesando el Collao, llegó a la región de los charcas y de ahí, por el Paso del Huasco, llegó a Chile. 

Una vez ahí, retiró a los gobernantes dejados por su padre y puso en su lugar a los descendientes de los antiguos caudillos regionales, ganando el favor de la región entera. 

Luego se dirigió al Chile Central, sometiendo definitivamente los valles desde el Río Aconcagua hasta el Río Cachapoal.

Huayna Cápac recorrió todo el territorio anexado, especialmente Quillota, Aconcagua y Mapocho. 

En el Valle de Chile, invistió como Curaca (su representante) a los jefes locales Michimalonco y Tangalonco, dejando en un segundo plano al gobernador inca Quilicanta.

Organizó, la extracción del tributo en oro de Marga Marga, que debían enviar anualmente al Cuzco los curacas de Aconcagua, y la división del señorío político del valle en dos mitades: valle superior e inferior, quedando este último subordinado al primero. 

​Finalmente, de regreso al Cusco pasó por Coquimbo, Copiapó, Atacama y nuevamente el Collasuyo. 

Nuevamente en el norte:

Hallándose en Cochabamba, obtuvo preocupantes noticias del Chinchaysuyo. Los cayambis y los caranguis habían intentado desconocer el poder imperial y se levantaron contra el Inca. Huayna Capac recogió tropas en la región de los collas y se dirigió con ellas a la capital para hacer un último reclutamiento. 

Hecho esto, nombró generales a Auqui Toma (Hanan Cusco) y a Michi (Hurin Cusco). Preparados para la campaña al extremo norte del Tahuantinsuyo, en el año 1513 se dirigió con lo más selecto de sus tropas, contando entre ellas con la colaboración de dos de sus hijos: Ninan Cuyuchi, un hábil guerrero, y un joven pero experimentado Atahualpa. En el Cusco quedarían Huascar y los pequeños Manco Inca y Paullu Inca. Llegados a su natal y lejana Tumibamba, se levantó el palacio Mullu Cancha, en el cual se ubicaría una estatua de oro de su madre Mama Ocllo, que se dejaría al cuidado de la nación cañari. También se construyó la Casa del Sol y la de Ticci Viracocha Pachacama. Finalmente arribaría a Quito, desde donde despacharía emisarios para ordenar el sometimiento pacífico de los rebeldes, obteniendo una respuesta hostil. Es aquí que, reunido el Alto Mando, se decide lanzar una campaña en la región de los Pastos (Pats Awá o "gente escorpión"), en el sur de la actual Colombia, para lo cual se designan capitanes del Collasuyo, quienes afirmaban ser los más capaces para combatir en regiones como esa. Aparentemente, la afirmación resultó cierta, puesto que la victoria fue sumamente sencilla. Inmediatamente, a la llegada de la noche se dispuso una celebración entre los soldados triunfantes y fue en ese momento que el verdadero ejército de los Pastos cayó sobre los confiados incas, destrozándolos casi por completo. Los pocos que salvaron la vida se fueron replegando hasta que la guardia de los Orejones (que había quedado rezagada) logró defender la retirada. Se dice que aquí se lucieron tanto Ninan Cuyochi como Atahualpa. 

Conocedor de los hechos, Huayna Capac decidió enviar esta vez al grueso de su ejército, el cual sin problemas dominó la situación y produjo gran mortandad entre los Pastos, no salvándose ni mujeres ni niños. 

Dado que era época de lluvias, se replegaron todos a Tumibamba no sin antes haber dejado tropas y representantes en la región. Previo llamado de refuerzos, se dispuso el ataque a la región de los caranguis. La rendición de la primera fortaleza se logró con muchos apuros. Acto seguido, la mirada se dirigió al reducto principal de los caranguis, en pleno corazón de sus dominios, que estaba defendido no solo por los naturales, sino también por otabalos y cayambis, que les prestaban apoyo. Justamente para evitar más adhesiones a estos, Huayna Capac ordenó que sus principales jefes vayan por los alrededores anunciando que el Inca iba a tomar represalias contra la nación que apoyara de una forma u otra a los sitiados. Cumplido el cometido, se lanzó el primer ataque a la fortaleza. Un fracaso sonoro sacudiría los cimientos más profundos del Imperio en sí. Se produjo, por primera vez en la historia, la caída del Inca. Su litera, soportada por los Orejones, fue atacada por los cayambis y los cusqueños cedieron, provocando que el Inca impacte duramente contra el suelo. El desconcierto fue total y solo pudo salvar la vida Huayna Capac al ser protegido por 3 de sus más fieles capitanes. 

