El Recorrido de la División del Mar del Sur desde Cádiz a El Callao |
En 1819, Fernando VII, frente a los movimientos emancipadores sudamericanos promovidos y financiados por Gran Bretaña decide enviar una división naval de refuerzo con destino al apostadero naval de El Callao.
Además de buques, la misión debería aportar soldados y oficiales, y también una cantidad indeterminada de plata acuñada para pagar a las tropas.
El convoy partió de Cádiz el 11 de mayo de 1819 y estaba integrado por cuatro buques y 1400 hombres. Integraban, 2 poderosos navíos de guerra, uno el navío de línea San Telmo, al mando del capitán de navío Joaquín de Toledo y Parra, un buque de 74 cañones, que se hizo a la mar junto a otro buque de línea de 74 cañones, al mando de Antonio Tiscar y Pedrosa, el navío Alejandro I, botado en San Petersburgo en 1813, y que formaba parte de un lote de cinco navíos comprados a los rusos el año precedente por el Tratado de Madrid con el objeto de dotar a la maltrecha Armada de una mejor capacidad de combate.
Los otros dos buques eran la fragata Prueba, de 55 cañones, construida en Ferrol en 1804, al mando de Manuel del Castillo, y la fragata mercante armada Primorosa Mariana, de 48 cañones, bajo el mando de Melitón Pérez del Camino. Toda la fuerza, bautizada como División del Mar del Sur, estaba al mando del brigadier Rosendo Porlier y Asteguieta, de origen limeño y veterano de Trafalgar.
El Alejandro I tras su salida de puerto tuvo que volver a Cádiz porque sobre el Trópico de Cáncer se presentaron problemas de calafateado y vías de agua, salvándose así, probablemente, de un naufragio casi seguro.
Desde el principio Porlier fue consciente del mal estado de los buques que comandaba: marino experto, conocedor de lo que implicaba el paso del Cabo de Hornos en esa época del año, hizo patente su descontento, despidiéndose del capitán de fragata Francisco Espeliús con las palabras: «Adiós Frasquito, probablemente hasta la eternidad».
La expedición se hizo a la mar el 11 de mayo de 1819. Hizo escalas en Río de Janeiro y Montevideo, alcanzando juntos el mar de Hoces a finales de agosto. Allí los buques encuentran una serie de fuertes temporales, típicos de aquellas latitudes, que les impiden adentrarse en el Cabo de Hornos y les obligan a derivar hacia el sur, en busca de condiciones más favorables.
El tiempo empeora y los buques acaban separándose.
El San Telmo es visto por última vez desde el Primorosa Mariana en mitad de un fuerte temporal el 2 de septiembre, alejándose hacia el sur con graves averías en el timón y la verga mayor, «sin haber podido remediar la primera y de más consideración, por la dureza que experimentaron en aquella altura».
La posición anotada en el cuaderno de bitácora del Primorosa Mariana es 62 grados de latitud austral y 70 grados de latitud oeste, meridiano de Cádiz.
El Primorosa Mariana consigue llegar maltrecho al puerto de El Callao el 9 de octubre, mientras que la Prueba arriba una semana después a Guayaquil, sin su verga mayor y con la mayoría de su tripulación enferma y desnutrida.
Durante las siguientes semanas se esperó la aparición del San Telmo, escribiendo el jefe del Apostadero de El Callao, en su informe sobre la demora del buque:
«...cabe dudar en que el navío pueda haber remontado el cabo y si lo hubiera conseguido es de recelar una arribada en los puertos de Chiloé o Valdivia a repararse de donde espero en breve noticias para participarle a V.E...».
Pero, nunca llegó.
Una vez confirmada la desaparición del buque con sus 644 tripulantes, el 6 de mayo de 1822 la Armada determina:
"En consideración al mucho tiempo que ha transcurrido desde la salida del navío San Telmo del puerto de Cádiz el 11 de mayo de 1819 para el Mar Pacífico y a las pocas esperanzas de que se hubiera salvado este buque, cuyo paradero se ignora, resolvió el Rey, que según propuesta del Capitán General de la Armada fuera dado de baja el referido navío y sus individuos..."
Apenas unos meses después de la pérdida del San Telmo, el capitán de navío británico William Smith, al mando del bergantín Williams, tocó tierra en la Antártida. Williams realizó numerosos viajes al continente antártico. En el cuarto de ellos localizó restos de un naufragio en la costa norte de la Isla Livingston, naufragio que identificó como de un navío español.
Unos años más tarde, el también británico James Weddell, continuador de la labor de exploración de Smith, escribe —ya muerto éste— sobre el mismo pecio de la siguiente forma: «varias piezas de un naufragio fueron halladas en las islas del Oeste, en apariencia pertenecientes a un buque de 74 cañones, probablemente los restos de un buque de guerra español perdido cuando hacía el pasaje hacia Lima».
Esto confirmaría que el San Telmo, si bien gravemente dañado, pudo ir a la deriva hasta los 61 grados de latitud sur, naufragando cerca de la costa. (Datos: Wikipedia)
¿Y que pasaba en Sudamérica?: El 08 de septiembre de 1820 San Martín desembarca en la Bahía de Paracas con un ejército argentino/chileno pro británico, cuya misión era enfrentar al Ejército Real del Perú y desterrar al Imperio Español, pero no lo logró, a pesar de que éste no recibía los refuerzos necesarios. Habiendo fracasado en su intento el general argentino y su ejército se retiran del Perú el 20 de septiembre de 1822.
Muchas expediciones han tratado de localizar los restos del San Telmo pero no lo lograron.
En la actualidad, Chema Amo, director general de la Fundación Polar Española, encabeza una nueva expedición. El cree que “las tres expediciones anteriores no lo hallaron”. “Encontraron madera en la zona donde las corrientes acumulan todo lo que flota".
Dice, nuestra iniciativa parte de la hipótesis de que los testimonios de los marinos ingleses acerca de la arribada del San Telmo a la zona del cabo Shirreff [también islas Shetland del Sur] son fiables y que, por tanto, cabe localizar sus restos”.
Añade: “A través de este proyecto se pretende sentar un precedente práctico a la incorporación de España a la gestión de sus buques de Estado naufragados en aguas exteriores e incorporar a nuestro país a las líneas de investigación arqueológica altamente tecnificada”.
El proyecto reúne a un equipo multidisciplinar de especialistas en arqueología y teledetección subacuática, apoyados por expertos en navegación, geofísica y restauración “con el fin de localizar y documentar los restos del navío y de sus tripulantes, así como llevar a cabo la conservación a largo plazo de los hallazgos”. (Diario El País de España)
Navío San Telmo |