martes, 21 de junio de 2016

Virreinato del Perú: Blasco Núñez de Vela - 1° Virrey del Perú

Virrey Blasco Nuñez de Vela

Blasco Núñez de Vela fue el primer virrey del Perú, ejerció el cargo desde 1544 hasta 1546. Fue designado por el rey Carlos I de España (Emperador Carlos V del Imperio Romano Germánico) como Virrey por sus características personales de honestidad y lealtad necesarias para combatir la corrupción y abusos contra los indígenas que cometían los españoles en el Virreynato del Perú, muriendo por la causa del rey en ese empeño. Un español digno de admiración. 

El deseo de mejorar el trato y calidad de vida de los indígenas sometidos en América, inspiró al rey Carlos I de España (emperador Carlos V del Sacro Imperio Romano Germánico) a emitir ordenanzas y leyes nuevas el 20 de noviembre de 1542. 

De acuerdo a estos mandatos: 

 -Se prohibía la esclavitud y el trabajo pesado de los indios 

-Se ordenaba la supresión a corto plazo del régimen de las encomiendas 

-Se disponía despojar de sus repartimientos de indios a todos los oficiales públicos y congregaciones religiosas. 

-Se mandaba quitar sus encomiendas a los que habían intervenido en el bando pizarrista durante la guerra civil entre los conquistadores del Perú. 

Para poner en vigor tales leyes, necesarias para eliminar el espíritu de insubordinación que mostraban los conquistadores, y extirpar el germen del feudalismo que pretendían trasplantar a América, se juzgó conveniente enviar al Perú funcionarios altamente calificados, los que, con el título de virreyes, desplegando un gran boato y provistos de extensas facultades, fuesen verdaderos representantes del poder real y de la persona misma del soberano, acompañándolos de una Audiencia compuesta de cuatro Oidores con alta jurisdicción en lo civil como en lo criminal. 

No era fácil para el rey hallar quien quisiera aceptar un cargo de tanta responsabilidad como el de Virrey del Perú, habida cuenta que debía promulgar y hacer cumplir unas leyes que tanta impopularidad tenían entre los arrogantes conquistadores del Perú, convertidos en encomenderos. 

El emperador se fijó en Blasco Núñez de Vela, quien al principio quiso rechazar el honor, pero finalmente aceptó la voluntad real. Para entonces ya era un hombre maduro, aunque todavía gallardo y robusto. 

Blasco Núñez de Vela se caracterizaba por ser honrado, valiente, enérgico, leal y admirador del rey Carlos I de España, quien mucho le estimaba y apoyaba. 

En abril de 1543 se le otorgó el título de Virrey, Gobernador y Capitán General de los reinos del Perú, Tierra Firme y Chile, y presidente de la Real Audiencia, que con las atribuciones y preeminencias de la de Valladolid, debía establecerse en la Ciudad de los Reyes o Lima. Su salario anual quedó fijado en 18,000 ducados de oro. 

Núñez de Vela partió para su destino de Sanlúcar de Barrameda, con gran aparato y grandeza, el día 3 de noviembre de 1543, en una armada cuyo mando se le confió, acompañado de los oidores de la nueva Audiencia Diego Vásquez de Cépeda, Juan Álvarez, Pedro Ortiz de Zárate y Juan Lissón de Tejada, y otros varios ilustres caballeros. 

Las últimas instrucciones que recibió del Emperador fueron, "que procurase mostrarse severo castigador de pecados, para que nadie presumiese de no hacerlo, que los disimulaba y sufría". 

Llegó a Tumbes, donde desembarcó el 14 de marzo de 1544. Decidió continuar por tierra su viaje a Lima y llegó a San Miguel de Piura, donde quitó a varios encomenderos los indios que tenían, así como obligó a otros particulares que dejaran libres a sus indios esclavos y los regresaran a Nicaragua y Panamá (de donde provenían). 

A esas alturas el descontento era ya general entre los vecinos frente a la tenaz obsesión del virrey de hacer cumplir las ordenanzas. 

Continuando su camino llegó a Trujillo, en donde fue recibido solemnemente. Allí continuó su labor, arrebatando sus indios a los monasterios y a cuatro encomenderos (a estos por haber intervenido en el bando pizarrista durante la guerra de Las Salinas). De Trujillo se dirigió a Barranca, donde pudo leer en la pared de la estancia en que comía esta advertencia preñada de amenaza: “A quien viniere a echarme de mi casa y hacienda procuraré yo echarle del mundo”. El autor de aquello era un vecino de Lima, Antonio del Solar, hacia quien el virrey incubó un odio feroz, aunque por el momento lo guardó para sí. 

Hubo un debate en Lima sobre si debía admitirse la entrada del virrey a la capital, pero al fin de cuentas primó el argumento de que se trataba del representante del propio monarca, “rey y señor natural”. 