La Rebelión de los Orejones:

Finalmente, los Orejones también apoyarían y lograron poner a salvo al Inca. Lo que siguió a estos hechos es notable por cuanto el Inca decidió demostrar su enojo hacia sus capitanes y a sus nobles Orejones a través de varias acciones, como disminuirles las raciones de comida o no invitarlos a las fiestas en el campamento. Estos, al verse relegados públicamente, tomaron la imagen del Sol y se dirigieron al Cusco, siendo interceptados por mensajeros del Inca, a los cuales procedieron a capturar. Un último enviado recibió por respuesta: "decid al Inga que su poco apego y el hambre que nos apura nos hacen partir al Cusco". Finalmente, Huayna Capac se dirige a los Orejones en persona y les recrimina su actitud. Los Orejones de todas formas prosiguen su marcha y, Huayna Capac en acto insólito, pide que se retire la estatua de su madre, que se hallaba en el templo, para que la pongan frente a los desertores. Hecho esto, una india cañari sale al camino y, haciendo como si estuviera poseída por el espíritu de la Coya, les convence de quedarse. Los Orejones contestan al Inca: "Queremos más ser vasallos desfavorecidos que no hijos inobedientes". El Inca recurrió a este artilugio para ganar tiempo y organizar un banquete para agasajar a sus capitanes. Éste hecho es explicado por una arraigada costumbre andina, basada en la reciprocidad: todo Señor andino debía ofrecerles a sus súbditos regalos y favores a cambio de su labor, y Huayna Cápac estaba dejando de lado esta obligación para con sus ejércitos, que estaban formados por varios pequeños ejércitos al mando de señores de diversas grupos étnicos. Estos formaban el corazón del Tahuantinsuyo. El Inca tuvo que ofrecerles las acostumbradas ceremonias de petición de favores, para lograr que sus ejércitos volvieran a su mando, antes de iniciar otro ataque. 

Ataque a la Fortaleza:

El ataque a la fortaleza se reanudaría con participación de los Orejones', que pelearon tan bien que consiguieron ganar 4 de los 5 muros de la misma. Sin embargo, la caída del hermano del Inca, Auqui Toma, obligó a un replanteo de la situación. El mismo Huayna Capac encabezaría las acciones. El desenlace Decidido a culminar aquella guerra, se pone al frente de una división. La otra estaría comandada por el general Michi, del Hurin Cusco (uno de los Orejones), y la última estaría compuesta por los soldados del Chinchaysuyo. Estas dos estarían encargadas de atacar por los flancos, a modo de sorpresa, mientras que la división principal sería dirigida por el propio Inca y sería la que habría de llevar el mayor peso en la contienda. La batalla duraría varios días y, al cabo de un tiempo, el Inca daría la orden de retirada. Sus tropas lo siguieron y tras ellos iban los caranguis, que salieron de la fortaleza con el deseo de aplastar a los incas definitivamente. Justo en ese momento, las tropas que debían flanquear la fortaleza salieron de sus escondites respectivos y las tres columnas atacaron la fortaleza de tal modo que la lograron ganar completamente. Las represalias fueron, al estilo del Inca, muy severas. Como dice el historiador Raúl Porras Barrenechea, Huayna Capac "deseaba ser tan temido que de noche le soñaran los indios". Súbitamente el emperador se enfermó de lo que mucho tiempo se pensó era la viruela, lo cuál ha sido sin embargo descartado (McCaa, Nimlos & Hampe - Why Blame), entre otras razones por la falta de las marcas características de esta enfermedad en su momia, siendo más probable que fue envenenado con hierbas aparentemente medicinales por un curaca chachapoya (Ziemendorff - Revisión de argumentos respeto al hipotético asesinato del inca Huayna Cápac).

Enfrentando a los Guaraníes:

