jueves, 15 de agosto de 2019

El Terrible Terremoto en Lima de 1746 - El Mayor Ocurrido en la Capital del Virreinato Sudamericano

Virrey Conde de Superunda

El 28 de Octubre de 1746, ocurrió en Lima, la capital del Virreinato del Perú, un gran terremoto, cuya potencia se estima en aproximadamente 9,0 de Magnitud de Momento (MW).

Las víctimas oscilaron entre 15 mil y 20 mil fallecidos.

Gobernaba entonces en el Perú el virrey José Antonio Manso de Velasco. 

Este terremoto es considerado el mayor ocurrido en Lima.



A las 10:30 p.m. del 28 de octubre de 1746, empezaron las violentas sacudidas de la tierra que obligaron a todos a salir de sus casas y buscar lugares descampados. 

No todos pudieron hacerlo y aun aquellos que ganaron la calle vinieron a sucumbir al derrumbarse los muros adyacentes. 

La confusión y el espanto cundieron por toda la ciudad.

La duración del sismo fue de tres a cuatro minutos.

Lima tenía 60 mil habitantes y contaba con 3 casas repartidas en 150 manzanas. 

Cayeron las partes altas de templos, conventos, mansiones y diversas construcciones.

Culminado el sismo nubes de polvo ocultaron la visión de la población.

La noche fue verdaderamente angustiante, aun sin saberse todavía en Lima la desgracia del vecino puerto del Callao, que fue arrasado por un maremoto. 

Muchos, para no quedar sepultados entre las ruinas, así como para hallar amparo en la compañía de los demás, se refugiaron en la Plaza Mayor y otros se retiraron al fondo de sus huertas, de modo que en las casas que aún permanecían en pie o entre los escombros de otras reinaba un gran silencio.

La procesión del Señor de los Milagros se realizó por primera vez después del devastador terremoto de 1687, cuando el muro otra vez se mantuvo en pie. Se hizo una réplica en lienzo que salió en procesión desde el humilde barrio de Pachacamilla -hoy Santuario y Monasterio de las Nazarenas- hasta la pluricultural Plaza Mayor y las principales calles de la ciudad, y los Barrios Altos. Se declara como fiesta oficial después del terremoto de octubre de 1746. 

Amaneció el día sábado 29 de octubre y los ojos de los sobrevivientes contemplaron con espanto la ruina de la ciudad. De las tres mil casas que componían las ciento cincuenta islas o manzanas que se encerraban dentro de las murallas de Lima, apenas veinticinco se mantuvieron incólumes. Las calles se veían obstruidas por los escombros y el interior de los edificios ofrecía un aspecto desolador. Las torres de la Catedral se desplomaron y cayeron sobre las bóvedas destruyéndolas. Otro tanto sufrieron las torres de las iglesias de San Agustín, La Merced y San Pablo de la Compañía. Prácticamente todas las iglesias, conventos, monasterios, capillas y hospitales, sufrieron más o menos iguales destrozos. El arco magnífico que estaba a la entrada del Puente de Piedra, coronado por la estatua ecuestre del rey Felipe V (cuya muerte, acaecida el 9 de julio de ese año, se ignoraba todavía en el Perú), se vino al suelo, quedando la escultura desgajada en el suelo y entorpeciendo el paso. 

En el Palacio virreinal, no quedó un lugar habitable y el Virrey hubo de acomodarse en una barraca de tablas y lona. Pero no estaba en mejores condiciones el Santísimo Sacramento que del Sagrario fue conducido a una ramada que se improvisó en la Plaza mayor. 

El edificio del Tribunal del Santo Oficio quedó igualmente en ruinas. 




La Desaparición del Puerto de El Callao:

Desde las primeras horas del día comenzaron a circular voces sobre la destrucción del Callao y el virrey envió a aquel puerto a algunos soldados de a caballo, a fin de cerciorarse del hecho. Estos trajeron la confirmación del desastre y a poco ya toda la ciudad lo sabía, pues a ella llegaron también unos cuantos sobrevivientes de la embestida del mar. Lo que contaron dichos sobrevivientes fue algo horrendo, con ribetes apocalípticos. 

