miércoles, 16 de marzo de 2016

El Legado de Destrucción que Dejaron en Perú José de San Martín y Simón Bolivar

Corbeta HMS Beagle
Nave que Transportaba a Charles Darwin

José de San Martín primero, con tropas argentinas y chilenas y luego Simón Bolivar con un núcleo británico al que se sumaron soldados de Venezuela, Colombia y Ecuador, fueron los grupos que se concentraron en Perú para destruir Lima, el Virreinato del Perú y proclamar la "independencia", algo que la mayoría de peruanos no quería, porque formaban parte de la población más avanzada del continente.

Todos estos ejércitos se retiran del Perú, dejando a Lima y todo el país destruido, en un caos absoluto y con sus arcas vacías producto del saqueo que sufrieron. 

11 años después de la capitulación de Ayacucho, en 1835, el famoso naturalista ingles Charles Darwin, arriba al puerto de El Callao en la corbeta Beagle, en la cual realizaba uno de sus viajes de investigación. 

Leyendo la siguiente reproducción del diario de viaje de Darwin en el que narra lo que vió durante su estadía en Lima, podemos conocer el estado desastroso de la ciudad, situación que se proyectaba a las provincias peruanas, panorama de destrucción que se constituye en el legado independentista de José de San Martín y Simón Bolivar a los peruanos.

En el siguiente texto "Darwin en Lima", tomado de un artículo del historiador peruano Héctor López Martinez, publicado en el diario El Comercio de Lima, el científico inglés describe lo que encontró en Lima y El Callao:

"En su diario de viaje, verdadera joya de informaciones, Darwin anota que el Beagle echó el ancla en el Callao el 19 de julio de 1835 y permaneció en el puerto durante seis semanas. Eran días de caos y guerra en el marco de la Confederación Perú-Boliviana. El invierno se mostraba con toda su crudeza. “Espesa capa de nubes cubre siempre las tierras —observa Darwin— , de tal modo que durante los dieciséis primeros días no vimos más que una vez la Cordillera detrás de Lima. Vistas en lontananza estas montañas, elevándose unas detrás de otras a través de las nubes, presentan hermosísimo espectáculo”. Darwin describe nuestra limeña garúa “que embarraba las calles y mojaba las ropas”, a la cual llama “rocío peruano”. Observa que una lluvia abundante crearía una catástrofe, “puesto que las techumbres de las casas son planas y hechas sencillamente de barro endurecido (adobes)”. Lima, en suma, no le gustó. Relata la abundancia de enfermos de fiebres palúdicas, que no distinguían entre naturales y extranjeros. Cree que esta enfermedad la causan las miasmas —efluvios o emanaciones nocivas del aire, suelo o agua— teoría muy difundida en ese tiempo, según recuerda el notable médico e historiador Henry E. Sigerist en su libro “Civilización y enfermedad”. Darwin anota que en la costa del Perú el calor no es excesivo y por eso las fiebres no son tan perniciosas. Respecto de nuestra situación política, Darwin señala que “ningún Estado de Sudamerica ha sido castigado por la anarquía como el Perú desde la declaración de su independencia”. Desgraciadamente tenía razón. La lucha caudillesca entre Santa Cruz, Gamarra, Orbegoso y Salaverry parecía no tener fin. Este último, mediante decreto, le había declarado “guerra a muerte” a Santa Cruz y Darwin pudo ver que las tropas formadas en la plaza mayor durante el Te Deum de Fiestas Patrias no enarbolaban nuestra bandera bicolor sino los pabellones negros de Salaverry. Darwin describe a Lima como una ciudad casi en ruinas. “No están pavimentadas las calles, y por todas partes se ven en ellas montones de inmundicias, arrojadas de las casas, en las cuales los gallinazos negros, tan domesticados como nuestras gallinas, buscan los pedazos de carne podrida”. Darwin opina que Lima, “en lo antiguo”, ha debido ser una ciudad espléndida. “El extraordinario número de iglesias con que cuenta —concluye el naturalista inglés— le da todavía hoy un carácter original, sobre todo cuando se la ve desde breve distancia”. Darwin visitó y exploró también la isla San Lorenzo y algunas huacas que suponemos estaban en el actual Miraflores o en Maranga. Cuando las describe podemos percibir que nada escapa a su interés y, de inmediato, tomaba apuntes con el objeto de poder estudiar más detenidamente los detalles que llamaron su atención. Al momento de reanudar su viaje a bordo del Beagle, el joven naturalista da rienda suelta a su incomodidad y, como despedida, lanza duros epítetos contra el Callao y sus habitantes. Ciertamente Darwin no tuvo el menor interés de tomar contacto con nuestras gentes, conocer su carácter y costumbres. Era un científico que en ningún momento se apartó del objetivo de su largo y fructífero viaje." (Datos: Reflexiones desde Perú - reflexionesdeperu.blogspot.com)

sábado, 27 de febrero de 2016

Conquista de Chile: Batalla del Maule

Inca Túpac Yupanqui

La batalla del Maule es el nombre del enfrentamiento bélico entre los mapuches o araucanos y las fuerzas del ejército inca, durante su avance en expansión hacia el sur. 