En su tiempo, habiendo salido grandes ejércitos de los indios guaraníes gente guerrera, traidora y soberbia, éstos llegaron al Perú, y después de haber hecho grandes destrucciones en las provincias se volvieron victoriosos; pero quedándose algunos entre las sierras hicieron siempre grandes daños en todas las provincias de los Charcas, Porco y Chichas, donde se avecindaron y poblaron. Apoderáronse de los valles de Mataca (que son cercanos a esta Villa) y de allí acometían a los de esta provincia de Porco, quedando siempre victoriosos porque su forma de guerra era de noche y en haciendo sus saltos se retiraban a las montañas en cuya aspereza se mantenían. Asaltaron al pueblo de Cantumarca y lo entraron con gran mortandad de sus vecinos, y rehaciéndose allí trataban ya de continuar sus victorias en las demás provincias sujetas a Huayna Ccápac. Noticiado este rey de aquel atrevimiento llamó sus capitanes, y con numeroso ejército salió con ellos del Cuzco; llegó al valle de Tarapaya donde se reforzaron algunos días. Bañóse este rey en aquella laguna, gozoso de ver una obra maravillosa de sus antepasados, y habiendo descansado lo que convenía envió 4,000 soldados con uno de sus hijos a Cantumarca. Estaban los guaraníes bien prevenidos y así no rehusaron 3,000 aventajados combatientes de salirles al encuentro, y se portaron con tal valor que mataron 200 de los del inga. Huyeron llevándose la noticia los que quedaron, de que indignado el rey partió al punto con diestros capitanes, y aunque le resistieron los enemigos al cabo fueron deshechos y muertos más de 6,000 guaraníes; los pocos que quedaron huyeron sin parar hasta meterse en las montañas de los Charcas. Recibió Cantumarca muy gozoso a su rey Huayna Cápac y le hicieron grandes fiestas por sus victorias. Pasadas éstas se encaminó a Ccolque Porco y Andaccaua, asientos de sus minas de donde le sacaban innumerables arrobas de plata. Antes de partirse vio nuestro famoso Cerro, y admirado de su grandeza y hermosura dijo (hablando con los de su corte): "Este sin duda tendrá en sus entrañas mucha plata"; por lo cual mandó a sus vasallos que luego que llegasen a Ccolque Porco (que está distante de esta Villa siete leguas) volviesen, labrasen sus minas y le sacasen el rico metal. Así lo hicieron, y habiendo traído sus instrumentos de pedernal y madera fuerte subieron al Cerro; y después de haber tanteado sus vetas, estando para comenzar a abrir sus venas, se oyó un espantoso estruendo que hizo estremecer todo el Cerro y tras esto fue oída una voz que dijo: "No saquéis la plata de este Cerro, porque es para otros dueños". Asombrados los indios de oír estas razones desistieron del intento, volviéronse a Porco [y] dijeron al rey lo que había sucedido; refiriendo el caso en su idioma, al llegar a la palabra del estruendo dijeron "Potocsi" que quiere decir dio un gran estruendo, y de aquí se derivó después (corrompiendo una letra) el nombre de Potosí. Esto sucedió (según la más probable cuenta) 83 años antes que los españoles descubriesen este famoso Cerro, y desde aquel tiempo se llamó Potocsi. Don Antonio de Acosta en la Historia de Potosí le da otra etimología, añadiendo que no tan solamente por el suceso dicho se llamó Potocsi mas también porque luego que se descubrió el Cerro lo nombraron los indios Orcco Poctocchi, que quiere decir cerro que brota plata. Añade más este autor, diciendo que antes que el rey Huayna Cápac viniese a esta provincia de Porco llamaban los indios al Cerro, Súmac Orcco, que significa hermoso cerro, por su hermosura exterior que, con más razón lo pudieran llamar así si vieran y sacaran la interior que tenía; mas guardóla Dios para otros dueños, según se oyó en aquella voz que queda dicho, como lo cuentan el comentador Garcilaso de la Vega, el capitán Pedro Méndez, Bartolomé de Dueñas y Juan Sobrino.

A decir de Garcilaso, el Inca predijo la llegada de misteriosos viajeros que arribarían vía marítima (relato que muestra similitud con la historia chimú arribo de Naylamp en la costa norte peruana). Lo cierto es que el Inca llegó a saber de las naves que estaban explorando el litoral pero murió sin obtener una respuesta certera sobre la identidad de los viajeros. 

También murió sin dejar un claro indicio sobre su sucesión. El designado, de algún modo, llegó a ser Ninan Cuyochi, un hijo bastardo con gran manejo de las armas, pero que también moriría como su padre. Ante la gravedad de la situación, surge la figura del hijo de la segunda Coya (la primera no llegó a darle sucesión al Inca), Huascar Inca, quien se encargaría de gobernar al Imperio los próximos años, así como la figura de Atahualpa que gobernará en el norte del imperio. 

Seguiría una guerra civil al final de la cual Atahualpa se impone sobre su hermano. 

La figura de Huayna Capac se puede ubicar en la lista de los grandes gobernantes del Imperio, junto a su padre y a su abuelo, mientras que su hijo Huáscar Inca representaría la decadencia. Sin embargo, lejos de tanta felicidad, lo cierto es que el Tahuantinsuyo ya había empezado a declinar momentos antes de iniciarse el gobierno del joven Inca. El atentado de su regente, así como las intrigas de serrallo, pasando por el encumbramiento de las clases militares y terminando en el relajamiento de la nobleza (los pobres trabajaban ya no solo para el Inca y el Sol, sino que también debían trabajar para las familias de los que habían sido incas), eran muestras de que algo ya andaba mal en un Imperio que había crecido desmesuradamente rápido. 

No puede negarse que Huayna Cápac mantuvo sólidamente unido y fuerte al Tahuantinsuyo. 

Tenía una gran capacidad de liderazgo, gran voluntad y un admirable arrojo. 

A decir de un conquistador español:

 "si la tierra no huviera estado dividida, si Guaynacaba no huviera muerto, no la pudiéramos entrar ni ganar"

(Datos: Wikipedia)

Tawantinsuyo o Imperio Inca

martes, 18 de junio de 2019

División del Mar del Sur: Los refuerzos para el Ejército Real del Perú que no llegaron

El Recorrido de la División del Mar del Sur desde Cádiz a El Callao



En 1819, Fernando VII, frente a los movimientos emancipadores sudamericanos promovidos y financiados por Gran Bretaña decide enviar una división naval de refuerzo con destino al apostadero naval de El Callao.