A tres leguas de Lima salieron a recibirlo varios caballeros y vecinos, y a una legua de la ciudad el licenciado Cristóbal Vaca de Castro, entonces gobernador del Perú. También se hizo presente el Obispo Jerónimo de Loayza. 

Finalmente hizo su ingreso a Lima el 15 de mayo de 1544, siendo recibido con una pompa y un esplendor verdaderamente regios. 

Instalado en el Palacio de Pizarro, el Virrey continuó con su propósito de hacer cumplir las Leyes Nuevas, mandando pregonarlas al día siguiente. Los encomenderos afectados (los dueños de esclavos indios, los vencedores de las guerra civiles, los amancebados que habían contraído matrimonio para salvar sus encomiendas, entre otros) protestaron pero el Virrey se limitó a decir que él solo era ejecutor y no autor de las leyes, y que debían dirigir sus quejas al Rey, y que incluso él se prestaría a ayudarlos para hacer flexibilizar al monarca. 

Esto solo causó más cólera, con lo que creció más la impopularidad del virrey, lo que a la vez provocó en éste una gran desconfianza de cuantos le rodeaban. Mientras tanto, los encomenderos organizaban una rebelión, eligiendo como líder a Gonzalo Pizarro (hermano de Francisco Pizarro), por entonces rico encomendero en Charcas (actual Bolivia). Este caudillo marchó al Cuzco, donde fue magníficamente recibido y proclamado Procurador General del Perú para protestar las Leyes Nuevas ante el Virrey y si fuese necesario, ante el propio Emperador Carlos V (abril de 1544). Luego se puso en marcha hacia Lima, negándose a reconocer la investidura de Núñez de Vela. 

Los oidores de la Audiencia, para ganar popularidad, se inclinaron a defender los derechos de los encomenderos y resolvieron deshacerse del virrey. Al efecto, formando tribunal en el atrio de la catedral el 18 de septiembre, la Audiencia pronunció la destitución del virrey y ordenó su prisión con asentimiento general del vecindario. El día 20 el virrey fue embarcado por el portezuelo de Maranga y conducido a la isla de San Lorenzo para ser entregado al oidor Juan Álvarez, bajo cuya custodia zarpó el 24 con rumbo a Panamá. 

El oidor Diego Vásquez de Cepeda, por ser el de más antigüedad, asumió la dirección política del Virreinato. 

Una vez que la nave que conducía al virrey se alejó, el oidor Álvarez se acercó a su custodiado para pedirle disculpas por el atentado cometido contra su dignidad, y que como leal servidor de Su Majestad, ponía su persona y el navío a su obediencia. El virrey, un tanto sorprendido, pero deseoso de aprovechar la situación, ordenó que la nave se dirigiera a Tumbes, donde desembarcó a mediados de octubre. 

Se dirigió a Quito, donde reunió tropas leales al Rey, formando un nuevo ejército para combatir la rebelión y restablecer su autoridad. 

Entretanto, Gonzalo Pizarro realizaba su pomposa entrada a Lima el 28 de octubre, al frente de mil doscientos excelentes soldados provistos de numerosa artillería y desplegando el pendón real de Castilla. Los oidores, entre jubilosos y temerosos, lo recibieron como Gobernador del Perú. 

La guerra estaba definida entre los leales a la Corona o “realistas”, con el Virrey Núñez de Vela a la cabeza, y los rebeldes o “gonzalistas”, con Gonzalo Pizarro al frente. 

El virrey ocupó San Miguel de Piura y continuó hacia el sur. Enterado Gonzalo Pizarro, salió de Lima con sus fuerzas y se dirigió al norte, llegando a Trujillo. El virrey retrocedió entonces, temiendo el poderío de su adversario y volvió a Quito a marchas forzadas, largo y fatigoso trayecto que realizó mientras era perseguido muy de cerca por Pizarro, apenas combatiendo muy poco. Luego se dirigió más al norte, hacia Popayán (actual Colombia). 

Mientras tanto, el capitán Diego Centeno se sublevó en Charcas, alzando la bandera del Rey.

Gonzalo Pizarro, desde Quito, ordenó a su lugarteniente Francisco de Carvajal emprender campaña en ese nuevo frente, mientras él quedaba a la espera del virrey. Mientras tanto el virrey siguió concentrado en Popayán, donde recibió refuerzos provenientes del Norte; uno de los capitanes que se le sumó fue Sebastián de Benalcázar, el gobernador de Popayán. A la vez que ganaba el apoyo de los curacas de la región, cuya labor fue valiosísima, pues desabastecieron a los gonzalistas, aumentándoles la impaciencia que padecían por la prolongada inactividad. 