Media hora después del terremoto se había entumecido el mar y elevado a enorme altura, y con horrible estruendo se había precipitado por dos veces sobre la tierra, la que inundó, y barrió todo lo que encontró a su paso. 

El Marqués de Obando, Jefe de la Escuadra y General de la Mar del Sur, dijo que los cuatro mayores navíos que había en el puerto, soltando las anclas fueron lanzados por encima del presidio y vinieron a varar el uno dentro de la plaza, el otro, cargado de trigo, a escasa distancia del anterior y los otros dos hacia el sudeste, como a distancia de un tiro de cañón de los baluartes. 

El número de los que perecieron en el puerto se calcula en unos cuatro a cinco mil, prácticamente toda la población; sólo se salvaron 200 personas. 

El mar se retiró, pero no volvió a su límite antiguo. Esto significa que hubo una subsidencia cosismica, es decir, toda la zona del Callao se hundió después del terremoto. 

El reporte oficial mencionó más de 10 mil muertos en Lima, Callao y villas adyacentes. 

En Lima las víctimas no debieron pasar de 2.000, habiendo diversidad en los datos al respecto, lo que se explica por no haberse dado a todos los cadáveres sepultura: muchos quedaron insepultos entre las ruinas y sólo con el tiempo fueron paulatinamente descubriéndose. De todos modos una cifra crecida teniendo en cuenta la población total, de unos 60.000 habitantes. 

En cuanto a las edificaciones, Lima sufrió una destrucción total, excepto 25 casas de las 3.000 que conformaban la ciudad.

Luego del sísmo la tierra continuó moviéndose aunque con menor intensidad. Un reporte de José Eusebio de Llano Zapata describe todas las réplicas: Los movimientos continuaron en forma intermitente hasta las 5:00 a.m. y muchos remezones se sintieron hasta el Cuzco y desde el 28 de octubre hasta el 10 de noviembre se produjeron 220 réplicas más, y hasta el 28 de octubre de 1747 fueron un total de 568 temblores. 

Tan abatidos se hallaban los ánimos y tan honda impresión había causado la noticia de la ruina del Callao que el día 30, habia comenzado a esparcirse el rumor de nueva salida del mar, toda la gente, presa de irresistible pánico, comenzó a huir en bandadas hacia los montes vecinos, sin que en su carrera nadie fuese capaz de detenerla. 

El Virrey, sabiendo que la noticia carecía de fundamento, hubo de montar a caballo a fin de contener a la multitud y desvanecer la falsa noticia que con delincuencial intento había comenzado a difundir un negro caballista. 

Hizo lo mismo el Marqués de Obando en compañía de un religioso franciscano y sólo después de mucho trajinar por todas las veredas que salen al campo se logró que volviera un tanto la calma. Ya cerca del anochecer comenzaron a deshacerse las aglomeraciones de gente de toda clase y condición que se habían formado y empezaron a volver a sus casas con más orden que a la salida. 

Debido a la confusión y desorden que reinaba en todas partes, así como por haber abandonado sus casas los dueños, la baja plebe se entregó al robo y saqueo. Hubo que recurrir a la tropa y el Virrey destinó tres patrullas de soldados con sus correspondientes cabos para que de continuo rondasen toda la ciudad y apresasen a los malhechores. 

En el Callao se hizo más necesaria esta providencia por los muchos objetos que iba arrojando el mar a la playa, que despertaban la codicia de bandidos y simples buscones. 

Por esta razón hubo de expedirse un decreto ordenando al Tribunal del Consulado velase por que no se cometiesen robos y recogiese cuanto se hallase a fin de restituirlo a los interesados. 

