jueves, 31 de agosto de 2017

Imperio Inca: Pachacutec - 9° Inca del Perú

Pachacutec
9° Inca del Perú

El Inca Pachacútec, hijo del Inca Wiracocha, fue el noveno gobernante del gran Imperio Inca que dominó Sudamérica.

Aunque no había sido designado como sucesor por su padre Wiracocha, dirigió una defensa militar ante el belicoso ejército chanca mientras que éste y su hijo Inca Urco habían huido para protegerse.

La victoria sobre los chancas, hizo que Wiracocha lo reconociera como su sucesor alrededor del 1438. 

Como parte de su visión de estadista y caudillo guerrero conquistó muchas etnias y estados, destacando su conquista del Collao que acrecentó el prestigio de los incas y particularmente de Pachacútec, quien por la notable expansión de sus dominios fue considerado un excepcional líder, dando vida a historias épicas e himnos gloriosos en tributo a sus hazañas.

Mientras aún vivía, su hijo y sucesor Túpac Yupanqui derrotó al señorío Chimú y continuó con la expansión del Tahuantinsuyo. 

Además de conquistador, guerrero y emperador, diversas crónicas afirman que fue también un gran administrador, planificador, filósofo, observador de la psicología humana y muy carismático.

Algo importante, Pachacútec es el primer inca del cual se encuentran referencias históricas que corroboran su existencia, por lo que es reconocido como el "primer inca histórico".

La relevancia de su figura y legado, así como el de su denominación, lleva a pensar a varios estudiosos que tiene una importancia mucho mayor que la de solo un personaje, llegando a representar el inicio de toda una época de transición y reestructuración para la sociedad inca, etapa de cambios que continuaría posterior a su muerte en 1471, por su hijo Túpac Yupanqui y su nieto Huayna Cápac.

El historiador británico Sir Clement Markham, dijo de Pachacutec: 

"Él más grande hombre que la raza aborigen de América haya producido"

Otros historiadores y cronistas comparan la figura de Pachacutec con la de Carlomagno en Europa, haciendo referencia a la expansión del Estado Inca y la consolidación del imperio que logró; e incluso a la de Solón, recalcando los dotes de legislador y estadista que se cuenta tuvo Pachacútec, dijeron de él: 

"Con sus medidas dio unidad geográfica e idiomática, iniciando la uniformidad que permitió más tarde la formación del Perú actual".

Según la información recogida por varios cronistas, los historiadores aceptan comúnmente que el gobierno de Pachacútec se inició alrededor del año 1438 y terminó con su muerte alrededor del año 1471.

Realizó varias expediciones conquistadoras ya dominados los curacas vecinos. Pachacútec decidió organizar una expedición hacia los antiguos territorios chancas. Al mando de más de 40 mil hombres, transportado en andas, el Inca se dirigió hacia el río Apurímac. Al llegar a Curahuasi, a 26 leguas del Cuzco, entregó una palla del Cuzco al jefe chanca Túpac Uasco. Con este acto Pachacútec logró la adhesión del sinchi. La expedición continuó hacia Andahuaylas, donde, tras una reunión del consejo de orejones, se resolvió avanzar hacia el territorio de los soras. La resistencia ofrecida por los sinchis Guacralla, de Soras, y Puxayco, de Chalco, fue desbaratada con facilidad. Los soras y rucanas huyeron hacia las proximidades del río Vilcas y se refugiaron en un peñón. Después de permanecer algún tiempo en Soras, el Inca levantó su cuartel general y se desplazó hacia Huamanga, conquistando todos los pueblos visitados en el trayecto. 

El siguiente objetivo fue Vilcashuamán, un centro importante de la región; cuando llegó a este lugar, Pachacútec mandó construir un Templo del Sol y varias edificaciones. De esta manera el asentamiento se convirtió en un importante centro administrativo. Una vez dominada toda la región de los chancas y sus confederados, se emprendió el regreso a tierras cusqueñas. 

Pasaron aproximadamente diez años después de la coronación de Pachacútec, cuando murió en su residencia de Calca el viejo Inca Huiracocha. En honor a su rango, Pachacútec organizó un solemne entierro. El cuerpo del Inca difunto fue paseado en andas por el Cuzco portando sus armas e insignias reales. El cortejo fúnebre se desplazaba acompasado por el lento retumbar de los tambores, cuyo sonido marcaba el paso de decenas de guerreros. 

Al poco tiempo, Pachacútec reinició su campaña militar expansionista, enviando un grupo de soldados al mando de Apo Conde Mayta hacia la frontera con los collas, poderoso grupo que tenía como señor a Chuchi Cápac, también conocido como el Colla Cápac. No tardó Pachacútec en unirse a estas tropas de avanzada, ingresando en tierras enemigas hasta llegar al pie del Vilcanota. Enterado el Colla Cápac de la incursión inca en sus territorios, se dirigió con sus ejércitos al pueblo de Ayaviri para esperarlos. Al llegar Pachacútec a esta localidad pudo comprobar que no se produciría un sometimiento pacífico, por lo que se entabló una larga batalla. A medida que la lucha se prolongaba temiendo ser derrotados, los collas se replegaron hacia Pucará, hasta donde fueron perseguidos por los incas. En Pucará se libró un segundo enfrentamiento del que no solamente salieron victoriosos los cusqueños, sino que lograron tomar prisionero al poderoso Colla Cápac. Una vez asegurado el triunfo, Pachacútec se dirigió a Hatun Colla, morada del curaca derrotado, donde permaneció hasta que todos los pueblos subordinados se acercaron a rendirle obediencia. Tras pequeñas luchas con los pobladores de Juli y los pacasas, Pachacútec consiguió dominar todo el Collao,​ dejando allí guarniciones y un gobernador general. 

Su siguiente destino fue el territorio de Condesuyos: sus conquistas le llevaron por Arequipa y Camaná, y regresó al Cuzco por Chumbivilcas. 

Con posterioridad a la victoria frente a chancas y collas, las obligaciones legislativas de Pachacútec lo retuvieron en el Cuzco, por lo que tuvo que encargar (y no dirigir más) las siguientes expediciones conquistadoras del Imperio Inca, mientras él se encargaba de la remodelación del Cuzco y la consolidación del gobierno imperial. 

La primera de estas expediciones fue encargada a su hermano Cápac Yupanqui hacia territorios del reino Chimú, y las demás a su hijo y sucesor Túpac Yupanqui tanto al norte como al sur del imperio, con estas conquistas el Tahuantinsuyo llegaría cerca su máxima expansión y mejor consolidación.

