domingo, 22 de marzo de 2020

Gobierno y Aventuras de los 40 Virreyes del Perú 1544 - 1824

Blasco Núñez de Vela

Francisco Pizarro, el comandante de la expedición española de conquista del Imperio Inca, captura en Cajamarca al Inca Atahualpa el 16 de noviembre de 1532, iniciando así el proceso de conquista y ocupación del territorio del Tawantinsuyo.

Se inicia también un período de conflictos por repartos de territorios entre los socios de la conquista, Francisco Pizarro y Diego de Almagro.

El 08 de julio de 1538 muere en batalla con los pizarristas Diego de Almagro.

El 26 de junio de 1541 muere asesinado por los almagristas Francisco Pizarro.

Empieza un período de caos en el que los encomenderos, aquellos que recibieron tierras, abusan en exceso de los indígenas.

En vista de la situación el rey de España Carlos I, que también era reconocido como Carlos V, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, decide instaurar el Virreinato del Perú, con nuevas leyes destinadas a lograr una mejor organización y administración de su más importante territorio de ultramar, y sobre todo impedir los abusos contra los indígenas dándoles mayores beneficios para su desarrollo.

Estas nuevas leyes fueron rechazadas por los encomenderos (hacendados) que consideraron afectados sus intereses.

En 1544, llega a Lima el primer virrey, Don Blasco Núñez de Vela, quién muere degollado en una batalla con los rebeldes que se oponían a dichas leyes, encabezados por Gonzalo Pizarro.

Es con este virrey que empieza el libro "Gobierno y Aventuras de los 40 Virreyes del Perú 1544 - 1824: Hechos Relevantes como Gobernantes y Personas de los Monarcas del Reino de Nueva Castilla", el que trata sobre hechos de gobierno y pasajes de la vida de los 40 españoles que ejercieron como titulares el cargo de Virrey del Perú.

Este interesante libro permite una visión rápida y completa de lo que fue el Virreinato del Perú, la posesión de ultramar más importante del Imperio Español.

Los 40 Virreyes del Perú


jueves, 19 de marzo de 2020

Recordando las Terribles Epidemias en el Perú


Durante el gobierno del 7° Virrey del Perú, Don Fernando de Torres y Portugal - Conde de Villardompardo, ocurrieron terribles epidemias que afectaron en forma severa a la población



Entre 1585 y 1589 una epidemia de viruela y sarampión se extendió desde el Cuzco hacia el norte, hasta llegar a Quito. 

El mal afectò principalmente a los indígenas y negros.

Ocurrieron muertes por millares. En Lima, solo en el Hospital de Santa Ana fallecían de 14 a 16 personas por día, situación que se mantuvo por 2 meses.

En total murieron en Lima unas 3 mil personas, 10 % del total pobladores que llegaban a unos 30 mil.

En Quito fallecieron en el espacio de tres meses cerca de 4 mil personas. 

Por disposición del Virrey se establecieron varios hospitales en provincias, a fin de que los enfermos no fuesen alejados de sus pueblos. 

En 1588 otra epidemia se extendió por todo el virreinato; esta vez fue el terrible tifus exantemático que apareció por primera vez en América en Cartagena de Indias, desde donde se transmitió con fuerza a Lima, Cuzco, Potosí y Chile.

También en este caso, la población indígena y negra fue la principalmente afectada.



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sábado, 14 de marzo de 2020

La Maravillosa Ciudad de Arequipa de los Años 50

Rio Chili - el Volcán Misti - Ciudad de Arequipa



Memorias de un niño de 13 años en el año 1953:

A inicios del año 1953, con toda mi familia viajé a la ciudad de Arequipa en el sur de Perú, para reunirnos con mi papá que había sido designado Jefe de la Región Sur de la Guardia Civil, la que comprendía los departamentos de Arequipa, Moquegua y Tacna.

Antes de su designación, mi papá había al fin logrado avanzar en su carrera, después de algunos años, pasó del grado de comandante al de coronel. 