Además de buques, la misión debería aportar soldados y oficiales, y también una cantidad indeterminada de plata acuñada para pagar a las tropas. 

El convoy partió de Cádiz el 11 de mayo de 1819 y estaba integrado por cuatro buques y 1400 hombres. Integraban, 2 poderosos navíos de guerra, uno el navío de línea San Telmo, al mando del capitán de navío Joaquín de Toledo y Parra, un buque de 74 cañones, que se hizo a la mar junto a otro buque de línea de 74 cañones, al mando de Antonio Tiscar y Pedrosa, el navío Alejandro I, botado en San Petersburgo en 1813, y que formaba parte de un lote de cinco navíos comprados a los rusos el año precedente por el Tratado de Madrid con el objeto de dotar a la maltrecha Armada de una mejor capacidad de combate. 

Los otros dos buques eran la fragata Prueba, de 55 cañones, construida en Ferrol en 1804, al mando de Manuel del Castillo, y la fragata mercante armada Primorosa Mariana, de 48 cañones, bajo el mando de Melitón Pérez del Camino. Toda la fuerza, bautizada como División del Mar del Sur, estaba al mando del brigadier Rosendo Porlier y Asteguieta, de origen limeño y veterano de Trafalgar. 

El Alejandro I tras su salida de puerto tuvo que volver a Cádiz porque sobre el Trópico de Cáncer se presentaron problemas de calafateado y vías de agua, salvándose así, probablemente, de un naufragio casi seguro. 

Desde el principio Porlier fue consciente del mal estado de los buques que comandaba: marino experto, conocedor de lo que implicaba el paso del Cabo de Hornos en esa época del año, hizo patente su descontento, despidiéndose del capitán de fragata Francisco Espeliús con las palabras: «Adiós Frasquito, probablemente hasta la eternidad».

La expedición se hizo a la mar el 11 de mayo de 1819. Hizo escalas en Río de Janeiro y Montevideo, alcanzando juntos el mar de Hoces a finales de agosto. Allí los buques encuentran una serie de fuertes temporales, típicos de aquellas latitudes, que les impiden adentrarse en el Cabo de Hornos y les obligan a derivar hacia el sur, en busca de condiciones más favorables. El tiempo empeora y los buques acaban separándose. 

El San Telmo es visto por última vez desde el Primorosa Mariana en mitad de un fuerte temporal el 2 de septiembre, alejándose hacia el sur con graves averías en el timón y la verga mayor, «sin haber podido remediar la primera y de más consideración, por la dureza que experimentaron en aquella altura». 

La posición anotada en el cuaderno de bitácora del Primorosa Mariana es 62 grados de latitud austral y 70 grados de latitud oeste, meridiano de Cádiz. 

El Primorosa Mariana consigue llegar maltrecho al puerto de El Callao el 9 de octubre, mientras que la Prueba arriba una semana después a Guayaquil, sin su verga mayor y con la mayoría de su tripulación enferma y desnutrida. 

Durante las siguientes semanas se esperó la aparición del San Telmo, escribiendo el jefe del Apostadero de El Callao, en su informe sobre la demora del buque: 

«...cabe dudar en que el navío pueda haber remontado el cabo y si lo hubiera conseguido es de recelar una arribada en los puertos de Chiloé o Valdivia a repararse de donde espero en breve noticias para participarle a V.E...».

Pero, nunca llegó.

Una vez confirmada la desaparición del buque con sus 644 tripulantes, el 6 de mayo de 1822 la Armada determina: 

 "En consideración al mucho tiempo que ha transcurrido desde la salida del navío San Telmo del puerto de Cádiz el 11 de mayo de 1819 para el Mar Pacífico y a las pocas esperanzas de que se hubiera salvado este buque, cuyo paradero se ignora, resolvió el Rey, que según propuesta del Capitán General de la Armada fuera dado de baja el referido navío y sus individuos..."

Apenas unos meses después de la pérdida del San Telmo, el capitán de navío británico William Smith, al mando del bergantín Williams, tocó tierra en la Antártida. Williams realizó numerosos viajes al continente antártico. En el cuarto de ellos localizó restos de un naufragio en la costa norte de la Isla Livingston, naufragio que identificó como de un navío español. Unos años más tarde, el también británico James Weddell, continuador de la labor de exploración de Smith, escribe —ya muerto éste— sobre el mismo pecio de la siguiente forma: «varias piezas de un naufragio fueron halladas en las islas del Oeste, en apariencia pertenecientes a un buque de 74 cañones, probablemente los restos de un buque de guerra español perdido cuando hacía el pasaje hacia Lima». 

Esto confirmaría que el San Telmo, si bien gravemente dañado, pudo ir a la deriva hasta los 61 grados de latitud sur, naufragando cerca de la costa.  (Datos: Wikipedia)

¿Y que pasaba en Sudamérica?: El 08 de septiembre de 1820 San Martín desembarca en la Bahía de Paracas con un ejército argentino/chileno pro británico, cuya misión era enfrentar al Ejército Real del Perú y desterrar al Imperio Español, pero no lo logró, a pesar de que éste no recibía los refuerzos necesarios. Habiendo fracasado en su intento el general argentino y su ejército se retiran del Perú el 20 de septiembre de 1822.

