viernes, 11 de agosto de 2017

La Resistencia Ancestral Mapuche RAM

Facundo Jones Huala
Lider de la Nación Mapuche o Araucana

En Chile y Argentina, el pueblo mapuche o araucano ha sido siempre marginado y despojado de sus bienes y recursos por colonos inescrupulosos.

Para tratar de recuperar los territorios perdidos en La Patagonia, surgió la Resistencia Ancestral Mapuche - RAM, un grupo guerrillero que opera en Argentina y Chile.

Es una organización separatista, que busca a base de la recuperación de lo que fue el territorio de su nación, distribuido en Argentina y Chile, crear una nación independiente Mapuche o Araucana.


Facundo Jones Huala es el actual líder de la RAM. El está detenido en Esquel, provincia de Chubut. 

En entrevista para el programa de televisión Periodismo Para Todos dijo: 

"Hay cosas que no puedo ocultar, como mi doctrina política e ideológica, apoyamos el uso de la violencia política como un arma de autodefensa. Liberación como la reconstrucción de nuestro mundo, somos el brazo armado del movimiento mapuche: usamos molotovs, cuchillos, palos, más que eso, no podemos permitirnos "


Uno de los primeros ataques fue cometido en la Ruta Nacional 40, quemando un camión. El conductor, Luis Rastrelini, comentó que se sorprendió por un improvisado rock roadblock, y luego fue atacado por hombres encapuchados. Ellos llenaron el camión con aceite, y luego lo hicieron explotar con un cóctel molotov. Otro ataque tuvo lugar en Bariloche. Quemaron dos edificios y dejaron pancartas pidiendo la libertad de su líder, Facundo Jones Huala. Esos banderines ofrecieron su insignia, compuesta por un escudo mapuche y un rifle. También atacaron las estancias de la familia Benetton en la provincia de Chubut. El vigilante Evaristo Jones informó que lo atacaron y torturaron, robaron sus armas y quemaron su cobertizo, alegando que no era una acción contra él sino contra los dueños de la estancia. La guerrilla cometió ataques similares contra otros empleados y sus familias, incendió bosques y campos de cultivo, vandalizó los vehículos agrícolas y el servicio eléctrico, y los vehículos en las carreteras cercanas. El policía José Aigo fue asesinado cuando trató de revisar un camión en dirección a Aluminé. 

Las organizaciones chilenas "Frente Patriótico Manuel Rodríguez" y "Ejército Guerrillero de los Pobres" se hicieron eco de ello. Ambas organizaciones son parte de la RAM. 

La RAM bloqueó una carretera cerca de El Maitén, y fueron dispersados ​​por la Gendarmería Nacional argentina. Santiago Maldonado, miembro de esta organización, fue reportado desaparecido después de eso. El grupo realizó entonces su primer ataque en Buenos Aires, vandalizando el edificio de la "Casa de Chubut".

Facundo Jones Huala, el líder de la organización, está actualmente detenido en Argentina y sometido a juicio por cargos de terrorismo. Chile pidió su extradición, para juzgarlo por cargos similares, pero Argentina se ha negado a hacerlo.

La policía argentina ha intentado expulsarlos de las estancias de la familia Benetton, pero hasta ahora no tuvieron éxito. (Datos: Wikipedia)

martes, 8 de agosto de 2017

Virreinato del Perú: García Hurtado de Mendoza - Marqués de Cañete - 8° Virrey del Perú

García Hurtado de Mendoza
8° Virrey del Perú

García Hurtado de Mendoza y Manrique, IV marqués de Cañete (Cuenca, 21 de julio de 1535 - Madrid, 4 de febrero de 1609), fue un militar español, que llegó a ser gobernador de Chile y VIII virrey del Perú.

Fue gobernador de Chile (1556-1561), donde derrotó a Caupolicán (1557) y se encargó de organizar la administración española. 

Durante su etapa como virrey del Perú, apresó a Hawkins (1594) y mejoró las finanzas y la administración.

Fue hijo de Andrés Hurtado de Mendoza, II Marqués de Cañete y Virrey del Perú, y de María Manrique, hija del conde de Osorno.

Pertenecía a una de las más importantes familias de la aristocracia castellan. Sucedió en el marquesado a su hermano Diego Hurtado de Mendoza y Manrique, III marqués de cañete. 

En 1552 fugó de casa, con la intención de servir a su rey Carlos I en una expedición que se preparaba contra Córcega. Demostró gran valor en esta campaña y también en Toscana, cuando esta república quiso desprenderse del dominio español. Se incorporó al ejército imperial en Bruselas, y estuvo junto a Carlos I en su victoria en la Batalla de Renty. 

Al conocer que su padre sería designado Virrey del Perú, volvió a España y le pidió que lo llevase a América. Durante el viaje se encontraba también Jerónimo de Alderete, que había sido designado por el rey como sucesor de Pedro de Valdivia en la gobernación de Chile, pero cuando arribaron a Nombre de Dios en Centroamérica y tuvieron que atravesar el istmo para poder embarcarse en la ciudad de Panamá, Alderete cayó gravemente enfermo de fiebre amarilla y murió el 7 de abril de 1556 en la isla de Taboga, antes de llegar a destino. Con estos acontecimientos y con el poder que tenía su padre como virrey del Perú, convocó a gente proveniente de Chile y viendo que diferían si Villagra o Aguirre calificaban como el sucesor de Valdivia, decidió mantenerse neutral y nombró a su hijo como nuevo Gobernador de Chile.

Su nombramiento agradó a García y se informó de los problemas que existían en Chile, sobre todo el asunto de la rebelión indígena y la disputa grave entre Francisco de Aguirre y Francisco de Villagra por el puesto de gobernador de Chile. Contaba con 21 años de edad y era un joven de demostrada valentía, orgulloso de su linaje e inteligencia, y como contraparte, poseedor de un carácter muy altanero y orgulloso, de accesos violentos, muy cerrado y autoritario, lo que le granjearía ocultos enemigos en su propio círculo. 

Para ello contó con renovados caudales de las arcas del Perú y apertrechó ocho barcos, aquí resulta paradójico que el entusiasmo de ir a Chile tuviera una extraordinaria respuesta en contraste con tiempos pasados, pues se enrolaron 500 personas, una parte se vendría por tierra al mando de Luis de Toledo y Pedro de Castillo; y la otra parte por mar junto al nuevo gobernador. 

El primer grupo salió por tierra en enero de 1557 y el segundo por mar desde El Callao en febrero del mismo año. Junto con García Hurtado de Mendoza iba un séquito de ilustres hombres, entre ellos Alonso de Ercilla y Zúñiga, Francisco de Irarrázaval y Andía, Francisco Pérez de Valenzuela, Hernando de Santillán, jurista y erudito, el fraile dominico Gil González de San Nicolás y el franciscano Juan Gallegos, hombre muy ilustrado. Hicieron escala en Arica el 5 de abril y el 9 se reanudó el viaje al sur. Desembarcó en La Serena el 23 de abril de 1557. Los pobladores de Coquimbo quedaron deslumbrados al ver junto al nuevo gobernador el ejército más grande hasta entonces visto en estos lugares contando con más de 500 hombres, armados con arcabuces y cañones, vestidos con armaduras y penachos de plumas. Desde entonces se les llamó los "emplumados". 