En Áncash, Cápac Yupanqui, derrotaría en 1465 a los grupos étnicos confederados de huaylas, pincos, piscopampas, huaris y conchucos, no sin antes construir el tambo militar de Maraycalle, luego de que derrotara a la facción sureste (señoríos de Allauca Huari y Pincos) avanzó en dirección norte hacia el río Yanamayo, donde fue atacado y obligado a retroceder a un lugar elevado, eligió las alturas de Yauya por su ubicación estratégica: podía vigilar cualquier avance armado proveniente de los valles de cualquier dirección, comprendió que las huestes del ejército confederado, conformado aún por los señoríos de Icho Huari, Piscopampas, Conchucos y Sihuas no se rendirían, por lo que construyó este tambo militar a 4200 msnm con 29 habitaciones que miden en promedio de 15x11 m. en capacidad de albergar hasta 90 soldados cada uno, por lo que en un momento este complejo pudo albergar a casi 3000 hombres bien alimentados y resguardados. Desde este punto dirigió los asedios a todas los centros poblados de la región. Los confederados tuvieron ventajas sobre los cusqueños debido a la ubicación elevada de sus fortalezas que las hacían inexpugnables, luego de medio año de batallas lograron derrotar a los rebeldes. Dos de esos caciques rebeldes, pertenecientes a la región Icho Huari del Señorío de Huari, legaron sus nombres a los lugares que defendieron hasta la muerte: Kátin y Riway, cuya gesta todavía es recordada por los pobladores chacasinos. 

Por otro lado, al encargar las expediciones conquistadoras a su hijo y sucesor Túpac Yupanqui, Pachacútec se encargó y continuó con las remodelaciones de la capital del imperio: la ciudad del Cuzco. Al haber aumentado la población de la capital las demandas de viviendas, alimentos y necesidades primarias también aumentaron, por lo cual Pachacútec emprendió una serie de obras constructivas y agrícolas: la formación de nuevos barrios, su distribución en solares y el levantamiento de nuevas plazas y "canchas"; el Sapa Inca hizo despoblar varias áreas alrededor del Cuzco para que sean utilizadas como sementeras, reubicando a sus ocupantes en zonas con clima similar. Del mismo modo, se intensificó la producción agrícola gracias a la creación de canales en la ciudad del Cuzco, a la mejor distribución de aguas, a los nuevos sistemas de almacenamiento y construcción de andenes.

Puede considerarse su primera gran obra arquitectónica la reedificación del "Templo del Sol" o "Inticancha", la edificación humilde de sus antepasados se transformó en un templo repleto de riquezas, se refaccionó la estructura con bloques líticos obtenidos desde las canteras de Salu, a cinco leguas del Cuzco; por toda la nueva suntuosidad del palacio pasó a ser conocido como "Coricancha" (Templo de oro). "Y visto por él (Pachacútec) el sitio donde a él mejor le pareció que la casa debía se edificada, mandó que allí fuese traído un cordel, y siéndole traído, levantáronse del lugar donde estaban él y los suyos, y siendo ya en el sitio donde había de ser la casa edificada, él mismo por sus manos con el cordel midió y trazó la Casa del Sol; y habiéndola trazado, partió de allí con los suyos y fue a un pueblo que dicen Sallu, que es casi cinco leguas de esta ciudad, que es donde se sacan las canteras, y midió las piedras para el edificio de esta casa, y así medidas, de los pueblos comarcanos pusieron las piedras que les fue señaladas y las que fueron bastantes para el edificio de esta casa (...) así como el Inca Yupanqui la había trazado e imaginado". Tomado de "Suma y narración de los Incas", cronista Juan de Betanzos. 

Otro de los cambios más importantes realizados por Pachacútec fue la división del creciente imperio en cuatro suyus, teniendo como centro la ciudad del Cuzco (ombligo del mundo); al este el Antisuyu, al oeste el Contisuyu, al norte el Chinchaysuyu y al sur el Collasuyu.  

Pachacútec, no tuvo ninguna duda de que el joven Túpac Yupanqui era el más capacitado de sus hijos para sucederlo en el poder. Murió naturalmente en pleno apogeo del imperio, fue reconocido y valorado como el más grande Inca por sus contribuciones a la expansión y consolidación del naciente Imperio inca. Su momia fue llevada en su tiana o asiento, cargada por los grandes señores hasta la plaza Aucaypata, donde se le rindió homenaje. Las exequias reales se iniciaron con el encuentro entre las momias de Pachacútec y Huiracocha Inca, su padre. El fallecido soberano fue vestido con suntuosas mantas y adornos de oro y plata, además de un tocado de plumas y un escudo de armas. Finalmente su momia fue colocada en el centro de Tococache (actual barrio de San Blas, en Cuzco) en un templo dedicado al trueno que él mismo mandó a edificar. 

La sucesión en el mando del Imperio inca, fue asumida por su hijo, Túpac Inca Yupanqui, con quien había co-gobernado durante los últimos años y quien había demostrado una gran destreza guerrera y conquistadora en las expediciones que Pachacútec le había encargado tanto hacia el norte como hacia el sur del territorio imperial. De este modo, sin ninguna objeción, Túpac Yupanqui se ceñiría la mascaipacha y asumiría por completo el gobierno del Tahuantinsuyo, tras la muerte y exequias reales de su padre.

Gracias a Pachacútec los dominios del incario dejaron de constituir un simple reino para conformar el Tahuantinsuyo, un Estado que logró dominar y controlar política, militar y económicamente a otros estados y cacicazgos ubicados en las proximidades de los Andes. Esta transformación devino de las victorias obtenidas ante varios estados que rodeaban inicialmente el reino inca: principalmente la confederación chanca y el señorío de los Ayamarca. 

También se debió a Pachacútec la implantación del sistema de mitmakuna o mitimaes -traslados- en todo el Tahuantinsuyo. Estos eran grupos humanos desplazados por el Estado a cualquier punto conquistado por el incario a fin de cumplir tareas específicas que vertebraran y cohesionaran el imperio. Los mitimaes colonizaban, llevaban consigo las técnicas y modos de producción cusqueños, enseñaban las leyes y costumbres y divulgaban la religión de los incas. También realizaban una labor de control de las poblaciones recién incorporadas al Tahuantinsuyo. Su función era de producir los elementos básicos que cubriesen las necesidades de los súbditos y la de reproducir los rasgos culturales con el objetivo de quechuizar a los recién incorporados.

 Desde el punto de vista de los logros urbanísticos y arquitectónicos, Pachacútec mandó canalizar los ríos Huatanay y Tullumayo, que frecuentemente anegaba la ciudad del Sol, Cuzco. Asimismo reedificó y ornamentó con grandes riquezas el santuario del Inticancha o recinto del Sol, cuyo nombre hizo cambiar por el de Coricancha, que significa "recinto de oro". Restauró el palacio de Pomamarca o Ciudad del Puma, y el de Patallacta, donde falleció, en Carmenca. 

Finalmente, planificó la construcción del templo-fortaleza de Sacsayhuamán, ubicada al norte de la ciudad del Cuzco, la misma que empezó a levantar su hijo Túpac Yupanqui y concluyó su nieto Huayna Cápac, padre de Huáscar y Atahualpa

Algunos historiadores le atribuyen también el arregló del acllahuasi en Cuzco, y la planificación y construcción de la ciudadela de Machu Picchu. (Datos: Wikipedia)

viernes, 11 de agosto de 2017

Guardia de Palacio de Pizarro: Alabarderos Versus Dragones

Alabardero
Escolta de los Gobernantes Peruanos

Los Alabarderos del Virrey del Perú

La Compañía de Alabarderos de la Guardia Real de Infantería del Virrey fue creada por el virrey Antonio de Mendoza, en el siglo XVI, y desde ese siglo tenía como misión el resguardo de la persona del virrey.

Los Alabarderos también cumplía labores de cuidado del orden público e intervendrían contra bandoleros y cimarrones. 

