miércoles, 23 de mayo de 2007

La Cultura Lima

Cultura Lima


300 a.c. hasta 600 d.c.

Esta cultura se desarrolló en los valles de los ríos Chillón, Rímac y Lurín. Por el norte llegó hasta el valle del río Chancay y por el sur hasta el valle del Mala, por el oeste colindó con el oceano pacífico y por el este, hasta las primeras estribaciones de la cordillera de los Andes “más allá de Santa Eulalia”.

Luego de la decadencia de Chavín de Huántar, las comunidades aldeanas de la costa central del Perú, se desarrollan en tres etapas hasta ser conquistadas por los Wari.


Estas tres etapas son denominadas: “Baños de Boza”, “Playa Grande” y "Maranga-Cajamarquilla-Nievería”. Estas etapas, se diferencian principalmente por su cerámica, de menor grado de desarrollo a más en la última etapa.

Los palacios y santuarios, se convierten en centros urbanos, se hacen tejidos de algodón y de lana de auquénidos. Durante esta época, se detectan dos tipos de enterramientos:

1) Común, en donde el muerto era cubierto con dos mantos, con pocos utensilios de cerámica y colocado el cadáver en posición horizontal y enterrado a 1 metro o 1,50 metro de profundidad.

2) Especial, el cadáver sobre una “parihuela” (especie de cama hecha con palos y cañas), envuelto con varios mantos decorados, “cara arriba” (cúbito dorsal), con diversos utensilios domésticos y de guerra y acompañado de otro cadáver, quizá sacrificado en su honor.

Como todas las culturas, la base de su economía fue la agricultura. Se cultivó: maíz, pallar, frijol, zapallo, calabaza, camote, maní, lúcuma, chirimoya, pacae, etc.

Construyeron dos obras de ingeniería que hasta el día de hoy sirven. El “Río Surco”, que no existe como tal y que es un canal de riego que lleva las aguas del río Rímac de Ate a Chorrillos, pasando por Surco, Miraflores y Barranco. La otra obra hidráulica, es el “Canal de Huatica”, que lleva las aguas desde La Victoria hasta Maranga.

Está demostrado que la pesca fue otra de las actividades importantes de la cultura Lima.


Julio R. Villanueva Sotomayor, escribió al respecto:
“Lo más curioso es que, además de las especies de pesca artesanal (
pejerrey, corvina, cojinova, liza, etc), también se han encontrado restos de pescado que sólo se consigue en cardúmenes que se hallan a 100 o 200 metros de profundidad, como por ejemplo, el machete, la sardina, la anchoveta y el bonito. ¿Cómo lo hicieron?. No se sabe. Eran grandes buceadores, de eso no hay duda. Sacaban conchas de mar de hasta 8 metros de profundidad, las que servían como objeto decorativo. En todos los palacios se las ha encontrado en gran cantidad”

Por su posición estratégica, Lima se convirtió por esa época en un gran centro comercial. La Cultura Ichma, del valle de Lurín, comenzaba a imponer a su dios

Pachacámac en la mitología andina, produciéndose un peregrinaje inusitado hacia el templo ubicado en dicho valle.

Julio R. Villanueva Sotomayor, nos dice al respecto:
“Con justa razón, un historiador llama a esta etapa de la Cultura Lima como “cultura impersonal”: ya de todos”

Además del templo de Pachacámac en el valle del río Lurín, en la zona costera correspondiente al hoy distrito de
Miraflores, se encuentra la Huaca Pucllana o Pugliana y corrompido el nombre en vocablo español “Juliana”, que parece ser el más importante luego del de Pachacámac.


Florecimiento Regional 

De los 300 años a.C. hasta los 600 años d.C., aproximadamente, fue la época del florecimiento regional, caraterizada según Julio R. Villanueva Sotomayor:

“…porque las culturas rompieron drásticamente con los rezagos de la influencia religiosa y estilística chavinoide y crearon su propia personalidad histórica”. “Convivieron con las culturas de transición del formativo final, traspusieron la valla temporal de los comienzos de la era cristiana y florecieron, perviviendo 6 siglos durante ésta. Tuvieron, en total, una presencia histórica de 9 siglos o novecientos años”.