La batalla ocurre a fines del siglo XV, probablemente 1485, en el río Maule y sus alrededores.

Los relatos sobre esta batalla fueron encontrados en crónicas y textos posteriores que narran el proceso de conquista por parte de los incas, del territorio al sur del imperio, actualmente llamado Chile. El cronista e historiador Jerónimo de Vivar (Crónica y relación copiosa y verdadera de los Reinos de Chile, 1558), el poeta y soldado Alonso de Ercilla (canto I de su poema épico La Araucana, 1569), el cronista Miguel de Olaverría (parte I del tomo III de su Informe de Miguel de Olaverria sobre el Reyno de Chile, sus Indios y sus guerras, 1594), el escritor e historiador Inca Garcilaso de la Vega (capítulos XVIII, XIX y XX del libro VII de la primera parte de su Comentarios reales de los incas, 1609), y el cronista y militar Vicente Carvallo y Goyeneche (capítulo I del tomo I de su Descripción histórico geografía del Reino de Chile, 1796).

Tras someter a atacameños y diaguitas entre aproximadamente 1479 y 1485, el ejército del Inca Túpac Yupanqui, conformado por unos 50 mil soldados, llegó a parte del territorio picunche, grupo norte de la etnia mapuche.

Al llegar al río Maule, se ordenó a unos 20 mil soldados incas cruzarlo, por consejo del ayudante Vitacura, y al mando del general inca apusquipay, llamado también Sinchiruca o Sinchirunca. 

Los incas llamaban promaucaes, promaucas, purumaucas o purum aucca (del quechua purum awqa, 'gente salvaje') a las poblaciones sureñas que no estaban sometidas a su imperio. 

Al oponer resistencia a la conquista, este grupo picunche fue calificado como promaucaes por los incas, voz por la que serían posteriormente conocidos por los españoles. 

Enterados de la venida de los incas, los salvajes promaucaes se aliaron con los subgrupos Antalli, Kawki y Pinku, formando un ejército de 20 mil hombres. 

Durante dos días, los incas enviaron parlamentarios para que reconocieran al Inca Túpac Yupanqui como su soberano e hijo del dios Sol. Los promaucaes decidieron no aceptar los ofrecimientos de los incas y dar batalla. 

La lucha se prolongó por tres días. Durante el enfrentamiento, hubo muchos muertos en ambos bandos y ningún ejército vencedor. 

Al cuarto día decidieron no seguir con los sangrientos enfrentamientos. Finalmente, los promaucaes se retiraron del campo de batalla. Los incas evaluaron las posibilidades de perseguirlos para eliminarlos, de lo cual estuvieron de acuerdo algunos jefes, o de asegurar lo que ya habían conquistado. 

Consultando al gobernante Inca Túpac Yupanqui, se decidió no continuar la conquista, sino fortalecer las posiciones, administrar los territorios dominados y mejorar la agricultura en los nuevos territorios.

La idea era que los vecinos aún no conquistados, notaran el progreso alcanzado por los mapuches que aceptaron el dominio inca.

Los nuevos pueblos vasallos picunches que se ubicaban entre los ríos Choapa y Maipo aceptaron de buen grado el dominio y obtuvieron ventajas de él, mientras que el resto lo rechazó.

Pero aunque no aceptaron de manera formal la influencia inca, si se adaptaron a la nueva civilización traída por ellos. Así, los pueblos picunches no sometidos al Imperio inca también aprendieron y aplicaron las nuevas tecnologías que los incas enseñaron en sus nuevos dominios más al norte. 

En los años siguientes, los incas sometieron las rebeliones locales en la zona, entre los ríos Aconcagua y Maipo. 

Lamentablemente, iniciada la guerra civil inca entre Huáscar y Atahualpa, los ejércitos tuvieron que regresar al Cuzco. lo que permitió la rebelión de varios caciques locales ante el vacío de poder que se produjo.

El límite del Imperio inca quedó establecido en una zona que los historiadores y la arqueología reciente fijan convencionalmente en algún lugar entre los ríos Maule y Maipo. 

El territorio quedó dividido en dos wamanis o provincias: «Coquimbo» en el norte, presidida por el gobernador inca Anien, y la de «Chile» en el sur, encabezada por el gobernador inca Quilacanta. (Datos: Wikipedia)

Inca Tupac Yupanqui
Conquistador de Sudamérica y la Polinesia
Imagen como mascarón de proa en el nuevo buque escuela a vela peruano Independencia

sábado, 20 de febrero de 2016

La Batalla del Portete de Tarqui de 1829 entre Perú y la Gran Colombia

José de La Mar
Presidente de Perú

La batalla del Portete de Tarqui se libró el 27 de febrero de 1829, en el lugar del mismo nombre, a pocos kilómetros de Cuenca que actualmente es parte de Ecuador.

Participaron, tropas de la Gran Colombia, comandadas por Antonio José de Sucre y Juan José Flores, y tropas del ejército peruano comandadas por José de La Mar.