Francisco de Aguirre le recibió muy hospitalariamente en La Serena, pero conociendo el nuevo gobernador los problemas de litigio entre Aguirre y Francisco de Villagra por la gobernación de Chile, no dudó un segundo en tomarlos presos, repitiéndose la misma situación con Villagra que venía llegando a La Serena y los colocó en un barco enviándolos presos a Lima.

Lo más natural y dada la aproximación del invierno era que el gobernador viniese a Santiago, así que el cabildo hizo los preparativos de bienvenida, pero García Hurtado tenía otros planes, decidió seguir por mar a Concepción a pesar de los consejos en contra de quienes ya conocían las inclemencias del tiempo, que hacía el viaje peligroso por esas fechas. En Coquimbo envió la caballería por tierra y el zarpó el 21 de junio de 1557, en pleno invierno. Llegó 8 días después a la bahía de Concepción en medio de un temporal que hacía correr peligro a las embarcaciones y en medio de una torrencial lluvia desembarcaron en la isla de la Quiriquina levantando un campamento provisional. 

Una vez asentado en Concepción, García Hurtado pretendió una política de aparente allegamiento y buena voluntad hacia los indígenas araucanos, quienes aceptaron los regalos del gobernador pero no estaban dispuestos a que sus territorios fueran ocupados por los advenedizos españoles. 

Lincoyán y otros caciques araucanos supieron que la caballería venía por tierra desde Santiago y concibieron un plan que pretendía cortar dichas fuerzas atacándolas en Andalicán, cercano a Concepción. García Hurtado que no era ningún ingenuo, supo del plan indígena y se dio cuenta que dicha conducta más que promover un acercamiento era considerado por los mapuches como signos de debilidad y temor por parte del nuevo gobernador, decidió cambiar entonces radicalmente de actitud con ellos. Se dirigió de inmediato a tierra mapuche, levantando el fuerte San Luis de Toledo con el objeto de abortar esta iniciativa, que fue prontamente atacado por los mapuches que, sin embargo, salieron derrotados, ya que el gobernador logró contrarrestar su número con la fuerza de los cañones y arcabuces. 

Dirigió una nueva campaña en octubre de 1557, con un poderoso ejército de más de 500 hombres y miles de indigenas auxiliares. Ocurrió en esta campaña la Batalla de Lagunillas (7 de noviembre), en donde los españoles salieron vivos debido principalmente a la valentía demostrada por Rodrigo de Quiroga y los demás capitanes. Los mapuches se mostraron desorganizados en el ataque al ser conducidos por varios caciques a la vez y este desorden produjo fallos tácticos que impidieron su victoria. 

Cuenta Alonso de Ercilla, que vino a Chile en el grupo que trajo el gobernador, que los españoles tomaron prisionero en esa batalla al cacique Galvarino, al que le cortaron la mano izquierda. Perdida esa mano sin ninguna mueca de dolor Galvarino coloco la otra, que también se la cortaron. Pidió la muerte, pero los conquistadores lo dejaron ir y se fue el mapuche con los suyos para planear su venganza. Los mapuches convocaron una reunión de caciques y eligieron a Caupolicán. 

Caupolicán, dirigió el 30 de noviembre un nuevo ataque, en la llamada Batalla de Millarapue, en el valle del mismo nombre, que estaba lleno de accidentes que le facilitaban el ataque sorpresa. Esta batalla fue otra derrota de los araucanos, que sufrieron como castigo el ahorcamiento de 30 de ellos, entre los que se incluía Galvarino, que peleó siempre en primera fila. Las penalidades de la lucha empezaron a molestar a los compañeros de García Hurtado de Mendoza, los cuales esperaban obtener riquezas por sus servicios. Para entregárselas, el gobernador dejó vacantes las encomiendas de Concepción, ciudad a la sazón abandonada, entregándosela a sus compañeros. Por este motivo, la ciudad fue refundada por tercera ocasión. Poco después fundó también la ciudad de Cañete de la Frontera, y repuestas sus tropas de las batallas, las dividió nuevamente. 

Caupolicán, instigado por el indio Andresillo, se decidió a atacar el fuerte Tucapel. Lo que no sabía era que Andresillo era un traidor que les contó los pormenores del ataque a los españoles, por lo que los asaltadores se transformaron en asaltados, produciéndose una fuga en que dejaron a muchos heridos y prisioneros, y debilitaron gravemente sus fuerzas. 

La moral de los españoles subió y en un asalto sorpresa al campamento de Caupolicán, lograron darle captura, siendo llevado al fuerte Tucapel. Algunos historiadores dicen que intentó pactar con los españoles, prometiendo convertirse al cristianismo, pero Alonso de Reinoso, el jefe del fuerte, decidió aun así, condenarlo a muerte empalado, es decir, a sentarse en una pica que le destruiría dolorosamente las entrañas. Aquella condena se cumplió y aquel fue el final de Caupolicán. 

Una nueva batalla fue presentada por los indígenas en el fuerte de Quiapo, entre Cañete y Concepción, pero fueron nuevamente rechazados. Confiado en que para apurar la conquista era necesario fundar varios fuertes, fundó uno con el nombre de Los Infantes o San Andrés de Angol, más tarde llamado Los Confines de Angol (actual Angol). 

Tiempo después se enteró de que su padre el virrey había sido reemplazado por el rey, y que su reemplazo ya se encontraba en camino. Para peor, designaron gobernador de Chile a Francisco de Villagra, del que debería esperar las mismas humillaciones que él mismo le hizo sufrir. Por esos motivos decidió abandonar rápidamente Chile, pasando de paso por Santiago, que no había visitado durante toda su gobernación. Allí se enteró de la muerte del sucesor de su padre, por lo que este seguía en el mando. Tal situación le dio más confianza, por lo que se mantuvo un tiempo más en la capital y tuvo oportunidad de entrevistarse en forma caballerosa con Francisco de Villagra acerca del estado en que quedaba la colonia. Villagra no lo humilló como el esperaba, sino que, al contrario, recibió un trato frío pero caballeroso. 

Durante su estancia en Santiago se publicó la tasa de Santillán, que establecía el sistema de mitad para el trabajo indígena, que en vez de echar al trabajo a todos los indios de un repartimiento, se fijaba un turno en el servicio, quedando obligado el cacique de cada tribu a enviar a la faena un hombre de cada seis vasallos para la explotación de las minas, y uno de cada cinco para los trabajos agrícolas. Este trabajador, a quien hasta entonces no se le había pagado salario alguno, debía ser remunerado con la sexta parte del producto de su trabajo, y esta cuota se le debía pagar regularmente al fin de cada mes. Se eximía además del trabajo a las mujeres y hombres menores de 18 años y mayores de 50, y se ordenaba que los indígenas fueran mantenidos por los encomenderos, quienes además debían mantenerlos sanos y evangelizados. 