Una de las características de esta etapa de florecimiento regional, fue que las culturas “cerraron sus fronteras” fomentando una tendencia de marcado aislamiento cultural. No así para sus vinculaciones comerciales entre sí y con Mesoamérica. No querían influencias culturales para no perder su identidad.

Pachacamac 
Territorio Cultura Lima



Huaca Pucllana





jueves, 17 de mayo de 2007

El Idioma Quechua

Extensión del Idioma Quechua


El quechua o quichua (de qhichwa «zona templada») es un continuo dialectal extendido por la zona occidental de Sudamérica que, considerado como un único idioma, es la cuarta lengua más hablada en América y la lengua nativa más extendida del continente, seguida del guaraní y luego el aimara.


Las constituciones de Bolivia, de Ecuador y del Perú estipulan a sus respectivas lenguas nativas -entre ellas el quechua- como segundas lenguas oficiales después del español (oficiales en las zonas donde predomina u oficiales en su territorio).


Quechua y quichua son transcripciones al español de la palabra qhichwa ('zona hirviente'). La vocal "i" tiene el alófono [e] cerca a una consonante uvular ['qeʧwa]. Esto se mantuvo en la mayoría de dialectos, salvo en los de la rama IIB, donde el fonema "q" ha sido reemplazado en todo caso por el oclusivo velar, eliminándose el alófono [kiʧwa]. La palabra qhichwa se usa especialmente para aquellos valles de clima benigno, eje económico y civilizador de los Andes.

Otro autónimo del idioma es runa šimi ("habla popular"). Esta denominación corresponde a su original función de lingua franca entre las diversas naciones del centro del Perú. Así mismo, el aimara era llamado jaqi aru, que era un símil de runa šimi.


Luego de la conquista, el término runa sufrió una aculturación, ya que se tergiversó su sentido original de "ser humano" y se usó para designar a los nativos en contraposición a wiraqutra (ya en sentido aculturado), que se usó para designar a los españoles. Es así que runasimi se traduce como lengua de indios, es decir, cualquier lengua nativa, para diferenciarlas del español (kastilla simi; misu simi).

El quechua desciende del protoquechua, lengua que se habló en la costa y sierra central del antiguo Perú en sus formas Yungay y Chinchay según Alfredo Torero, y que luego se fue expandiendo hacia el sur como lingua franca en reemplazo del aimara.



Cuando los incas iniciaron la conquista del Chinchaysuyo, adoptaron esta lengua para sus asuntos administrativos (si bien ellos hablaban el puquina) e impusieron su aprendizaje en las diversas provincias de su imperio, sin que esto significara que dejaran de lado las lenguas vernáculas. Algunos pueblos de la selva que mantuvieron contacto comercial con los incas resultaron también influenciados por el quechua.


Fray Domingo de Santo Tomás, quien llegó al Perú en el primer equipo de frailes dominicos que trajo Fray Vicente de Valverde en 1538, fundó el Convento y ciudad de Yungay el 4 de agosto de 1540 y durante su tarea evangelizadora aprendió la lengua de la región central de Peru; predicando en su lengua a los nativos de los actuales Departamentos de La Libertad, Ancash, Lima, Ica, Apurimac, Huancavelica, Ayacucho, Junin y Huanuco.


Después de haber ejercido un fecundo apostolado en aquellas provincias, el 24 de junio de 1545 Fray Domingo de Santo Tomas fue elegido Prior del Convento del Santísimo Rosario de Lima. En 1560 publicó en Valladolid su Gramática o Arte de la Lengua General de los Incas o los Reyes del Perú. Ese mismo año daba a luz su lexicón o Vocabulario de la Lengua General del Perú llamada "Quichua". Probablemente dio este nombre haciendo referencia a su zona de origen.

