martes, 31 de agosto de 2021

Ministro de Cultura visita y aprueba proyecto de aeropuerto internacional de Chincheros - Cuzco

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Ciro Gálvez


El ministro de Cultura, Ciro Gálvez Herrera, llegó al distrito de Chinchero (Cusco) para conocer la situación del proyecto del aeropuerto internacional que allí se edificará y dialogar con autoridades y representantes de las comunidades indígenas.


Allí pudo conversar directamente con el alcalde de Chinchero, Luis Héctor Cusicuna; el presidente de la Comisión de Cultura y Patrimonio Cultural del Congreso de la República, Alex Flores; la congresista Katy Ugarte, y directivos de las comunidades indígenas del distrito cusqueño.


Antes de iniciar el recorrido, el ministro dijo:


“Cusco es el centro del mundo, por eso se debe mantener la cultura, es el último bastión. Venir al Cusco es un orgullo, un honor; es el ombligo del mundo. Si los cusqueños no van a recuperar nuestra identidad, el Perú no va a tener destino. Acá se debe dar el gran renacimiento del Perú originario; así, todo va a ir bien. Mientras sea ministro, jamás les voy a fallar”


“El aeropuerto está bien, pero se debe mantener el paisaje natural para el turismo vivencial. Que las edificaciones alrededor no rompan la armonía del paisaje. No [hay que] urbanizarlo todo. [Por] el hecho de [man]tener [el] paisaje natural, no se les va a privar de los servicios básicos. Todos los peruanos tenemos derecho al agua y desagüe. El pensamiento de los incas decía que hay que hacer obras, pero sin descuidar el paisaje natural”


Los representantes de la comunidad señalaron su conformidad con la construcción del aeropuerto y el ministro pidió cuidar el paisaje natural.


El ministro de Cultura informó que retornará a la ciudad del Cusco el 2 de setiembre, para participar en un encuentro con las comunidades campesinas, que se desarrollará en la explanada de Sacsayhuamán. (Datos: Agencia Andina)



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jueves, 26 de agosto de 2021

El virrey más virrey del Perú: Melchor de Navarra y Rocafull - Duque de la Palata - 22° Virrey




Precedido de gran renombre y de inmenso prestigio y fortuna, efectuó su entrada en Lima el 20 de noviembre de 1681, siendo recibido por el Cabildo con pompa regia, bajo palio y pisando sobre barras de plata.


Instalado en palacio, desplegó el lujo de un pequeño monarca, implantó la etiqueta y refinamientos de una corte, y pocas veces se le vio en la calle sino en carruaje de seis caballos y con lucida escolta. 


Ningún virrey vino provisto de autorizaciones más amplias para gobernar; pero también ninguno fue más que él sagaz, laborioso, justificado, enérgico y digno del puesto. 


Ninguno -escribe un historiador- habría podido decir con más razón que él a los que trataran de oponérsele en nombre de las leyes divinas y humanas: «Dios está en el cielo, el rey está lejos y yo mando aquí.» 


El duque de la Palata fue en el Perú punto menos que el rey; pero fue punto más que todos los virreyes sus antecesores. 


Sólo él pudo meter en vereda a las Audiencias de Panamá, Quito, Charcas y Chile, reprimiendo sus abusivos procedimientos. 


Los piratas tenían alarmado el país con sus extorsiones y desembarcos en Guayaquil, Paita, Santa, Huaura, Pisco y otros lugares de la costa, y con el continuo apresamiento de naves mercantes que con caudales iban a Panamá o a la feria del Portobelo. El virrey empezó por ahorcar en Lima a cuanto pirata encontró en la cárcel, siendo uno de ellos el célebre Clerk, que por salvar del suplicio se había fingido sacerdote, exhibiendo papeles con los que pretendió probar que se llamaba fray José de Lizárraga. 


En seguida equipó las flotas, que después de diversos combates obligaron a los filibusteros a abandonar el Pacífico. De regreso para el Callao, entró una de las victoriosas flotas en la rada de Paita, y hallándose el almirante de paseo en tierra, estalló la santabárbara de la nave capitana, salvando únicamente dos hombres de los cuatrocientos que la tripulaban. imagen Fue entonces cuando para defensa de Lima, amagada durante todo el siglo XVII por los piratas, se decidió a complacer a los vecinos amurallando la ciudad. En menos de tres años y con un gasto que no llegó a setecientos mil pesos, se levantaron catorce mil varas de gruesos muros con catorce baluartes.