Tras la independencia definitiva del Perú, el país había sido forzado a someterse al protectorado de Simón Bolívar, que controlaba estrechamente sus asuntos.

Sin ser necesaria, en Lima estaba instalada la 3ª División del ejército grancolombiano que había participado en la independencia. 

Por los graves problemas que ocurrían en la Gran Colombia, Bolívar tuvo que abandonar Lima en 1826.

Esta salida de Bolivar, fue aprovechado por los miembros del Gobierno y del Ejército Peruano para eliminar la asfixiante influencia colombiana y también para volver a incluir dentro del territorio nacional a Bolivia, separada por Bolívar para satisfacer su egolatría y perpetuar su nombre.

También pretendía Perú, dejar a la ciudad de Guayaquil que se exprese libremente si quería pertenecer a la Gran Colombia o al Perú.

En junio de 1827 fue proclamado presidente del Perú el general José de La Mar.

La Mar organizó dos ejércitos, uno acantonado en el sur del país con 5 mil hombres al mando de Agustín Gamarra y otro en el norte con 5 mil soldados.

Las negociaciones diplomáticas con Bolívar fracasaron, y en julio de 1828 comenzó oficialmente la guerra. 

El 28 de noviembre de 1828 La Mar penetró en territorio grancolombiano y ocupó Loja y prácticamente todo el departamento de Azuay gracias al aporte de 3 mil 700 refuerzos traídos por Gamarra.

La Mar ocupó también Guayaquil tras haber sido rechazadas sus tropas en primera instancia por el general grancolombiano Juan Illingworth Hunt el 23 de diciembre de 1828, el cual decide posteriormente evacuar la ciudad en vista de que se encontraba en inferioridad numérica y además por el hostigamiento por parte de los cañones de los barcos de guerra peruanos que bloqueaban Guayaquil, a la espera de refuerzos. 

Gracias al trabajo de la Marina de Guerra del Perú, el 19 de enero de 1829 se firma la capitulación de la ciudad de Guayaquil siendo está ocupada por tropas peruanas. 

Ante la situación, Antonio José de Sucre, entonces ya de vuelta a Quito tras ser expulsado por los bolivianos y Juan José Flores, gobernador del departamento del Ecuador, concentraron el ejército grancolombiano cerca de Cuenca para presionar a las tropas peruanas, que el 10 de febrero la habían ocupado.

El 4 de febrero fue atacada por primera vez la vanguardia del ejército peruano por tropas a cargo del general Luis Urdaneta, comisionado por Juan José Flores para atacar los puntos de avanzada en Paquichapa, siendo estos perseguidos hasta Saraguro, donde la vanguardia grancolombiana compuesta por Granaderos del Cauca, llegados de Guayaquil y 20 hombres del Yaguachi apoyados por la compañía "Caracas" derrotaron y dispersaron a un destacamento peruano compuesto por 1 mil 300 soldados que había quedado de guarnición, siendo confiscada gran cantidad de armamento. 

El día 27 de febrero el ejército peruano pasó a Yunguilla. El cuartel general lo establecieron en Surupali. Continuó avanzando hasta la localidad de Lentag a 4 leguas (20 km) de Girón y llegó a San Fernando. 

Sucre mientras tanto se movió hacia la explanada de Tarqui, ubicando a la infantería en Narancay y a la caballería en Guagua-Tarqui a donde llegó el 18 manteniéndose en esa posición hasta el 26 de febrero. 

En esos días, Raulet retornó de su incursión en Cuenca y llegaron 700 de los dispersos peruanos de Saraguro. Con eso, las pérdidas en efectivos de esa acción, quedaron reducidos a una suma sin mayor significación. 

El día 22 se dispuso una incursión sobre Girón y a continuación se ordenó que la División Norte al mando del general argentino José María Plaza hiciera lo mismo. Tanto Plaza como el general argentino Mariano Necochea al frente de los Húsares de Junín, se opusieron a esta orden, porque ponía a los 900 hombres más cerca de Sucre que del resto de los peruanos. Se le ofreció a Plaza que de inmediato le seguiría el resto del ejército. 

El general al partir dijo: “si no se tratase de mi honor, pediría licencia.“. El ejército sólo llegó a Girón el 26, dos días más tarde, y se dio a Plaza una nueva orden de avanzar hasta el ejército peruano. 

Todo el ejército grancolombiano estaba en la planicie norte, muy cerca de Plaza. El general Plaza consciente de la imprudencia de esta acción, protestó, pero sintiéndose comprometido en su honor, obedeció como buen militar. Al llegar de noche al sitio de su destino, distribuyó como mejor pudo a su tropa. Ya entrada la noche llegó Raulet con un contingente. Sería el gran sacrificado. El 24, Sucre se enteró que una columna con dos batallones se encontraban en o cerca de Girón, pero pensando que sería solo un escuadrón de reconocimiento no avanzó sobre el grupo peruano. 