Una nueva noticia cambiaría su rumbo: su padre acababa de morir. Decidió partir inmediatamente al Perú, designando como gobernador interino a Quiroga, a la espera de Villagra. 

En el Perú se le sometió a Juicio de residencia por todas las arbitrariedades de su gobierno (la entrega de encomiendas, el mal trato a los soldados, etc.). Fue el primer gobernador de Chile cuya actuación fue enjuiciada siguiendo las leyes castellanas. Según el tribunal era culpable de 196 cargos, pero dejaba a cargo de la Real Audiencia de Lima fallar en forma definitiva. Según esa sentencia, García Hurtado debía ser detenido allí, dándole la ciudad por cárcel, hasta que se justificase de todas las acusaciones o pagase las penas pecuniarias a que fuese condenado.

Pero García Hurtado de Mendoza no se hallaba ya en el Perú. Había partido para España a dar cuenta al Rey Felipe II y al Consejo de Indias de sus campañas y de su gobierno en Chile. El prestigio de su familia, la información de sus servicios levantada por la audiencia de Lima y las recomendaciones que comenzaban a llegar de Chile escritas por algunos capitanes que le eran fieles, hicieron que se echasen al olvido las acusaciones de sus enemigos. Además, se presentó prácticamente como el vencedor de la Guerra de Arauco desdeñando duramente y criticando a los antiguos conquistadores de no haber hecho lo suficiente para terminar con los indigenas rebeldes y pacificar la Araucanía.

El rey Felipe II, considerando la larga experiencia de García Hurtado de Mendoza como militar tanto en el Viejo como en el Nuevo Mundo, así como su conocimiento de las tierras y gentes americanas, lo nombró virrey, gobernador y capitán general del Perú (30 de julio de 1588). 

Partió éste de Sanlúcar de Barrameda el 13 de marzo de 1589, a bordo de una flota que hizo escala en Cartagena de Indias, ubicada en la costa caribeña, luego pasó a Nombre de Dios en Centroamérica para ir por tierra a la ciudad de Panamá y desde allí continuar por vía marítima hacia la costa pacífica de Sudamérica, haciendo escala en Paita, hasta llegar al Callao el 28 de noviembre de 1589. 

García Hurtado de Mendoza fue recibido en la ciudad de Lima con una pompa extraordinaria el 6 de enero de 1590, y se encontró con el virrey saliente, el anciano Conde de Villardonpardo. 

Llegó acompañado de su esposa, una dama de noble alcurnia llamada Teresa de Castro y de la Cueva, que resultó ser así la primera Virreina que radicó en el Perú y cuyo nombre sería perennizado mediante la fundación de la villa de Castrovirreyna (1591), elevada luego a la categoría de ciudad. 

Junto con el virrey y la virreina llegó un crecido séquito, conformado por caballeros, damas, pajes y criados. 

En 1590 el minero Antonio Pérez Griego, descubrió los yacimientos argentíferos de Orcococha, en la sierra central del Perú. Pronto se difundió la fama de su riqueza, y desde Huamanga y Huancavelica acudieron muchos españoles para instalarse en el lugar, pese a lo áspero del territorio. El virrey decidió entonces fundar allí una población, que fue Castrovirreyna, llamada así en homenaje a su esposa Teresa de Castro (1591). 

Estas minas fueron tan productivas, que se dice que en solo dos días un español sacó el valor de 50 mil pesos. También tuvieron notable rendimiento las minas de azogue o mercurio de la vecina Huancavelica, metal este fundamental para la obtención de la plata por el método de la amalgamación; tan elevada fue la producción de azogue que se pudo exportar a México y almacenarse miles de quintales dentro del territorio peruano. Otro yacimiento de plata se descubrió en el cerro de Colquepocro, en la provincia de Huaylas (actual Áncash). También se empezaron a explotar varias minas de oro, y se intensificó la labor en otras, como las del cerro de Zaruma (en el actual Ecuador). 

Este auge minero permitió el envío a España de enormes remesas de dinero, como veremos enseguida. Por entonces, la corona española se hallaba con las arcas agotadas tras el esfuerzo realizado para equipar la Armada Invencible. Asimismo, el rey Felipe II seguía empecinado en someter a Inglaterra, Francia y los protestantes de Flandes y Alemania, y ante la falta de recursos, emitió una real cédula en 1589 donde pidió un “servicio” o donativo gracioso a todos sus súbditos. Pese que a un principio se quiso diferir el cumplimiento de dicha cédula debido la crítica situación que afrontaba el Perú luego de sufrir una mortífera peste y los estragos del terremoto de Lima de 1586, el virrey ordenó a las autoridades locales proceder a cobrar el donativo. La suma recaudada llegó a ser cuantiosa, destacando la contribución de los empresarios mineros de Huancavelica y Potosí. El donativo destinado a la Corona alcanzó la suma de 1.554.950 ducados. 

En carta fechada en El Escorial el 25 de septiembre, el rey Felipe II agradeció la generosidad del virrey y de sus súbditos. El donativo gracioso a su majestad fue solo uno de los arbitrios que el virrey puso en práctica a fin de incrementar los ingresos de la real hacienda. Con el mismo fin, introdujo (o reintrodujo) otros gravámenes y tributos extraordinarios. Estos fueron la alcabala, la “composición” de tierras, los permisos a extranjeros, el almojarifazgo y la avería. Además, puso en venta ciertos oficios públicos. La alcabala era un impuesto que se cobraba desde antiguo en España; consistía en el cobro de un 10 por ciento del valor de todas las transacciones comerciales, exceptuando aquellas que comprendían medicinas, pan, libros y otros artículos de primera necesidad. El rey Felipe II, por real cédula del 1 de noviembre de 1591, ordenó su establecimiento en todo el territorio de sus dominios americanos. 

El virrey dispuso dar cumplimiento a dicha cédula, ordenando que el impuesto se empezara a cobrar a partir del 1 de enero de 1592, pero reducido al dos por ciento. Naturalmente, este nuevo tributo provocó protestas en Lima y en todo el territorio del virreinato, pero fue en Quito donde la protesta alcanzó mayor virulencia, estallando el denominado «motín de las alcabalas» (septiembre de 1592), que rápidamente fue sofocado por las tropas virreinales al mando del general Pedro de Arana, siendo los cabecillas apresados y ejecutados. 

Otro arbitrio que se comenzó a cobrar fue el de la llamada “composición” de tierras (1591). Consistían estas en pagos que debían hacer aquellas personas cuyas tierras carecieran de título legal de propiedad; aquellos que se negaran a someterse a la “composición” serían despojados de sus bienes, los cuales retornarían a la corona. Fue una medida importante, pues, aparte de su finalidad económica, hizo posible la regularización de muchas propiedades territoriales, importante para el desarrollo económico del virreinato. 