Durante el gobierno del virrey Francisco de Toledo la Guardia Virreinal tenía 50 Arcabuceros y 800 Alabarderos formándose compañías con estos efectivos. Al finalizar el siglo XVI había en Lima ocho compañías de a pie con un efectivo de 880 soldados. Al comenzar el siglo XVII estas compañías fueron disueltas debido a problemas económicos quedando sólo la compañía de Alabarderos, que retomó su función de Guardia Virreinal. 

El uniforme de los Alabarderos del la Guardia del Virrey del Perú ha variado según la época, cuando el virrey Francisco de Toledo llegó a Lima los Alabarderos vestían lujosos uniformes amarillos, negros y rojos​ y en el siglo XVIII vestían casaca azul y falda, chaleco, pantalón corto, medias blancas, zapatos con hebilla, sombrero de tres picos, que cubría la peluca recogida en moño, llamada coleta; además de la alabarda estaban armados con espada. 

Los Alabarderos Reales del Virrey estuvieron presentes durante toda la historia del Virreinato del Perú, alrededor de 3 siglos.


Los Dragones del Actual Presidente del Perú

La Misión Militar Francesa que llegó al Perú en 1896 para reorganizar al Ejército Peruano sugirió el reemplazo del antiguo Escuadrón “Escolta” por uno que emulara al Regimiento de Caballería de la Guardia Republicana Francesa, recomendando que el nuevo Escuadrón “Escolta” sea formado a imagen y semejanza de los Dragones de la Guardia del Ejército Francés.

Recomendó que vistiera un uniforme militar cuyo diseño estaba inspirado en el que usaron los Dragones de la Guardia del Ejército de Francia en la época del II Imperio Francés de Napoleón III.

¿Alabarderos o Dragones?

Perú tiene 4 etapas en su historia: La Etapa Pre Inca, la Etapa Inca, La Etapa del Virreinato, y la Etapa Republicana.

La Etapa del Virreinato, en la cual Lima y el Perú se situó en la cumbre de Sudamérica en todo aspecto, tuvo una duración de alrededor de 3 siglos.

Nos preguntamos ¿Qué hicieron los Dragones de Napoleón III con respecto al Perú, para pasar a cumplir funciones como escolta del Presidente peruano? 

Tendría más lógica que la escolta del presidente peruano esté constituida por un regimiento de alabarderos, con el mismo uniforme que usaron durante los 3 siglos de vigencia del Virreinato.

Simplemente sería el retorno de este prestigiado regimiento que ya sirvió a los gobernantes del Perú, en el mismo lugar, en Lima capital virreinal.

Rendimos homenaje a los santos católicos del Perú que vivieron durante la etapa del virreinato ¿y porqué no podríamos hacerlo con los alabarderos peruanos que realizaron un trabajo leal, eficiente y eficaz? Santos y Alabarderos eran peruanos como lo somos nosotros en la actualidad. (jlhurtadov@gmail.com)


La Resistencia Ancestral Mapuche RAM

Facundo Jones Huala
Lider de la Nación Mapuche o Araucana

En Chile y Argentina, el pueblo mapuche o araucano ha sido siempre marginado y despojado de sus bienes y recursos por colonos inescrupulosos.

Para tratar de recuperar los territorios perdidos en La Patagonia, surgió la Resistencia Ancestral Mapuche - RAM, un grupo guerrillero que opera en Argentina y Chile.

Es una organización separatista, que busca a base de la recuperación de lo que fue el territorio de su nación, distribuido en Argentina y Chile, crear una nación independiente Mapuche o Araucana.


Facundo Jones Huala es el actual líder de la RAM. El está detenido en Esquel, provincia de Chubut. 

En entrevista para el programa de televisión Periodismo Para Todos dijo: 

"Hay cosas que no puedo ocultar, como mi doctrina política e ideológica, apoyamos el uso de la violencia política como un arma de autodefensa. Liberación como la reconstrucción de nuestro mundo, somos el brazo armado del movimiento mapuche: usamos molotovs, cuchillos, palos, más que eso, no podemos permitirnos "


Uno de los primeros ataques fue cometido en la Ruta Nacional 40, quemando un camión. El conductor, Luis Rastrelini, comentó que se sorprendió por un improvisado rock roadblock, y luego fue atacado por hombres encapuchados. Ellos llenaron el camión con aceite, y luego lo hicieron explotar con un cóctel molotov. Otro ataque tuvo lugar en Bariloche. Quemaron dos edificios y dejaron pancartas pidiendo la libertad de su líder, Facundo Jones Huala. Esos banderines ofrecieron su insignia, compuesta por un escudo mapuche y un rifle. También atacaron las estancias de la familia Benetton en la provincia de Chubut. El vigilante Evaristo Jones informó que lo atacaron y torturaron, robaron sus armas y quemaron su cobertizo, alegando que no era una acción contra él sino contra los dueños de la estancia. La guerrilla cometió ataques similares contra otros empleados y sus familias, incendió bosques y campos de cultivo, vandalizó los vehículos agrícolas y el servicio eléctrico, y los vehículos en las carreteras cercanas. El policía José Aigo fue asesinado cuando trató de revisar un camión en dirección a Aluminé. 

Las organizaciones chilenas "Frente Patriótico Manuel Rodríguez" y "Ejército Guerrillero de los Pobres" se hicieron eco de ello. Ambas organizaciones son parte de la RAM. 

La RAM bloqueó una carretera cerca de El Maitén, y fueron dispersados ​​por la Gendarmería Nacional argentina. Santiago Maldonado, miembro de esta organización, fue reportado desaparecido después de eso. El grupo realizó entonces su primer ataque en Buenos Aires, vandalizando el edificio de la "Casa de Chubut".

Facundo Jones Huala, el líder de la organización, está actualmente detenido en Argentina y sometido a juicio por cargos de terrorismo. Chile pidió su extradición, para juzgarlo por cargos similares, pero Argentina se ha negado a hacerlo.

La policía argentina ha intentado expulsarlos de las estancias de la familia Benetton, pero hasta ahora no tuvieron éxito. (Datos: Wikipedia)

martes, 8 de agosto de 2017

Virreinato del Perú: García Hurtado de Mendoza - Marqués de Cañete - 8° Virrey del Perú

García Hurtado de Mendoza
8° Virrey del Perú

García Hurtado de Mendoza y Manrique, IV marqués de Cañete (Cuenca, 21 de julio de 1535 - Madrid, 4 de febrero de 1609), fue un militar español, que llegó a ser gobernador de Chile y VIII virrey del Perú.

Fue gobernador de Chile (1556-1561), donde derrotó a Caupolicán (1557) y se encargó de organizar la administración española. 

Durante su etapa como virrey del Perú, apresó a Hawkins (1594) y mejoró las finanzas y la administración.

Fue hijo de Andrés Hurtado de Mendoza, II Marqués de Cañete y Virrey del Perú, y de María Manrique, hija del conde de Osorno.

Pertenecía a una de las más importantes familias de la aristocracia castellan. Sucedió en el marquesado a su hermano Diego Hurtado de Mendoza y Manrique, III marqués de cañete. 

En 1552 fugó de casa, con la intención de servir a su rey Carlos I en una expedición que se preparaba contra Córcega. Demostró gran valor en esta campaña y también en Toscana, cuando esta república quiso desprenderse del dominio español. Se incorporó al ejército imperial en Bruselas, y estuvo junto a Carlos I en su victoria en la Batalla de Renty. 