Sin embargo, ya el 25 junto con el general Flores, se entera que el grupo seguía en Girón separado del resto de sus efectivos en San Fernando, por lo que el día 26 decide atacarlos. Las tropas de Sucre se pusieron en marcha a las tres de la tarde con tres mil seiscientos hombres de combate. Al comenzar la marcha, sobrevino una fuerte lluvia, que apenas permitió llegar a las tropas a Tarqui a las 7 de la noche. 

Ya en el lugar, se enteró que el general Plaza estaba en el Portete de Tarqui, a tres leguas (15 km), y que el resto del ejército peruano llegaría aquella tarde a Girón. 

La mañana del día 27 de febrero, y después de una larga marcha que duró toda la noche anterior, Sucre consiguió situar la 1.ª División colombiana de 1500 hombres de infantería y 100 caballos compuesta por tres batallones y un escuadrón al norte de la llanura de Tarqui en posición ventajosa, mientras esperaba la llegada de la 2.ª División.

Mientras tanto en cumplimiento de las órdenes de La Mar la vanguardia peruana formada por la División del general José María Plaza compuesta por 900 infantes avanzaba sobre el Portete, siendo ésta completamente derrotada por los hombres a la cabeza del Mariscal Sucre, atacando sucesivamente al grueso del ejército peruano que acudió en ayuda al mando de La Mar y Gamarra.

La batalla se inició cuando una avanzada peruana de reconocimiento al mando del capitán Uria tropezó con una grancolombiana al mando del capitán Piedrahita trabándose un sangriento combate que comprometió al escuadrón de caballería Cedeño, comandado por el coronel venezolano José María Camacaro y al resto de la División peruana de Plaza. Los batallones el británico Rifles, Yaguachi y Caracas avanzaron en apoyo del "Cedeño" y se encontraron con el batallón Quito. 

El general Flores, mientras tanto, consiguió superar los bosques que le separaban del enemigo, y organizar un ataque conjunto de los diversos batallones. Viéndose superado en número y con las municiones agotadas el general Plaza ordenó el repliegue en busca del grueso del ejército peruano encargando proteger la retirada al Coronel Quiroz siendo en todo momento acosado por la infantería y caballería grancolombiana. 

Cuando a las 7 de la mañana el resto del ejército peruano comandado por La Mar arribó al campo ya la División de Plaza había sido casi batida y el ejército grancolombiano ocupaba su posición. 

Viendo que el Portete de Tarqui ya había sido tomado por el ejército grancolombiano el general La Mar dispuso el repliegue estratégico del ejército hacia Girón. 

Mientras tanto la caballería grancolombiana, bajo el mando del coronel Daniel Florencio O'Leary (británico), intentaba cortar el repliegue de la infantería peruana, el general argentino Mariano Necochea al frente de los Húsares de Junín comandó una carga de caballería que consiguió desbaratar al escuadrón "Cedeño " y detener el avance de la infantería de la Gran Colombia, compuesta por unas compañías de cazadores, protegiendo el repliegue de la infantería peruana. 

Fue en esta batalla cuando se produjo el célebre duelo a lanza entre el teniente coronel del Ejército peruano Domingo Nieto jefe del primer escuadrón de Húsares de Junín y el coronel venezolano José María Camacaro 1.ª Lanza de la caballería de la Gran Colombia al mando del escuadrón "Cedeño". Camacaro envió un parlamentario con señal blanca para que, a su nombre, haga un desafío, a fin de '"que ahorrasen la sangre de sus regimientos y que él se batiría con cualquiera que le conteste el duelo y el que ganara se quedaba con la victoria"'. Triunfó Nieto, Camacaro fue muerto de un lanzazo y las armas peruanas se quedaron con la victoria. 

Al ver a su jefe muerto los soldados grancolombianos no aceptaron la afrenta y atacaron a los "Húsares de Junín", pero éstos lograron detenerlos y acuchillaron a casi todo el escuadrón "Cedeño" reduciéndolo a 6 ó 7 hombres aproximadamente, consiguiendo los "Húsares de Junín", con su acción, impedir que las armas de la Gran Colombia obtengan una victoria total sobre las armas peruanas. 

El ejército grancolombiano consideró prudente conservar su posición mientras que el peruano logró replegarse en orden y formar sus divisiones en la llanura con su caballería y artillería a la salida del desfiladero, en espera de un nuevo enfrentamiento con el ejército de la Gran Colombia. 

El fracaso de esta última ofensiva, por parte del ejército de la Gran Colombia, y el repliegue estratégico peruano sellaron el resultado de la batalla. Sucre no satisfecho con este resultado envía a un oficial de Estado Mayor, con el objeto de negociar con La Mar siendo esto aceptado y el 1 de marzo en el campo de Girón se firma el Convenio de Girón que es ratificado por los generales Flores y O' Leary, por parte de la Gran Colombia y Gamarra y Orbegoso, por parte del Perú.

La reducida victoria grancolombiana sobre la División peruana del general Plaza (compuesta por los Batallones de Infantería "Ayacucho" y "Callao") se debió en buena parte a la estrechez del lugar, a lo ventajoso de la posición que las tropas de Sucre ocupaban, lo precipitado del combate que presentó a las divisiones peruanas la dificultad de desplegarse en orden de batalla y al enfrentamiento por separado contra la vanguardia del ejército peruano. 