Otra importante fuente de ingresos que creó el Virrey fue el de los permisos para la residencia de extranjeros en el Perú. La entrada de extranjeros en la América hispana estaba prohibida desde tiempo atrás, y solo en contados casos el rey autorizaba ese ingreso; dicha prohibición fue renovada en 1592 por el rey Felipe II. No obstante, centenares de foráneos continuaron ingresando, especialmente portugueses vía Río de la Plata, atraídos por la riqueza de Potosí. La medida tomada por el virrey resultó también acertada pues así se legalizó la situación de muchos extranjeros y de algún modo se les incitó a arraigarse definitivamente. 

Lo recaudado por las “composiciones” de tierras y de extranjeros llegó a la cifra elevada de 767.277 ducados. 

La venta de oficios públicos resultó también una fuente copiosa de ingresos fiscales. Se subastaron escribanías, regimientos y receptorías de cuentas; por citar un ejemplo más llamativo, el oficio de receptor de las alcabalas de la provincia de Charcas se vendió en 52.000 pesos ensayados. En total, esta venta de oficios permitió al virrey recaudar 855.499 ducados. 

Al arribar nuevamente al Perú tras más de tres décadas de ausencia, el cuarto marqués de Cañete comprobó que aun permanecían en pie los dos frentes bélicos que había dejado: La de los chiriguanos (en el sureste de Charcas, actual Bolivia), ya un tanto aquietados al haberse fundado poblaciones españolas en dicha zona, y La de los araucanos indomables de Chile, cuya fuerza había aumentado. 

Conocedor de la realidad de la guerra de Arauco, al haber servido como gobernador de Chile por algunos años, el virrey mandó en forma oportuna la mayor ayuda posible, enviando en primer término al almirante Hernando de Lamero de Andrade con 250 soldados de refuerzo, que unidas a las fuerzas del gobernador Alonso de Sotomayor, pasaron a la ofensiva y obtuvieron sobre los araucanos la victoria de Marigueñu. Pero no fue un triunfo definitivo y poco después Sotomayor fue relevado de su cargo. En su reemplazo, el mismo rey Felipe II designó como nuevo gobernador de Chile al capitán Martín García Óñez de Loyola (1592), elección que no gustó al virrey, pues se había hecho sin consultarle, y porque en su opinión, García Óñez de Loyola no era buen soldado, con el agravante de ser algo codicioso. No obstante, ya finalizando su gobierno, el virrey envió a Chile un refuerzo de 300 soldados, muchos de ellos de no más de 20 años de edad y sin experiencia militar. Poco después, García Óñez de Loyola afrontaría un alzamiento general de araucanos del que él mismo sería una de las víctimas (desastre de Curalaba, 23 de diciembre de 1598); pero para entonces García Hurtado de Mendoza ya no era virrey del Perú. 

Por otro lado, el virrey consideró necesario constituir una sólida defensa frente a la amenaza de navíos extranjeros que se aproximaban al litoral. Le pareció impotente la armada de cuatro navíos y dos galeras que había formado su antecesor, a la vez que criticó la fortificación del Callao por ser «de tan mala traza, que no puede servir de cosa alguna». 


El virrey enfrentó con éxito la incursión del corsario inglés Richard Hawkins o Ricardo Aquines, como es mencionado en las crónicas españolas. En 1593, Hawkins salió de Plymouth, a bordo de La Linda (The Dainty), y seguido por otras dos embarcaciones, enrumbó hacia las colonias españolas. Después de pasar la costa de Brasil, donde hizo algunas presas, Hawkins cruzó el Estrecho de Magallanes y poco después, alcanzó Valparaíso, donde se apoderó de cuatro barcos que estaban en la rada, y de otro quinto que arribó desde Valdivia. Enterado del suceso, el virrey ordenó alistar a la armada, donde se embarcaron 500 hombres de guerra en tres navíos, bajo el mando de su cuñado Beltrán de Castro y de la Cueva. Muchos jóvenes distinguidos de Lima se alistaron en esta escuadra. Tras ardua persecución, De Castro sorprendió a Hawkins frente a Atacames, cerca de la línea ecuatorial. Se libró un combate en donde ambas partes demostraron bravura; finalmente Hawkins, herido gravemente, con muchos de sus hombres muertos y su navío seriamente averiado, se rindió bajo la promesa de un salvoconducto fuera del país para él y su gente (30 de junio de 1594). Hawkins fue trasladado a Lima, donde la Inquisición lo reclamó para quemarlo como hereje, y la Audiencia para ahorcarlo por pirata. 

Beltrán de Castro insistió al virrey en hacer cumplir la palabra empeñada al corsario, de modo que en 1597 Hawkins fue enviado a España y puesto preso, primero en Sevilla y luego en Madrid. En 1602 fue liberado, retornando entonces a Inglaterra, donde fue nombrado caballero en 1603. 

Tampoco le fue bien a otro célebre corsario inglés, sir Francis Drake. Este partió de Inglaterra en 1595, al frente de una espléndida flota de 28 naves y llevando consigo a su antiguo jefe John Hawkins. Tras hacer correrías por el mar Caribe y las costas de Tierra Firme, atacaron Nombre de Dios y la incendiaron, pero fracasaron en su intento de penetrar por vía terrestre hasta Panamá, ante la bien montada resistencia que el gobierno virreinal desplegó. Drake hizo entonces rumbo a Portobelo (costa del Darién), en cuya rada falleció, víctima de la disentería, el 28 de enero de 1596. Los restos de su flota retornaron a Inglaterra. 

En el campo educativo, el mayor logro del virrey fue la puesta en funcionamiento del Colegio Real y Mayor de San Felipe y San Marcos (1592), que ya había sido fundado por el virrey Toledo. El traje que debía llevar cada colegial era una sotana de paño azul oscuro y beca de azul claro, con una corona real sobre la beca que cargaría sobre el hombro izquierdo. 

De otro lado, el virrey ordenó que en la Universidad de San Marcos se alternaran en cargo de rector un eclesiástico y un laico. 

Bajo el gobierno del cuarto marqués de Cañete se fundaron las siguientes poblaciones: 


-San Lorenzo de la Barranca (1590), por obra del gobernador de Santa Cruz de la Sierra, Lorenzo Suárez de Figueroa, en los llanos del Chaco boreal. Se le conoció abreviadamente como La Barranca y llegó a ser rival de Santa Cruz. 

-Santiago del Puerto (1590) fundada por el mismo Lorenzo Suárez a la mitad del camino que separaba San Lorenzo de Santa Cruz. 

-Castrovirreyna (27 de mayo de 1591), sin duda la fundación más importante de este período, cerca de Huancavelica y junto a unos ricos yacimientos de plata, en la cordillera Central de los Andes peruanos. El virrey la nombró así en homenaje a su esposa, Teresa de Castro, y le concedió un repartimiento de 2.000 indios para las labores de las minas y los trabajos públicos. El rey Felipe II le otorgó el título de ciudad, el 8 de noviembre de 1593. 

