Coronel Chileno Pedro Lagos Dirigió el Saqueo de Lima y el Degollamiento de Peruanos en Arica |
En 1881, durante la Guerra del Guano y el Salitre, fueron sustraídos y llevados a Chile, miles de libros de la Biblioteca Nacional del Perú.
El robo se mantuvo en Chile como secreto e incluso fue negado por algunos historiadores de Chile.
El Diario Siete de Chile, encontró una lista publicada en el Diario Oficial de ese entonces, donde se individualizan 10 mil volúmenes que en su mayoría ingresaron a la Biblioteca Nacional.
Según texto de Diario Siete, a días de iniciada la ocupación chilena de la capital peruana, el 17 de enero de 1881, el coronel Pedro Lagos eligió como cuartel de su batallón el palacio de la Biblioteca de Lima, institución que atesoraba la más valiosa colección bibliográfica de Latinoamérica, estimada entre 35 mil y 50 mil volúmenes.
Lagos le pidió a Manuel de Odriozola, su bibliotecario, que le enseñara aquel tesoro y luego exigió las llaves de la bóveda en donde se guardaban los libros.
Lo que vino después fue la expoliación el saqueo. Parece que la orden vino del gobierno central chileno.
Dos meses después, en una carta a míster Christiancy, embajador de Estados Unidos en Perú, Odriozola, relató lo ocurrido. Trató el hecho de un "crimen de lesa civilización cometido por la autoridad chilena en Lima", agregando: "Apropiarse de bibliotecas, archivos, gabinetes de física y anatómicos, obras de arte, instrumentos o aparatos científicos, y de todo aquello que es indispensable para el progreso intelectual, es revestir la guerra con un carácter de barbarie ajeno a las luces del siglo, a las prácticas del beligerante honrado y a los principios universalmente acatados del derecho". Y termina: "Nadie podría recelar, sin inferir gratuito agravio al gobierno de Chile, gobierno que decanta civilización y cultura, que para él serían considerados como botín de guerra los útiles de la universidad, el gabinete anatómico de la Escuela de Medicina, los instrumentos de las escuelas de Artes y de Minas, los códices del Archivo Nacional, ni los objetos pertenecientes a otras instituciones de carácter puramente científico, literario o artístico (...)
Sigue diciendo en su carta Odriozola, los libros son llevados en carretas, y entiendo que se les embarca con destino a Santiago. La biblioteca, para decirlo todo, ha sido entrada a saco, como si los libros representaran material de guerra".
El historiador peruano Mariano Paz Soldán en 'Narración histórica de la guerra de Chile contra Perú y Bolivia', publicada en 1904, anota: "Desde ese momento principió el saqueo descarado de ese sagrado depósito (...) Se cargaban carros con toda clase de libros, que se llevaban a casa de los chilenos y de allí, después de escoger lo que les convenía, el resto lo vendían en el mercado al precio de 6 centavos de libra, para envolver especias y cosas por el estilo".
Podría pensarse que solo es la versión de los vencidos, cargada de resentimiento hacia el invasor. Sin embargo, y pese a que el incómodo tema ha sido omitido por la historiografía chilena, existe un testimonio de peso que confirma el relato peruano de los hechos. Es la versión del sabio Ignacio Domeyko, rector de la Universidad de Chile y entonces el intelectual más prominente del país.
En su libro 'Mi viaje', Domeyko se lamenta de que un decreto de Manuel García de la Huerta, ministro de Instrucción Pública del gobierno de Aníbal Pinto, le encomendara clasificar el botín arrebatado a la Biblioteca de Lima, museos y establecimientos varios de aquella capital. Califica la misión como "la más desagradable y antipática, pues me recordaba lo que habían hecho los rusos con muchas bibliotecas y colecciones de la Universidad de Vilna" y señala que habrían llegado "la mitad de los libros que, de acuerdo a informes fidedignos, poseía la ciudad de Lima".
Teniendo conciencia de la aberración cometida, quiso dejar un "minucioso inventario de los objetos traídos", exigiendo que sea publicado por el gobierno "para que se viera el poco provecho que aportó al país ese robo y cuánto contribuirá para excitar animosidades entre dos naciones hermanas".
El Diario Siete de Chile encontró aquel riguroso inventario que hizo Ignacio Domeyko en colaboración con un bibliófilo tan insigne como Diego Barros Arana.
Entre el lunes 22 y el miércoles 24 de agosto de 1881 el Diario Oficial de la República de Chile publicó –con el título de 'Lista de libros traídos de Perú'– un informe de 16 páginas enviado por Domeyko al ministro de Instrucción Pública con los libros y objetos de ciencia robados en Lima y hechos llegar a la Universidad de Chile. Recibió, en dos envíos de la Intendencia General del Ejército, un total de 103 grandes cajones y otros "80 bultos".
Separó en cuatro grupos los objetos recibidos:
-El primero, de "instrumentos y aparatos para la enseñanza de la física y de la química, y una colección de muestras para química orgánica y farmacia";
-El segundo, de "preparaciones anatómicas";
-El tercero, de "objetos de historia natural"; y
-El cuarto, de libros.
Además, el botín incluía una gran colección geológica de rocas.