Durante el Virreinato del Perú, los misioneros católicos emplearon este y otros idiomas locales para evangelizar a los indígenas; se escribieron varios manuales (artes) de este y otros idiomas importantes, como el aymara, el mochica o el guaraní, así como catecismos. Ello permitió que aumentara su influencia sobre los pueblos andinos e incluso se emplee por pueblos amazónicos. Sin embargo, la acelerada expansión del quechua, la carencia de un ente regulador y la influencia del español o las lenguas vernáculas intensificó la diversificación del mismo.


Hacia 1680 se editan las obras Rapto de Proserpina... y Uska Pawqar, el hijo pródigo de Juan de Espinoza Medrano, El Lunarejo, dándose inicio al llamado Siglo de Oro de la literatura quechua. Durante este periodo se compone la obra Ollantay.

Luego de la derrota de la rebelión de Túpac Amaru se inició el declive de las élites andinas y la formación de un estigma social contra el idioma que prevalecería aun después de la independencia.

La derrota peruana en la Guerra del Guano y el Salitre de 1879 propició el resurgimiento de élites andinas, especialmente en el Cusco, epicentro del resurgimiento del teatro quechua.

Hacia el siglo XX el teatro cedió paso a la poesía y a los estudios científicos modernos del quechua. Los principales protagonistas de esta época son los lingüistas Rodolfo Cerrón Palomino y Alfredo Torero y el literato José María Arguedas, entre muchos otros.

En los años 1950, la migración rural propició un acelerado proceso de reemplazo de las lenguas indígenas por el castellano como lengua materna en toda América Latina. El siglo XX significó también la oficialización del quechua en Bolivia, Ecuador y Perú y la implementación de programas de educación bilingües (hasta entonces, la educación estatal se daba sólo en español).

Este idioma se habla a lo largo de los Andes y algunas zonas de la amazonía y la pampa, vale decir, en
Perú, el departamento de Putumayo y en Aponte Nariño (Colombia), Ecuador, Bolivia, el noroeste de Argentina y en la comuna de Ollagüe (Chile).

En Ecuador, el idioma es usado en la región andina, especialmente donde se asientan comunidades indígenas. En Argentina, el quechua (denominado quichua) es hablado en áreas rurales de la provincia de Santiago del Estero y por grupos kollas en las provincias de Salta y Jujuy, también por inmigrantes de origen boliviano.


sábado, 12 de mayo de 2007

Reino Nazca

Cultura Nazca


Se desarrolló en la provincia de Nazca de la región Ica, su ciudad capital fue Cahuachi, a orillas del río Aja – Quebrada Nazca, uno de los brazos del río Grande.

Su área de influencia por el norte fue hasta Pisco, por el sur hasta Arequipa y por el este hasta Ayacucho. Desde el siglo VI d.C., aumentaron sus contactos con la zona andina, llegando inclusive hasta las zonas altas de Ayacucho. Este contacto tuvo especial importancia en la formación del Estado Wari.

Lo más impresionante de esta cultura es su cerámica policromada, con figuras de hombres, animales, plantas, etc. En muchas de estas cerámicas, se representan a hombres mutilados, lo que hace suponer que realizaron sacrificios humanos “en ceremonias religiosas o bélicas” (Julio, R. Villanueva Sotomayor, lib. cit.).

El trabajo en metales era inferior a los hechos en Chavín de Huántar, pero tenían estilo propio. El arte textil floreció tanto como en la época de los Paracas.

Mención especial, son los trazos efectuados por los Nazca en las Pampas de Nazca y en otros sitios de la costa sur del Perú. Los trazos conocidos como “Líneas de Nazca”, se ubican en una zona geográfica con pocas precipitaciones, lo que demuestra conocimientos de geografía, y meteorología.

Como dato sumamente interesante y que refuerza la teoría del conocimiento meteorológico de los Nazcas, Julio R. Villanueva Sotomayor, nos dice: “En ese sito, las temperaturas llegan a 45°C; pero de día las piedras absorben el calor y de noche lo devuelven al medio ambiente, evitando la presencia de contrastes en la presión atmosférica y, por ende, los fuertes vientos”.