El siempre había ascendido en el primer puesto por méritos, hasta que llegó al grado de coronel, para el que ya no se tomaba examen sino entraban en juego relaciones con los gobernantes, políticos, senadores, diputados etc. y en ese nivel se detuvo su avance, porque él era un profesional y no aplicaba mucho tiempo a relaciones interesadas con los miembros del gobierno y congresistas.

El viaje de Lima a Arequipa la hicimos en una camioneta, serían unos mil kilómetros y fue un poco accidentado. 

A mitad de camino llegamos a un pueblito de la costa llamado Chala, donde nos detuvimos para pasar la noche en un hotel, el único que había. Cuando estabamos durmiendo nos despertó una fuerte lluvia; el agua pasaba los techos mal construidos e inundaba las habitaciones y las camas. Rápidamente, cogimos las maletas y salimos corriendo hacia la camioneta continuando el viaje con la lluvia y en plena noche. 

Llegamos luego de unas horas a otro pueblo llamado Camaná, donde mi mamá quiso visitar a su prima Delia que se había casado con un agricultor importante de la zona. Nos internamos con la camioneta por las chacras y la encontramos, estaba también su esposo y su gran número de hijos todos en esa época pequeños, ellos se dedicaban al cultivo del arroz. 

Dejamos la costa y empezamos la peligrosa subida hacia Arequipa, ciudad que se encuentra a 2 mil 325 metros sobre el nivel del mar. Fuerte lluvia nos acompañó durante el viaje, correspondía su presencia porque generalmente se da en el período diciembre - abril, y estabamos en enero, aunque esta vez eran más fuertes que de costumbre. 

Debíamos cruzar el puente sobre el río Ocoña, pero por la crecida del caudal éste había colapsado y se interrumpió el pase de vehículos, pero no de personas. El problema fue comunicado a mi papá que estaba en Arequipa, y él envió otra camioneta para hacer un transbordo. Caminamos un poco, cruzando el río por la parte del puente habilitada para personas llegando a la orilla opuesta abordando la otra camioneta, en ella pudimos llegar a la ciudad de Arequipa.

Arequipa me pareció una bonita ciudad a los pies del volcán Misti y rodeada por otros 2 volcanes el Chachani y el Pichu Pichu. 

Era un ambiente distinto al que estaba acostumbrado a ver en Lima. Arequipa, era de corte colonial, con casas conservadoras y señoriales, construidas con sillares que es un material rocoso blanco proveniente de la lava volcánica, las pistas estaban cubiertas con adoquines de piedra, y tenía un buen sistema de transporte con bonitos y pintorescos tranvías que enlazaban el centro con los distritos como Tiabaya, Yanahuara, Selva Alegre, Tingo, etc.

La sede de la jefatura de la región de policía estaba en la calle General Morán a una cuadra de la plaza de armas o mayor de Arequipa. Ocupaba el segundo piso de una gran casona antigua. En el primer piso había 2 tiendas. Se accedía al segundo piso por una gran escalera que se encontraba en el centro de la casa. El segundo piso estaba dividido en dos sectores, en el lado derecho estaban la oficinas de la sede policial, la VI Región de Policía, y en el lado izquierdo la residencia del jefe y su familia. Eran habitaciones antiguas muy grandes y de techo alto. El salón era de uso común, para la oficina y para la casa. Además, tenía 2 dormitorios muy grandes, 1 baño, comedor, cocina y un cuartito para la empleada doméstica que mi mamá había traído desde Lima, se llamaba Alejandrina y tenía una hijita, Laura. 

Con mi hermano ingresamos al colegio La Salle y mis 2 hermanas al colegio Sagrados Corazones Belén, 2 buenos colegios arequipeños. El primer día de clases fui objeto de burlas porque, como se acostumbraba en Lima, me presente con el uniforme del colegio pero con pantalones cortos. Todos se reían de mí porque allá se acostumbraba el pantalón largo, seguramente por el frío existente. Pero esta fue la única situación desagradable que pasé en este colegio. 