Muchas expediciones han tratado de localizar los restos del San Telmo pero no lo lograron. 

En la actualidad, Chema Amo, director general de la Fundación Polar Española, encabeza una nueva expedición. El cree que “las tres expediciones anteriores no lo hallaron”. “Encontraron madera en la zona donde las corrientes acumulan todo lo que flota". 

Dice, nuestra iniciativa parte de la hipótesis de que los testimonios de los marinos ingleses acerca de la arribada del San Telmo a la zona del cabo Shirreff [también islas Shetland del Sur] son fiables y que, por tanto, cabe localizar sus restos”. 

Añade: “A través de este proyecto se pretende sentar un precedente práctico a la incorporación de España a la gestión de sus buques de Estado naufragados en aguas exteriores e incorporar a nuestro país a las líneas de investigación arqueológica altamente tecnificada”. 

El proyecto reúne a un equipo multidisciplinar de especialistas en arqueología y teledetección subacuática, apoyados por expertos en navegación, geofísica y restauración “con el fin de localizar y documentar los restos del navío y de sus tripulantes, así como llevar a cabo la conservación a largo plazo de los hallazgos”. (Diario El País de España)

Navío San Telmo

jueves, 13 de junio de 2019

Virreinato del Perú: Diego Morcillo Rubio de Auñón de Robledo - XXVII Virrey del Perú

Diego Morcillo Rubio de Auñón de Robledo - XXVII Virrey del Perú

Diego Morcillo Rubio de Auñón de Robledo, O.SS.T. (Villarrobledo, Reino de Toledo, 3 de enero de 1642 - Lima, Virreinato del Perú, 12 de marzo de 1730), fue el XXVII Virrey del Perú.

Era un religioso trinitario español que fue asignado como obispo de León en Nicaragua de 1701 a 1708 y de La Paz de 1708 hasta 1714. 

Luego fue nombrado como arzobispo de La Plata en Charcas desde 1714 a 1723. 

Además fue asignado como gobernador interino del Perú en el año 1716 y finalmente fue nombrado como virrey desde 1720 hasta 1724.

También fue arzobispo de Lima desde 1723 hasta su fallecimiento en 1730. 

Nació el 3 de enero de 1642 en Villarrobledo, del Reino de Toledo, siendo hijo de Alfonso Morcillo Rubio de Auñón y María Manzano. 

A temprana edad ingresó en la Orden de los Trinitarios Descalzos de la ciudad de Toledo. 

Realizó estudios de Filosofía y Teología en la Universidad de Alcalá, llegando a ocupar el puesto de profesor. 

La fama sobre su gran cultura y aguda inteligencia fue creciendo hasta llegar a oídos del rey. 

Mientras impartía clases en Alcalá, el rey Carlos II lo nombró predicador de la Cámara Real y teológo de la Real Junta de la Concepción. Así mismo consiguió el puesto de calificador dentro del Consejo Supremo de la Inquisición y el de teólogo consultor del Nuncio de Su Santidad en Madrid. 

Su imparable avance dentro de la jerarquía eclesiástica y política, le llevó a asumir importantes cargos en el Nuevo Mundo. Así, el 21 de noviembre de 1701 fue nombrado obispo de León (en Nicaragua), pero antes de tomar posesión y habiéndose ya puesto en camino hacia aquella diócesis, fue nombrado sobre el 14 de mayo de 1708 obispo de La Paz (Charcas). 

Más tarde sería designado como arzobispo de La Plata (en Charcas) el 21 de marzo de 1714.

En 1716, durante su arzobispado de La Plata en Charcas, fue seleccionado por el rey Felipe V para asumir el título de virrey de Perú de manera interina. 

El 15 de agosto entró en Lima substituyendo a Mateo de la Mata Ponce de León, presidente de la Audiencia. Mata también había estado ocupando el cargo de manera interina, desde el retiro de Don Diego Ladrón de Guevara el 2 de marzo de 1716. 

Morcillo ocupó este puesto hasta el 5 de octubre, cuando el cargo fue asumido por Carmine Nicolás Caracciolo, Príncipe de Santo Buono y sucesor oficial de Ladrón de Guevara. 

Don Diego Morcillo retornó a sus deberes eclesiásticos como arzobispo de La Plata, sin haber tomado decisiones de importancia en su virreinato interino, más allá de las propias que garantizaran su continuidad y estabilidad. 

Al final del mandato de Caracciolo, Morcillo recibió de nuevo el encargó del Rey de ocupar la sede vacante, esta vez como titular. 