Al conocer que su padre sería designado Virrey del Perú, volvió a España y le pidió que lo llevase a América. Durante el viaje se encontraba también Jerónimo de Alderete, que había sido designado por el rey como sucesor de Pedro de Valdivia en la gobernación de Chile, pero cuando arribaron a Nombre de Dios en Centroamérica y tuvieron que atravesar el istmo para poder embarcarse en la ciudad de Panamá, Alderete cayó gravemente enfermo de fiebre amarilla y murió el 7 de abril de 1556 en la isla de Taboga, antes de llegar a destino. Con estos acontecimientos y con el poder que tenía su padre como virrey del Perú, convocó a gente proveniente de Chile y viendo que diferían si Villagra o Aguirre calificaban como el sucesor de Valdivia, decidió mantenerse neutral y nombró a su hijo como nuevo Gobernador de Chile.

Su nombramiento agradó a García y se informó de los problemas que existían en Chile, sobre todo el asunto de la rebelión indígena y la disputa grave entre Francisco de Aguirre y Francisco de Villagra por el puesto de gobernador de Chile. Contaba con 21 años de edad y era un joven de demostrada valentía, orgulloso de su linaje e inteligencia, y como contraparte, poseedor de un carácter muy altanero y orgulloso, de accesos violentos, muy cerrado y autoritario, lo que le granjearía ocultos enemigos en su propio círculo. 

Para ello contó con renovados caudales de las arcas del Perú y apertrechó ocho barcos, aquí resulta paradójico que el entusiasmo de ir a Chile tuviera una extraordinaria respuesta en contraste con tiempos pasados, pues se enrolaron 500 personas, una parte se vendría por tierra al mando de Luis de Toledo y Pedro de Castillo; y la otra parte por mar junto al nuevo gobernador. 

El primer grupo salió por tierra en enero de 1557 y el segundo por mar desde El Callao en febrero del mismo año. Junto con García Hurtado de Mendoza iba un séquito de ilustres hombres, entre ellos Alonso de Ercilla y Zúñiga, Francisco de Irarrázaval y Andía, Francisco Pérez de Valenzuela, Hernando de Santillán, jurista y erudito, el fraile dominico Gil González de San Nicolás y el franciscano Juan Gallegos, hombre muy ilustrado. Hicieron escala en Arica el 5 de abril y el 9 se reanudó el viaje al sur. Desembarcó en La Serena el 23 de abril de 1557. Los pobladores de Coquimbo quedaron deslumbrados al ver junto al nuevo gobernador el ejército más grande hasta entonces visto en estos lugares contando con más de 500 hombres, armados con arcabuces y cañones, vestidos con armaduras y penachos de plumas. Desde entonces se les llamó los "emplumados". 

Francisco de Aguirre le recibió muy hospitalariamente en La Serena, pero conociendo el nuevo gobernador los problemas de litigio entre Aguirre y Francisco de Villagra por la gobernación de Chile, no dudó un segundo en tomarlos presos, repitiéndose la misma situación con Villagra que venía llegando a La Serena y los colocó en un barco enviándolos presos a Lima.

Lo más natural y dada la aproximación del invierno era que el gobernador viniese a Santiago, así que el cabildo hizo los preparativos de bienvenida, pero García Hurtado tenía otros planes, decidió seguir por mar a Concepción a pesar de los consejos en contra de quienes ya conocían las inclemencias del tiempo, que hacía el viaje peligroso por esas fechas. En Coquimbo envió la caballería por tierra y el zarpó el 21 de junio de 1557, en pleno invierno. Llegó 8 días después a la bahía de Concepción en medio de un temporal que hacía correr peligro a las embarcaciones y en medio de una torrencial lluvia desembarcaron en la isla de la Quiriquina levantando un campamento provisional. 

Una vez asentado en Concepción, García Hurtado pretendió una política de aparente allegamiento y buena voluntad hacia los indígenas araucanos, quienes aceptaron los regalos del gobernador pero no estaban dispuestos a que sus territorios fueran ocupados por los advenedizos españoles. 

Lincoyán y otros caciques araucanos supieron que la caballería venía por tierra desde Santiago y concibieron un plan que pretendía cortar dichas fuerzas atacándolas en Andalicán, cercano a Concepción. García Hurtado que no era ningún ingenuo, supo del plan indígena y se dio cuenta que dicha conducta más que promover un acercamiento era considerado por los mapuches como signos de debilidad y temor por parte del nuevo gobernador, decidió cambiar entonces radicalmente de actitud con ellos. Se dirigió de inmediato a tierra mapuche, levantando el fuerte San Luis de Toledo con el objeto de abortar esta iniciativa, que fue prontamente atacado por los mapuches que, sin embargo, salieron derrotados, ya que el gobernador logró contrarrestar su número con la fuerza de los cañones y arcabuces. 

Dirigió una nueva campaña en octubre de 1557, con un poderoso ejército de más de 500 hombres y miles de indigenas auxiliares. Ocurrió en esta campaña la Batalla de Lagunillas (7 de noviembre), en donde los españoles salieron vivos debido principalmente a la valentía demostrada por Rodrigo de Quiroga y los demás capitanes. Los mapuches se mostraron desorganizados en el ataque al ser conducidos por varios caciques a la vez y este desorden produjo fallos tácticos que impidieron su victoria. 

Cuenta Alonso de Ercilla, que vino a Chile en el grupo que trajo el gobernador, que los españoles tomaron prisionero en esa batalla al cacique Galvarino, al que le cortaron la mano izquierda. Perdida esa mano sin ninguna mueca de dolor Galvarino coloco la otra, que también se la cortaron. Pidió la muerte, pero los conquistadores lo dejaron ir y se fue el mapuche con los suyos para planear su venganza. Los mapuches convocaron una reunión de caciques y eligieron a Caupolicán. 

Caupolicán, dirigió el 30 de noviembre un nuevo ataque, en la llamada Batalla de Millarapue, en el valle del mismo nombre, que estaba lleno de accidentes que le facilitaban el ataque sorpresa. Esta batalla fue otra derrota de los araucanos, que sufrieron como castigo el ahorcamiento de 30 de ellos, entre los que se incluía Galvarino, que peleó siempre en primera fila. Las penalidades de la lucha empezaron a molestar a los compañeros de García Hurtado de Mendoza, los cuales esperaban obtener riquezas por sus servicios. Para entregárselas, el gobernador dejó vacantes las encomiendas de Concepción, ciudad a la sazón abandonada, entregándosela a sus compañeros. Por este motivo, la ciudad fue refundada por tercera ocasión. Poco después fundó también la ciudad de Cañete de la Frontera, y repuestas sus tropas de las batallas, las dividió nuevamente. 

Caupolicán, instigado por el indio Andresillo, se decidió a atacar el fuerte Tucapel. Lo que no sabía era que Andresillo era un traidor que les contó los pormenores del ataque a los españoles, por lo que los asaltadores se transformaron en asaltados, produciéndose una fuga en que dejaron a muchos heridos y prisioneros, y debilitaron gravemente sus fuerzas. 