Las bajas en el ejército grancolombiano fueron 800 mientras que en el ejército peruano llegaron a cerca de 1,200 entre muertos y heridos

El 10 de julio de 1829 se firmó el armisticio de Piura, el cual fue ratificado por Simón Bolívar. 

El 15 las tropas peruanas procedieron a evacuar Guayaquil.

Como resultado de la batalla se firma el Convenio de Girón. Las fuerzas peruanas se habrían de retirar de la provincia del Azuay y abandonar todas las plazas ocupadas. Si bien las fuerzas peruanas se retiraron La Mar se negó a entregar Guayaquil y, de hecho, se preparaba para iniciar una nueva ofensiva. 

Durante cinco meses la guerra se estabilizó pues la Marina de Guerra del Perú aún continuaba dueña del mar y el ejército grancolombiano no se hallaba en condiciones de intentar recuperar Guayaquil. 

Finalmente el mismo Bolívar se había desplazado hacia el sur para dirigir la campaña para recuperar el puerto. 

La guerra acabó inesperadamente con un golpe de estado por parte de Agustín Gamarra y otros jefes peruanos en Lima que derrocó a La Mar. 

El nuevo gobierno de Agustín Gamarra cesó las hostilidades y entregó Guayaquil el 20 de julio. (Datos: Wikipedia) 

martes, 2 de febrero de 2016

Palacio de los Virreyes - Sede del Gobierno del Perú

Palacio de los Virreyes - durante el Virreinato del Perú

La sede del Gobierno del Perú es llamada el Palacio de Pizarro, aludiendo a Francisco Pizarro conquistador del Perú de los incas.

Un nombre más apropiado es el de Palacio de los Virreyes, pues es mayor el tiempo que fue utilizado como sede del Imperio Español en Sudamérica, el que estaba a cargo de los Virreyes en representación del Rey de España.

Actualmente, es la sede central del poder ejecutivo peruano y la residencia oficial del Presidente del Perú.

Comprende un área construida de 19 208 m², y se encuentra ubicado en la Plaza Mayor del centro histórico de Lima, cerca al río Rímac que pasa por la capital peruana.

La fachada del palacio actual es de estilo neobarroco de inspiración francesa, mientras que la fachada lateral, que da a la calle Palacio y donde está la puerta de entrada es de estilo neocolonial (neoplateresca). 

Su primera versión la mandó a construir el fundador español de Lima, Francisco Pizarro, en 1536 sobre territorios que habían sido del curaca Taulichusco.

Durante la época del virreinato fue llamado Palacio del Virrey o Palacio Virreinal ya que, durante esta etapa, fue la residencia de los virreyes del Perú. 

El actual edificio data de 1938 y fue construido durante el segundo gobierno del presidente Óscar R. Benavides.

Es calificado como un monumento histórico y en sus diferentes versiones arquitectónicas ha albergado a huéspedes ciertamente ilustres como Francisco Pizarro y los 57 virreyes del Perú en casi 3 siglos. También, a los numerosos presidentes peruanos por casi 2 siglos, unos elegidos democráticamente y otros que llegaron a él por golpes de Estado como Juan Velasco Alvarado.

El Palacio de los Virreyes es la más destacada sede gubernamental de Latinoamérica.

Por los valiosos tesoros con que contaba ha sido objeto de saqueos durante diferentes etapas de la historia. Primero, por los invasores independentistas del sur y del norte que también destruyeron la capital y luego por las bárbaras hordas invasoras del sur durante la guerra del guano y el salitre de 1879. 

Palacio de los Virreyes - Estado Actual 2016


Palacio de los Virreyes - Etapa Republicana Años 30

Palacio de los Virreyes - Etapa Virreinal

Palacio de los Virreyes - Interior Actual 2016

miércoles, 27 de enero de 2016

Desastre en Lima: Terremoto y Tsunami en el Año 1746

Jose Antonio Manso de Velasco
Conde de Superunda
Virrey del Perú

El gran terremoto y tsunami de Lima y El Callao, ocurrió el 28 de octubre de 1746, focalizado en el mar.

Lima era la capital del Virreinato del Perú y gobernaba por el Imperio Español, el virrey José Antonio Manso de Velasco. 

Este terremoto, es considerado el mayor ocurrido en Lima y el segundo en la historia del Perú después del ocurrido en Arica en 1868. 

El viernes 28 de octubre de 1746, a las 10:30 de la noche, los habitantes de Lima y El Callao, fueron sorprendidos por violentas sacudidas de la tierra que obligaron a todos a salir de sus casas y buscar lugares abiertos. 

La confusión y el espanto cundieron por toda la ciudad, haciendo que fuese mayor el desconcierto el hecho de que el sismo ocurriera en la noche, cuando en Lima todavía no existía una buena iluminación.

La duración del movimiento fue de tres a cuatro minutos, tiempo más que suficiente para destruir totalmente la ciudad. El terremoto debió ser de magnitud 9,0.