Entró solemnemente en Lima y ocupó el cargo el 26 de enero de 1720; el Cabildo metropolitano le ofreció una misa de acción de gracias en la Catedral (3 de febrero de 1720), durante el cual pronunció un sermón laudatorio el canónigo Vicente Ortiz de Foronda; y Pedro de Peralta Barnuevo pronunció un discurso en su elogio durante el recibimiento que le tributó la Universidad de San Marcos. 

Sus biógrafos destacan a Morcillo como un inteligente administrador. Entre sus logros consta que, bajo su mandato, se registró un gran aumento de los ingresos reales. En ese sentido, en 1722 consiguió que llegara a Cádiz la fragata Águila Volante de D. Nicolás Giraldino con una importante carga de plata y otras riquezas. 

En el aspecto de la defensa, entre 1720 y 1721 combatió a los piratas ingleses John Clipperton y George Shelvocke, quienes, entrando por el estrecho de Magallanes, asolaron las costas del Mar del Sur, es decir, el litoral chileno y peruano, en el marco de la guerra entre Inglaterra y España. Clipperton apresó el galeón en el que venía de Panamá su viejo enemigo José Antonio de la Rocha y Carranza (Marqués de Villa-Rocha) con su familia. En Nicoya (Costa Rica) dejó libre a la esposa del marqués, y regresó a las costas peruanas, donde bombardeó Arica en febrero de 1721, antes de retirarse rumbo a Oceanía, llegando hasta las islas Marianas donde logró fugar el marqués. Cerca de las islas Filipinas Clipperton fue reducido por navíos españoles y se presume que terminó ahorcado. 

Por su parte, George Shelvocke saqueó Chiloé, capturó naves mercantes en Concepción, incendió el puerto de Paita el 21 de marzo de 1720 al negarse su población a pagar rescate, y luego de una serie de peripecias propias de un relato novelesco, prosiguió su viaje hacia Panamá y California sin que los tres Navíos de Guerra Españoles enviados por el Virrey, al mando del General Bartolomé de Urdinso, lograran capturarle. 

Finalmente, hubo otra incursión, la del corsario holandés Jacobo Roggeween por el estrecho de Magallanes, que concluyó con el descubrimiento de la isla de Pascua el 6 de abril de 1722. 

En el gobierno económico, conminó a los oficiales reales de Huancavelica a adquirir el azogue a un precio más favorable para la Tesorería Real. La superintendencia de minas registró un importante superávit que se invirtió en el arreglo de las cureñas del puerto del Callao y en la reparación del puente de Pilcomayo que comunicaba las ciudades de La Plata y Potosí. 

Por bando del 11 de marzo de 1720 el virrey prohibió el comercio ilícito por las costas peruanas y comunicó en 1722 al Consejo de Indias la captura de diez bajeles franceses cargados de mercadería europea. 

En cuanto al orden interno, este gobernante tuvo que enfrentar en 1723 el alzamiento de la nación araucana o mapuche en Chile la que condujo al abandono de los fuertes de Concepción, Purén y Nacimiento. Por Real Cédula del 30 de diciembre de 1724 el virrey ordenó que el número de hombres en armas en Chile se elevara a dos mil y que los mismos procedieran a imponer el orden. 

En el terreno social, correspondió a este gobierno aplicar la Real Orden de 1720 que suprimió el régimen de la encomienda, lo que liberó a los indios de este sistema de explotación, aunque algunas encomiendas persistieron hasta la segunda mitad del siglo XVIII.

Enmateria religiosa, elevó a categoría de monasterio al beaterio de las mercedarias, e impulsó la construcción del Convento de las monjas trinitarias en Lima, cuya inauguración presidió el 30 de mayo de 1722. En 1724 quedó instalado el monasterio del Carmen en Trujillo y los franciscanos erigieron el colegio y convento de Santa Rosa de Ocopa en la región del Ucayali. 

Durante su mandato se deben mencionar ocurrió la desaparición de Saña, próspera villa del norte peruano que sucumbió por una inundación provocada por torrenciales lluvias (15 de marzo de 1720). 

Se suprimió en 1722 eel Virreinato de Nueva Granada (creado en 1717) reincorporándose el territorio de su jurisdicción al Perú.

En 1723 se celebraron en Lima con pomposas fiestas el matrimonio del Príncipe de Asturias, después Rey bajo el nombre de Luis I de España, con la princesa Luisa de Orleáns, que se había celebrado el año anterior. 

Tras la muerte del arzobispo titular de Lima, Antonio de Soloaga, fue nombrado para sucederle en dicho cargo el 12 de mayo de 1723. Tomó posesión de su sede el día 18 de diciembre, y en atención a su ardua y fatigosa labor como Virrey, tuvo que delegar parte de su responsabilidad en el máximo puesto religioso a su sobrino Pedro Morcillo Rubio de Auñón, a quien nombró obispo auxiliar de Lima. 

Finalmente fue relevado del gobierno virreinal; y a poco de haberlo entregado al Marqués de Castelfuerte, se efectuó la ceremonia oficial de su entronización en el arzobispado el 17 de julio de 1724. 