La Salle, era un colegio muy grande, con un gran área de terreno, aulas de clase amplias y bien iluminadas, patio muy amplio y una cancha de fútbol de tamaño profesional la que después de una lluvia amanecía con una costra de hielo por el frío extremo durante la noche, esta situación permitía a los alumnos jugar arrojando piedritas que se deslizaban sobre el hielo, dando rebotes. 

Al fondo del colegio siempre presente estaba el majestuoso volcán Misti con su cima cubierta de nieve, a sus costados otros 2 volcanes el Chachani y el Pichu Pichu. 

Los hermanos de La Salle eran personas disciplinadas y correctas que cumplían bien con su rol de enseñar religión y los cursos escolares. Como yo era el hijo del Jefe de la Región de la Guardia Civil, sentía que los hermanos de La Salle me adulaban, porque no recuerdo haber estudiado mucho para aprobar sin problemas los cursos de 5° de primaria y 1° de secundaria. Los hermanos de La Salle, aplicaban un sistema de tarjetas que se otorgaban a los alumnos más destacados como un estímulo. En poder de ellas el alumno tenía libertad para hacer muchas cosas entre las que se encontraba poder entrar o salir del colegio en horas diferentes a las establecidas. Pues, yo recibía siempre la tarjeta de mayor alcance sin hacer muchos méritos para ello. 

Los hermanos también tenían como trabajo reclutar nuevos miembros de la congregación entre los escolares de 5° de primaria o 1° de secundaria, a quienes hablaban sobre las ventajas de ingresar a su seminario para convertirse en hermanos de La Salle. No me acuerdo cómo pero me convencieron y acepté. Inmediatamente pidieron una reunión con mis padres con quienes hablaron, pero la propuesta fue rechazada, e hicieron bien porque yo solo tenía 12 años y no estaba en capacidad de tomar decisiones correctas.

En esa época había en Arequipa bastantes familias árabes principalmente de origen palestino, yo era amigo de compañeros de apellido Abusada, Abugattas, Jasaui, Heresi etc. Eran muy buenas personas, correctas, amigables y de buen comportamiento. Ellos siempre me invitaban a visitar el club arabe-palestino de Arequipa, donde había salones con juegos como el billar y otros entretenimientos. 

Realmente, me encantaba Arequipa, una ciudad distinta a las que conocía, las casas de sillar, los adoquines, la fuerte lluvia que no había en Lima, el agua helada que salía por caños y duchas en la mañana, los tranvías que pasaban por mi casa con sus troles que aparecían a la altura de los balcones a veces soltando chispas cuando llovía, mi boca que se agrietaba y mi nariz que a veces sangraba un poco por el intenso frío.

Gozaba con los dulces, el exquisito maní, los helados diferentes a los de Lima y sobre todo el maravilloso queso helado como le llamaban a un helado muy especial y delicioso..
  
Al frente de la casa había un cine muy antiguo, el Fénix, en él vi lindas películas de esa época como la primera versión de Titanic, también de la segunda guerra mundial y otras. Solo tenía que cruzar la calle para estar en el hall de este acogedor cinema. 

Los fines de semana, con toda mi familia salíamos de paseo al campo, principalmente por Tiabaya zona de una campiña preciosa, de verdes excepcionales, con un lindo río de aguas cristalinas, donde encontrábamos frutas deliciosas, comíamos una peras de agua pequeñas, verdaderos manjares naturales.

Cerca de la ciudad estaban los Baños de Jesús, con aguas termales naturales. Con mis hermanos nos divertían mucho bañándonos en las piscinas de agua atemperada, cristalina y según decían con excelentes propiedades para la salud. Las visitas a Jesús eran casi todos los fines de semana, porque no estaba muy lejos de la ciudad. 

En una oportunidad, hicimos un viaje para visitar la iglesia donde estaba la Virgen de Chapi, a la que los arequipeños le tienen una gran devoción y le atribuyen muchos milagros. Fue un viaje bastante complicado pues en esa época solo había carretera de tierra afirmada, que pasaba por lugares de geografía peligrosa. Luego de muchas horas de duro viaje llegamos a un sitio árido y descampado donde solo había una pequeña iglesia bastante deteriorada. No existía ningún lugar para descansar, para comer o para quedarse, así que luego de una breve visita debimos emprender el retorno, llegando a la ciudad de Arequipa totalmente agotados. 