Datan también de esta época la fundación de la casa de Moneda, a la que hicieron mucha oposición los mineros de Potosí; la de los monasterios de Trinitarias y Santa Teresa, y la del beaterio del Patrocinio. 


El de Navarra y Rocafull vino a relevar al virrey arzobispo Liñán Cisneros, quien quiso continuar gozando de las mismas prerrogativas y fueros de virrey, siendo la principal la de usar coche de seis mulas con cocheros descubiertos. Opúsose el de la Palata, y desde entonces anduvo el arzobispo quisquilloso con el nuevo gobernante. Este dictó en 20 de febrero de 1684 unas sabias y justísimas ordenanzas poniendo las peras a cuarto a los curas explotadores de los infelices indios. El arzobispo clamoreó en el púlpito contra las ordenanzas, empleando lenguaje virulento; mas el duque resolvió que, mientras el venerable predicador no diese satisfacción, no asistieran tribunales y corporaciones a fiestas de catedral. Aunque los canónigos fueron a palacio a dar explicaciones al virrey, éste no aceptó excusas, y el día de la fiesta de San Fernando se marchó al Callao. El entredicho entre el jefe civil y el eclesiástico produjo gran escándalo; y arrepentido el bilioso arzobispo puso fin a él, saliendo en su coche a recibir al virrey cuando éste regresaba del Callao. La reconciliación por parte del Sr. Liñán y Cisneros no fue sincera; pues dos años más tarde volvió a predicar presentando al virrey como enemigo de la Iglesia y como hombre que, con su ordenanza en daño de la bolsa de los curas, atraía sobre Lima el castigo del cielo. 


Desde enero de 1687 frecuentes temblores tenían acongojados a los habitantes de Lima; pero en la madrugada del 20 de octubre hubo uno tan violento que derrumbó muchas casas y los vecinos corrieron a refugiarse en las plazas y templos. A las seis de la mañana se repitió el sacudimiento, que fue ya un verdadero terremoto, pues vinieron al suelo los edificios que habían resistido al primer temblor. Juan de Caviedes, el gran poeta limeño de ese siglo, nos pinta así los horrores de este cataclismo, de que fue testigo:


 «¿Qué se hicieron, Lima ilustre, tus fuertes arquitecturas de templos, casas y torres como la fama divulga? No quedó templo que al suelo no bajase, ni escultura sagrada de quien no fueran los techos violentas urnas». 


Entre otras, la torre de Santo Domingo se desplomó, matando mucha gente. Todo era confusión y pánico, y sólo el virrey tenía serenidad de espíritu para tomar acertadas providencias en medio de la general tribulación. 


El 15 de agosto de 1689 fue el duque de la Palata relevado con el conde de la Monclova. Permaneció un año más en Lima, atendiendo a su juicio de residencia, y terminado éste se embarcó para España. Al llegar a Portobelo se sintió atacado de fiebre amarilla y murió el 13 de abril de 1690. (Partes de texto  de Ricardo Palma)

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jueves, 12 de agosto de 2021

La Cantuta es la flor que siempre ha representado al Perú

 

La Cantuta - Cantua buxifolia, fue la flor del Imperio Cuzqueño o de los Incas


Continuó siendo la flor del Virreinato del Perú


Y actualmente es la Flor de la República del Perú











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miércoles, 4 de agosto de 2021

Unión de familias de nobles españoles y cuzqueños - El mestizaje al más alto nivel - Siglos XVI y XVII

 


Esta compleja invención iconográfica, ideada por los jesuitas del Cuzco, pone en escena dos uniones matrimoniales que enlazaron la descendencia real incaica con la de dos de los patriarcas de la Compañía de Jesús. 


La primera boda, efectuada en 1572, unió al capitán español Martín García de Loyola –sobrino nieto de san Ignacio y vencedor de Túpac Amaru I, el último inca rebelde y a quien un doctrinero jesuita convirtió antes de su ejecución– con la ñusta o princesa imperial Beatriz Clara Coya, hija de Sayri Túpac, hermano del monarca derrotado. 


El segundo matrimonio –celebrado en Madrid el año 1611– corresponde al de la hija mestiza de ambos, Ana María Lorenza de Loyola Coya, con Juan Enríquez de Borja, nieto de san Francisco de Borja. 


Entre uno y otro acontecimiento mediaron casi cuarenta años, además de una enorme distancia geográfica, pero aquí son representados simultáneamente.