Como en toda la extensión de las playas que se suceden desde el Morro Solar hasta La Punta y también por el lado de Bocanegra varaban los restos de la ruina no era fácil evitar la audacia de los merodeadores, pero a fin de reprimirla se publicó un bando amenazando con pena de la vida al que hiciera alguna sustracción y se fijaron dos horcas en la ciudad y otras dos en el Callao, para contenerlos. 

Los días que se siguieron fueron de angustia, tanto por no cesar de temblar la tierra como por la amenaza del hambre y las epidemias. 

Gracias a las acertadas medidas adoptadas por el Virrey se logró abastecer a la población prontamente aunque no tan de inmediato que no se dejara sentir la escasez. Dispuso que de las vecinas provincias se remitiese cuanto antes el trigo almacenado y, convocando a los panaderos, les proporcionó el auxilio necesario, así para abastecerse de harina como de agua, por haberse roto los acueductos y cañerías de la que venía a la ciudad. 

Encomendó a los alcaldes ordinarios, D. Francisco Carrillo de Córdoba y D. Vicente Lobatón y Azaña la ejecución de estas medidas y de otras al mismo intento, como el abastecimiento de carne fresca. 

En cuanto a las epidemias, dice Llano Zapata en su Carta o Diario que hasta mediados de febrero del 1747 habían muerto en la ciudad, víctimas de tabardillo, dolores pleuríticos, disentería y cólicos hepáticos hasta dos mil personas, número excesivamente crecido para la Lima de entonces. 

Religiosidad popular Durante esos días luctuosos, las rogativas, procesiones de penitencia y públicas manifestaciones de piedad fueron casi ordinarias y los predicadores de uno y otro clero llenaban las calles con sus voces de gemido, excitando a todos a la desesperación y al arrepentimiento. A su vez, el virrey encomendó a los hermanos de la cofradía de la caridad la tarea de sepultar los cadáveres y de asistir a los muchos enfermos que no bastaban a contener los hospitales, en ruinas la mayor parte de ellos, pues en el de Santa Ana para indios perecieron 60 al caer sobre ellos la pesada techumbre de las salas. El clero limeño atribuyó la desgracia a la ira divina desencadenada por una serie de razones, a saber: Las injusticias que se cometían contra los pobres. Las prácticas ilícitas de la codicia y la usura. El torpísimo pecado de la lujuria. La vanidad de las mujeres con sus escandalosos vestidos, en especial los escotes demasiados abiertos.

La fe católica no sufrió merma y más bien se incrementó notablemente la devoción al Señor de los Milagros, venerada imagen que solía ser sacada en procesión en eventos de ese tipo, manifestación admirable de fe colectiva que ha persistido a través de los siglos. 

El Virrey Manso de Velasco desde un principio mostró gran presencia de ánimo y adoptó todas las medidas que pudieran contribuir a detener el desorden y hacer menos grave la desgracia. 

En los años siguientes Manso de Velasco dedicó todos sus esfuerzos a la reedificación de la capital y de su puerto, de las que se le puede considerar con razón como el segundo fundador. 

Por todos estos servicios y por la construcción de la estupenda fortaleza del Callao, que elevó en el terreno que ocuparon las olas en el desborde del mar, el vice rey recibió del rey Fernando VI con fecha de 8 de febrero de 1748 el título de Conde, con la expresiva denominación de Superunda, “sobre las olas”. 

El terremoto de Lima del año 1746 conmovió a todo el mundo civilizado. Las noticias que del mismo se publicaron en español fueron traducidas al inglés, italiano y portugués y circularon abundantemente, pues se hicieron de algunas varias ediciones. 