Sin duda, lo más valioso eran –según Domeyko– "los más de 10 mil volúmenes", muchos de ellos del siglo XVI y XVII, incluidas numerosas joyas bibliográficas universales.
El objetivo era enriquecer el patrimonio científico-cultural de Chile saqueando en Perú la colección más valiosa de todo Latinoamérica.
La pobreza cultural de Chile, producto de haber sido una gobernación pobre, a mucha distancia del alto nivel cultural en el Virreinato del Perú. Chile tenía muy precarios laboratorios y bibliotecas para la formación académica e investigación.
Domeyko en persona hizo el catálogo de cerca de 150 instrumentos de física y química. El catastro del material anatómico fue hecho por el profesor de patología Francisco Puelma Tupper.
El tesoro de mayor cuantía, el bibliográfico, fue clasificado en cuatro grupos:
-Obras de historia, literatura y estadística;
-Obras de física, matemática, historia natural y medicina;
-Obras de jurisprudencia; y
-Obras de teología.
Barros Arana se encargó de la exhaustiva clasificación de los dos primeros grupos, los de mayor valor, catalogando 1.105 obras (cifra que se multiplica porque la mayoría de las obras tienen varios volúmenes; por ejemplo, Histoire de l’Academie tenía 100 volúmenes) y 222 manuscritos de "historia, literatura y ciencias". También es significativa la cantidad de libros de derecho y teología.
El ministro de Instrucción Pública de Chile definió el destino final del botín:
-Los aparatos de física y química al Laboratorio de la Universidad de Chile;
-Los anatómicos a su Museo de Anatomía;
-Los objetos de historia natural al Museo Nacional;
-Los libros de viajes a la Oficina Hidrográfica; los de meteorología a la Oficina Meteorológica; y "todos los libros restantes, incluso los de teología, a la Biblioteca Nacional".
Varios de los libros más valiosos permanecen en la Sala Medina, el Fondo General y la bóveda de la principal biblioteca del país.
Los volúmenes del Compendio de las crónicas, de Garibay (de 162, de la Biblioteca clásica latina, de Lamaire (151 volúmenes), del rarísimo libro Teatro del mundo i del tiempo, de Giovanni Galluci (de 1611), o un Diccionario español-latino, de Nebrija, están en la Biblioteca Nacional. Así como extraordinarias colecciones de atlas y libros de viajes de los siglos XVI, XVII y XVIII, incluidos en la lista de Domeyko.
El historiador Claudio Rolle recuerda que para una muestra bibliográfica de 1989, en homenaje al bicentenario de la Revolución Francesa, en la que él participó, tuvieron problemas al exhibir volúmenes de la gran Encyclopédie de Diderot y d’Alembert, porque en su interior había timbres de la Biblioteca de Lima.
–Al final se mostraron ejemplares abiertos, en páginas donde no había timbre alguno –confidencia.
La devolución de los saludos
"Solo tenemos que devolver saludos al Perú", dijo el historiador Sergio Villalobos, justo hace un año, cuando una periodista le preguntó qué quedaba por entregarles a los peruanos de todo el botín sustraído en la Guerra del Pacífico. De un tiempo a esta parte, el Premio Nacional de Historia tiene opiniones poco contemporizadoras en muchos temas. Pero igual extraña su punto de vista, alineado a las voces más conservadoras del país, toda vez que él fue director de la Dibam, la institución responsable del tesoro bibliográfico de la Biblioteca Nacional, y como tal debió saber que numerosos libros de valor se guardan en bóveda porque poseen un timbre que reza: "Biblioteca de Lima".
Para quienes han hecho investigaciones en nuestra biblioteca esto no es misterio. De forma soterrada, siempre se ha sabido que libros de la rica colección que allí se atesora –una de las tres más importantes del mundo en obras de y sobre América– provinieron del Perú como bienes robados.
Al divulgar Diario Siete la lista de Domeyko, recién se empieza a conocer la verdad histórica del saqueo bibliográfico de Lima.
No solo la biblioteca peruana fue objeto de saqueo, también lo fueron locales de la universidad, y otras instituciones que contaban con bienes de muy alto valor.
Asimismo, al retirarse de Lima, los soldados chilenos saquearon el Palacio de Pizarro, antes de abandonarlo, llevándose innumerables objetos de valor entre ellos dos cañones que flanqueaban la puerta principal del palacio, retratos de los virreyes y presidentes y todos los muebles, alfombras y lámparas. También existieron asaltos a los pobladores quitándoles relojes, billeteras y cuanto objeto de valor llevaban consigo. En algunas plazas chilenas existen monumentos que fueron llevados desde el Perú.
Todo un ejército de asaltantes, organizados en múltiples bandas criminales.
Numerosos bienes robados del Perú aún están en poder de instituciones públicas chilenas y también forman parte de muebles y adornos de las casas de los descendientes de chilenos que "combatieron" en la Guerra del Guano y el Salitre de 1879, pudiendo también estar en casas de las mejores familias chilenas que los compraron a los saqueadores.
Chile ha devuelto parte de lo sustraído. Al Perú le queda mucho por recuperar de los miles de bienes de valor sustraídos y Chile debe entregarlos pronto.