Desde ese momento pasó a dedicarse exclusivamente de su labor eclesial hasta sus últimos días. 

Durante su trabajo en la iglesia el papa Benedicto XIII elevó a los altares a Toribio de Mogrovejo y Francisco Solano, dos de los santos más importantes de Perú. Igualmente, franqueó los archivos de la Iglesia peruana al licenciado Alonso de la Cueva Ponce de León, para que escribiera la historia de su organización y sus varones ilustres. 

Vivió austeramente y se destacó por su prodigalidad en la distribución de limosnas; Morcillo descolló como benefactor de su Orden y su ciudad natal, donando a ambas importantes sumas de su propio peculio. Destinó 200.000 pesos para erigir en Roma el convento y la iglesia de la Santísima Trinidad de los Españoles, a fin de que allí acudiesen los sacerdotes trinitarios durante sus visitas a la Ciudad Santa. A su mecenazgo se deben importantes donaciones en metálico para construir iglesias y conventos de trinitarios calzados, tanto en Perú como en Castilla-Toledo, Alcalá o su propio pueblo de Villarrobledo donde fundó un convento de carmelitas. En la parroquia de esta última localidad se conserva el ostensorio que envió desde Nicaragua en el año 1708. Hay otra pieza en el convento de Villarrobledo enviada por su sobrino Pedro Morcillo Rubio de Auñón. 

El arzobispo Morcillo falleció en su sede de Lima el 11 de marzo de 1730, a la edad de 88 años, y fue sepultado en la cripta de la Catedral de Lima. Algunos lustros más tarde, sus restos fueron reubicados en la capilla que lleva su nombre en el mismo templo. 

De esta ilustre personalidad, el historiador Rubén Vargas Ugarte ha dicho lo siguiente: 


 “Fue D. Fray Morcillo ejemplar religioso en los años en que vivió en los claustros y en el ejercicio de la dignidad episcopal procedió con suavidad y prudencia, sin dar motivo a quejas por parte de sus subordinados. Ya entrado en años, fue llamado a desempeñar el cargo de Virrey, que no era el más adaptado a su carácter y circunstancias, pero no puede decirse que descuidara en él sus deberes e incurriese en desaciertos. Breve fue el tiempo de su gobierno y, vistas todas las cosa, más derecho tiene la encomio que al vituperio”. (Datos: Wikipedia y otras fuentes)



martes, 11 de junio de 2019

Fin de la Guerra del Guano y el Salitre de 1879 con el Corrupto Tratado de Ancón

Verde: Territorio Peruano Entregado Forzadamente a Chile
De Arica Hasta Chipana
59 mil kilómetros cuadrados


El Tratado de Ancón, oficialmente Tratado de Paz y Amistad entre las repúblicas de Chile y del Perú, fue firmado por los representantes de Chile, Jovino Novoa Vidal, y del Perú, José Antonio de Lavalle, el 20 de octubre de 1883, en Lima, la capital peruana. Fue elaborado en Ancón. 

El tratado dio fin a la Guerra del Guano y el Salitre iniciada en 1879 por Chile.

Las "negociaciones" forzadas ocurrieron mientras Perú estaba ocupado por Chile.

Fue el Gobierno de Chile el que apuró el retiro de su ejército y escuadra en vista de las derrotas continuas que sufrían por parte de la vigorosa resistencia peruana encabezada por Andrés Avelino Cáceres y Lizardo Montero.

Los desesperados chilenos buscaban un peruano maleable, para que acepte sus condiciones para un tratado de paz, y lo encontraron en Miguel Iglesias, quién se prestó vergonzosamente a firmarlo, algunos dicen por razones económicas, porque realmente resulta inexplicable por otros motivos porque la derrota chilena era inminente.

Miguel Iglesias entregó innecesariamente a Chile toda la provincia de Tarapacá, rica en guano, salitre y cobre.

Estos son los artículos de este ominoso tratado:

Artículo 1° . - Restablecense las relaciones de paz y amistad entre las Repúblicas de Chile y el Perú. 

 Artículo 2° . - La República del Perú cede a la República de Chile, perpetua e incondicionalmente, el territorio de la provincia litoral de Tarapacá, cuyos límites son: por el norte, la quebrada y río Camarones; por el sur, la quebrada y río del Loa; por el oriente, la República de Bolivia; y, por el poniente, el mar Pacífico

 Artículo 3° . - El territorio de las provincias de Tacna y Arica que limita, por el Norte, con el río Sama, desde su nacimiento en las cordilleras limítrofes con Bolivia hasta su desembocadura en el mar, por el Sur, con la quebrada y el río de Camarones, por el Oriente, con la República de Bolivia; y por el poniente con el mar Pacífico, continuará poseído por Chile y sujeto a la legislación y autoridades chilenas durante el término de diez años, contados desde que se ratifique el presente tratado de paz. Expirado este plazo, un plebiscito decidirá en votación popular, si el territorio de las provincias referidas queda definitivamente el dominio y soberanía de Chile o si continúa siendo parte del territorio peruano. Aquel de los países a cuyo favor queden anexadas las provincias de Tacna y Arica, pagará otros diez millones de pesos, moneda chilena de plata, o soles peruanos de igual ley y peso que aquella. Un protocolo especial, se considerará como parte integrante del presente tratado, establecerá la forma en que el plebiscito debe tener lugar, y los términos y plazos en que haya de pagarse los diez millones por el país que quede dueño de las provincias de Tacna y Arica.