Fue entonces que Pizarro planeó una inteligente estrategia para sacar al virrey de Popayán, posición que consideraba difícil de atacar: dejando en Quito una pequeña guarnición a las órdenes de Pedro de Puelles, aparentó marchar al Sur con todo su ejército, encargando a sus aliados indígenas propagar la versión de que marchaba en auxilio de Carvajal contra Centeno.

Cayó el virrey en el engaño y poco después sacó sus tropas de Popayán con intenciones de apoderarse de Quito. No contaba con que Gonzalo, en vez de pasar al Sur, se había estacionado a tres leguas de Quito, a orillas del río Guallabamba. Cuando los espías del virrey descubrieron el engaño era ya tarde para retroceder. Al ver que la posición de los rebeldes era demasiado ventajosa, Benalcázar aconsejó al virrey desviarse a Quito por un camino poco frecuentado, plan que fue aceptado. 

Triste fue el recibimiento otorgado al virrey en Quito, donde sólo habían mujeres quienes, conocedoras de la superioridad de los gonzalistas, le reprocharon el haber "ido allí a morir". Entre tanto, los gonzalistas habían tomado también el camino hacia Quito. El virrey, considerando poco propicio empeñar la defensa en la ciudad, arengó a sus tropas y les dio orden de salir a dar la batalla. 

Empezaba la tarde del 18 de enero de 1546. Esta larga campaña, con tan variadas y extrañas peripecias, terminó en el campo de Iñaquito, cerca de Quito, donde se dio una batalla entre las fuerzas que obedecían al Virrey y a Sebastián de Benalcázar, y las que comandaba Gonzalo Pizarro. 

Blasco Núñez de Vela combatió con valentía lanza en mano haciendo prodigios de valor y de fuerza no obstante sus muchos años, hasta que al fin, rota la lanza, cayó a un golpe de maza que le descargó Hernando de Torres, vecino de Arequipa. 

Benito Suárez de Carbajal, enemigo del virrey, lo halló moribundo tendido en el campo y auxiliado por el clérigo Francisco Herrera, y después de prodigarle los más groseros insultos, se dirigió a degollarle. Pero uno de los presentes, llamado Pedro de Puelles, le contuvo diciéndole que era mucha bajeza oficiar de verdugo en un hombre ya caído, por lo que Benito ordenó entonces a un negro esclavo suyo que hiciera el trabajo: el viejo Virrey recibió la muerte con dignidad y entereza. 

La cabeza cortada fue arrastrada por el suelo y se le puso en la picota; de sus blancas y luengas barbas hizo Juan de la Torre un penacho que colocó en su gorra y lució como trofeo. Gonzalo Pizarro ordenó traer a Quito el cuerpo del virrey y retirar de la picota su cabeza, demostrando que dicha infamia había sido hecha sin su consentimiento; luego lo hizo enterrar honoríficamente en la iglesia mayor de la ciudad. El caudillo rebelde asistió personalmente al entierro y mandó decir misas por su alma, ordenando que todos llevasen luto por su muerte.

Dice el cronista Gutiérrez de Santa Clara, que un honrado vecino de Quito, llamado Gonzalo de Pereyra, de acuerdo con el sacristán de la iglesia, hizo poner sobre su sepulcro, a manera de epitafio la copla siguiente: 

Aquí yace sepultado el ínclito Virrey
que murió descabezado como bueno y esforzado por la justicia del rey; 
su fama volará aunque murió su persona, y su virtud sonará, 
por esto se le dará de lealtad la corona. 

Posteriormente sus restos fueron trasladados a la iglesia parroquial de Santo Domingo, en la ciudad de Ávila, España, su tierra natal. 

El emperador Carlos I no fue ingrato a la memoria de su desgraciado pero fiel servidor: a sus hijos don Antonio y don Juan les otorgó, el hábito de Santiago a uno, y el de Alcántara a otro; a ambos nombró primero Meninos de la Emperatriz y luego sus propios Gentiles-hombres; el mayor fue proveído para embajador en Francia, el segundo de Capitán general de artillería de España y Consejero de guerra, y el tercero, don Cristóbal, que siguió la carrera eclesiástica, como Arzobispo de Burgos. (datos: wikipedia)

Nota:

Encomendero: Se llamaba encomendero al que por Merced Real se le concedía enormes cantidades de tierras y se le asignaba como esclavos a un número grande de indígenas a su total servicio.





miércoles, 15 de junio de 2016

Virreinato del Perú: Cristóbal Vaca de Castro

Cristóbal Vaca de Castro
Gobernador del Perú
07/08/1542 - 15/05/1544

Cristóbal Vaca de Castro (Izagre, actual provincia de León, ca. 1492 - Valladolid, 1566) fue un licenciado en leyes y magistrado español que fue enviado al Perú para resolver las diferencias entre pizarristas y almagristas.