En el verano del año 1954, con toda mi familia, incluyendo a mi tía Adriana, hermana de mi mamá, e Irma mi prima, que habían llegado desde Lima de visita, salimos de viaje en 2 vehículos en una gira al sur, primero fuimos a Moquegua, la tierra de mi papá y luego a Tacna. Mi papá descendía de una familia que como muchas otras se instalaron en Moquegua procedentes de Valladolid, España. Construyeron la ciudad y casas al estilo español y se dedicaron a la agricultura, logrando las afamadas uvas y vinos de Moquegua. Las familias eran prósperas, pero llegó a las plantaciones una plaga de insectos, la filoxera, que arrasó con todos los sembríos llevando a la pobreza a los moqueguanos. En esta situación se produjo una diáspora, la mayoría fueron a vivir a otros lugares como Lima y otros se iban a Chile, como fue el caso de uno de los hermanos de mi papá. A pesar de que su padre, mi abuelo, quería que vaya a Chile, mi papá decidió viajar a Lima. Todavía muy joven se enroló en la caballería del ejército, sirvió en el 3 de caballería el regimiento más importante de la época. Luego de un tiempo, el Gobierno peruano trajo una misión de la Guardia Civil de España para reorganizar la policía existente. Así se crea la Guardia Civil del Perú, ingresando mi papá a la escuela de oficiales de la que egresó como Alférez. 

Después de cruzar desiertos llegamos a Moquegua e inmediatamente fuimos al distrito de Torata donde vivían aún algunos hermanos y hermanas de mi papá, a quienes pudimos visitar después de mucho tiempo. De Moquegua nos dirigimos al puerto de Ilo, donde nos quedamos unos días gozando de sus preciosas playas. 

Luego nos dirigimos a Tacna y de allí cruzamos la frontera para visitar la ciudad chilena de Arica, la que en una época fue peruana, pero que se perdió como consecuencia de la derrota peruana en la Guerra del Guano y el Salitre de 1879. 

Mi papá, en algunas oportunidades, como en el día de la policía, navidad etc, me llevaba en sus visitas a todas las comisarías y cuarteles de la Guardia Civil en la ciudad de Arequipa, donde saludaba a oficiales y guardias con quienes departía por unos momentos. Las comisarías estaban en esa época bien organizadas y su personal era de primera. 

En el corso de fiestas patrias, que todos los años se realizaba en la ciudad, yo participaba como parte del colegio La Salle, con mis compañeros íbamos en caballos, proporcionados por la policía, disfrazados de soldados romanos, desfilando por toda la ciudad entre una gran muchedumbre. 

Cerca a Arequipa, en Vitor, había una base aérea de la Fuerza Aérea del Perú. En sus vuelos de entrenamiento, los aviones pasaban por la ciudad y yo quedaba extasiado por la rapidez y el ruido de los cazas a hélice P 47 que en la época eran lo más moderno que tenía la aviación peruana. Yo los miraba y deseaba ser aviador para pilotear estos cazas de guerra. 

Aprendimos las bondades de la comida arequipeña gracias a Peregrina, una arequipeña de primera, la que de vez en cuando iba a mi casa y nos preparaba deliciosas sopas y platos de la deliciosa gastronomía arequipeña. 

Estuvimos 2 años en Arequipa, 1953 y 1954, quedando en mí un extraordinario recuerdo de esta preciosa ciudad dotada de un encanto sin igual. (jlhurtadov@gmail.com)


LIBRO RELACIONADO: LA ODISEA DE DARIO EN PERU - PARTE I

viernes, 13 de marzo de 2020

Inundaciones y Sequías: Crueles Sacrificios de Niños en Perú y México como Ofrendas a Dioses Inexistentes


Hace 40 años, un equipo de arqueólogos que trabajaba en las ruinas del Templo Mayor de Tenochtitlan, en México, anunció el hallazgo de los restos de un sacrificio ritual masivo de niños. 