La moral de los españoles subió y en un asalto sorpresa al campamento de Caupolicán, lograron darle captura, siendo llevado al fuerte Tucapel. Algunos historiadores dicen que intentó pactar con los españoles, prometiendo convertirse al cristianismo, pero Alonso de Reinoso, el jefe del fuerte, decidió aun así, condenarlo a muerte empalado, es decir, a sentarse en una pica que le destruiría dolorosamente las entrañas. Aquella condena se cumplió y aquel fue el final de Caupolicán. 

Una nueva batalla fue presentada por los indígenas en el fuerte de Quiapo, entre Cañete y Concepción, pero fueron nuevamente rechazados. Confiado en que para apurar la conquista era necesario fundar varios fuertes, fundó uno con el nombre de Los Infantes o San Andrés de Angol, más tarde llamado Los Confines de Angol (actual Angol). 

Tiempo después se enteró de que su padre el virrey había sido reemplazado por el rey, y que su reemplazo ya se encontraba en camino. Para peor, designaron gobernador de Chile a Francisco de Villagra, del que debería esperar las mismas humillaciones que él mismo le hizo sufrir. Por esos motivos decidió abandonar rápidamente Chile, pasando de paso por Santiago, que no había visitado durante toda su gobernación. Allí se enteró de la muerte del sucesor de su padre, por lo que este seguía en el mando. Tal situación le dio más confianza, por lo que se mantuvo un tiempo más en la capital y tuvo oportunidad de entrevistarse en forma caballerosa con Francisco de Villagra acerca del estado en que quedaba la colonia. Villagra no lo humilló como el esperaba, sino que, al contrario, recibió un trato frío pero caballeroso. 

Durante su estancia en Santiago se publicó la tasa de Santillán, que establecía el sistema de mitad para el trabajo indígena, que en vez de echar al trabajo a todos los indios de un repartimiento, se fijaba un turno en el servicio, quedando obligado el cacique de cada tribu a enviar a la faena un hombre de cada seis vasallos para la explotación de las minas, y uno de cada cinco para los trabajos agrícolas. Este trabajador, a quien hasta entonces no se le había pagado salario alguno, debía ser remunerado con la sexta parte del producto de su trabajo, y esta cuota se le debía pagar regularmente al fin de cada mes. Se eximía además del trabajo a las mujeres y hombres menores de 18 años y mayores de 50, y se ordenaba que los indígenas fueran mantenidos por los encomenderos, quienes además debían mantenerlos sanos y evangelizados. 

Una nueva noticia cambiaría su rumbo: su padre acababa de morir. Decidió partir inmediatamente al Perú, designando como gobernador interino a Quiroga, a la espera de Villagra. 

En el Perú se le sometió a Juicio de residencia por todas las arbitrariedades de su gobierno (la entrega de encomiendas, el mal trato a los soldados, etc.). Fue el primer gobernador de Chile cuya actuación fue enjuiciada siguiendo las leyes castellanas. Según el tribunal era culpable de 196 cargos, pero dejaba a cargo de la Real Audiencia de Lima fallar en forma definitiva. Según esa sentencia, García Hurtado debía ser detenido allí, dándole la ciudad por cárcel, hasta que se justificase de todas las acusaciones o pagase las penas pecuniarias a que fuese condenado.

Pero García Hurtado de Mendoza no se hallaba ya en el Perú. Había partido para España a dar cuenta al Rey Felipe II y al Consejo de Indias de sus campañas y de su gobierno en Chile. El prestigio de su familia, la información de sus servicios levantada por la audiencia de Lima y las recomendaciones que comenzaban a llegar de Chile escritas por algunos capitanes que le eran fieles, hicieron que se echasen al olvido las acusaciones de sus enemigos. Además, se presentó prácticamente como el vencedor de la Guerra de Arauco desdeñando duramente y criticando a los antiguos conquistadores de no haber hecho lo suficiente para terminar con los indigenas rebeldes y pacificar la Araucanía.

El rey Felipe II, considerando la larga experiencia de García Hurtado de Mendoza como militar tanto en el Viejo como en el Nuevo Mundo, así como su conocimiento de las tierras y gentes americanas, lo nombró virrey, gobernador y capitán general del Perú (30 de julio de 1588). 

Partió éste de Sanlúcar de Barrameda el 13 de marzo de 1589, a bordo de una flota que hizo escala en Cartagena de Indias, ubicada en la costa caribeña, luego pasó a Nombre de Dios en Centroamérica para ir por tierra a la ciudad de Panamá y desde allí continuar por vía marítima hacia la costa pacífica de Sudamérica, haciendo escala en Paita, hasta llegar al Callao el 28 de noviembre de 1589. 

García Hurtado de Mendoza fue recibido en la ciudad de Lima con una pompa extraordinaria el 6 de enero de 1590, y se encontró con el virrey saliente, el anciano Conde de Villardonpardo. 

Llegó acompañado de su esposa, una dama de noble alcurnia llamada Teresa de Castro y de la Cueva, que resultó ser así la primera Virreina que radicó en el Perú y cuyo nombre sería perennizado mediante la fundación de la villa de Castrovirreyna (1591), elevada luego a la categoría de ciudad. 

Junto con el virrey y la virreina llegó un crecido séquito, conformado por caballeros, damas, pajes y criados. 

En 1590 el minero Antonio Pérez Griego, descubrió los yacimientos argentíferos de Orcococha, en la sierra central del Perú. Pronto se difundió la fama de su riqueza, y desde Huamanga y Huancavelica acudieron muchos españoles para instalarse en el lugar, pese a lo áspero del territorio. El virrey decidió entonces fundar allí una población, que fue Castrovirreyna, llamada así en homenaje a su esposa Teresa de Castro (1591). 

Estas minas fueron tan productivas, que se dice que en solo dos días un español sacó el valor de 50 mil pesos. También tuvieron notable rendimiento las minas de azogue o mercurio de la vecina Huancavelica, metal este fundamental para la obtención de la plata por el método de la amalgamación; tan elevada fue la producción de azogue que se pudo exportar a México y almacenarse miles de quintales dentro del territorio peruano. Otro yacimiento de plata se descubrió en el cerro de Colquepocro, en la provincia de Huaylas (actual Áncash). También se empezaron a explotar varias minas de oro, y se intensificó la labor en otras, como las del cerro de Zaruma (en el actual Ecuador). 

Este auge minero permitió el envío a España de enormes remesas de dinero, como veremos enseguida. Por entonces, la corona española se hallaba con las arcas agotadas tras el esfuerzo realizado para equipar la Armada Invencible. Asimismo, el rey Felipe II seguía empecinado en someter a Inglaterra, Francia y los protestantes de Flandes y Alemania, y ante la falta de recursos, emitió una real cédula en 1589 donde pidió un “servicio” o donativo gracioso a todos sus súbditos. Pese que a un principio se quiso diferir el cumplimiento de dicha cédula debido la crítica situación que afrontaba el Perú luego de sufrir una mortífera peste y los estragos del terremoto de Lima de 1586, el virrey ordenó a las autoridades locales proceder a cobrar el donativo. La suma recaudada llegó a ser cuantiosa, destacando la contribución de los empresarios mineros de Huancavelica y Potosí. El donativo destinado a la Corona alcanzó la suma de 1.554.950 ducados. 