Estos trazados, según lo han comprobado estudios como los de Maria Reiche y otros investigadores no tienen relación alguna con la astronomía sino más bien son ceques o marcas territoriales para la distribución de las tierras de cultivo y el agua (según las últimas teorías hay canales subterráneos debajo con esas forma, lo cual no se ha podido comprobar por lo titánico de la tarea), los cuales se pueden observar desde lo alto de los cerros cercanos al valle.

La economía nazquense estaba basada en la agricultura y ésta fue intensiva y un ejemplo para la posteridad de cómo resolver el problema de tierras eriazas en la costa. El sabio Antonio Raimondi sobre esto, dijo: “En el subsuelo de Nasca existe agua subterránea, pero, hallándose ésta a la profundidad de 4 o 5 metros, no puede servir para el riego de los terrenos. El río, comúnmente sólo tiene agua corriente durante 40 días en el año; de manera que, por más de 10 meses, Nasca carecería de agua si no fuera por los trabajos emprendidos por los antiguos indios”.

Los antiguos nazquenses, construyeron acueductos para poder tener agua todo el año; obras que por otro lado debieron significar un gran esfuerzo físico, organizado y dirección técnica de ingenieros hidráulicos. Sus tomas se encuentran en las alturas de Nazca y toman por infiltración las aguas subterráneas para llevarlas a la ciudad. Los acueductos más importantes, son: Ocaña, Matara, Uchulla, Tejeje, Bisambra, Aja, Curve, Llícuas, Soisnaguito, Copara y la Achirana. Villanueva nos dice que “actualmente se han contado hasta 42. Tienen más de 5,800 metros de extensión. Con ellas se podría atender las necesidades de 2,000 hectáreas de tierras de cultivo en limpio”.

Los principales cultivos de Nazca, fueron:
maíz, frijol, calabaza, zapallo, yuca, maní, ají, guayaba, lúcuma, pacae y algodón.











viernes, 4 de mayo de 2007

El Reino Moche - Cultura Mochica

Señor de Sipán


Se desarrolla en el período 200 a.c. a 700 d.c.


Para denominar esta gran cultura, existen muchos nombres, Max Uhle, la denominó “Cultura Proto Chimú”, Julio C. Tello la denomina “Cultura Muchik” y los arqueólogos modernos prefieren denominarla “Cultura Moche” o “Cultura Mochica”.


La zona de influencia, comprende los valles de los ríos La Leche, Reque, Saña (Lambayeque), Chicama, Moche, Virú (La Libertad), Santa, Nepeña, Casma y Huarmey (Ancash). Tuvo “penetraciones en la sierra de Cajamarca (Pacopampa) y Áncash” (R. Matos). El área directa de influencia es de aproximadamente 7.000 kilómetros cuadrados.

Las primeras aldeas del formativo de esta cultura se encuentran ubicados en la desembocadura del río Jequetepeque, en el lugar denominado Dos Cabezas; en este lugar aparece la cerámica doméstica de estilo Virú, conjuntamente con cerámica ritual Mochica.


El núcleo principal de esta cultura estuvo asentado en el valle del río Moche. Ahí se asentó una ciudad sagrada y la sede del gobierno Mochica. Los principales restos de esta ciudad son las Huacas del Sol y de la Luna. Otros asentamientos importantes son Galindo y Pampa Grande.

Segúm Julio R. Villanueva Sotomayor, la minoría urbana (10.000 habitantes) dominaba a la mayoría campesina (300.000 habitantes) y les exigía tributos en especies y trabajo.

El rasgo más importante de la cultura Moche lo constituye su inigualable cerámica. Dice Federico Kauffman Doig: “Esto se debe a su abundante cerámica figurativa, tanto la de tipo histórico como la de tipo pictórico”. Con mucha razón, Hork Heimer ha dicho que representa todo un “diccionario ilustrado”.

El carácter realista de la cerámica Moche ha hecho que ella sea fuente invalorable para el conocimiento de la vida de este pueblo. La cerámica mochica usó la pasta fina y dominó el control de oxidación en la quema. Como todas la culturas peruanas, la agricultura fue su principal actividad de subsistencia.