-La Rioja (20 de mayo de 1591), fundada por Juan Ramírez de Velasco, en el actual noroeste de Argentina, con el nombre de Todos los Santos de la Nueva Rioja. 

-Zaruma (8 de diciembre de 1595), fundado por el corregidor y justicia mayor de Loja, Damián de Meneses, en las faldas del cerro Zaruma, rico centro de explotación aurífera al sur del actual Ecuador. Su nombre original fue Villa Real de San Antonio del Cerro de Oro de Zaruma. 

-San Mateo de las Esmeraldas (1595), fundado en la bahía de San Mateo (actual costa ecuatoriana) por el corregidor de Guayaquil Francisco Arias de Herrera, luego de realizar la paz con los indios hostiles que vivían en esa zona. Al no haber muchos poblaciones españolas a lo largo de la costa de Guayaquil a Panamá, los piratas y corsarios solían aprovisionarse de comida y agua sin ninguna oposición, por lo que se entiende la importancia de esta fundación. 

En esta época se organizó la expedición de Álvaro de Mendaña que partió del puerto del Callao el 10 de abril de 1595, rumbo a Oceanía. La expedición estaba compuesta por cuatro buques— las naves San Jerónimo (capitana) y Santa Isabel (almiranta), la galeota San Felipe y la fragata Santa Catalina— y 387 personas (280 de las cuales eran soldados). A bordo iban numerosas mujeres (entre ellas Isabel Barreto, la esposa de Mendaña, que era limeña de nacimiento) ya que su fin era colonizar las islas Salomón, que el mismo Mendaña había descubierto en 1567. La expedición cruzó el océano Pacífico y en junio de 1595 descubrió un nuevo archipiélago que Mendaña bautizó como las Marquesas de Mendoza, en honor al virrey del Perú (hoy conocidas simplemente como las islas Marquesas). Continuaron descubriendo otras islas, sin lograr ubicar las añoradas islas Salomón, que suponían pletórica en oro, y arribaron finalmente a las Islas Santa Cruz (a unos 500 km al este de las Salomón), donde desembarcaron y fundaron una colonia. La pérdida de la nave almiranta y el hecho de no haber podido encontrar las islas Salomón provocaron un creciente descontento entre los expedicionarios, que derivó en un motín, lo que fue seguido por la hostilidad de los nativos y por una epidemia de malaria que causó la muerte de varios españoles, entre ellos el mismo Mendaña, el 18 de octubre de 1595. Antes de morir, Mendaña nombró como general de la expedición a su cuñado Lorenzo Barreto y legó su título de gobernador de las islas Salomón a su esposa Isabel Barreto. Poco después falleció también Lorenzo y entonces Isabel Barreto reclamó para sí el título de Adelantada de la Mar del Sur, que le fue reconocido y que la convirtió en la única mujer de la historia con tal título. Solo quedaban tres naves, que zarparon de Santa Cruz con la intención de llegar a Filipinas. La única que llegó a su destino fue la nave capitana, que bajo la dirección del piloto mayor Pedro Fernández de Quirós y con Isabel a bordo arribó a Cavite el 11 de febrero de 1596. 

Son de destacar las discrepancias entre el virrey y el arzobispo de Lima Toribio de Mogrovejo, es decir, entre el poder civil y el poder eclesiástico. El virrey acusó al arzobispo de una supuesta arbitrariedad en el nombramiento de funcionarios eclesiásticos; asimismo, le criticó duramente por su constante ausencia de la capital y por andar en provincias “comiéndoles la miseria” a los indios, señalándole su empeño en cobrarles los diezmos. A tal grado llegó la ojeriza del virrey hacia el arzobispo, que sobre él llegó a decir en una carta al rey que «todos le tienen por incapaz para este arzobispado», por lo que aconsejaba que volviera a España. Dicho encono se hizo patente en dos pleitos públicos: uno en torno a la erección del Seminario de Lima y el otro con respecto a la discusión de los límites jurisdiccionales de la doctrina del Cercado. 

En 1594 se fundó el Colegio Seminario de Lima para la formación de los miembros del clero. También debemos mencionar la realización de dos autos de fe, el 5 de abril de 1592 y el 17 de septiembre de 1595, en los que fueron ajusticiadas siete personas y se aplicaron castigos a cuarenta penitentes. 

Otras obras del virrey fueron la creación en la Audiencia el cargo de protector de naturales. Fundó en Lima una casa para veteranos militares que se hallaban en indigencia. Inició la persecución de los negros cimarrones o fugitivos, quienes desde sus refugios o palenques cercanos a las ciudades solían atacar a los viajeros y raptar a las negras esclavas. Promulgó unas ordenanzas para remediar los excesos de los corregidores de indios en lo relacionado al tráfico de mercancías con los nativos. Dictó 248 ordenanzas para el buen gobierno del cabildo o municipalidad de Lima (24 de enero de 1594). Entre ellas destacamos los referentes a la exactitud y fidelidad de las pesas y medidas, y sobre la regulación de la venta por establecimientos de determinados artículos comestibles y de bebidas alcohólicas como el vino y la chicha, esta última proscrita por considerársela nociva. 

Se hizo un recuento de todos los indigenas tributarios que había entonces en el Perú y de las tasas con que contribuían a los encomenderos. Se determinó que había 311.257 indios que pagaban tributo y que el monto anual de este sumaba 1.434.420 pesos ensayados, de los cuales 286.884 correspondían al monarca en calidad de quinto real. 

El virrey contribuyó con el embellecimiento y progreso de Lima, la capital del Virreinato, continuando con la reconstrucción del Palacio de Gobierno, afectada, al igual que otros importantes edificios, por el terremoto de 1586. 

Entre los desastres naturales que asolaron el virreinato durante este período, destacan el terremoto del Cuzco de 1590, el desbordamiento del río Rímac en Lima en 1595 y una epidemia de disentería. 

García Hurtado de Mendoza, solicitó permiso para regresar a España, debido a los achaques físicos que no le dejaban cumplir con solvencia sus deberes. Accedió el rey a su pedido, ordenando que pasara en su reemplazo el virrey de México Luis de Velasco y Castilla. Ambos virreyes, el saliente y el entrante, se entrevistaron en el puerto de Paita, en abril de 1596. De allí García pasó a Panamá, en viaje de regreso a España, mientras que Velasco continuaba su viaje a Lima por tierra. En Cartagena de Indias, García tuvo la desdicha de perder a su esposa. 

En total, García Hurtado de Mendoza gobernó seis años y medio, y no obstante las críticas que recibió tanto dentro del Perú como en el seno mismo del Consejo de Indias, su mandato mereció el reconocimiento de las autoridades. 