Al llegar al Perú, tuvo que encargarse de reprimir la rebelión de Diego de Almagro el Mozo y ejercer el gobierno, entre los años 1542 y 1544.

Cristóbal Vaca de Castro había nacido hacia 1492 en la localidad de Izagre, villa vecina a Mayorga, del entonces Reino de León que formaba parte de la Corona castellano-aragonesa, siendo hijo de Garci Diez de Castro, señor de Izagre, Sieteiglesias y Santa María de Loreto, y de Guiomar Cabeza de Vaca (n. Izagre, ca. 1472). 

Estudió Derecho en la Universidad de Valladolid y se graduó de Licenciado. 

Muy joven entró como criado al servicio de García de Loaysa, quien llegó a ser Presidente del Consejo de Indias y Arzobispo de Sevilla, y bajo cuya sombra ascendió. 

En 1537 fue nombrado oidor de la Real Audiencia y Chancillería de Valladolid. 

Fue señor de Siete Iglesias y de los lugares de Izagre y de Santa María de Loreto. 

Contrajo matrimonio con María de Quiñones, con quien tuvo ocho hijos. 

A petición de Loaysa, el Emperador Carlos I de España (Carlos V) se fijó en Vaca de Castro para enviarlo como juez pesquisidor al Perú, con el fin de investigar las causas de la guerra civil que se vivía en esos territorios desde varios años atrás por la muerte de Diego de Almagro y otros muchos desórdenes entre los conquistadores, como la contienda entre Sebastián de Benalcázar y Pascual de Andagoya en la Nueva Granada. 

Se le concedió también facultades para reemplazar al marqués-gobernador Francisco Pizarro, en caso de su fallecimiento o cualquier otro accidente; así también, se le encargó la visita de las fortalezas de la isla de La Española y de San Juan, y la reforma de la Audiencia de Panamá, asumiendo su Presidencia.

Para darle mayor categoría, el emperador le invistió con el hábito de la Orden de Santiago y lo incorporó al Real y Supremo Consejo de Castilla. 

Zarpó de San Lúcar de Barrameda el 5 de noviembre de 1540, con una escuadra de 17 navíos, y tras difícil travesía perturbada por tormentas, que le impidieron tocar San Juan, arribó a Santo Domingo el 30 de diciembre del mismo año. 

En enero del siguiente pasó a Nombre de Dios y el 24 de febrero llegó a Panamá, cuya Audiencia organizó conforme a la de Valladolid. 

El 19 de marzo de 1541 zarpó hacia el Perú pero, al encontrarse con un fuerte temporal, se vio obligado a recalar en Buenaventura. Prosiguió por tierra hasta Cali, adonde llegó muy fatigado y enfermo. No obstante, se dirigió a Popayán donde medió en la disputa entre Sebastián de Belalcázar y Pascual de Andagoya. 

En Popayán tuvo conocimiento del asesinato de Francisco Pizarro y de la elección de Diego de Almagro el Mozo como gobernador (junio de 1541). 

Prosiguió el camino al Perú y se detuvo en Quito. Pasó luego a Portoviejo, Piura, Trujillo, Huaylas y Huaura, donde se unió con las fuerzas del mariscal Alonso de Alvarado y del capitán Pedro Álvarez Holguín. 

El 7 de agosto de 1542, entró solemnemente a Lima, donde continuó los preparativos para salir a dar batalla a los almagristas, que se habían replegado a la sierra. 

Se trasladó a Jauja, donde quedaron concentrados todos los soldados leales al Rey, que sumaban unos 700 hombres. Ante todos ellos Vaca de Castro se proclamó Gobernador del Perú y Capitán General del Ejército Realista. 

Luego, marchó al sur, hacia Huamanga, para evitar que esta población cayera bajo el dominio de Almagro El Mozo, quien venía desde el Cuzco con una fuerza de 500 soldados y una poderosa artillería. 

Tras un intercambio de cartas con el caudillo rebelde, que no condujo a nada, se situó para esperarlo en el llano de Chupas, hacia el sur de Huamanga. Allí lo venció en cruenta batalla (16 de septiembre de 1542). 

Prosiguió hacia Cuzco en persecución del joven caudillo. Apresado Almagro El Mozo, el gobernador procedió a instaurarle proceso sumario y dispuso que fuera degollado.

Tras vencer a los almagristas, Vaca de Castro dictó varias providencias para premiar la lealtad de los victoriosos y dejar organizado el gobierno de la Ciudad Imperial. 

Comenzó su gobierno intentando aplicar las instrucciones recibidas: delimitación de las diócesis de Lima y Quito, expulsión de los clérigos licenciosos, expansión misional, etc. 

En 1543 envió a Diego de Rojas con 200 hombres al Río de la Plata, y como resultado de esta expedición se descubrió Tucumán. 

