lunes, 30 de abril de 2007

Cultura Chavín

Cultura Chavín


Ubicado en Chavín de Huántar, a orillas del río Mosna, tributario del río Marañón, en el Callejon de Conchucos, en la provincia de Huari, en la región Ancash, en la sierra norte del Perú, a una altitud de 3.137 msnm, en el piso ecológico quechua.


En su máxima expansión, se extendió hacia el occidente del territorio peruano, desde Ocucaje en la región Ica hasta Huayruro, en la región Tumbes. Pasando más allá dentro del territorio del actual Ecuador, entre el litoral y la ceja de selva. Como se dijo, formó el primer horizonte cultural, ya sea por dominio territorial o por influencia socio económica.


Esta cultura se desarrolló desde el 1500 adC, hasta el 500 adC; es decir, que durante diez siglos o un milenio, prevaleció su hegemonía en todo el quehacer andino de la región u área de influencia.

Fue una sociedad teocrática, cerrada, que dominaba por medio del miedo; adoraron al dios Wiracocha o dios de las varas con rasgos felinos (jaguar) y serpentinos (boas, serpientes) y sus ceramios y esculturas, tienen rasgos del mismo tipo, posiblemente relacionados con los mitos orales de los amarus o serpientes colosales de naturaleza elemental.


Puede decirse que en la evolución de esta sociedad de la comunidad andina convivieron hombres del ande, de la costa y de la selva, que en un engrane perfecto de productos de los diversos pisos ecológicos se dedicaban a:

· Actividades Primarias: recolección, caza y pesca
· Actividades Nuevas (especializadas): agricultura, ganadería,
alfarería, textilería, orfebrería, arquitectura, escultura, pintura, hidráulica monumental y otras artes.


Los más hábiles destacaron y se hicieron categorizar por la comunidad y terminaron convirtiéndose en líderes, jefes, autoridades. Estos líderes forzaron por el miedo a la comunidad a producir más y mejor y terminaron imponiéndose a las demás, mediante el intercambio y el conocimiento secreto de los ciclos de producción agrícolas; los que tuvieron éxito, construyeron grandes edificaciones en honor a sus dioses.

El principal motivo del progreso de Chavín de Huántar, fue que se convirtió en la agricultura más moderna y productiva e innovadora de su época y dentro de esa agricultura, el maíz que ocupó el sitio principal conjuntamente con sus derivados, entre ellos la chicha de jora, que se convirtió en su fuente de riqueza y dominio. Parece ser que la economía de retribución, una versión mejorada del trueque fue la modalidad de pago en especies sagradas como el maíz. Esta economía de retribución, que incluso refiere intercambio de fuerza laboral, se generalizó y fue la modalidad imperante en sus transacciones, desde Chavín de Huántar hasta los Incas.

Como se dijo, la sociedad Chavín fue teocrática y el tirano rey sacerdote era el representante de la casta gobernante, posiblemente elegido entre los campeones de las casas gobernantes o panacas, tal como lo hicieran luego los incas. Esta casta gobernante formó el primer Estado del Ande. Esta casta sacerdotal, eran especialistas y grandes técnicos agrícolas hidráulicos, los cuales dominaban por el miedo a sus semejantes.

Entre sus logros, hay manufactura de gran calidad en la arquitectura, agricultura, hidráulica, cerámica y orfebrería, entre otros.

Correspondiente a este Primer Horizonte Cultural Chavín, están las culturas de Sechín, en la provincia de Casma de la región Ancash, en el piso ecológico chala (costa). Cupisnique, al norte del valle de Chicama, en la quebrada de Cupisnique, en la región La Libertad; la zona de influencia de esta cultura, fue por el norte hasta la ciudad de Chiclayo y por el sur hasta Ica. Parece ser que en todo sentido, compitió con Chavín. Kuntur Huasi (casa del cóndor), ubicada en el cerro La Copa, a 2.300 msnm, en la provincia de San Pablo, en la región Cajamarca. Su vigencia histórica se desarrolla entre el 1100 adC hasta los 50 adC.

Otras culturas del “chavinoide”, son Cerro Blanco, en el valle de Nepeña; Moxeke o Mojeque, en la margen derecha del río Casma. Pacopampa, en el distrito de Querocoto, en la provincia de Chota, región Cajamarca.

Es cierto que estas sociedades, ya sea para mantener la hegemonía de la que gozaban o para proteger su “modus vivendi”, debieron mantener un ejército capaz de garantizar las condiciones de desarrollo indispensables para su expansión y dominio y para mantener el “statu quo” de la época. Esto también se lograba mediante el terror infundido por sus esculturas (cabezas clavas), hidráulica (los templos rugían al paso del agua por canales de construcción no igualada hasta hoy) y arte.

La decadencia de Chavín de Huántar, parece ser que se debió más a estancamiento del desarrollo que a intervención militar de otras culturas; es decir, se “agotó como cultura”, siendo superada por otras culturas “más frescas” y posiblemente no basadas en una dominación por el terror.

A este respecto cabe añadir que algunos historiadores transversales apuntan a que este tipo de terror estaba más dirigido hacia los enemigos extranjeros y/o compatriotas que pretendían usurpar un poder legítimamente otorgado por entidades divinas aladas y relacionadas con el sol, más que para atemorizar al propio pueblo.


Basándose en analogías y paralelismos iconográficos y arqueológicos de las principales culturas en todo el mundo, todo parece indicar que algunas dinastías se perpetuaban a través de sacrificios, automutilaciones e incluso autoinmolaciones para hacer ver a su pueblo, a sus rivales y a sus enemigos, tanto un amor abnegado y sin límites hacia un pueblo que debía ser unificado para ser fuerte y próspero, como un desinterés por lo material que incluía en ello el propio cuerpo o partes de él.

Estas demostraciones que tanto nos cuesta entender hoy día, formaban imperios, y aguerridos ejércitos cohesionados por el amor reciproco a sus reyes y no por el miedo, formaban interminables huestes de voluntarios deseosos de emular a la familia real y alcanzar un lugar de honor en la piedra labrada que era lo mismo que encontrar un lugar en el corazón del emperador y en la memoria de su pueblo.

Cuando una ciudad era sitiada, un voluntario que había ingerido coca se presentaba desde algún relieve alto ante los sitiadores revestido en oro y piedras deslumbrantes para ser visto por todos, les sacaba la lengua y se la arrancaba de un mordisco en un baño de sangre antes de saltar al vacío. El horror hacía que se levantase el sitio sin mayor derramamiento de sangre y sin saqueo alguno. Eran mensajeros de paz, sus nombres eran grabados en el relieve donde habían hecho el sacrificio de su vida (generalmente un monolito) a cambio de vida para su pueblo que, hubieran acabado arrasados de otro modo.

Se forjaba así la leyenda de que detrás de una lombriz engalanada en los tesoros que codiciaba el insensato, aguardaba agazapado en lo más profundo de la pachamama el espíritu del jaguar.












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