En esa época, Lima tenía alrededor de 60 mil habitantes y contaba con 3 mil casas, repartidas en 150 manzanas.

Cayeron las casas y las partes altas de templos, conventos, mansiones y diversas construcciones; culminado el sismo nubes de polvo impedían ver la ciudad.

La mayoría, para no quedar sepultados entre las ruinas, así como para hallar amparo en compañía de otras personas, se refugiaron en la plaza mayor y otros se retiraron al fondo de sus huertas, de modo que en las casas que aún permanecían en pie o en escombros reinaba un gran silencio.

En medio de tan grande confusión y sucediéndose réplicas, aunque ya no con tanta violencia, no se hizo posible acudir al auxilio de los heridos y de los que gemían sepultados bajo las ruinas. Algunos fueron extraídos de entre los escombros después de haber pasado uno y aun dos días sepultados. Pocos pudieron conservar en aquellos instantes bastante serenidad de ánimo para acudir al socorro de los demás. 

La procesión del Señor de los Milagros se realizó por primera vez después del devastador terremoto de 1687, cuando el muro otra vez se mantuvo en pie. Se hizo una réplica en lienzo que salió en procesión desde el humilde barrio de Pachacamilla -hoy distrito del Rímac- hasta la Plaza Mayor y las principales calles de la ciudad, y los Barrios Altos. 

Amaneció el día sábado 29 de octubre y los ojos de los sobrevivientes contemplaron con espanto la ciudad en ruinas. De las tres mil casas que componían las ciento cincuenta islas o manzanas que se ubicaban dentro de las murallas de Lima, apenas veinticinco se mantuvieron en pie. Las calles se veían obstruidas por los escombros y el interior de los edificios ofrecía un aspecto desolador. 

Las torres de la Catedral se desplomaron y cayeron sobre las bóvedas destruyéndolas. Otro tanto sufrieron las torres de las iglesias de San Agustín, La Merced y San Pablo de la Compañía. Prácticamente todas las iglesias, conventos, monasterios, capillas y hospitales, sufrieron más o menos iguales destrozos. 

El arco magnífico que estaba a la entrada del Puente de Piedra, coronado por la estatua ecuestre del rey Felipe V (cuya muerte, acaecida el 9 de julio de ese año, se ignoraba todavía en el Perú), se vino al suelo.

En el palacio virreinal, no quedó un lugar habitable y el virrey hubo de acomodarse en una barraca de tablas y lona.

Desde las primeras horas del día comenzaron a circular voces sobre la destrucción de El Callao y el virrey envió al puerto a algunos soldados de caballería, a fin de cerciorarse del hecho. 

Estos trajeron la confirmación del desastre y a poco ya toda la ciudad lo sabía, pues a ella llegaron también sobrevivientes de la embestida del mar. 

Lo que contaron dichos sobrevivientes fue algo horrendo, con ribetes apocalípticos. Media hora después del terremoto se había entumecido el mar y elevado a enorme altura, y con horrible estruendo se había precipitado por dos veces sobre la tierra, inundando y destruyendo todo lo que encontró a su paso. 

Del antiguo puerto sólo quedaron unos cuantos restos de la muralla y parte de las paredes de algunos edificios. 

El Marqués de Obando, Jefe de la Escuadra y General de la Mar del Sur, dijo que los cuatro mayores navíos que había en el puerto, arrancando sus anclas fueron lanzados por encima del presidio y fueron a varar uno dentro de la plaza, el otro, cargado de trigo, a escasa distancia del anterior y los otros dos hacia el sudeste, como a distancia de tiro de cañón de los baluartes del Real Felipe. 

El número de los que perecieron en el puerto se calcula entre 4 a 5 mil, prácticamente toda la población; sólo se salvaron 200 personas. 

El mar se retiró, pero no volvió a su límite antiguo, quedando parte del puerto sumergido. 

El reporte oficial estableció en más de 10 mil los fallecidos en Lima, Callao y villas adyacentes, afectados por la destrucción.

En el Callao, según el Marqués de Obando, era horrendo el espectáculo de los despojos humanos descubiertos y en las posturas más violentas que se pueda imaginar. Así por el calor propio de la estación como por andar revueltos con los horrores del mar y no ser fácil enterrarlos en el terreno que ocupaban, por ser de cascajo o piedra zahorra e inundables, se generó una fetidez intolerable. 

En cuanto a las edificaciones, Lima sufrió una destrucción total, 25 casas quedaron en pie de las 3 mil que conformaban la ciudad.

Las réplicas del sismo continuaron en forma intermitente hasta las 5:00 a.m. y muchos remezones se sintieron hasta el Cuzco. Desde el 28 de octubre hasta el 10 de noviembre se produjeron 220 réplicas, y hasta el 28 de octubre de 1747 se registraron un total de 568 temblores. 

Tan abatidos se hallaban los ánimos y tan honda impresión había causado la noticia de la ruina del Callao que el día 30, habiendo comenzado a difundirse el rumor de una nueva salida del mar, la gente, presa de pánico, comenzó a huir en bandadas hacia los montes vecinos, sin que en su carrera nadie fuese capaz de detenerlas. 