Tuvieron perfecto control del maíz, “de mejor calidad y rendimiento que sus antecesores”. Sus cultivos fueron frijol, mandioca, ají, maní, pallar, calabaza, lúcuma, pacae, chirimoya, etc.

Para la siembra de los productos anteriores, los mochicas manejaron obras hidráulicas de gran magnitud y fue una de las mejores de la antigüedad. Los agricultores de esta cultura, abonaron sus terrenos de siembra con guano de las islas, que sacaban de las islas litorales.

La pesca fue otra actividad mochica importante, que practicaban a bordo de sus caballitos de totora, con ellos los mochicas se internaban mar adentro varios kilómetros; pero antes, ya los pobladores tuvieron vocación náutica, y explotaron los recursos marinos, incluso los obtenibles únicamente por buceo a profundidad. Del mar extrajeron pejerrey, liza, bonito, corvina, cojinova y otras especies marinas. Le dieron valor agregado al pescado secándolo salado, que era comercializado con otras culturas.

Sus tejidos eran de algodón y de junco; e intercambiaban para obtener lana de auquénidos. Le dieron mucha importancia a las relaciones comerciales con otras regiones, por ello construyeron una red intrincada de caminos por donde se movía la carga a lomo de llama de una “especie costeña más fuerte que la serrana”. Intercambiaban sus productos por otros que necesitaban.

Socialmente, estratificaron la sociedad mochica: la sociedad mochica era piramidal: en la cúspide se encontraba el rey y su corte, que controlaba el gobierno, y dividida a su vez en ciudades cuasi estado, y panacas o casas reales a la manera que lo harían los incas. Y en la ancha base, los campesinos, el ejército y los siervos. El Estado era elitista, dominante y opresivo.

“La sujeción económica, política y militar se había hecho más sistemática, más organizada y más fuerte” (Julio R. Villanueva Sotomayor, “El Perú en los tiempos antiguos”, Empresa Editora Nacional S.A.C., Lima, Perú, pág. 106).


La sociedad moche, tuvo un ejército poderoso y guerrero; tenían un alto sentido de Seguridad Nacional. Los militares moche, convivían con los sacerdotes teniendo ambas castas control de la sociedad.

A esta cultura pertenecen los restos del “Señor de Sipán”, encontrados en 1989 por el arqueólogo peruano Walter Alva Alva, director del Museo Tumbas Reales de Sipán de Lambayeque.

Teresina Muñoz – Nájar escribía en la revista “Caretas” de julio del año 1999, lo siguiente:
“Los huacos moche relatan aspectos cotidianos de su vida. Cómo sembraban, qué cazaban y qué comían. La cerámica utilitaria hallada en las diversas tumbas indica el modo en que cocinaban. Cocían los alimentos al vapor, los hervían, los asaban en pachamanca o los maceraban. A esta época legendaria se refiere la creación del cebiche, plato típico peruano consistente en pescado crudo cocido con frutos ácidos y aji. Jamás emplearon el aceite (no lo conocieron pese a que pudieron haberlo hecho de maní o maíz) y no hay rastros de que frieran con grasa de animales. Un vistazo pues a lo referenciado y descrito en la iconografía de los huacos moche y algunos safaris gastronómicos al norte del país sirvieron para reconstruír la mesa dominguera del Señor de Sipán. Cebiche de lenguado con ají limo cocido en jugo de tumbo, cuy en ajo y chicha de jora, cocido lentamente en olla de barro, untado con maní, caracoles (de tierra), guisados en tomate y culantro, frejoles en punto de miel de algarrobo saborizados por el caldo y la carne del sajino fresco, langostas, cangrejos y langostinos aderezados con hierbas del campo, son, entre otros, los platos que conforman la carta de este festín moche”.

