domingo, 3 de octubre de 2010

Juan Diego Flórez, el viaje de Led Zeppelin a Rossini


ESTRELLA OPERÁTICA En conversación con "El Mercurio", recorre su carrera y sus desafíos actuales:

El célebre tenor viene a nuestro país en el top de su carrera. Ofrecerá un único concierto el jueves 14 de octubre, donde interpretará algunas de las más difíciles páginas de su repertorio, en un espectáculo en beneficio de la reconstrucción del Teatro Municipal. 

Disputado por los grandes teatros del mundo, el peruano Juan Diego Flórez (Lima, 1973) es el mejor tenor rossiniano de estos días. A pesar de su juventud, ha explorado casi todos los títulos imprescindibles de Rossini, Bellini y Donizetti, repertorio donde su voz está a sus anchas con esa capacidad extraordinaria que tiene para las coloraturas y los sobreagudos, aparte de su admirado fraseo y el timbre solar.

Su primer gran éxito se produjo en el Festival Rossini de Pesaro, en 1996. Tenía 23 años e iba a cantar un papel en "Ricciardo e Zoraide", pero fue llamado para sustituir a Bruce Ford, enfermo, como Corradino en "Matilde di Shabran", rol de altísimas dificultades. Fue un éxito. Ese mismo año debutó en La Scala, en "Armida", de Gluck, y en la temporada siguiente, llegó a Covent Garden para el Conde Potoski en una versión de concierto de "Elisabetta", de Donizetti. Desde entonces su vida artística no se detiene.

-Ahora que lleva tantos años de carrera como tenor, ¿no extraña cantar Led Zeppelin o Elvis, como hacía cuando era niño?
"En esa época hacía covers de ellos y todavía me gusta de vez en cuando escuchar esa música, pero cantarla ya no. A veces canto música de Chabuca Granda y boleros. Eso sí, porque era parte de mi entorno familiar".

-¿Qué recuerda de cuando su papá era acompañante de Chabuca Granda? ¿Siente haber aprendido cosas de ellos que hoy le sirven?
"Algunos dicen que mi papá era guitarrista de Chabuca. Eso no es verdad. Él cantaba. Yo no conocí a Chabuca, pero tengo recuerdos vívidos de ese tiempo; fue algo que me quedó muy grabado. En especial, el profesionalismo de esa gente y su amor por la música".

-¿Cuándo fue que su voz dio muestras claras de que estaba hecha para el canto lírico? ¿Se sorprendió de eso?
"Tenía como 14 o 15 años. Cantaba música popular. No sabía nada de ópera. Como a los 16 empecé a estudiar canto impostado y fui descubriendo cosas. Mis primeras clases de canto fueron un poco rudimentarias, pero cuando el camino fue la ópera la cosa se puso seria y todo se fue dando. Mi maestro avanzaba bien conmigo. Comencé a escuchar a Alfredo Kraus, a Luciano Pavarotti, y vi que me gustaba esa música. Me zambullí en ella, me conquistó".

-¿Pero cuándo supo usted que podría tener un buen futuro en la ópera?
"Fue en el momento de audicionar en Estados Unidos para obtener una beca: todas las escuelas querían dármela. Tenía 20 años. Me quedé en Filadelfia. Y, claro, me sorprendió mucho todo lo que sucedía, pero me dije... bueno... por algo será".

-¿Recuerda cuál fue la primera aria de ópera que aprendió?
"Más o menos... Puede haber sido 'O del mio dolce ardor' (de "Paris y Helena", de Gluck), algo del Parisotti (se refiere a Alessandro Parisotti, nombre del compositor y editor de un famoso compendio de arias antiguas), un aria de 'El Mesías', de Haendel, y un aria de 'La clemenza di Tito', de Mozart".

-¿La coloratura siempre estuvo presente?
"Siempre".

-¿Fue difícil alguna vez la coloratura?
"No. Eso venía fácil. Desde el comienzo lo más difícil fue cantar ligado".

-¿Qué opción tiene prevista? ¿Se va a especializar en un repertorio circunscrito, cada vez más refinado, como Alfredo Kraus en el suyo, o lo irá ampliando a otros territorios más allá de Donizetti y Rossini, como hizo Pavarotti?
"Mi voz es adecuada para el belcanto. Mi material no ha cambiado con el tiempo. Quizás he obtenido más soltura, me cuesta menos todo tanto en el aspecto técnico como en el interpretativo. Pero la voz se ha mantenido intacta. No se ha vuelto ni más gruesa ni más grande. Cada vez está más elástica. De manera que el repertorio no debiera cambiar. Hay veces que las voces comienzan a perder flexibilidad y uno se ve en la obligación de tener que dejar de hacer un determinado repertorio. No ha sido mi caso, hasta ahora. Voy añadiendo roles dentro de un mismo rango".

-¿Hay nuevos papeles en preparación?
"Sí. Cantaré 'Linda di Chamounix', de Donizetti, y también 'Los pescadores de perlas', de Bizet".
-Usted cantó alguna vez el Duque de Mantua, del "Rigoletto'' verdiano...
"Sí, pero creo que es el único papel de Verdi que me viene por ahora".

-Dado que tiene le physique de más un rol, ¿no le han presentado algún proyecto de hacer ópera en cine, tipo "Otello", de Zeffirelli, o algo así? ¿Lo consideraría, de haberlo?
"Sin duda. De hecho iba a ser el Duque de Mantua en la película sobre 'Rigoletto' que acaba de protagonizar Plácido Domingo (el rol del Duque lo hizo finalmente Vittorio Grigolo). Ese proyecto nació conmigo, pero resulta que se filmó en el tiempo en que yo estoy de vacaciones, que para mí es sagrado. A mí me gusta disfrutar de mi casa. Los contratos de presentaciones se hacen con mucho tiempo de antelación y suele ocurrir que todo aquello extra, como películas o cosas para la TV, es en tiempo de verano. De manera que renuncié a hacerlo".