Más difícil resulta su labor en el asunto de las encomiendas, pues había recibido encargo de revisar los repartimientos efectuados por Francisco Pizarro y de obligar a los encomenderos a cumplir las ordenanzas de contraer legítimo matrimonio, no trasladar indios de una a otra provincia, suprimir impuestos abusivos, no obligar a los indios a trabajar en las minas, etc. Todo ello, unido a la divulgación en el Perú del contenido de las Leyes Nuevas de 1542, que ponían prácticamente fin a las encomiendas, le ocasionaron dificultades con los encomenderos, que empezaron a alzarse. 

La Corona resolvió entonces enviar un Virrey al Perú, con el encargo de hacer cumplir las ordenanzas. 

Finalmente, tras poner fin a los trabajos de pacificación y orden, Vaca de Castro se dedicó a realizar labores de desarrollo, como el mejoramiento de las vías de comunicación, reglamentación del abastecimiento de los tambos y fiscalización del trabajo en las minas. 

En septiembre de 1543 volvió a Lima para esperar al primer virrey del Perú Blasco Núñez Vela, a quien hizo cesión del mando el 15 de mayo de 1544. 

Alertado sobre una presunta conspiración de Vaca de Castro en su contra, el virrey lo tomó prisionero y lo confinó en la Casa Real, fijando una fianza de 100.000 castellanos; pero temeroso de la reacción de sus partidarios, dispuso que se le trasladase a un barquichuelo anclado en la rada del Callao; y allí se encontraba cuando la rebelión de Gonzalo Pizarro se extendió a Lima. Vaca de Castro convenció a la tripulación en su favor y tomó rumbo a Panamá, de donde retornó a la península.

Llegó a Valladolid el 23 de junio de 1545, y por acuerdo del Consejo de Indias fue apresado y sometido a juicio bajo la acusación de enriquecimiento ilícito. Resultó perjudicado por los informes remitidos por Blasco Núñez Vela y por una carta enviada a su mujer, con los tesoros y el dinero acumulados durante su gestión, en la que le recomendaba ocultar todo "porque mientras menos vieren el rey y sus privados más mercedes me harán". Diez años permaneció recluido; pero a la postre logró su plena absolución. 

Absuelto, el rey Felipe II le concedió una plaza en el Consejo de Castilla (8 de octubre de 1556) y ordenó el pago de las cantidades que se le debían desde el 20 de mayo de 1545. 

Al retirarse en 1562 de la función pública, buscó un refugio en el Convento de San Agustín. 

Falleció pocos años después. (Datos: Wikipedia)

viernes, 10 de junio de 2016

Decio Oyague - Héroe Peruano No Reconocido Como Tal

Decio Oyague Neyra
Teniente Segundo de la Marina de Guerra del Perú
Héroe Peruano

Este es un homenaje a un valiente que dió todo de sí por la causa de su patria. Decio Oyaque, es uno de los pocos vencedores peruanos durante la Guerra del Guano y el Salitre de 1879. El, merece un mayor reconocimiento y homenaje por parte de la Marina de Guerra del Perú; no conocemos ningún buque o submarino peruano que lleve su nombre.

Decio Oyague Neyra, (San Pedro de Lloc, 1842 – Lima, 14 de enero de 1882) fue un destacado marino peruano. 

Participó en la Guerra del Guano y el Salitre de 1879, correspondiéndole la importante acción de lograr el hundimiento de los buque de guerra chilenos Loa frente al Callao y Covadonga frente a Chancay.

Fue hijo de José María Oyague e Isabel Neyra. 

Ingresó en la marina en 1864 y al año siguiente pasó a servir como guardiamarina a bordo de la corbeta América. Luego pasó a la fragata Amazonas, en la que se hallaba al estallar la guerra con España de 1866. La Amazonas varó en la parte sur de la isla Abtao (cerca de Chiloé), sin que pudiera ser reflotada pese a los esfuerzos realizados.

Oyague fue transferido a la América, participando enseguida en el combate de Abtao, librado el 7 de febrero de 1866. Y luego, a bordo del transporte Chalaco, actuó en el combate del Callao del 2 de mayo de 1866. En octubre de ese mismo año fue ascendido a alférez de fragata. 

Durante la Guerra del Guano y el Salitre de 1879, sirvió a bordo del Chalaco, participando en la defensa del Callao. 

Integró la brigada torpedista, de la que también formaban parte el ingeniero Manuel Cuadros, el capitán de fragata Leopoldo Sánchez Calderón, el alférez de fragata Carlos Bondy, entre otros. 

Esta brigada ensayaba un arma por entonces novedosa en el Perú: el torpedo. 