Poco a poco volvieron las cosas a tomar su ritmo normal en Lima, aun cuando el recuerdo de tan funesto episodio quedó por mucho tiempo grabado en el espíritu de los sobrevivientes de la catástrofe. (Datos: Wikipedia)


Plano de Lima Amurallada

Catedral de Lima sin sus Torres

El Callao Arrasado por el Mar

martes, 13 de agosto de 2019

Virreinato del Perú: José Antonio de Mendoza Caamaño y Sotomayor - Marqués de Villagarcía de Arosa - XXIX Virrey del Perú

José Antonio de Mendoza Caamaño y Sotomayor - Tercer Marqués de Villagarcía - XXIX Virrey del Perú

José Antonio de Mendoza Caamaño y Sotomayor (Vegas de Matute,1​ Segovia, España, 13 de marzo de 1667 - Aguas del Cabo de Hornos, Virreinato del Perú, 15 de diciembre de 1746).

Fue el XXIX Virrey del Perú.

Pertenecía a la nobleza española con los títulos de tercer Marqués de Villagarcía de Arosa y caballero de la Orden de Santiago. 

Nació en Vegas de Matute en 1667, fue hijo de Antonio Domingo de Mendoza Caamaño y Sotomayor, II Marqués de Villagarcía y II vizconde de Barrantes, y Juana Catalina de Ribera Ibáñez de Segovia y Ronquillo. 

Su padre fue embajador de Carlos II en Venecia, gobernador de Santiago y virrey de Valencia (1699-1707). 

En 1694, casó con Clara de Barrionuevo y Monroy, hija de los marqueses de Monroy y Cusano. 

Fue el embajador de España en Venecia y virrey de Cataluña (1705). 

A la muerte de su padre en 1713, heredó los mayorazgos pontevedreses de Villagarcía de Arosa, el marquesado de esta denominación y el vizcondado de Barrantes. 

En 1735, con 68 años, ya anciano y viudo, fue nombrado XXIX virrey del Perú por el rey Felipe V.

Viajó al Perú, con los famosos marinos Jorge Juan y Antonio de Ulloa que formaban parte de la expedición de Charles Marie de la Condamine para medir la línea del ecuador. 

Entre 1735 y 1745, tiempo en el que permaneció al frente del virreinato peruano, se ocupó especialmente de mejorar la hacienda y la producción minera. 

También tuvo importante participación en los enfrentamientos ocurridos en las sublevaciones de 1739 y 1742.

Aplicó medidas drásticas para eliminar la corrupción, la esclavitud, y el abuso con el sistema de la mita, las que generaban rebeliones en la población indígena.

También, Caamaño y Sotomayor, estando en curso el conflicto bélico con Inglaterra en la llamada Guerra del Asiento (1739-1748), tuvo que afrontar numerosos problemas defensivos por la presencia activa de los navíos del almirante Anson en las costas del virreinato y del almirante Vernon en el área del Caribe, los que llegaron a provocar la caída de Portobelo, en noviembre de 1739, y el saqueo de Paita, en noviembre de 1741.

Igualmente, en las fronteras terrestres tuvo que enfrentar algunos conflictos con los portugueses del Brasil. 

Después de solicitar su sustitución, falleció durante la navegación en su viaje de regreso a España, en aguas del Cabo de Hornos.

Dejó una impresión de buen gobierno en el territorio de su jurisdicción. (Datos: Wikipedia y otras fuentes)

jueves, 8 de agosto de 2019

El Dios EKEKO: Dinero, Casas, Carros, Viajes, Fecundidad, Abundancia, Riqueza

Altar del Dios Ekeko

Ekeko es un dios de la abundancia, fecundidad y alegría.

Es una manifestación cultural característica del altiplano andino y aún hoy en día recibe culto en el occidente andino de Perú, Bolivia, Chile, y Argentina.

Es un ídolo que se cree provee de abundancia al hogar donde se le exhiba.

El verdadero tiene la forma de un hombre de corta estatura, sonriente, vestido con ropas típicas del altiplano.

Se le representa siempre cargando gran cantidad de dinero, alimentos, carros, casas y otros bienes que cuelgan de sus ropas.

Se cree que se originó entre los habitantes de las culturas prehispánicas del Perú y luego se difundió ampliamente por Sudamérica.

Los incas continuaron su culto, y luego de la conquista lo continuaron en la nación Aymara.