El virrey, sabiendo que la noticia carecía de fundamento, hubo de montar a caballo a fin de contener a la multitud y desvanecer la falsa noticia.

Hizo lo mismo el Marqués de Obando en compañía de un religioso franciscano y sólo después de mucho trajinar por todas las veredas que salen al campo se logró que volviera la calma.

Debido a la confusión y desorden que reinaba en todas partes, así como por haber abandonado sus casas los dueños, algunos pobladores se entregaron al robo y saqueo. Hubo que recurrir al ejército y el virrey destinó tres patrullas de soldados para que de continuo rondasen toda la ciudad y apresasen a los malhechores. 

En el Callao se hizo más necesaria esta medida por los muchos objetos que iba arrojando el mar a la playa, los que despertaban la codicia de bandidos y simples buscones. Por esta razón hubo de expedirse un decreto ordenando al Tribunal del Consulado que velase por que no se cometiesen robos y recogiese cuanto se hallase a fin de restituirlo a los interesados. Como en toda la extensión de las playas que se suceden desde el Morro Solar hasta La Punta y también por el lado de Bocanegra varaban los restos de la ruina no era fácil evitar la audacia de los merodeadores, pero a fin de reprimirla se publicó un bando amenazando con pena de muerte al que hiciera alguna sustracción y se instalaron dos horcas en la ciudad y otras dos en el Callao.

Gracias a las acertadas medidas adoptadas por el virrey se logró abastecer a la población prontamente, aunque no tan de inmediato que no se dejara sentir la escasez. Se dispuso que de las vecinas provincias se remitiese cuanto antes el trigo almacenado y, convocando a los panaderos, les proporcionó el auxilio necesario, para abastecerlos de harina como de agua, por haberse roto los acueductos y cañerías por los que venía a la ciudad. Encomendó a los alcaldes ordinarios, D. Francisco Carrillo de Córdoba y D. Vicente Lobatón y Azaña la ejecución de estas medidas y de otras con respecto al abastecimiento de carne fresca. 

En cuanto a las epidemias, dice Llano Zapata en su Carta o Diario que hasta mediados de febrero del 1747 habían muerto en la ciudad, víctimas de tabardillo, dolores pleuríticos, disentería y cólicos hepáticos hasta dos mil personas, número excesivamente crecido para la Lima de entonces. 

Durante esos días luctuosos, las rogativas, procesiones de penitencia y públicas manifestaciones de piedad fueron casi ordinarias y los predicadores de uno y otro clero llenaban las calles con sus voces de gemido, excitando a todos al dolor y al arrepentimiento. A su vez, el virrey encomendó a los hermanos de la cofradía de la caridad la tarea de sepultar los cadáveres y de asistir a los muchos enfermos que no bastaban a contener los hospitales, en ruinas la mayor parte de ellos, pues en el de Santa Ana para indios perecieron 60, al caer sobre ellos la pesada techumbre de las salas. 

El clero limeño atribuyó la desgracia a la ira divina desencadenada por una serie de razones, a saber: Las injusticias que se cometían contra los pobres. Las prácticas ilícitas de la codicia y la usura. El torpísimo pecado de la lujuria. La vanidad de las mujeres con sus escandalosos vestidos, en especial los escotes demasiados abiertos.

La fe católica no sufrió merma y más bien se incrementó notablemente la devoción al Señor de los Milagros, venerada imagen que solía ser sacada en procesión en eventos de ese tipo, manifestación admirable de fe colectiva que ha persistido a través de los siglos. 

El Virrey Manso de Velasco desde un principio mostró gran presencia de ánimo y adoptó todas las medidas que pudieran contribuir a parar el desorden y hacer menos grave la desgracia. En los años siguientes, dedicó todos sus esfuerzos a la reedificación de la capital y de su puerto, por lo que se le puede considerar con razón el segundo fundador. 

Por todos estos servicios y por la construcción de la estupenda fortaleza del Callao, que elevó en el terreno que ocuparon las olas en el desborde del mar, recibió del rey Fernando VI con fecha de 8 de febrero de 1748 el título de Conde, con la expresiva denominación de Superunda, “sobre las olas”. 

Tuvieron que reconstruirse la mayoría de templos y conventos; la Catedral de Lima recién comenzó su reconstrucción en 1752.

El terremoto de Lima del año 1746 conmovió a todo el mundo civilizado. Las narraciones que del mismo se publicaron en español fueron traducidas al inglés, italiano y portugués y circularon abundantemente, pues se hicieron varias ediciones. 

El Callao era un emporio del comercio, que fue enteramente destruido y arruinado por las furiosas olas.

"El Camotal" es una zona del mar de muy baja profundidad, frente a Lima y El Callao, es el remanente del antiguo puerto de El Callao, que fue destruido por este terremoto y posterior maremoto en 1746. 

Por "El Camotal" no pueden navegar naves de gran calado sino solamente botes pequeños. Cuando se tiene marea baja, existen referencias de personas que han visto la parte superior de construcciones.