Oyague tomó parte en la operación que logró el hundimiento de 2 buques de guerra chilenos:

-Loa: frente al Callao, el 3 de julio de 1880

-Covadonga, frente a las playas de Chancay, el 13 de septiembre de 1880. 

En ambos casos las naves chilenas fueron hundidas utilizando cazabobos, bombas ocultas en pequeñas y atractivas embarcaciones cargadas de frutas y verduras que los chilenos capturaban y llevaban a sus naves. Al izarlas o tratar de retirar la carga estallaban las bombas camufladas.

En reconocimiento a su acción, fue ascendido a teniente segundo. 

Falleció prematuramente a inicios de 1882. (Datos: Wikipedia)

Nota: El hundimiento de la Covadonga fue de especial interés y motivo de júbilo para los peruanos, porque desde esta nave el criminal comandante chileno Condell ordenó el aniquilamiento por disparos de fusil de los náufragos del buque peruano Independencia luego de haber encallado; mientras a cierta distancia sucedía todo lo contrario, Grau recibía en el Huáscar a los sobrevivientes de la nave chilena Esmeralda, que él hundiera con espolón del B.A.P. Huáscar.

lunes, 30 de mayo de 2016

Fundación Española de Moquegua y el Cuerpo Incorrupto de Santa Fortunata

Santa Fortunata de Moquegua
Cuerpo Incorrupto

Los primeros españoles que llegaron a Moquegua lo hicieron a partir del año 1540. Eran buscadores de nuevas tierras para afincarse, luego de haberse realizado el reparto de otras zonas del territorio conquistado.

La fundación española de Moquegua fue el 25 de Noviembre de 1541. El nombre completo que se dió a Moquegua fue el de Santa Catalina de Moquegua.

Las actividades agrícolas fueron la principal actividad de los recién afincados, posteriormente las extendieron a la minería. 

Antonio Montenegro, registra a 34 familias españolas procedentes de Valladolid, España, las que se asentaron en el pueblo de Santa Catalina de Moquegua, siendo los cabezas de familia:

Ramón Hurtado de Mendoza,
Diego Fernández Maldonado,
Juan Guerrero de Vargas,
Alonso de Vizcarra,
Luis de Alcázar y Padilia,
Juan de Mazuelo,
Andrès de Espinoza,
Juan de Adrada,
Francisco de Saavedra,
Luis Vèlez de Còrdova,
Cristobal Pérez Cugate,
Martín Vélez de Córdova,
Bartolomé Julián Salazar,
Fernando de Tovar,
Juanes de Zaconeta,
Diego Fernandez Talavera,
Diego Velásquez,
Juan Bueno de Salazar,
Francisco Rodriguez Ballón,
Pedro de Villalobos,
Gabriel Ladrón de Guevara,
Gerònimo de Barrios,
Juan Escobar,
Diego Rodriguez de Santenda,
Julián Martínez, Baltazar Berru,
Isidro de Cáceres,
Pedro de Quiroz,
Juan del Rio,
Pedro Díaz,
Francisco Rodrìguez,
Diego Bravo, y
Gerónimo Duarte


Santa Fortunata


Santa Fortunata de Moquegua es una mártir venerada en la Iglesia católica; cuya festividad es celebrada el 14 de octubre de cada año. Su cuerpo incorrupto se encuentra actualmente en la catedral de la ciudad ciudad de Moquegua, en Perú.

No se conocen muchos datos de la vida de esta santa; sólo de que su martirio fue por degollamiento, y que su muerte ocurrió (según lo plantea un antiguo martirologio romano) un 14 de octubre.

Leyendas posteriores, afirman que fue hija de una patricia romana que fue invitada a participar en una procesión a Júpiter, mientras que sus cuatro hijos (Evaristo, Capronio, Prisciano y Fortunata) se negaron a hacerlo. Por ello, fueron torturados y posteriormente decapitados, al negarse a abdicar de su fe cristiana.

El deceso de la santa ocurrió hacia el año 300 d.C.,durante el gobierno de Diocleciano, en la antigua ciudad de Cesarea Marítima, en el actual Israel. 

Los restos de la santa partieron de Cádiz en octubre de 1796, traídos por los Misioneros del Colegio de Propaganda Fide de Moquegua. El viaje duró alrededor de dos años, recorriendo diversos destinos, entre ellos: África, Río de Janeiro, Buenos Aires, Córdova, Tucumán, Potosí, La Paz, Arica, Ilo, y por último, Moquegua. El 08 de octubre de 1798, el cuerpo de la santa ingresó al pueblo de Moquegua, donde fue bien recibida por los pobladores, poniéndose incluso un arco y una alfombra de flores para su ingreso a la misma. 