En carta fechada en El Escorial el 25 de septiembre, el rey Felipe II agradeció la generosidad del virrey y de sus súbditos. El donativo gracioso a su majestad fue solo uno de los arbitrios que el virrey puso en práctica a fin de incrementar los ingresos de la real hacienda. Con el mismo fin, introdujo (o reintrodujo) otros gravámenes y tributos extraordinarios. Estos fueron la alcabala, la “composición” de tierras, los permisos a extranjeros, el almojarifazgo y la avería. Además, puso en venta ciertos oficios públicos. La alcabala era un impuesto que se cobraba desde antiguo en España; consistía en el cobro de un 10 por ciento del valor de todas las transacciones comerciales, exceptuando aquellas que comprendían medicinas, pan, libros y otros artículos de primera necesidad. El rey Felipe II, por real cédula del 1 de noviembre de 1591, ordenó su establecimiento en todo el territorio de sus dominios americanos. 

El virrey dispuso dar cumplimiento a dicha cédula, ordenando que el impuesto se empezara a cobrar a partir del 1 de enero de 1592, pero reducido al dos por ciento. Naturalmente, este nuevo tributo provocó protestas en Lima y en todo el territorio del virreinato, pero fue en Quito donde la protesta alcanzó mayor virulencia, estallando el denominado «motín de las alcabalas» (septiembre de 1592), que rápidamente fue sofocado por las tropas virreinales al mando del general Pedro de Arana, siendo los cabecillas apresados y ejecutados. 

Otro arbitrio que se comenzó a cobrar fue el de la llamada “composición” de tierras (1591). Consistían estas en pagos que debían hacer aquellas personas cuyas tierras carecieran de título legal de propiedad; aquellos que se negaran a someterse a la “composición” serían despojados de sus bienes, los cuales retornarían a la corona. Fue una medida importante, pues, aparte de su finalidad económica, hizo posible la regularización de muchas propiedades territoriales, importante para el desarrollo económico del virreinato. 

Otra importante fuente de ingresos que creó el Virrey fue el de los permisos para la residencia de extranjeros en el Perú. La entrada de extranjeros en la América hispana estaba prohibida desde tiempo atrás, y solo en contados casos el rey autorizaba ese ingreso; dicha prohibición fue renovada en 1592 por el rey Felipe II. No obstante, centenares de foráneos continuaron ingresando, especialmente portugueses vía Río de la Plata, atraídos por la riqueza de Potosí. La medida tomada por el virrey resultó también acertada pues así se legalizó la situación de muchos extranjeros y de algún modo se les incitó a arraigarse definitivamente. 

Lo recaudado por las “composiciones” de tierras y de extranjeros llegó a la cifra elevada de 767.277 ducados. 

La venta de oficios públicos resultó también una fuente copiosa de ingresos fiscales. Se subastaron escribanías, regimientos y receptorías de cuentas; por citar un ejemplo más llamativo, el oficio de receptor de las alcabalas de la provincia de Charcas se vendió en 52.000 pesos ensayados. En total, esta venta de oficios permitió al virrey recaudar 855.499 ducados. 

Al arribar nuevamente al Perú tras más de tres décadas de ausencia, el cuarto marqués de Cañete comprobó que aun permanecían en pie los dos frentes bélicos que había dejado: La de los chiriguanos (en el sureste de Charcas, actual Bolivia), ya un tanto aquietados al haberse fundado poblaciones españolas en dicha zona, y La de los araucanos indomables de Chile, cuya fuerza había aumentado. 

Conocedor de la realidad de la guerra de Arauco, al haber servido como gobernador de Chile por algunos años, el virrey mandó en forma oportuna la mayor ayuda posible, enviando en primer término al almirante Hernando de Lamero de Andrade con 250 soldados de refuerzo, que unidas a las fuerzas del gobernador Alonso de Sotomayor, pasaron a la ofensiva y obtuvieron sobre los araucanos la victoria de Marigueñu. Pero no fue un triunfo definitivo y poco después Sotomayor fue relevado de su cargo. En su reemplazo, el mismo rey Felipe II designó como nuevo gobernador de Chile al capitán Martín García Óñez de Loyola (1592), elección que no gustó al virrey, pues se había hecho sin consultarle, y porque en su opinión, García Óñez de Loyola no era buen soldado, con el agravante de ser algo codicioso. No obstante, ya finalizando su gobierno, el virrey envió a Chile un refuerzo de 300 soldados, muchos de ellos de no más de 20 años de edad y sin experiencia militar. Poco después, García Óñez de Loyola afrontaría un alzamiento general de araucanos del que él mismo sería una de las víctimas (desastre de Curalaba, 23 de diciembre de 1598); pero para entonces García Hurtado de Mendoza ya no era virrey del Perú. 

Por otro lado, el virrey consideró necesario constituir una sólida defensa frente a la amenaza de navíos extranjeros que se aproximaban al litoral. Le pareció impotente la armada de cuatro navíos y dos galeras que había formado su antecesor, a la vez que criticó la fortificación del Callao por ser «de tan mala traza, que no puede servir de cosa alguna». 


El virrey enfrentó con éxito la incursión del corsario inglés Richard Hawkins o Ricardo Aquines, como es mencionado en las crónicas españolas. En 1593, Hawkins salió de Plymouth, a bordo de La Linda (The Dainty), y seguido por otras dos embarcaciones, enrumbó hacia las colonias españolas. Después de pasar la costa de Brasil, donde hizo algunas presas, Hawkins cruzó el Estrecho de Magallanes y poco después, alcanzó Valparaíso, donde se apoderó de cuatro barcos que estaban en la rada, y de otro quinto que arribó desde Valdivia. Enterado del suceso, el virrey ordenó alistar a la armada, donde se embarcaron 500 hombres de guerra en tres navíos, bajo el mando de su cuñado Beltrán de Castro y de la Cueva. Muchos jóvenes distinguidos de Lima se alistaron en esta escuadra. Tras ardua persecución, De Castro sorprendió a Hawkins frente a Atacames, cerca de la línea ecuatorial. Se libró un combate en donde ambas partes demostraron bravura; finalmente Hawkins, herido gravemente, con muchos de sus hombres muertos y su navío seriamente averiado, se rindió bajo la promesa de un salvoconducto fuera del país para él y su gente (30 de junio de 1594). Hawkins fue trasladado a Lima, donde la Inquisición lo reclamó para quemarlo como hereje, y la Audiencia para ahorcarlo por pirata. 

Beltrán de Castro insistió al virrey en hacer cumplir la palabra empeñada al corsario, de modo que en 1597 Hawkins fue enviado a España y puesto preso, primero en Sevilla y luego en Madrid. En 1602 fue liberado, retornando entonces a Inglaterra, donde fue nombrado caballero en 1603. 

Tampoco le fue bien a otro célebre corsario inglés, sir Francis Drake. Este partió de Inglaterra en 1595, al frente de una espléndida flota de 28 naves y llevando consigo a su antiguo jefe John Hawkins. Tras hacer correrías por el mar Caribe y las costas de Tierra Firme, atacaron Nombre de Dios y la incendiaron, pero fracasaron en su intento de penetrar por vía terrestre hasta Panamá, ante la bien montada resistencia que el gobierno virreinal desplegó. Drake hizo entonces rumbo a Portobelo (costa del Darién), en cuya rada falleció, víctima de la disentería, el 28 de enero de 1596. Los restos de su flota retornaron a Inglaterra. 