En la parte hundida del continente, también se encontraban importantes tierras de cultivo de la época, de ahí su nombre. (Datos: Wikipedia)

viernes, 22 de enero de 2016

La Casa de Aliaga - 5 siglos en la historia de Lima - La casa más antigua de América


Luego de la fundación de Lima, el 18 de enero de 1535, el capitán Jerónimo de Aliaga y Ramírez, recibió un solar vecino a la casa del conquistador Francisco Pizarro, hoy Palacio de Gobierno. 

Desde entonces y hasta la actualidad, los descendientes del capitán Aliaga han habitando la vivienda, volviéndose así la casa más antigua de las Américas.

17 generaciones de la familia Aliaga, han nacido y han crecido en esta linda mansión del centro de la capital peruana.

Debido a los terremotos y al deterioro propio del tiempo transcurrido, la casa ha sido reconstruida y remodelada en varias ocasiones.

La vivienda de los Aliaga tiene un gran valor histórico y artístico por la belleza de su espacio interior, lo poético y evocador de sus ambientes y la original distribución de estos. 

Caminando por los hermosos salones de esta casa solariega uno puede percibir la historia de la Lima virreinal y republicana. (Datos: casadealiaga.com)

Casa de Aliaga - la más antigua de América - Lima, Perú

Casa de Aliaga - la más antigua de América - Lima, Perú

Casa de Aliaga - la más antigua de América - Lima, Perú

Casa de Aliaga - la más antigua de América - Lima, Perú

Casa de Aliaga - la más antigua de América - Lima, Perú

miércoles, 20 de enero de 2016

Gran Inca Túpac Yupanqui - Mascarón de Proa del Nuevo Buque Escuela Peruano a Vela Unión

Buque Escuela Peruano a Vela B.A.P. Unión
Inca Túpac Yupanqui es el Mascarón de Proa

La Marina de Guerra del Perú está en vísperas de recibir su nuevo y primer buque escuela a vela denominado Unión.

El B.A.P. Unión será el más grande y avanzado en su clase de los existentes en Latinoamérica y ha sido construido por los propios peruanos en el SIMA, prestigiado astillero localizado en el puerto de El Callao.

Esta nave de instrucción llevará como mascarón de proa la figura del gran inca explorador y conquistador, Túpac Yupanqui.

Túpac Yupanqui además de conquistar los territorios que conformaron el Imperio Inca, salió por el Océano Pacífico con una gran flota, con la que visitó y conquistó muchas islas de la Polinesia, llegando incluso a la Isla de Pascua o Rapa Nui, donde existen aún rastros de su presencia.

El precioso mascarón ha sido realizado por la escultora Pilar Martinez Woodman quién describe su obra: “la escultura es de bronce y pesa más de una tonelada. Está trabajada bajo una técnica de patinado con cera de abeja. Es el resultado de la cooperación entre historiadores, antropólogos y escultores. Definitivamente, teníamos que saber quién era el Inca. Y lo que descubrimos es que fue un grande. Un explorador, un conquistador, un navegante como ninguno”.

Agrega Pilar Martinez, “Su espíritu está ahí, intacto, pero los tiempos cambian. Ya no estamos para más derramamiento de sangre. Túpac Yupanqui en sus viajes por los diferentes países, llevará paz”.

Afirmó también “he llegado a enamorarme de él, por su historia, por lo mucho que tenemos en común”.

Refiriéndose a su obra “A parte de que su indumentaria es tal y como nos narra el cronista Guamán Poma”.

En el mascarón se ha agregado simbología moche, ichma, nasca y de otras culturas preincas. También se resalta la presencia del dios Inti (Padre Sol), sobre el personaje principal. El dios muestra siete rayos. A los pies de Túpac Yupanqui se ha colocado la famosa piedra de los 12 ángulos. El inca luce una capa que se asemeja a las alas de los ángeles, lo que le da un toque místico. En su mano izquierda lleva un escudo y su brazo derecho está en alto en señal de poder, mientras que su mirada escudriña el horizonte. Sus ojos imponen respeto, entonces, solo queda admirarlo, quedarse atónito, guardar silencio.

El mascarón tiene un tamaño de 4.20 metros (desde el sol hasta la piedra de los 12 ángulos), similar dimensión presentan cada uno de los lados de su capa (babor-estribor) 

El buque escuela a vela Unión será entregado a la Marina de Guerra del Perú el 27 de enero del 2016. Hasta junio 2016 estará en etapa de prueba. Luego, iniciará su travesía por diversos puertos del mundo como buque escuela y también como vitrina de exhibición de lo mejor de la cultura e identidad peruana.

Ha sido una acertada decisión de la Marina de Guerra del Perú seleccionar la figura del Gran Inca Túpac Yupanqui haciéndolo parte del buque escuela a vela Unión, el más grande de Latinoamérica. (Datos: diario La República)

Buque Escuela Peruano a Vela B.A.P. Unión
Inca Túpac Yupanqui es el Mascarón de Proa
Instalación


Buque Escuela Peruano a Vela B.A.P. Unión
Inca Túpac Yupanqui es el Mascarón de Proa
Instalación

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