Tadeo Campo, responsable de los restos de la santa, dio origen a una de las tradiciones orales más extendidas por toda Moquegua: El de 'la predilección' que sentía la santa por esta ciudad:

Contaba el párroco, que, en ciertos destinos, el cuerpo de la santa 'se ponía muy pesado' impidiendo la culminación de su recorrido por la ciudad, sin embargo; en Moquegua sucedió todo lo contrario, y el cuerpo fue 'fácil de movilizar' en aquella ocasión. 

jueves, 19 de mayo de 2016

Chile Declara la Guerra al Perú: 5 de Abril de 1879

El repase
Chilenos accionan frente a soldados peruanos capturados, heridos o muertos

El 5 de abril de 1879, Chile declaró la guerra a Perú, iniciando así la miserable Guerra del Guano y el Salitre, mal llamada Guerra del Pacífico (*).

Perú se vio involucrado debido al Tratado de Alianza Defensiva celebrado erróneamente por gobernantes ineptos, con Bolivia en el año 1873.

Perú pudo optar por considerar el acuerdo como obsoleto, ya que Bolivia firmó un tratado de límites con Chile en 1874 sin consultar al Perú. Sin embargo, las autoridades peruanas decidieron, sin estar preparados para hacerlo, apoyar a los bolivianos.

El conflicto involucró a los presidentes Hilario Daza (Bolivia) quién se retiró de la contienda sin combatir; Mariano Ignacio Prado (Perú) quién dejó el país al inicio de la guerra y Aníbal Pinto (Chile), quién actuó bajo disposiciones de los empresarios ingleses interesados en explotar libremente los yacimientos de salitre y guano existentes en los territorios de Bolivia y Perú.

El salitre boliviano, y las tasas que este país fijaba a las empresas inglesas que lo explotaban con socios chilenos, fueron la causa del inicio del conflicto, por lo que esta guerra es más conocida como “La Guerra del Guano y el Salitre”. 

Chile cometió todo tipo de tropelías que excedían a lo que debía ser una guerra entre naciones civilizadas. Asesinatos de soldados heridos o capturados, fusilamiento sin pruebas de delito de civiles, saqueos de casas e instituciones públicas, asaltos a personas para apropiarse de sus prendas personales, incendios intencionados de locales y pueblos, etc. etc.

Mediante un forzado, oscuro y remunerado "Tratado de Ancón" que firmaron el 20 de octubre de 1883 representantes peruanos designados y manejados por los invasores, la sucia guerra del guano, protagonizada por 3 naciones subdesarrolladas de Sudamérica, llegó a su fin.

Cabe destacar que las fuerzas de la resistencia peruana, lideradas por Andrés Avelino Cáceres y Lizardo Montero, ya estaban ocasionando grandes derrotas a los chilenos en tierra y mar, por lo que éstos para evitar un desastre mayor, apuraron su retiro del territorio peruano, forzando una cesión territorial y llevándose  todos los bienes que cabían en sus barcos.

(*) La única y verdadera Guerra del Pacífico se dió entre Estados Unidos y Japón, y realmente tuvo como escenario una gran extensión del Océano Pacífico, de ahí su nombre, a diferencia de la sudamericana que solo se desarrolló por un breve tiempo en el mar frente a las costas de Chile y Perú. La verdadera Guerra del Pacífico empezó el 08/12/1941 y terminó el 15/08/1945.

martes, 17 de mayo de 2016

El Palacio de la Conquista - Trujillo, Extremadura, España Mandado a Construir por Francisca Pizarro Yupanqui Hija del Conquistador

El Palacio de la Conquista
Trujillo - Extremadura - España

El palacio de la Conquista, es un edificio de estilo renacentista situado en la plaza Mayor de la ciudad de Trujillo en Extremadura, España.

Fue construido en el siglo XVI por orden de Hernando Pizarro y su esposa Francisca Pizarro Yupanqui, hija del matrimonio de Francisco Pizarro con la princesa inca Inés Huaylas Yupanqui quién fue hija del inca Huayna Cápac, hermana de los incas Huáscar y Atahualpa y nieta del inca Túpac Yupanqui "El Conquistador".

Procedieron así para dar cumplimiento a las indicaciones de Francisco Pizarro en su testamento: "fundar y edificar una y iglesia e capellanía en la ciudad de Trujillo que es en los Reynos de España de donde soy yo natural e nascido". 

De entre sus elementos arquitectónicos destaca un enorme balcón en una de sus esquinas coronado por un inmenso escudo con donde flanqueado por las armas de Carlos V se pueden apreciar varios motivos alegóricos a la conquista del Perú, así como el escudo de armas de la familia Pizarro.