Era, supieron después, un sacrificio de tiempos del primer Moctezuma, allá por mediados del siglo XV. 


Los arqueólogos encontraron huesos de al menos 42 infantes, de entre tres y ocho años, junto a jarras de Tláloc, dios de lluvia y la fertilidad mexica. 

Era un descubrimiento impresionante, único. 

Los investigadores presumieron de que nunca antes se había encontrado algo así. 

Treinta años más tarde, en la costa norte de Perú, otro equipo de arqueólogos ubicó entre la arena y el barro de la costa del océano Pacífico los restos de otro sacrificio ritual masivo de niños. 

Sus esqueletos, descubrieron los investigadores, yacían junto a restos de llamas. 

En poco tiempo, los arqueólogos ya contaban más de 200 infantes, superando bastante al caso del Templo Mayor de Tenochtitlan. 

En este segundo caso, eran los restos de un sacrificio chimú, civilización más o menos contemporánea de la mexica, que se extendió por el litoral norte de lo que hoy es Perú, desde principios del siglo XI. 

El lugar del sacrificio está en un acantilado a poco más de 300 metros sobre el nivel del mar, en medio de un complejo de viviendas residenciales, en Huanchaco. 

Los arqueólogos que lideraron las excavaciones, fueron el mexicano Leonardo López Luján y el peruano Gabriel Prieto.

Prieto explicó que la ceremonia chimú, en la que auténticos expertos en anatomía sacaron el corazón a docenas de infantes y llamas, luego de cortar el esternón y abrir la caja torácica, fue producto de un fenómeno meteorológico. En aquella época, hace más de 500 años, lluvias torrenciales azotaron la región y los chimú sacrificaron a los pequeños para que las aguas pararan. De hecho, los investigadores encontraron una gruesa capa de barro que sugiere que hubo lluvia en el momento mismo del sacrificio. 

En el sitio, además de los niños, encontraron los huesos de dos mujeres hincadas con la cabeza viendo hacia la tierra y un hombre de unos 40 años, que presenta heridas en su brazo derecho, lo que podría sugerir que se trata del victimario autosacrificado. 

"Sabemos que el arma que usaban para hacer los sacrificios eran cuchillos de metal conocidos como tumis", explica Prieto. 

Si en los dominios de los chimú todo se inundaba, en Tenochtitlan se acabó el agua. 

López Luján explicó que el sacrificio masivo azteca se debió probablemente a una enorme sequía, que la cuenca de México sufrió en el año 1454.

En sus crónicas, los frailes Motolinía y Diego Durán cuentan que en la cuenca de México se sacrificaban, en honor al Dios de la lluvia, niños seleccionados porque tenían dos remolinos en el cabello. Eran degollados o ahogados. A veces, se les introducía en una cueva y se les dejaba morir por inanición. 


Descubriendo la barbarie de la Civilización Chimú en Perú

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martes, 3 de marzo de 2020

El Legendario Buque Peruano Huáscar No Está en Talcahuano Chile

El Legendario BAP Huáscar

El Huáscar, legendario buque peruano conocido en el mundo entero, no se encuentra en Talcahuano - Chile, porque fue completamente destruido en un enfrentamiento con toda la moderna y poderosa escuadra chilena el 08 de octubre de 1879 en el denominado Combate de Angamos. 



La nave que exhiben los chilenos como "trofeo" es una réplica mal hecha y adaptada a las características de los buques chilenos de la época.

El "trofeo" de Talcahuano, más parece de Perú que de Chile, porque representa la valentía, el coraje de los marinos peruanos, liderados por Miguel Grau, que no se rindieron y se enfrentaron a toda una escuadra con el doble de potencia y capacidad naval. Es lo que admira la gente cuando lo visita. Gloria de Chile, ninguna.

Siendo el "trofeo" chileno un buque cualquiera, solo parecido al Huáscar, Perú esta pronto a contar con una réplica exacta y fidedigna del BAP Huáscar, la que se construiría en los afamados astilleros SIMA de El Callao.