Teresina Múñoz Nájar, Revista "Caretas", julio de 1999
Otro acompañante de la sociedad mochica, era el perro; parece que existieron dos tipos de ellos; el perro de caza, que era carnívoro y por tanto tenía sus molares perfectamente desarrollados y el casero, que era menos carnívoro y por tanto no tenía desarrollados sus molares. Una de las aficiones de los señores mochica, fue la cacería; a ella asistían con sus perros que acorralaban a la presa. El perro parece ser que migró con los primeros hombres por el Estrecho de Beringia y convivieron con el hombre en su larga marcha hacia el desarrollo. Un perro moteado, referido en los mitos orales como Fanun, aparece acompañando al dios gobernante Quismique en la batalla del mar en la iconografía de los huacos moche.


Los mochica han legado dos historias iconográficas en la cerámica de sus huacos que se repiten en las tradiciones orales de la zona, "la batalla de los objetos", cuando los utensilos domésticos (es decir los artesanos y la casta servil) se rebelan contra los nobles, y "la batalla del mítico gobernante dios" contra los dioses-gobernantes del mar y del subsuelo para finalmente lograr un equilibrio binomico entre ambos reinos con una relación que recuerda al hanan y al hurin usados luego por los incas.







lunes, 30 de abril de 2007

Cultura Chavín

Cultura Chavín


Ubicado en Chavín de Huántar, a orillas del río Mosna, tributario del río Marañón, en el Callejon de Conchucos, en la provincia de Huari, en la región Ancash, en la sierra norte del Perú, a una altitud de 3.137 msnm, en el piso ecológico quechua.


En su máxima expansión, se extendió hacia el occidente del territorio peruano, desde Ocucaje en la región Ica hasta Huayruro, en la región Tumbes. Pasando más allá dentro del territorio del actual Ecuador, entre el litoral y la ceja de selva. Como se dijo, formó el primer horizonte cultural, ya sea por dominio territorial o por influencia socio económica.


Esta cultura se desarrolló desde el 1500 adC, hasta el 500 adC; es decir, que durante diez siglos o un milenio, prevaleció su hegemonía en todo el quehacer andino de la región u área de influencia.

Fue una sociedad teocrática, cerrada, que dominaba por medio del miedo; adoraron al dios Wiracocha o dios de las varas con rasgos felinos (jaguar) y serpentinos (boas, serpientes) y sus ceramios y esculturas, tienen rasgos del mismo tipo, posiblemente relacionados con los mitos orales de los amarus o serpientes colosales de naturaleza elemental.


Puede decirse que en la evolución de esta sociedad de la comunidad andina convivieron hombres del ande, de la costa y de la selva, que en un engrane perfecto de productos de los diversos pisos ecológicos se dedicaban a:

· Actividades Primarias: recolección, caza y pesca
· Actividades Nuevas (especializadas): agricultura, ganadería,
alfarería, textilería, orfebrería, arquitectura, escultura, pintura, hidráulica monumental y otras artes.


Los más hábiles destacaron y se hicieron categorizar por la comunidad y terminaron convirtiéndose en líderes, jefes, autoridades. Estos líderes forzaron por el miedo a la comunidad a producir más y mejor y terminaron imponiéndose a las demás, mediante el intercambio y el conocimiento secreto de los ciclos de producción agrícolas; los que tuvieron éxito, construyeron grandes edificaciones en honor a sus dioses.

El principal motivo del progreso de Chavín de Huántar, fue que se convirtió en la agricultura más moderna y productiva e innovadora de su época y dentro de esa agricultura, el maíz que ocupó el sitio principal conjuntamente con sus derivados, entre ellos la chicha de jora, que se convirtió en su fuente de riqueza y dominio. Parece ser que la economía de retribución, una versión mejorada del trueque fue la modalidad de pago en especies sagradas como el maíz. Esta economía de retribución, que incluso refiere intercambio de fuerza laboral, se generalizó y fue la modalidad imperante en sus transacciones, desde Chavín de Huántar hasta los Incas.