Residió sus últimos años en la corte de Madrid donde falleció el 4 de febrero de 1609, a los 74 años de edad. (Datos: Wikipedia)

Monumento a Caupolicán
Héroe Araucano o Mapuche

domingo, 6 de agosto de 2017

El Marquesado de Santiago de Oropesa

Ana maría Lorenza de Loyola Coya
Juan Enríquez de Borja
Marqueses de Santiago de Oropesa

El Marquesado de Santiago de Oropesa es un título nobiliario español de carácter hereditario que fue concedido por el rey Felipe III de España el 1 de marzo de 1614 para Ana María Lorenza de Loyola Coya, nieta de Sayri Túpac Inca, inca de Vilcabamba y por ello descendiente de la dinastía real incaica por línea femenina. 

Su descendencia emparentó con las principales familias nobles de España. 

Fue junto con el Marquesado del Valle de Tojo, los únicos de este tipo en el Virreinato del Perú que dominó Sudamérica.

El antecedente histórico de este título nobiliario es el repartimiento de tierras en el Cuzco que recibió Sayri Túpac, inca de Vilcabamba, como hijo de Manco Inca Yupanqui y nieto de Huayna Cápac por parte del virrey Andrés Hurtado de Mendoza.

Ocurre cuando Sayri Túpac sale de su refugio a finales de 1557. 

Dentro de estas propiedades se encontró el Valle de Yucay, así como tierras cerca de Oropesa, al sureste de la ciudad del Cuzco, además de otras posesiones. 

El inca, radicado en el Cuzco, casó con su hermana la coya María Cusi Huarcay, de la que tuvo como única hija a Beatriz Clara Coya, que heredó sus bienes al morir en 1560.

Beatriz se casó hacia 1590 con Martín García Oñez de Loyola, capitán general de Chile, señor de la Casa de Loyola y sobrino nieto de San Ignacio de Loyola. Ellos fueron padres de Ana María Lorenza de Loyola Coya, que siendo niña quedó huérfana, y fue enviada a España para ser criada por su familia paterna. 

Hacia el año 1611, Ana María contrajo matrimonio con Juan Enríquez de Borja, hijo de Álvaro de Borja y Aragón, de la Casa de Gandía, y de Elvira Enríquez de Almansa, V marquesa de Alcañices. 

Con la participación de su influyente esposo, Ana María obtuvo del rey Felipe III de España el Marquesado de Santiago de Oropesa, el 1 de marzo de 1614, además de la dignidad de Adelantada del Valle de Yucay.

Relación de los Marqueses de Santiago de Oropesa:

-Ana María Lorenza de Loyola y Coya, I marquesa de Santiago de Oropesa, Adelantada del valle de Yupanquí (1614) y señora de la Casa de Loyola, casada con Juan Enríquez de Borja, caballero de la Orden de Santiago (1594), capitán general de la Armada de Barlovento y consejero de Guerra de Felipe IV de España, hijo segundo de Álvaro de Borja y Aragón, hijo de los IV duques de Gandía, y de Elvira Enríquez de Almansa, V marquesa de Alcañices. Sucedió su hijo: 

-Juan Enríquez de Borja y Almansa (1619-1675), II marqués de Santiago de Oropesa, VIII marqués de Alcañices, señor de la Casa de Loyola. Casado en primeras nupcias con Ana de la Cueva y Enríquez, hija de Francisco Fernández de la Cueva, VIII duque de Alburquerque, con sucesión; casado en segundas nupcias con Ana de Velasco y Tovar, hija de Bernardino Fernández de Velasco, VI duque de Frías, de quien tuvo una hija que sucedió: 

-Teresa Enríquez de Velasco (m. 1713), III marquesa de Santiago de Oropesa, IX marquesa de Alcañices, señora de la Casa de Loyola, que casó con Luis Enríquez de Cabrera y Álvarez de Toledo, VIII duque de Medina de Rioseco. 

-Pascual Enríquez de Cabrera y Almansa (m. 1736), IV marqués de Santiago de Oropesa, X marqués de Alcañices, IX duque de Medina de Rioseco, XII Almirante de Castilla, XIII conde de Melgar y XIII de Rueda, casado con María Josefa Pacheco y Rojas, hija de Juan Francisco Pacheco y Téllez-Girón, III conde de la Puebla de Montalbán y de María de Sandoval y Girón, IV duquesa de Uceda; sin sucesión, heredó su hermana: 

-María de la Almudena Enríquez de Cabrera y Almansa, V marquesa de Santiago de Oropesa, XI marquesa de Alcañices. María del Carmen Azlor de Aragón y Guillamas, VI marquesa de Santiago de Oropesa, VIII duquesa de Granada de Ega, casada con Alfonso Martos y Zabálburu, VII marqués de Casa Tilly y de Iturbieta, hijo de Alfonso Martos y Arizcúm, VI marqués de Casa Tilly y de Iturbieta, IV conde de Heredia Spínola. Sucedió su hijo: 

-José Luis Martos y Azlor de Aragón, VII marqués de Oropesa. 

-Alfonso Martos Carrión y Azlor de Aragón, VIII marqués de Oropesa, actual titular. (Datos: Wikipedia)

viernes, 4 de agosto de 2017

La Unión de las Noblezas de Perú y España

Francisca Pizarro Yupanqui

En Perú, en la época de la conquista del Imperio Inca, muchos miembros de la nobleza incaica fueron desterrados con la finalidad de que ni ellos ni sus descendientes, nunca pudiesen pretender la reconquista.

Dentro del gran número de destierros, están dos grandes mujeres:

Francisca Pizarro Yupanqui

En 1550 Francisca Pizarro Yupanqui —nieta del inca Huayna Cápac e hija natural del conquistador Francisco Pizarro— fue enviada a Trujillo de Extremadura donde contrajo matrimonio con un tío carnal, Hernando Pizarro.

En la fachada del palacio de la Conquista que mandó construir, todavía permanece una escultura de doña Francisca.


Ana María de Loyola Coya

En 1603 Ana María de Loyola Coya —nieta del inca Sairy Túpac e hija del gobernador Martín García de Loyola— fue enviada a Valladolid donde contrajo matrimonio con Juan Enríquez de Borja, con quien fundó el marquesado de Oropesa.

Los hijos de este matrimonio emparentaron así con los fundadores de los jesuitas y los incas del Cuzco. 

martes, 1 de agosto de 2017

Lima Capital de la Música, Canciones y Danzas de Latinoamérica: Juan Diego Flórez y Sinfonía por el Perú

Juan Diego Flórez
y
Sinfonía por el Perú

Extraordinaria presentación de Sinfonía por el Perú entidad que reunió a 400 niñas y niños peruanos tocando variados instrumentos y cantando con el acompañamiento de los mejores conjuntos de baile nacional del Perú.

Sinfonía por el Perú fue creada por el gran tenor Juan Diego Flórez quién impulsa con gran entusiasmo su desarrollo en el ámbito nacional e internacional.

Presentamos algunas piezas musicales del último gran concierto:




jueves, 22 de junio de 2017

Imperio Inca: Viracocha - 8° Inca del Perú

Viracocha
8° Inca del Perú
Imperio Inca

Viracocha, fue el octavo gobernante del Imperio Inca en el período que corresponde a los años 1400 a 1438.

