domingo, 30 de mayo de 2021

Crónicas Sobre el Hundimiento del Buque de Guerra Chileno La Covadonga

 


Eran las dos y media de la tarde según unos y las 3 según otros, cuando se sintió á bordo una terrible detonación en el momento en que la “Covadonga” disparaba su último cañonazo sobre tierra.


A la detonación sucedió la más horrorosa confusión en su entrepuente. Gritos de terror y exclamaciones de delirio, alaridos, todo confundido en un terror lúgubre, se dejó oír por dos o tres minutos. De todos los seres que emitían esas voces, pocos, muy pocos lograron salir á correr desolados por la cubierta, á hacer triste compañía a los que aun buscaban una explicación del suceso ó un madero para salvarse.


La única embarcación útil de las cuatro que habían á bordo había sido ya ocupada por la oficialidad, que cuchillo ó revólver en mano, la defendían con una energía propia de los piratas, también casi ya no habían salvavidas disponibles.


Las tres embarcaciones restantes no pudieron servir, porque dos de ellas estaban completamente deterioradas, y la otra había volcado en pedazos, junto con la cocina que, desprendiéndose de su base, por efecto del desprendimiento de la cubierta, saltó llevando á los que en ese momento la ocupaban.


El comandante Ferrari, menos afortunado que su oficialidad, sólo logró asirse á una batayola. Algunos de los tripulantes salvados aseguran haberlo visto pidiendo auxilio; pero nadie se ocupaba de los demás, ni siquiera para escuchar el ruego invocado en nombre de las cosas mas sagradas; así que fue uno de los primeros en sucumbir por acción de la vorágine, no obstante de haber sido uno de los primeros en arrojarse al mar.


La inmersión de la nave duró sólo tres minutos. El agua penetrándole por el costado de estribor, la invadió completamente, sentándola sobre la mura del mismo lado, con la proa enfilada con la puntilla, un poco mas inclinada de proa que de popa, dejando visibles solo la braza del juanete.


La oficialidad, en posesión del único falucho que existía en el lugar, se apartó presurosa de allí, rechazando á los infelices que le imploraban auxilio. Pronto se alejó haciendo proa al S. O. En vano la llamaban todos y cada uno de los náufragos. Fue cruel y sorda a todo clamor.


La capitanía del puerto, impuesta de lo que ocurría en la bahía, ordenó que los matriculados salieran á favorecer a los náufragos. Esto se hizo y con oportunidad.


Recogidos los mas por las embarcaciones de dicha oficina, y salidos á tierra otros con el auxilio de sus esfuerzos natatorios o mediante un trozo de madera, fueron todos atendidos esmerada y humanitariamente por el vecindario presidido por las autoridades.


Una de las primeras personas que acudieron á socorrer con dinero á los prisioneros chilenos, fue la señora á quien la corbeta que bloqueaba Ancón bombardeó sin la menor compasión.


Los salvados, pocos pasan los 25 años; casi todos tienen 20 ó 22 años; los hay también niños de doce y de 15 años. 


La reacción de la prensa chilena fue bastante dura contra Perú y demando pronta venganza por las pérdidas del Loa y la Covadonga.


El diario “El Mercurio” en su editorial del 20 de septiembre de 1880, decía:


“… Toda la costa peruana debe sufrir los efectos de una tremenda retaliación mientras llega el momento de que sobre los escombros humeantes de la misma ciudad de Lima se impongan a  nuestros cobardes i aleves enemigos el castigo de sus inveteradas perfidias.


La sangre de 300 víctimas inmoladas ya por mano traidora, i la humanidad herida en la brutal persecución de los náufragos, claman al cielo. Venganza i castigo es el grito unísono que se exhala de todos los labios i de todos los corazones i esa venganza i ese castigo deben ser inmediatos i tremendos como lo exigen la magnitud de la perfidia i la gravedad de la afrenta hecha a nuestro honor”.


El diario “El Ferrocarril” decía en su editorial del 18 de septiembre:


“La represalia debe ser proporcionada a la hostilidad. Nada de estériles contemplaciones. Todo lo que está en la costa enemiga al alcance de nuestros cañones debe haber desaparecido.