 Artículo 4° . - En conformidad a lo dispuesto en el Supremo Decreto del 09 de Febrero de 1882, por el cual el Gobierno de Chile ordenó la venta de un millón de toneladas de guano; el producto líquido de esta sustancia, deducidos los gastos y demás desembolsos a que se refiere el artículo 13 de dicho decreto, se distribuirá, por partes iguales, entre el Gobierno de Chile y los acreedores del Perú, cuyos títulos de créditos aparecieran sustentados con la garantía del guano. Terminada la venta del millón de toneladas a que se refiere el inciso anterior, el Gobierno de Chile continuará entregando a los acreedores peruanos el cincuenta por ciento del producto líquido del guano, tal como se establece en el mencionado artículo 13, hasta que se extinga la deuda o se agoten las covaderas y actual explotación. Los productos de las covaderas o yacimientos que se descubran, en lo futuro, en los territorios cedidos, pertenecerán exclusivamente al Gobierno de Chile. 

 Artículo 5°. - Si se descubrieren en los territorios que quedan del dominio del Perú covaderas o yacimientos de guano, a fin de evitar que los Gobiernos de Chile y del Perú se hagan competencia en la venta de esa sustancia, se determinará, previamente, por ambos Gobiernos, de común acuerdo, la proporción y condiciones a que cada uno de ellos deba sujetarse en la enajenación de dicho abono. Lo estipulado en el inciso precedente, regirá, asimismo, en las existencias de guano ya descubiertas que pudieran quedar en las islas de Lobos, cuando llegue el evento de entregarse esas islas al Gobierno del Perú, en conformidad a lo establecido en la cláusula novena del presente tratado. Artículo 6° . - Los acreedores peruanos a quienes conceda el beneficio a que se refiere el artículo 4° deberán someterse, para la calificación de sus títulos y demás procedimientos, a las reglas fijadas en el supremo decreto de 9 de febrero de 1882. 

 Artículo 7° . - La obligación que el Gobierno de chile acepta, según el artículo 4° de entregar el cincuenta por ciento del producto líquido del guano de las covaderas en actual explotación, subsistirá, sea que esta explotación se hiciese en conformidad al contrato existente sobre la venta de un millón de toneladas, sea que ella se verifique en virtud de otro contrato o por cuenta propia del Gobierno de Chile. 

 Artículo 8° . - Fuera de las declaraciones consignadas en los artículos precedentes, y de las obligaciones que el Gobierno de Chile tiene espontáneamente aceptadas en el supremo decreto del 28 de marzo de 1882, que reglamentó la propiedad salitrera de Tarapacá, el expresado Gobierno de Chile no reconoce créditos de ninguna clase que afecten a los nuevos territorios que adquiere por el presente tratado, cualquiera que sea su naturaleza y procedencia. 

 Artículo 9° . - Las islas de Lobos continuarán administradas por el Gobierno de Chile, hasta que se dé término en las covaderas existentes, a la explotación de un millón de toneladas de guano, en conformidad a lo estipulado en los artículos 4° y 7°. Llegado a este caso se devolverán al Perú. 

 Artículo 10° . - El Gobierno de Chile declara que cederá al Perú desde el día en que el presente tratado, sea ratificado y canjeado constitucionalmente, el cincuenta por ciento que le corresponde en el producto del guano de las islas de Lobos. 

 Artículo 11° . - Mientras no se ajuste un tratado especial, las relaciones mercantiles entre ambos países subsistirán en el mismo estado en que se encontraban antes del 5 de abril de 1879. 

 Artículo 12° . - Las indemnizaciones que se deban por el Perú a los chilenos que hayan sufrido perjuicios con motivo de la guerra, se juzgarán por un tribunal arbitral o comisión mixta internacional, nombrada inmediatamente después de ratificado el presente tratado, en la forma establecida por convenciones recientes ajustadas entre Chile y los Gobiernos de Inglaterra, Francia e Italia. 

 Artículo 13° . - Los Gobiernos contratantes reconocen y aceptan la validez de todos los actos administrativos y judiciales pasados durante la ocupación del Perú, derivados de la jurisdicción marcial ejercida por el Gobierno de Chile. 

 Artículo 14° . - El presente tratado será ratificado y las ratificaciones canjeadas en la ciudad de Lima, cuanto antes sea posible, dentro de un término máximo de sesenta días contados desde esa fecha.


Opiniones sobre la nulidad del Tratado de Ancón:
 


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