Tomó el nombre de Viracocha porque aseguró haber tenido un sueño divino en el que estuvo junto al dios Wiracocha. 

Tras el asesinato del Inca Yahuar Huaca fue difícil escoger a un heredero pues muchos de sus hermanos fueron asesinados a su lado. Hatun Tópac, no era hijo de Yahua Huaca, sin embargo fue presentado como tal. Pertenecía a la misma dinastía de su antecesor: los Hanan.

Conquistó los señoríos de Yucay y Calca, ahí en Calca construyó su propio palacio. Recibió ataques constantes de los Ayamarcas y Guayamarcas que logró sofocar exitosamente. Mejoró la agricultura y los abastecimientos incas. Amplió las arboledas y la producción textil, implantó los tocapus (figuras geométricas en la ropa de los nobles). 

Viajó al reino Aimara dejando como Vice-Gobernante a su hijo preferido: Inca Urco. 

En el reino Aimara, forjó la amistad de éste y otros señoríos. Al retornar decidió vivir en su palacio de Calca para estar permanentemente con Curi Chulpi, una esposa secundaria a quien amaba fervientemente más que a ninguna otra. 

Durante su gobierno, los poderosos Chancas le enviaron dos emisarios pidiendo su rendición y entrega incondicional de sus dominios, incluyendo Cuzco, este aceptó y escapó a Chita junto a sus sirvientes, esposas e hijos. 

Tras su rendición, junto con su hijo Inca Urco abandona la ciudad del Cuzco generando incertidumbre y confusiones. Sólo quedaron en ella sus capitanes principales, Apo Mayta y Vicaquirao, junto con los hijos de su Coya principal.

Junto con ellos quedó Cusi Yupanqui (Pachacútec), joven militar apoyado por Apo Mayta, hace un llamado general a las etnias vecinas, y tras conseguir aliados, combate, vence y expulsa a los Chancas del Cuzco, posteriormente mata a Inca Urco en defensa propia, acto que causa el resentimiento en Huiracocha, quién nunca más volvió al Cuzco desde su huida y murió en el olvido, muy canoso (cosa poco común en los hombres de etnia andina) y sofocado por la magnificencia de quién jamás nombró como sucesor: Pachacútec. (Datos: Wikipedia)

jueves, 15 de junio de 2017

Virreinato del Perú: Fernando Torres y Portugal - Conde de Villardompardo - 7° Virrey del Perú

Fernando Torres y Portugal - Conde de Villardompardo
7° Virrey del Perú

Fernando de Torres y Portugal y Mesía Venegas y Ponce de León (siglo XVI) fue un noble español, 7° Virrey del Perú de 1584 a 1589.

Fue miembro de una antigua estirpe de la región de Jaén y descendiente de la familia real portuguesa, se le reconoció como Señor de Villardompardo y Escañuela y luego como Conde de Villardompardo. 

Su primer escalón, fue como corregidor en el principado de Asturias, y posteriormente en Salamanca, de 1565 a 1568. Su buen desempeño en ambos lugares y sus influencias en la corte hicieron que el 30 de abril de 1576 se le concediera el título de conde del Villardompardo y que en septiembre de 1578 se le nombrara asistente de Sevilla. Este último cargo era muy importante, similar al de corregidor: como representante del poder central y cabeza de la corporación municipal, acaparaba multitud de atribuciones: militares y civiles, ejecutivas, legislativas e incluso judiciales. 

Tras cinco años de gestión, esta fue muy valorada en el juicio de residencia que se le siguió al poco de culminarla, y fue fundamental para que se le designara como virrey del Perú. Ya para entonces era de edad muy madura.

La muerte del virrey del Perú, Martín Enríquez de Almansa, tras un breve gobierno (1584), sorprendió al rey Felipe II, que se apresuró en buscarle sucesor. Se barajaron los nombres de varios candidatos, como el del marqués de Almazán, el de García Hurtado de Mendoza, el del conde de Miranda y marqués de Velada. Pero al rey no le satisfizo ninguno de estos. Fue propuesto entonces Lorenzo Suárez de Mendoza, conde de Coruña y Virrey de Nueva España, y hasta se llegó a extender su nombramiento, pero por razones desconocidas este quedó sin efecto. Surgieron entonces otros nombres, entre ellos el del conde del Villardompardo, quien fue finalmente el elegido por Felipe II, contra la opinión de sus consejeros, pues consideraban que su avanzada edad podría ser un impedimento para desempeñar a cabalidad su labor, como había sucedido con su antecesor.

Según parece, pesó en el criterio del rey el buen desempeño del conde como asistente de Sevilla, particularmente su labor hacendística. El 31 de marzo de 1584, en San Lorenzo del Escorial, se suscribió la cédula que investía al conde del Villardompardo como virrey, gobernador y capitán general del Perú y presidente de la Real Audiencia de Lima. 

En octubre de 1584, el flamante virrey se hizo a la vela en Sanlúcar de Barrameda con un numeroso cortejo de parientes y criados, entre los que se contaba su hijo Jerónimo de Torres y Portugal, su nieto Fernando de Torres, su sobrino Diego de Portugal y su hermano político Hernán Carrillo de Córdoba, este último capitán general de Mar y antepasado del ilustre José Baquíjano y Carrillo. 

Si bien apresuró su viaje, su mala salud lo obligó a prolongar algunas de sus etapas. Arribó a Panamá a principios del año siguiente y en mayo se embarcó para el Perú. Desembarcó en Paita el 11 de junio de 1585, continuó su viaje por tierra, y tras pasar por Piura y Trujillo, hizo su entrada solemne en Lima el 21 de noviembre de 1585. 

Siguiendo las instrucciones que recibiera del rey, empezó por ordenar la administración de la Real Hacienda para incrementar la recaudación de las rentas y contribuir a los gastos que demandaban la preparación de la Armada Invencible y la guerra de Flandes. En tal sentido, un punto fundamental era reorganizar el sistema de explotación de las minas de plata de Potosí, basada en la mita minera, que no cumplía a cabalidad su objetivo. Sucedía que los indios rehuían cumplir con la mita, debido a lo gravoso y perjudicial que les resultaba tal oficio. El virrey dictó entonces medidas encaminadas a aliviar la situación de los mitayos u operarios, como el abaratamiento de los artículos de primera necesidad, la prohibición de emplear jornaleros en labores ajenas a la actividad minera, entre otras. Para velar por el cumplimiento de todas estas medidas, creó el cargo de protector de naturales. 

Toda esta reforma, sumada al uso de la técnica de la amalgama con azogue, así como a los descubrimientos de nuevas minas de plata y azogue, hizo que la producción del metal argentífero aumentara sustancialmente. El virrey logró remitir a España en cuatro armadas la suma 4.905.937 pesos, según datos del contador López de Caravantes. Si bien al iniciarse en Potosí el beneficio de la plata mediante el azogue aumentó la producción, al mismo tiempo creció la demanda del último metal, pues buena parte de él se desperdiciaba por lo rudimentario del procedimiento. 