El Perú provoca a la guerra de exterminio i debe encontrar a Chile en el terreno a que lo arrastra su intemperancia”.


También los marinos chilenos tuvieron un Concejo de Guerra en el Callao, convocado por el contralmirante Riveros a bordo del blindado Blanco Encalada, al que asistieron todos los comandantes de los buques para decidir que medidas tomar a raíz de la perdida de la Covadonga. El acta dice:


“El capitán Lynch dijo: que no contando la escuadra con elementos bastantes para atacar el Callao, la única represalia posible era el bombardeo de Chancay, Ancón y Chorrillos; pero como esa medida era de tanta gravedad, por tratarse de poblaciones indefensas, era de opinión se consultara al Supremo Gobierno sobre el caso


El capitán Moraga (18) opinó porque inmediatamente se arrase toda la costa peruana.


El capitán Castillo (19) opinó como el capitán Lynch.


El capitán Latorre (20) se adhirió a lo manifestado por los capitanes Lynch i Castillo.


El señor Contra-Almirante fue también de opinión que se consultara al Supremo Gobierno, pidiéndole terminantes instrucciones. Se acordó, en consecuencia, mandar inmediatamente el “Angamos” a Arica a dar cuenta de lo ocurrido” (21).


Intentos de reflotar a la Covadonga:


Una de las primeras reacciones de las autoridades chilenas en Santiago fue la de intentar reflotar a la Covadonga:


Deseamos saber si será posible sacar a flote la “Covadonga”, cueste lo que cueste; ella es una reliquia que debemos conservar.


Lo que hicieron los peruanos fue aplicarle dinamita a los restos de la Covadonga para evitar que en el futuro pudieran reflotarla, desapareciendo el palo mayor que era visible. Los chilenos pensaban que los peruanos pudieron haber rescatado alguno de los cañones de la Covadonga, pero esto no fue cierto.


Después de la ocupación del Callao por las fuerzas chilenas tras las batallas de Lima, el contralmirante Riveros envío a Chancay al crucero Angamos con los buzos para reconocer el casco de la Covadonga con el siguiente resultado:


“El buque se encuentra sumergido en 10½ brazas de agua i enterrado como cinco pies en el fango. El casco está en buen estado; los palos mayor i mesana se encuentran en su lugar, i el trinquete no pudo ser visto por impedir pasar a proa los enredos formados por la maniobra, cadenas, etc. La artillería está visible sobre cubierta.


La brecha abierta por el torpedo mide 11½ pies de largo por siete i medio de ancho, i esta situada entre el palo del trinquete i el puente, como a tres o cuatro pies a proa del batiporta.


Con estos datos, los hombres experimentados en esta clase de trabajos estiman que el poner a flote la goleta importaría un gasto de 30,000 pesos, aprovechando los servicios que puedan prestar las chatas, las bombas i otros elementos con que cuenta el Gobierno en este puerto”


Los chilenos no hicieron ningún intento por reflotarla, labor que se complicó, hasta volver imposible, con el paso de los años.


En 1959 un grupo de investigadores, conformado por buzos y aficionados, entre los que estaban los hermanos Alfredo y Antonio Biffi y Carlos Baldovino García La Rosa, logra ubicar los restos de la Covadonga y rescatar dos de los cañones Armstrong de 70 libras, uno de avancarga y otro de retrocarga, que fueron llevados al Callao el 18 de mayo de ese año y actualmente se encuentran en el Museo Naval. Ellos contaron con la grúa Alcatraz y los remolcadores BAP Dueñas y BAP Olaya de la Marina de Guerra del Perú. El capitán de corbeta Héctor Beas Portillo toma el mando en las operaciones de rescate como parte de la Marina de Guerra del Perú. Para mayo de 1960 se pudieron rescatar los 4 restantes cañones de la Covadonga.


En 1987, el Servicio de Salvamento con la Dirección de Hidrografía y Navegación de la Marina de Guerra del Perú, determinan que es imposible el reflotamiento de la Covadonga.


En el Museo de Chancay existen muchos objetos de la Covandonga.


Parte de artículo del 13/09/2010 escrito por Ernesto Linares publicado en lamula.pe - Artículo completo.

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