Monumento a Francisco Pizarro Frente al Palacio de la Conquista
Trujillo - Extremadura - España

Monumento a Francisco Pizarro Frente al Palacio de la ConquistaPlaza Mayor
Trujillo - Extremadura - España

Escudo Nobiliario
Palacio de la Conquista
Trujillo - Extremadura - España

Busto de Francisco Pizarro
Palacio de la Conquista
Trujillo - Extremadura - España

Busto Princesa Inés Huaylas Yupanqui
Palacio de la Conquista
Trujillo - Extremadura - España

Busto Princesa Francisca Pizarro
Palacio de la Conquista
Trujillo - Extremadura - España

lunes, 9 de mayo de 2016

Batalla de Tarapacá: El Abandono de los que Permitieron la Victoria entregando sus Vidas (ver video incluido)

Batalla de Tarapacá
El abandono de los que lograron la victoria entregando sus vidas

La Batalla de Tarapacá, fue una acción bélica que se desarrolló en los alrededores del pueblo de Tarapacá el 27 de noviembre de 1879, durante la campaña terrestre de la Guerra del Guano y el Salitre entre Bolivia, Chile y Perú.

Se enfrentaron fuerzas chilenas y peruanas, las fuerzas bolivianas decidieron no pelear y retornaron a Arica en el norte.

A pesar de ello y del inferior equipamiento y aprestamiento peruano, la batalla concluyó con la victoria peruana y el desbande del ejército chileno.

Esta contienda viene a ser la única victoria del Ejército Peruano o del ejército regular peruano, de pésima actuación durante esta miserable guerra entre países subdesarrollados, la que fue impulsada por Chile por la posesión de ricas tierras en salitre que eran territorio de Bolivia y Perú, elemento que equivalía en valor al cobre de la actualidad. Hubieron otras victorias pero ellas fueron logradas por las fuerzas de la resistencia lideradas por Andrés Avelino Cáceres y Lizardo Montero, cuyas acciones exitosas apuraron el retiro del cruel y depredador invasor del territorio peruano ocupado.

En la Batalla de Tarapacá, las bajas en ambos lados fueron enormes. Los chilenos contabilizaron 516 muertos y 179 heridos. Los peruanos dieron en sus partes un total de 236 muertos y 261 heridos. 

Las pérdidas de oficiales en ambos bandos fue enorme. Por los chilenos puede mencionarse al Coronel Eleuterio Ramírez, comandante del 2º de Línea y a su segundo comandante, Bartolomé Vivar. Del mismo cuerpo, perdieron la vida los capitanes Diego Garfias, Ignacio Silva y José Antonio Garretón Silva, además de un teniente y siete subtenientes. El Zapadores perdió cinco subtenientes, el Chacabuco a su segundo comandante, mayor Valdivieso y su ayudante Ríos y dos tenientes. 

Los peruanos, por su parte, lamentaron la pérdida del comandante del 2 de mayo, coronel Manuel Suárez y de los tenientes del mismo cuerpo Torrico y Osorio. El Zepita perdió a su segundo jefe, el teniente coronel Zubiaga, el capitán Figueroa y los subtenientes Cáceres (hermano del coronel Andrés Cáceres) y Meneses. La 2º División a los capitanes Odiaga, Chávez, Vargas y Rivera y tres subtenientes. El 2º Ayacucho un teniente y dos subtenientes; la columna Tarapacá al mayor Perla; el 3º Ayacucho el mayor Escobar, un teniente y dos subtenientes; los Cazadores del Cuzco y el batallón Iquique un subteniente cada uno; la columna Naval al capitán Meléndez, y la 5º División al coronel Miguel Ríos, que al igual que Vivar no sobrevivió a sus heridas. (Datos: Wikipedia)

En Tarapacá, 236 peruanos perdieron la vida por su patria, y lograron con su arrojo la victoria del Perú al enfrentar al invasor chileno.

En Perú, el 27 de noviembre de cada año se conmemora la victoria en esta batalla y se celebra el día de la infantería del Ejército del Perú.

Todo esto está muy bien, pero ¿qué ocurrió con los patriotas peruanos que murieron por la gloria del Perú?

Según nos muestra el video que incluimos, aún yacen en total abandono, en el sitio de la batalla, semi enterrados y con restos de sus uniformes y vituallas a la vista.

La información tiene algún tiempo, pero no nos hemos enterado de ninguna medida del Gobierno peruano ni del Ejército Peruano sobre la repatriación de los restos de estos insignes peruanos, muertos en el cumplimiento del deber.

Está muy bién que se celebre cada año esta batalla pero está muy mal que a los que lograron la victoria se les haya dejado abandonados ya por 137 años. Es una indolencia demasiado grande y vergonzosa.

¿Y que ocurrió con el pueblo de Tarapacá?

En total abandono y decadencia, viviendas en estado precario, sin luz, ni agua, ni ninguna atención de parte del Gobierno chileno, en una muestra de profundo rencor contra el Perú por la derrota. (jlhurtadov@gmail.com)

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