En el campo educativo, el mayor logro del virrey fue la puesta en funcionamiento del Colegio Real y Mayor de San Felipe y San Marcos (1592), que ya había sido fundado por el virrey Toledo. El traje que debía llevar cada colegial era una sotana de paño azul oscuro y beca de azul claro, con una corona real sobre la beca que cargaría sobre el hombro izquierdo. 

De otro lado, el virrey ordenó que en la Universidad de San Marcos se alternaran en cargo de rector un eclesiástico y un laico. 

Bajo el gobierno del cuarto marqués de Cañete se fundaron las siguientes poblaciones: 


-San Lorenzo de la Barranca (1590), por obra del gobernador de Santa Cruz de la Sierra, Lorenzo Suárez de Figueroa, en los llanos del Chaco boreal. Se le conoció abreviadamente como La Barranca y llegó a ser rival de Santa Cruz. 

-Santiago del Puerto (1590) fundada por el mismo Lorenzo Suárez a la mitad del camino que separaba San Lorenzo de Santa Cruz. 

-Castrovirreyna (27 de mayo de 1591), sin duda la fundación más importante de este período, cerca de Huancavelica y junto a unos ricos yacimientos de plata, en la cordillera Central de los Andes peruanos. El virrey la nombró así en homenaje a su esposa, Teresa de Castro, y le concedió un repartimiento de 2.000 indios para las labores de las minas y los trabajos públicos. El rey Felipe II le otorgó el título de ciudad, el 8 de noviembre de 1593. 

-La Rioja (20 de mayo de 1591), fundada por Juan Ramírez de Velasco, en el actual noroeste de Argentina, con el nombre de Todos los Santos de la Nueva Rioja. 

-Zaruma (8 de diciembre de 1595), fundado por el corregidor y justicia mayor de Loja, Damián de Meneses, en las faldas del cerro Zaruma, rico centro de explotación aurífera al sur del actual Ecuador. Su nombre original fue Villa Real de San Antonio del Cerro de Oro de Zaruma. 

-San Mateo de las Esmeraldas (1595), fundado en la bahía de San Mateo (actual costa ecuatoriana) por el corregidor de Guayaquil Francisco Arias de Herrera, luego de realizar la paz con los indios hostiles que vivían en esa zona. Al no haber muchos poblaciones españolas a lo largo de la costa de Guayaquil a Panamá, los piratas y corsarios solían aprovisionarse de comida y agua sin ninguna oposición, por lo que se entiende la importancia de esta fundación. 

En esta época se organizó la expedición de Álvaro de Mendaña que partió del puerto del Callao el 10 de abril de 1595, rumbo a Oceanía. La expedición estaba compuesta por cuatro buques— las naves San Jerónimo (capitana) y Santa Isabel (almiranta), la galeota San Felipe y la fragata Santa Catalina— y 387 personas (280 de las cuales eran soldados). A bordo iban numerosas mujeres (entre ellas Isabel Barreto, la esposa de Mendaña, que era limeña de nacimiento) ya que su fin era colonizar las islas Salomón, que el mismo Mendaña había descubierto en 1567. La expedición cruzó el océano Pacífico y en junio de 1595 descubrió un nuevo archipiélago que Mendaña bautizó como las Marquesas de Mendoza, en honor al virrey del Perú (hoy conocidas simplemente como las islas Marquesas). Continuaron descubriendo otras islas, sin lograr ubicar las añoradas islas Salomón, que suponían pletórica en oro, y arribaron finalmente a las Islas Santa Cruz (a unos 500 km al este de las Salomón), donde desembarcaron y fundaron una colonia. La pérdida de la nave almiranta y el hecho de no haber podido encontrar las islas Salomón provocaron un creciente descontento entre los expedicionarios, que derivó en un motín, lo que fue seguido por la hostilidad de los nativos y por una epidemia de malaria que causó la muerte de varios españoles, entre ellos el mismo Mendaña, el 18 de octubre de 1595. Antes de morir, Mendaña nombró como general de la expedición a su cuñado Lorenzo Barreto y legó su título de gobernador de las islas Salomón a su esposa Isabel Barreto. Poco después falleció también Lorenzo y entonces Isabel Barreto reclamó para sí el título de Adelantada de la Mar del Sur, que le fue reconocido y que la convirtió en la única mujer de la historia con tal título. Solo quedaban tres naves, que zarparon de Santa Cruz con la intención de llegar a Filipinas. La única que llegó a su destino fue la nave capitana, que bajo la dirección del piloto mayor Pedro Fernández de Quirós y con Isabel a bordo arribó a Cavite el 11 de febrero de 1596. 

Son de destacar las discrepancias entre el virrey y el arzobispo de Lima Toribio de Mogrovejo, es decir, entre el poder civil y el poder eclesiástico. El virrey acusó al arzobispo de una supuesta arbitrariedad en el nombramiento de funcionarios eclesiásticos; asimismo, le criticó duramente por su constante ausencia de la capital y por andar en provincias “comiéndoles la miseria” a los indios, señalándole su empeño en cobrarles los diezmos. A tal grado llegó la ojeriza del virrey hacia el arzobispo, que sobre él llegó a decir en una carta al rey que «todos le tienen por incapaz para este arzobispado», por lo que aconsejaba que volviera a España. Dicho encono se hizo patente en dos pleitos públicos: uno en torno a la erección del Seminario de Lima y el otro con respecto a la discusión de los límites jurisdiccionales de la doctrina del Cercado. 

En 1594 se fundó el Colegio Seminario de Lima para la formación de los miembros del clero. También debemos mencionar la realización de dos autos de fe, el 5 de abril de 1592 y el 17 de septiembre de 1595, en los que fueron ajusticiadas siete personas y se aplicaron castigos a cuarenta penitentes. 

Otras obras del virrey fueron la creación en la Audiencia el cargo de protector de naturales. Fundó en Lima una casa para veteranos militares que se hallaban en indigencia. Inició la persecución de los negros cimarrones o fugitivos, quienes desde sus refugios o palenques cercanos a las ciudades solían atacar a los viajeros y raptar a las negras esclavas. Promulgó unas ordenanzas para remediar los excesos de los corregidores de indios en lo relacionado al tráfico de mercancías con los nativos. Dictó 248 ordenanzas para el buen gobierno del cabildo o municipalidad de Lima (24 de enero de 1594). Entre ellas destacamos los referentes a la exactitud y fidelidad de las pesas y medidas, y sobre la regulación de la venta por establecimientos de determinados artículos comestibles y de bebidas alcohólicas como el vino y la chicha, esta última proscrita por considerársela nociva. 

Se hizo un recuento de todos los indigenas tributarios que había entonces en el Perú y de las tasas con que contribuían a los encomenderos. Se determinó que había 311.257 indios que pagaban tributo y que el monto anual de este sumaba 1.434.420 pesos ensayados, de los cuales 286.884 correspondían al monarca en calidad de quinto real. 

El virrey contribuyó con el embellecimiento y progreso de Lima, la capital del Virreinato, continuando con la reconstrucción del Palacio de Gobierno, afectada, al igual que otros importantes edificios, por el terremoto de 1586. 