A fines de 1586, un minero, Carlos Corzo de Leca, empezó a hacer uso del hierro, llegando a economizar según un informe, nueve libras de azogue de diez que empleaban. El virrey se mostró al principio interesado en este nuevo procedimiento, pero luego decidió suspenderlo, ya que los gastos corrían a cuenta del Estado. 

En previsión de las incursiones de los piratas y corsarios ingleses, dispuso el armamento de algunos buques y la fundición de cañones para las defensas costeras, no obstante la escasez de maestros fundidores, así como del estaño y cobre necesario. Así fue posible enfrentar a la flota del almirante inglés Thomas Cavendish, que por esos años asoló las costas del Virreinato. Cavendish, llamado en las crónicas Tomás Candisk, zarpó de su país en 1586 con tres buques, y después de fundar Port Desire (actualmente Puerto Deseado, Argentina), cruzó el Estrecho de Magallanes y entró al Pacífico efectuando depredaciones particularmente graves en Arica y Pisco (1587), y sin aproximarse al Callao, siguió hacia el norte, perseguido por la Armada, que sin embargo no pudo darle caza. 

Una medida suya muy protestada fue la supresión en 1586 de los dos alcaldes ordinarios de Lima y su reemplazo por un corregidor elegido por él, que fue Francisco de Quiñones, esposo de Grimanesa de Mogrovejo (hermana del arzobispo Toribio de Mogrovejo). Esta situación se prolongó sólo hasta el fin de su gestión, cuando el rey permitió que la ciudad recobrara su privilegio de elegir sus alcaldes. 

Otra de sus medidas polémicas fue incautar el dinero de las Cajas de comunidad, a fin de ayudar a la Corona en sus guerras europeas. Estas cajas, creadas por el virrey Toledo, existían en muchos corregimientos de indios y en ellas se depositaban los saldos de los tributos que pagaban los indios, así como los bienes de la comunidad, procedentes de las ventas de sus ganados o tierras, amén del salario que se dejaba de pagar a los corregidores al estar vacantes sus cargos. Estas cajas beneficiaban al indio, ya que del dinero de ellas se pagaba la tasa de los ausentes, enfermos e impedidos, o se la completaba, cuando por malas cosechas u otras causas no se podían satisfacer los tributos. Esta decisión perjudicó también a la Iglesia, beneficiara en parte de esos recursos y provocó las protestas del arzobispo de Lima Toribio de Mogrovejo. 

Destaca la fundación del monasterio de Santa Clara en Trujillo y del monasterio de frailes franciscanos en la villa de Oropesa, cercana a Huancavelica. 

Entre 1585 y 1589 una epidemia de viruela, sarampión o parotiditis se extendió desde el Cuzco hacia el norte, hasta llegar a la región Quito. El mal se cebó especialmente entre los indios que murieron por millares, sobre todo los muchachos, así como entre los negros esclavos. En Lima, solo en el Hospital de Santa Ana fallecían de 14 a 16 personas por día, en el lapso de dos meses. En total murieron en Lima unas 3 mil personas, y en Quito fallecieron en el espacio de tres meses cerca de 4 mil personas. Por disposición del Virrey se establecieron varios hospitales en provincias, a fin de que los enfermos no fuesen alejados de sus pueblos. 

En 1588 otra epidemia se extendió por todo el virreinato; esta vez fue el tifus exantemático que apareció en Cartagena de Indias, desde donde se transmitió sucesivamente a Lima, Cuzco, Potosí y Chile, y también en este caso, afectó principalmente a la población indígena. 

El 9 de julio de 1586 un feroz terremoto acompañado de un maremoto asoló gran parte de la costa del Perú. Lima y el Callao sufrieron daños severos aunque no hubo mucha mortandad de personas. El Palacio de Gobierno quedó inhabitable y de inmediato el virrey dispuso la realización de las obras de reconstrucción, que puso a cargo de Pedro Fajardo. 

El virrey tuvo una relación antagónica con los dos inquisidores limeños, Antonio Gutiérrez de Ulloa y Juan Ruiz de Prado, que alcanzó un punto culminante cuando éstos le excomulgaron. Consideraba el conde del Villar que bajo el manto del Santo Oficio se cometían «muchas exorbitancias» en materia de justicia y que los inquisidores se inmiscuían excesivamente en los negocios de la gobernación. Le tocó presidir al virrey el cuarto auto de fe dispuesto por el Tribunal de la Inquisición de Lima y que tuvo lugar el 30 de noviembre de 1587. Fue quemado el flamenco Miguel del Pilar, acusado de ser hereje luterano. Otros 32 reos sufrieron penas leves. La nota llamativa fue que los inquisidores ocuparan un lugar preferente al del virrey, lo que originó que éste fuera recriminado por el rey por haber permitido ello. 

Durante su Gobierno se imprimió en Lima la obra "Arte, y vocabulario en la lengua general del Perú llamada Quichua, y en la lengua Española : el más copioso y elegante que hasta agora se ha impresso" en 1586, cuyo autor fue Ricardo Antonio. Hubo ediciones posteriores en Sevilla en 1603, y, de nuevo en Lima (1614), en impresión de Francisco del Canto. 

La nota escandalosa del gobierno de este virrey fue sin duda las revelaciones que hizo el sevillano Juan Bello, secretario de gobernación, al hallarse arrestado por la Inquisición acusado de blasfemia. Bello puso al descubierto la conducta inmoral de los parientes cercanos del virrey, especialmente de su hijo Jerónimo y su sobrino Diego de Portugal, a quienes acusó de recibir dineros y obsequios a cambio de influir en las decisiones gubernativas; también dio a conocer el nulo respeto que ambos jóvenes tenían por la ley, así como sus galanteos y aventuras amorosas con señoras de la aristocracia limeña. El desvelamiento de ese ambiente de inmoralidad motivó a la corte española a enviar un visitador general al Perú, que fue el licenciado Alonso Fernández de Bonilla. Sin embargo, el 25 de diciembre de 1589, antes de que llegara este emisario, el conde del Villardompardo entregó el mando a García Hurtado de Mendoza (hijo del que fuera III Virrey del Perú Marqués de Cañete). Luego se retiró a un convento de franciscanos en el pueblo de La Magdalena, y finalmente, emprendió viaje de retorno a España el 2 de mayo de 1590. 

Llegó a la península ibérica en 1592 y falleció ese mismo año en la ciudad de Sevilla. 

Elogio del Virrey por Rubén Vargas Ugarte: "Hombre fiel, discreto y bueno, no sobresalió por sus dotes pero, en conjunto, nos le hacen apreciable. Ni las circunstancias ni el tiempo le permitieron realizar alguna obra señalada, pero podía alejarse del Perú satisfecho, porque había puesto lo mejor de su voluntad y de su inteligencia al servicio del Rey y de sus subordinados". (Datos: Wikipedia)

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