¿Cómo quedó el Huáscar después del combate final? Veamos testimonios:

Benjamín Vicuña Mackena - historiador chileno:

"Las frecuentes, atrevidas y sobre todo impunes excursiones del "Huáscar" en las costas de Chile (6 meses) comenzaban a producir en el ánimo del país un sentimiento de rubor parecido al de la estupefacción, y en el cerebro de sus mandatarios una emoción semejante al vértigo. Era imposible someterse por más largo tiempo a aquella perenne vergüenza y soportar que un buque mal marinero y tres veces menos guerrero que cualquiera de nuestros blindados, viniese a manera de capricho o de mofa a retarnos en nuestros propios puertos".

-Galvarino Riveros Cárdenas, comandante en jefe de la escuadra chilena, el día del combate naval de Angamos, en reporte al Gobierno.

“Huáscar hecho pedazos. Miguel Grau murió en combate. La tripulación del blindado peruano resistió heroicamente”.

-Z. Freire, corresponsal del diario "El Mercurio" en el reporte a su sede en Santiago de Chile.

“Pintar la escena de desolación y carnicería que ofrecía la cubierta y el entrepuente del Huáscar al finalizar su resistencia es tarea más difícil que suponerla. La cubierta era invadida por los heridos a quienes se traía arriba con objeto de sacarlos de la atmósfera pesada y cargada de humo que abajo se respiraba. Lo que una vez fueron cámaras, salones y camarotes, eran ahora un hacinamiento de madera trozada, ropa despedazada, miembros humanos, sangre y cascos de granadas en horrible confusión; los pasillos de la torre estaban sembrados con los restos de marineros muertos en ella o manejando las cigüenas con que se le hace girar, y por cualquier parte del buque o donde se volviera la vista no se presentaban sino ejemplos de los efectos increíbles producidos por la explosión de las granadas Palliser de los blindados”.

-Teniente Teodoro B. Mason del USS "Pensacola" que participó en la inspección al Huáscar luego del combate naval de Angamos.

“Prácticamente no había una yarda cuadrada de las partes altas del Huáscar que no hubiera sido alcanzado por alguna clase de proyectil. Sus torres estaban casi destruidas, sus botes idos, […]. Abajo la escena era mucho más terrible. En todas partes había muerte y destrucción causada por los enormes proyectiles enemigos. Dieciocho cuerpos fueron retirados de la cabina y la torre estaba repleta con los restos de dos grupos de artilleros”.

-Edwin B. Penton, británico, tripulante del "Almirante Cochrane", uno de los encargados de llevar el buque peruano a Valparaíso luego del combate naval de Angamos.

“Lo primero que vieron nuestros ojos fueron trozos de cubierta, pedazos de madera, hierro, proyectiles rotos y numerosos artículos, todos mezclados con los cuerpos de los muertos, los moribundos y los heridos […] algunos sin cabeza, otros sin brazo, otros sin pierna y algunos sólo troncos, algunos con sus ropas quemadas, otros con los botones de sus chaquetas desprendidos, quemados por efecto de los proyectiles. Este desagradable espectáculo era igualmente malo tanto abajo como en la cubierta, cuerpos que yacían a montones, encima, a lo largo y cruzados uno con el otro entre los escombros, tal como cayeron. En un grupo al extremo posterior de la nave yacían siete hombres formando un montículo, quienes habían sido muertos por efecto de una granada explosiva que había atravesado la nave. Estos hombres estaban atendiendo la rueda de manejo del barco. El hombre de encima no tenía cabeza. A cualquier parte que íbamos, en cubierta, abajo, en la torre, en el cuarto de máquinas y en todas partes, encontramos cadáveres que habían caído en diferentes actitudes, un horror de describir. Aparte de los heridos, en la parte más alta, yacía un hombre muerto al que bajamos y que había sido acribillado mientras que atendía los titraelleurs, no obstante esa parte estaba protegida en su alrededor por placas de hierro. Estas visiones tremendas superan toda descripción”.

Honor a Grau y los tripulantes de esta nave gloriosa y eterna.


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