Entre los desastres naturales que asolaron el virreinato durante este período, destacan el terremoto del Cuzco de 1590, el desbordamiento del río Rímac en Lima en 1595 y una epidemia de disentería. 

García Hurtado de Mendoza, solicitó permiso para regresar a España, debido a los achaques físicos que no le dejaban cumplir con solvencia sus deberes. Accedió el rey a su pedido, ordenando que pasara en su reemplazo el virrey de México Luis de Velasco y Castilla. Ambos virreyes, el saliente y el entrante, se entrevistaron en el puerto de Paita, en abril de 1596. De allí García pasó a Panamá, en viaje de regreso a España, mientras que Velasco continuaba su viaje a Lima por tierra. En Cartagena de Indias, García tuvo la desdicha de perder a su esposa. 

En total, García Hurtado de Mendoza gobernó seis años y medio, y no obstante las críticas que recibió tanto dentro del Perú como en el seno mismo del Consejo de Indias, su mandato mereció el reconocimiento de las autoridades. 

Residió sus últimos años en la corte de Madrid donde falleció el 4 de febrero de 1609, a los 74 años de edad. (Datos: Wikipedia)

Monumento a Caupolicán
Héroe Araucano o Mapuche

domingo, 6 de agosto de 2017

El Marquesado de Santiago de Oropesa

Ana maría Lorenza de Loyola Coya
Juan Enríquez de Borja
Marqueses de Santiago de Oropesa

El Marquesado de Santiago de Oropesa es un título nobiliario español de carácter hereditario que fue concedido por el rey Felipe III de España el 1 de marzo de 1614 para Ana María Lorenza de Loyola Coya, nieta de Sayri Túpac Inca, inca de Vilcabamba y por ello descendiente de la dinastía real incaica por línea femenina. 

Su descendencia emparentó con las principales familias nobles de España. 

Fue junto con el Marquesado del Valle de Tojo, los únicos de este tipo en el Virreinato del Perú que dominó Sudamérica.

El antecedente histórico de este título nobiliario es el repartimiento de tierras en el Cuzco que recibió Sayri Túpac, inca de Vilcabamba, como hijo de Manco Inca Yupanqui y nieto de Huayna Cápac por parte del virrey Andrés Hurtado de Mendoza.

Ocurre cuando Sayri Túpac sale de su refugio a finales de 1557. 

Dentro de estas propiedades se encontró el Valle de Yucay, así como tierras cerca de Oropesa, al sureste de la ciudad del Cuzco, además de otras posesiones. 

El inca, radicado en el Cuzco, casó con su hermana la coya María Cusi Huarcay, de la que tuvo como única hija a Beatriz Clara Coya, que heredó sus bienes al morir en 1560.

Beatriz se casó hacia 1590 con Martín García Oñez de Loyola, capitán general de Chile, señor de la Casa de Loyola y sobrino nieto de San Ignacio de Loyola. Ellos fueron padres de Ana María Lorenza de Loyola Coya, que siendo niña quedó huérfana, y fue enviada a España para ser criada por su familia paterna. 

Hacia el año 1611, Ana María contrajo matrimonio con Juan Enríquez de Borja, hijo de Álvaro de Borja y Aragón, de la Casa de Gandía, y de Elvira Enríquez de Almansa, V marquesa de Alcañices. 

Con la participación de su influyente esposo, Ana María obtuvo del rey Felipe III de España el Marquesado de Santiago de Oropesa, el 1 de marzo de 1614, además de la dignidad de Adelantada del Valle de Yucay.

Relación de los Marqueses de Santiago de Oropesa:

-Ana María Lorenza de Loyola y Coya, I marquesa de Santiago de Oropesa, Adelantada del valle de Yupanquí (1614) y señora de la Casa de Loyola, casada con Juan Enríquez de Borja, caballero de la Orden de Santiago (1594), capitán general de la Armada de Barlovento y consejero de Guerra de Felipe IV de España, hijo segundo de Álvaro de Borja y Aragón, hijo de los IV duques de Gandía, y de Elvira Enríquez de Almansa, V marquesa de Alcañices. Sucedió su hijo: 

-Juan Enríquez de Borja y Almansa (1619-1675), II marqués de Santiago de Oropesa, VIII marqués de Alcañices, señor de la Casa de Loyola. Casado en primeras nupcias con Ana de la Cueva y Enríquez, hija de Francisco Fernández de la Cueva, VIII duque de Alburquerque, con sucesión; casado en segundas nupcias con Ana de Velasco y Tovar, hija de Bernardino Fernández de Velasco, VI duque de Frías, de quien tuvo una hija que sucedió: 

-Teresa Enríquez de Velasco (m. 1713), III marquesa de Santiago de Oropesa, IX marquesa de Alcañices, señora de la Casa de Loyola, que casó con Luis Enríquez de Cabrera y Álvarez de Toledo, VIII duque de Medina de Rioseco. 

-Pascual Enríquez de Cabrera y Almansa (m. 1736), IV marqués de Santiago de Oropesa, X marqués de Alcañices, IX duque de Medina de Rioseco, XII Almirante de Castilla, XIII conde de Melgar y XIII de Rueda, casado con María Josefa Pacheco y Rojas, hija de Juan Francisco Pacheco y Téllez-Girón, III conde de la Puebla de Montalbán y de María de Sandoval y Girón, IV duquesa de Uceda; sin sucesión, heredó su hermana: 

-María de la Almudena Enríquez de Cabrera y Almansa, V marquesa de Santiago de Oropesa, XI marquesa de Alcañices. María del Carmen Azlor de Aragón y Guillamas, VI marquesa de Santiago de Oropesa, VIII duquesa de Granada de Ega, casada con Alfonso Martos y Zabálburu, VII marqués de Casa Tilly y de Iturbieta, hijo de Alfonso Martos y Arizcúm, VI marqués de Casa Tilly y de Iturbieta, IV conde de Heredia Spínola. Sucedió su hijo: 

-José Luis Martos y Azlor de Aragón, VII marqués de Oropesa. 

-Alfonso Martos Carrión y Azlor de Aragón, VIII marqués de Oropesa, actual titular. (Datos: Wikipedia)

viernes, 4 de agosto de 2017

La Unión de las Noblezas de Perú y España

Francisca Pizarro Yupanqui

En Perú, en la época de la conquista del Imperio Inca, muchos miembros de la nobleza incaica fueron desterrados con la finalidad de que ni ellos ni sus descendientes, nunca pudiesen pretender la reconquista.

Dentro del gran número de destierros, están dos grandes mujeres:

Francisca Pizarro Yupanqui

En 1550 Francisca Pizarro Yupanqui —nieta del inca Huayna Cápac e hija natural del conquistador Francisco Pizarro— fue enviada a Trujillo de Extremadura donde contrajo matrimonio con un tío carnal, Hernando Pizarro.

En la fachada del palacio de la Conquista que mandó construir, todavía permanece una escultura de doña Francisca.


Ana María de Loyola Coya

En 1603 Ana María de Loyola Coya —nieta del inca Sairy Túpac e hija del gobernador Martín García de Loyola— fue enviada a Valladolid donde contrajo matrimonio con Juan Enríquez de Borja, con quien fundó el marquesado de Oropesa.

Los hijos de este matrimonio emparentaron así con los fundadores de los jesuitas y los incas del Cuzco. 

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