La Iglesia católica intentó erradicar su culto en tiempos del Virreinato del Perú, sin mayor éxito.

Hoy en día, existe la creencia de que el ekeko es capaz de conceder los deseos de sus seguidores. Muchos exhiben la imagen con monedas a su alrededor, en la creencia que son los bienes preferidos por este dios.

Casualidad, azar o intervenciones de EKEKO, pero la realidad es que los aymaras, sus adoradores, constituyen un pueblo muy trabajador y económicamente próspero. (Datos: Wikipedia y otras fuentes)

lunes, 5 de agosto de 2019

El Incidente de la Hacienda Talambo - Prolegómeno de la Guerra Hispano Sudamericana

Manuel Salcedo

En 1859 el hacendado peruano Manuel Salcedo solicitó permiso para traer mil inmigrantes , como colonos, para asentarse en su hacienda de Talambo.

El permiso fue concedido y Salcedo logró el ingreso de 269 españoles de origen vasco de los cuales 95 eran hombres, 49 mujeres y 125 niños. 

Manuel Salcedo quería que sembraran algodón, planta que ellos no sabían manejar, por lo que cultivaron hortalizas generándose un conflicto. 

En los días anteriores Manuel Salcedo había recriminado a un colono, Marcial Miller, que le hizo frente, algo inusual en las costumbres peruanas. 

Por ello Salcedo ordenó a su mayordomo, Carmen Valdés, arrestar a Miller, para lo cual el día 3 de agosto Valdés reclutó 40 hombres en el pueblo. La captura fue rechazada por los colonos quienes apoyaron a su compañero generándose un tiroteo.

En la lucha murió el colono Juan Miguel Ormazábal y uno de los enviados por Salcedo.

A pesar de la gravedad de los hechos, el juez de Chiclayo no concurrió al lugar del conflicto y permitió que el juez de paz enviara a un subalterno a instruir el caso, verbalmente. Este interrogó solo a los atacantes y concluyó que los vascos se habían amotinado en torno a Miller. 

El día 23 de agosto el mismo juez decretó la libertad de Miller y el encarcelamiento de Valdés, quien huyó de la zona. 

Finalmente el juez de Chiclayo condenó solo a dos de los atacantes a 4 meses de prisión. 

Recurrieron los vascos a la Corte Superior de la Libertad, que en una sentencia dictada el 31 de octubre de 1863, declaró nula la sentencia anterior y ordenó instruir nuevamente la causa.

Salcedo recurrió ante el Tribunal Supremo que el 16 de febrero de 1864 decretó que el tribunal superior de La Libertad había exagerado los sucesos y sobrepasado sus funciones. También declaró nulas las sentencias dictadas por la primera y la segunda instancia.

El historiador De Novo y Colso escribió en 1882:

"Paréceme que son demasiadas las torpezas reunidas en personas autorizadas, y que tal coincidencia debía ser milagrosa ó rarísima ..."

El mismo de De Novo considera que la opinión pública peruana estaba de parte de los vascos, que los inmigrantes españoles publicaban artículos que indudablemente hubieran motivado serios conflictos en otros países y que en la misma España se pedía respeto por la separación de poderes en Perú.

Esta sentencia fue considerada por el representante español, Ugarte, como un alargamiento indefinido de la causa por lo que protestó ante el ministro de RR.EE. y exigió la satisfacción y las reparaciones que hubiere a lugar a los súbditos vascongados.

En ese momento, el Almirante Luis Hernández-Pinzón Álvarez, que estaba en Callao durante la Comisión Científica del Pacífico, se enteró del suceso y decidió intervenir a favor de los españoles.

El jefe de una escuadra naval española ocupó las islas Chincha en abril de 1864, y se consideró el incidente como un casus belli que desembocaría en la breve Guerra hispano-sudamericana de 1866, cuyo último episodio es el Combate del Callao del 2 de mayo de 1866.