En efecto, los santos Loyola y Borja presiden la doble boda, iluminados por un radiante sol de justicia que encierra el monograma de Jesús, emblemático de la orden. Su presencia refuerza el tono de solemnidad teatral que emana del lienzo, sin duda inspirado por la retórica protocolar de las cortes barrocas. A su vez, el fondo escenográfico sitúa en pie de igualdad al Cuzco y a Madrid, para sugerir una ideal paridad jurídica entre el espacio virreinal andino y los reinos peninsulares. Toda señal de violencia es eludida en esta idílica ceremonia conjunta, que presenta al Perú como un territorio plenamente incorporado a la estructura imperial, en el que las “repúblicas” de indios y de españoles habrían sellado un pacto político de convivencia armónica, bajo la influyente tutela espiritual de la Compañía.


La composición se plasmó por primera vez durante el último cuarto del siglo XVII, en un lienzo de grandes dimensiones destinado al sotacoro del templo de la Compañía en la antigua capital incaica. Posteriormente, aquella obra sería reelaborada en más de una ocasión, para enviarse a otros establecimientos religiosos del virreinato. 


Esta versión, conservada en el Museo Pedro de Osma, data de 1718 y se hace eco del clima ideológico imperante bajo el “renacimiento inca”, fenómeno cultural de grandes repercusiones, impulsado por los nobles indígenas con el apoyo de ciertos sectores del clero y la aristocracia criolla.


Todo indica que esta obra perteneció a un miembro de la descendencia real incaica, y que fue encargada como parte de la decoración de su casa familiar. Se adoptó para ello un formato menor que el original, además de recurrir a las suntuosas aplicaciones sobredoradas propias de la pintura andina del periodo. El comitente proclamaba de este modo su linaje, al tiempo que ponía en evidencia su fidelidad al cristianismo universal enarbolado por los jesuitas, en cuyos colegios se educaba la élite nativa. Aunque era una orden relativamente nueva, que no tuvo intervención directa en la conquista, la Compañía dejaba entrever así su protagonismo en la evangelización definitiva del país, así como sus estrechos vínculos con el pasado imperial peruano.


Pintor Anónimo

Escuela Cusqueña 1718

Museo Pedro de Osma

Barranco, Lima - Perú


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domingo, 1 de agosto de 2021

Una gran suerte no haber vivido en época de pandemia en el Imperio Cuzqueño o de los Incas



Muchas pandemias como la Covid-19 ocurrieron en tiempos pasados, durante el  Imperio de los Incas. En todos los casos el tiránico inca aplicaba un cruel tratamiento.


Trasladémonos a la época  y pensemos que somos uno de pobladores que vivimos allí con nuestra familia, esto podría haber ocurrido:


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Llega un chasqui que nos trae una orden real cuyo contenido es el siguiente:


"Orden Real  100 


 

Cuzco, 13 de julio de 1501 



 

Orden del Inca Huayna Cápac a todo el Tawantinsuyo

 


 

En vista de la elevada cantidad de enfermos y muertos en los 4 suyos de mi imperio, producto del enfado de nuestro dios Wiracocha por el mal comportamiento de ustedes mis súbditos, decreto: 


 

1. Cada pueblo deberá seleccionar y traer al Cuzco al 20 % de los mejores niños y niñas. El plazo para hacerlo es de 30 días.

 

 

2. Los niños seleccionados tendrán el privilegio de ser sacrificados para aplacar la ira de nuestro dios Wiracocha. Ellos portarán al más allá nuestras disculpas y arrepentimiento por nuestros pecados. 


 

3. Los pueblos que no cumplan con esta orden serán convertidos en mitimaes y erradicados para fundar pueblos incas en el extremo sur del Collasuyo. 


 

4. Con la sangre de nuestros niños y niñas nuestro dios se sentirá satisfecho y nos librará de los males que nos afectan

 

 

ASÍ LO ORDENO

 

 

INCA HUAYNA CAPAC 




No hay más remedio, tengo que cumplir. En medio del llanto y desesperación de todos, selecciono a los mejores de nuestros hijos menores, y luego los entrego al curaca quien reunirá a niñas y niños de todo el pueblo y los llevará en grupo al Cuzco para entregarlos al inca.


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Con la llegada de los españoles, y la introducción del cristianismo, desaparecieron los dioses inexistentes como Wiracocha, y las crueles e inútiles prácticas de sacrificio humano para aplacar sus iras.


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UN SOBREVUELO FANTASTICO SOBRE TODAS LAS EPOCAS DE PERU



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