Como se dijo, la sociedad Chavín fue teocrática y el tirano rey sacerdote era el representante de la casta gobernante, posiblemente elegido entre los campeones de las casas gobernantes o panacas, tal como lo hicieran luego los incas. Esta casta gobernante formó el primer Estado del Ande. Esta casta sacerdotal, eran especialistas y grandes técnicos agrícolas hidráulicos, los cuales dominaban por el miedo a sus semejantes.

Entre sus logros, hay manufactura de gran calidad en la arquitectura, agricultura, hidráulica, cerámica y orfebrería, entre otros.

Correspondiente a este Primer Horizonte Cultural Chavín, están las culturas de Sechín, en la provincia de Casma de la región Ancash, en el piso ecológico chala (costa). Cupisnique, al norte del valle de Chicama, en la quebrada de Cupisnique, en la región La Libertad; la zona de influencia de esta cultura, fue por el norte hasta la ciudad de Chiclayo y por el sur hasta Ica. Parece ser que en todo sentido, compitió con Chavín. Kuntur Huasi (casa del cóndor), ubicada en el cerro La Copa, a 2.300 msnm, en la provincia de San Pablo, en la región Cajamarca. Su vigencia histórica se desarrolla entre el 1100 adC hasta los 50 adC.

Otras culturas del “chavinoide”, son Cerro Blanco, en el valle de Nepeña; Moxeke o Mojeque, en la margen derecha del río Casma. Pacopampa, en el distrito de Querocoto, en la provincia de Chota, región Cajamarca.

Es cierto que estas sociedades, ya sea para mantener la hegemonía de la que gozaban o para proteger su “modus vivendi”, debieron mantener un ejército capaz de garantizar las condiciones de desarrollo indispensables para su expansión y dominio y para mantener el “statu quo” de la época. Esto también se lograba mediante el terror infundido por sus esculturas (cabezas clavas), hidráulica (los templos rugían al paso del agua por canales de construcción no igualada hasta hoy) y arte.

La decadencia de Chavín de Huántar, parece ser que se debió más a estancamiento del desarrollo que a intervención militar de otras culturas; es decir, se “agotó como cultura”, siendo superada por otras culturas “más frescas” y posiblemente no basadas en una dominación por el terror.

A este respecto cabe añadir que algunos historiadores transversales apuntan a que este tipo de terror estaba más dirigido hacia los enemigos extranjeros y/o compatriotas que pretendían usurpar un poder legítimamente otorgado por entidades divinas aladas y relacionadas con el sol, más que para atemorizar al propio pueblo.


Basándose en analogías y paralelismos iconográficos y arqueológicos de las principales culturas en todo el mundo, todo parece indicar que algunas dinastías se perpetuaban a través de sacrificios, automutilaciones e incluso autoinmolaciones para hacer ver a su pueblo, a sus rivales y a sus enemigos, tanto un amor abnegado y sin límites hacia un pueblo que debía ser unificado para ser fuerte y próspero, como un desinterés por lo material que incluía en ello el propio cuerpo o partes de él.

Estas demostraciones que tanto nos cuesta entender hoy día, formaban imperios, y aguerridos ejércitos cohesionados por el amor reciproco a sus reyes y no por el miedo, formaban interminables huestes de voluntarios deseosos de emular a la familia real y alcanzar un lugar de honor en la piedra labrada que era lo mismo que encontrar un lugar en el corazón del emperador y en la memoria de su pueblo.

Cuando una ciudad era sitiada, un voluntario que había ingerido coca se presentaba desde algún relieve alto ante los sitiadores revestido en oro y piedras deslumbrantes para ser visto por todos, les sacaba la lengua y se la arrancaba de un mordisco en un baño de sangre antes de saltar al vacío. El horror hacía que se levantase el sitio sin mayor derramamiento de sangre y sin saqueo alguno. Eran mensajeros de paz, sus nombres eran grabados en el relieve donde habían hecho el sacrificio de su vida (generalmente un monolito) a cambio de vida para su pueblo que, hubieran acabado arrasados de otro modo.

Se forjaba así la leyenda de que detrás de una lombriz engalanada en los tesoros que codiciaba el insensato, aguardaba agazapado en lo más profundo de la pachamama el espíritu del jaguar.












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