Esta guerra, mayormente marítima, enfrentó a España con una alianza de naciones sudamericanas: Perú, Chile, Bolivia y Ecuador. (Datos: Wikipedia y otras fuentes)

Hacienda Talambo

Hacienda Talambo

Almirante Luis Hernández-Pinzón Álvarez

Cañón Peruano - El Callao

Cañones Peruanos y Barcos de la Alianza Sudamericana Frente a Barcos Españoles

miércoles, 31 de julio de 2019

Recesión en España y Despegue del Virreinato del Perú

Lima Virreinal

En Perú, tras un crecimiento récord durante todo el reinado de Felipe II, los años finales del siglo XVI mostraron los primeros síntomas de agotamiento en la explotación de plata.

Entre 1604 y 1605 la disminución de las remesas de metales se sintió con fuerza, arrastrando este problema hasta 1650. 

Esta contracción no era debida a que las minas se hubieran secado de golpe (las remesas seguían siendo gigantes), sino a que la crisis castellana, con su caída demográfica, sus derrotas militares, el aumento del coste de las defensas americanas y sus problemas económicos, terminó por afectar al engranaje perfecto que había sido hasta entonces la Carrera de Indias.

En 1628, el neerlandés Piet Heyn capturó la flota de plata de Nueva España en el puerto cubano de Matanzas, sin que apenas mediara resistencia. Felipe IV lamentó el resto de su vida un golpe de tal envergadura a lo que se consideraba un sistema de transporte infalible.  

Dijo al respecto:

«Os aseguro que siempre que hablo del desastre se me revuelve la sangre en las venas, no por la pérdida de la hacienda, sino por la reputación que perdimos los españoles en aquella infame retirada, causada de miedo y codicia».

A partir de estas fechas, las remesas de plata siguieron llegando con abundancia a España, pero solo un porcentaje mínimo acababa ya en Castilla, siendo su auténtico destino los grandes puertos europeos y el Lejano Oriente a través del intercambio comercial con Manila.

Asimismo, como señala John Lynch:

 «una importante cantidad de plata permanecía en América, donde el proceso histórico era más de transformación que de hundimiento». 

En el virreinato se alimentaba cada vez más el comercio propio, de tal modo que el capital se quedaba allí, tanto a través de inversiones privadas como públicas.

A partir de 1640, fueron muchos los mercaderes españoles que invertían sus metales preciosos en América, sobre todo en Perú, en vez de arriesgarse a que fueran confiscados en España o se perdieran en el viaje.

Este capital fue la base para la transformación de las ciudades en la era posterior a la minería. 

La recesión minera de Perú tardó más que la de México y fue menos dura. Pero en ambos casos el ocaso se produjo por el aumento de los costes de explotación, dado el agotamiento de los filones más accesibles.

La plata extraída en niveles más inferiores requería, a su vez, una técnica de mezcla aún más costosa. 

El descubrimiento en 1608 de grandes filones en Oruro compensó el agotamiento de Potosí, así como otros hallazgos similares, aunque no evitó que las minas se situaran irremediablemente en un segundo plano económico. 

El crecimiento de las ciudades trajo a su vez una diversificación de actividades y una reorientación económica. 

Cuando llegó a su fin el primer ciclo minero, México se reorientó a la agricultura y la ganadería y comenzó a autoabastecerse con productos manufacturados. 

Perú tardó más en diversificar su actividad, pero cuando absorbió los beneficios de su propia actividad minera los invirtió en crear una red de comercio con sus colonias sudamericanas.

De alguna forma, la recesión de la Península supuso el despegue de América. (Datos: Diario ABC de España)

Casa de Lima - Virreinato del Perú

Casa de Lima - Virreinato del Perú

Casa de Lima - Virreinato del Perú

Balcones de Lima - Virreinato del Perú







sábado, 27 de julio de 2019

Independencia del Perú: ¿Sabía usted que Perú pagó por servicios que no solicitó?