-¿Cuesta más preocuparse de la construcción dramática de un personaje cuando está tan pendiente de los agudos y los sobreagudos, algo habitual en el belcanto ?
"Sí, cuesta. Pero cuesta mucho más cuando el papel no está resuelto en lo vocal. Si ya está incorporado a tu vocalidad, puedes dejarte llevar, pero si estás preocupado de qué nota hay que dar... a veces no hay caso".

-¿Ha visto en algún rol que su idea interpretativa cambia a medida que va haciendo otra producción de la misma ópera? Que el personaje de la primera vez no es el mismo...
"Sí. Es algo que me ha sucedido con Almaviva, de 'El Barbero de Sevilla', que he hecho tantas veces. Cuando lo hice en la Scala, lo sentí diferente".

-¿Se hizo más complejo?
"Al revés. Creo que se fue simplificando. Se volvió menos artificioso. Yo creo que a medida que uno crece, descomplica las cosas. La madurez se nota en la forma de cantar y en cómo se aborda de una manera más directa un rol".

-Hoy los teatros firman contratos con los cantantes con cinco y más años de adelanto. ¿Le causa problemas eso? ¿Cómo saber si en cinco años más su voz será la adecuada para los papeles que tiene comprometidos?
"Lo que pasa es que en esto hay un interés de ambas partes. Porque estamos hablando de teatros importantes como el Metropolitan, el Covent Garden, la Scala... Entonces, uno quiere al teatro y el teatro lo quiere a uno. Muchas veces ocurre que si te comprometes para el 2015, te comprometes a estar ahí cantando algo, pero no exactamente un personaje determinado. En otras ocasiones es un compromiso de palabra, y no se firma. Al comienzo de la carrera suceden cosas especiales, como que firmas un contrato para dentro de unos años por tal cantidad de dinero y resulta que poco tiempo después ese dinero te parece poco porque ya estás en otro nivel... Pero así es este trabajo".

-¿Hay algún papel que represente un sueño que le gustaría realizar?
"No especialmente. Me preocupo de los roles que estoy estudiando".

-¿Y alguno que sea un sueño, aunque irrealizable? ¿Tristán... Otello...?
"(risas) No, para nada. Son personajes que no están hechos para mi voz".

-Lo vi vestido de monja en los adelantos fotográficos de la producción de "El Conde Ory" del Metropolitan...
"Sí, muy divertido. Esta ópera de Rossini fue, durante muchos años, un título importante. Pero después fue muy difícil encontrar a un tenor que asumiera la parte. Estoy muy contento de hacerlo en el Met".

-¿Cómo se lleva usted con las puestas en escena contemporáneas?
"Bastante bien. Uno tiende a ayudar al éxito de la producción. Claro que con la experiencia también uno se da cuenta de inmediato cuándo las cosas van destinadas al fracaso. Uno ve venir la catástrofe. En esos casos, intento que al menos lo mío salga bien parado. Me ha sucedido que a veces temo hasta por el traje que me van a poner... Pero entonces trato las cosas con diplomacia, con delicadeza y, normalmente, se obtienen buenos resultados. Tenemos que jugar al ¡sálvese quien pueda!''.

-En Chile hay cerca de 100 mil peruanos. Muchos de ellos estarán afuera del Teatro Municipal cuando su recital sea transmitido a la calle y proyectado.
"Quiero mandarles desde ya un mensaje de saludo. Estoy feliz porque de alguna manera no sólo les cantaré a los chilenos sino también a los míos. Me gustaría contarles que estamos muy avanzados en la Fundación de Orquestas y Coros, que es un proyecto basado en el de José Antonio Abreu de Venezuela, que ha dado tantos buenos resultados".

-¿Ha podido cantar en Perú?
"Sí, pero no todo lo que quisiera. Una vez al año o cada dos años. Queremos hacer en Lima 'El Barbero'. Para mí es una ilusión también cantar en Chile; varias veces hicimos intentos, pero por una u otra cosa no se pudo''.

-En Perú nacen tenores ligeros... Tenemos a Luigi Alva y a Ernesto Palacio, quienes estuvieron varias veces en Chile...
"Pues sí. Ellos dos son grandes cantantes. Ernesto, además, es mi amigo y mi mánager. Muchas veces él me dice lo que debo y no debo hacer. También tuvimos en Perú a Alejandro Granda, un gran tenor spinto de los tiempos de Toscanini".

-Así como Perú produce tenores, Chile parece que produce sopranos...
"(risas) ¡Es cierto!''.

 Qué escuchar para conocerlo. Juan Diego Flórez firmó para la casa Decca en 2001, y desde entonces ha lanzado cuatro CDs de recitales solistas: "Rossini arias", que ganó el Cannes Classical Award de 2003; "Una furtiva lacrima", que obtuvo el Cannes Classical Award de 2004; "Great Tenor Arias" (2005) y "Sentimiento Latino" (2006), con títulos de la música popular como "La flor de la canela" (Chabuca Granda) y "El día que me quieras" (de Gardel y Le Pera). Este año, Decca también editó "Orfeo y Eurídice", de Gluck, en su versión francesa, con Flórez como protagonista absoluto acompañado por Ainhoa Garmendia y Alessandra Marianelli, dirigidos por Jesús López Cobos. Y Virgin Classics lanzó, en DVD, su apabullante versión de "El Barbero de Sevilla", con Joyce di Donato, Piero Spagnoli y Alessandro Corbelli, dirigidos por Antonio Pappano, de una función calificada de histórica de la Royal Opera House londinense de 2009

Juan Antonio Muñoz H. Vía El Mercurio

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