En Sudamérica, llámase proceso de independencia a la intervención de fuerzas de mercenarios pro británicos, cuyo objetivo era desplazar al imperio español y facilitar el dominio de la corona inglesa en el subcontinente.

Lima, como capital del Virreinato del Perú era el objetivo, derrotar al Ejército Real del Perú tenía alta prioridad para lograr la capitulación del Virrey.

Primero llegó José de San Martín con mercenarios argentinos y chilenos, pero fracasa. Proclama independencia un 28 de julio, pero las fuerzas militares reales estaban intactas. Se retira luego de un gran saqueo de Lima.

Luego viene Simón Bolívar con mercenarios venezolanos, colombianos y ecuatorianos, pero esta vez con un regimiento británico, el denominado “Rifles”, como su columna vertebral.

Gracias a los “Rifles”, que logran diezmar a las fuerzas reales en la Batalla de Corpahuaico, los mercenarios del norte logran la capitulación del virrey del Perú, luego de una ficticia y pre acordada Batalla de Ayacucho.

Por pretender luego convertirse en dictadura vitalicia, las fuerzas peruanas expulsan a los mercenarios de la denominada Gran Colombia de Simón Bolívar.

Pasó algún tiempo y los países de donde provenían los mercenarios pro británicos, solicitaron al Perú el pago por sus servicios en el proceso de “independencia”.

Y, ocurrió lo increíble, Perú aceptó y pagó sumas multimillonarias por servicios que nunca solicitó.

¿Y, por qué a Perú no le interesaba independizarse de España? Simplemente porque vivía su época de oro en todos los aspectos, era una nación prospera, con economía, artes, ciencias y modo de vida de primer mundo, a diferencia de los demás pueblos sudamericanos, verdaderas colonias, que vivían en el subdesarrollo. (jlhurtadov@gmail.com)

Capitulación luego de la "Batalla de Ayacucho"

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viernes, 26 de julio de 2019

Reflexiones: ¿Antepasados nobles y hacendados? Sí, es verdad.

Encomendero


La mayor parte de familias antiguas o medio antiguas de Lima, refiere que sus antepasados han sido nobles y hacendados.

Mencionan que la abuelita o el abuelito hablaban de la existencia de hidalgos, condes, marqueses, duques etc. También de la o las haciendas que eran de su propiedad.

Generalmente, las personas que los escuchan piensan que están fanfarroneando con la finalidad de realzar su apellido.

Pero, ¿estas afirmaciones pueden ser verdades? Veamos.

Luego de la victoria de Pizarro sobre Atahualpa, vino el proceso de ocupación y toma del gobierno del territorio inca.


Dentro de ese proceso se dio el reparto de las extensas tierras que conformaban el Tawantinsuyo en América del Sur.

El rey de España otorgó, no a todos los españoles, solo a los nobles, la administración de las diversas partes en que se dividió el ex territorio inca.

Durante el virreinato, las tierras otorgadas se llamaban las encomiendas y los administradores los encomenderos.

Con el advenimiento de la república, las encomiendas se convirtieron en haciendas, y los encomenderos en hacendados.

Un gran número de familias de Lima, antes de las grandes migraciones de la sierra, se iniciaron con extensas propiedades en la sierra y provincias de la costa y luego migraron por motivos diversos para asentarse definitivamente en Lima.

¿familias de Cajamarca, de Cuzco, de Moquegua, de Apurímac, de Ayacucho etc.? En realidad, son familias cuyos antepasados españoles recibieron tierras en esos departamentos.

Estas familias entonces, mayormente, sí eran dueños de haciendas y sí eran hacendados, y para serlo sus antepasados tuvieron que ser nobles en el Imperio Español.

Entonces, cuando en adelante alguien nos refiera algo sobre las haciendas y títulos de nobleza de sus ancestros, ya no pensemos que es un mentiroso y fanfarrón, y otorguémosle un cierto grado de credibilidad. (jlhurtadov@gmail.com)



Encomendero

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