martes, 28 de enero de 2014

Virrey Francisco Alvarez de Toledo


Francisco Álvarez de Toledo (Oropesa, 1515 - Escalona, 1582) fue un aristócrata y militar del Reino de España, que fue el quinto Virrey del Perú. 

Ocupó dicho cargo desde el 30 de noviembre de 1569 hasta el 1º de mayo de 1581, un total de once años y cinco meses. 

Si bien para la mayoría de los historiadores fue el más importante de los virreyes del Perú y ha sido elogiado como el “supremo organizador” del inmenso virreinato, por darle una adecuada estructura legal y afianzar importantes instituciones indígenas, en torno a las cuales giró la administración del país durante doscientos años, para otros fue el gran tirano de los indios por haber conservado la mita minera del Imperio Inca y haber ejecutado al último inca de Vilcabamba, Túpac Amaru I.

El virrey Álvarez de Toledo emprendió una vasta tarea de organización y, basado en un severo y permanente ejercicio de la autoridad, consiguió darle adecuada estructura legal al Virreinato del Perú. 

Su labor supuso el afianzamiento de importantes instituciones, en torno a las cuales giraría la administración del país durante todos los sucesivos virreyes que le continuaron durante la dinastía de la Casa de Habsburgo y hasta las reformas del siglo XVIII que emprendiera la nueva dinastía de Borbón. 

Álvarez de Toledo aseguró la sujeción del Perú al rey Felipe II. 

La visita general que realizó en el Perú entre 1570-1575 permitió a Álvarez de Toledo conocer la realidad del país. Adonde no pudo ir envió a visitadores que tomaron nota de la situación y le enviaron sus informes. En base de todo ello revisó las anteriores ordenanzas, las complementó y dio otras nuevas. 

En el año 1573, el virrey Toledo promulgó las "Ordenanzas del Perú para un buen gobierno". Este conjunto normativo tuvo una importancia trascendental en la historia del Perú virreinal. Todo esta construcción legal se basaba en que el virrey era el centro de la administración del virreinato, quien era poseedor de un poder absoluto y actuaba como el único representante del rey de España. 

Estas ordenanzas, conocidas también como "Ordenanzas de Toledo", que fueron redactadas por los juristas Juan de Matienzo y Juan Polo de Ondegardo, reglamentaron todo aspecto de la vida virreinal: vida de las ciudades, cabildos, impuestos, administración de justicia, trabajo agrícola, minería, comercio, defensa. 

En la ordenanzas se articulaba minuciosamente la vida cívica, laboral, pública y hasta aspectos de la vida privada de la población nativa, a fin de coordinar su desarrollo con la fórmula estatal implantada por la corona española. 

Es importante destacar que con el propósito de que ese sistema normativo no se apartara de las costumbres tradicionales, Toledo cuidó de recoger de boca de los ancianos sobrevivientes de la época inca informes acerca del régimen gubernativo imperante bajo el dominio incaico, noticias que a su vez fueron sistematizadas en forma de una historia por el cronista Sarmiento de Gamboa.

Álvarez de Toledo envió asimismo a sesenta visitadores a todo el país, tarea que fue emprendida por personas de dilatados conocimientos y experiencia. Enfocó con acierto el problema de la perpetuidad de las encomiendas. La discusión era si se debía o no dar a perpetuidad las encomiendas a los conquistadores y a sus descendientes, tema que se tocó en la Junta Magna de 1568 realizada en España, reunión donde se discutió sobre la mejor manera de administrar los virreinatos americanos y donde Álvarez de Toledo fue nombrado virrey del Perú. 

Álvarez de Toledo aconsejó al rey, inspirándose en las resoluciones del conde de Nieva, su antecesor en el Virreinato, en ceder solo algunas encomiendas a perpetuidad, las demás debían volver a la corona tras la muerte del encomendero o se darían por una o dos generaciones más. A pesar de la insistencia de los encomenderos, la Corona se mostró siempre reacia a dar encomiendas a perpetuidad, pues temía que el encomendero obtuviera un poder local que amenazara a la metrópoli, como sucedió años antes. 

El tema de las encomiendas nunca sería resuelto; en 1592, Felipe II suspendería toda polémica sobre dicho asunto. Problema estrechamente relacionado fue el de si se debían repartir las tierras entre los indios, lo cual fue rechazado de plano en dicha junta. Ya en el Perú, Álvarez de Toledo comprobó la magnitud del problema de la tierra: al repartirse los españoles las mejores tierras de cultivo, dejaban las menos productivas a los indios o los obligaban a emigrar. Todo ello, sumado a que la mita y el servicio personal restaban muchos brazos a la agricultura, así como la obligación del pago del tributo, sometieron a gran parte de la población indígena a una situación de pobreza extrema. 


El virrey, hábil estadista y mejor administrador, se ocupó del ordenamiento demográfico del Perú. Su política se basó en la concentración de la población indígena en lugares estratégicos del territorio, combinando así las necesidades mercantilistas en boga. A través de esta acertada planificación de la demografía poblacional obligó a los indios a vivir en reducciones, es decir en poblaciones de aborígenes con plaza mayor, iglesia, cabildo y solares propios. 

Hasta entonces la población indígena vivía dispersa en el territorio y dicha medida facilitaba la labor de los sacerdotes y las autoridades en general pero conspiraba con una organización social que se adecuara a las necesidades del nuevo virreinato y a las políticas públicas. Las reducciones habían sido ya recomendadas por la Real Audiencia de Lima en octubre de 1549 y dispuestas por real cédula del 21 de marzo de 1551. 

El anterior Virrey había reducido 563 poblados antiguos a solo 40. Álvarez de Toledo acometió con mayor empeño tal tarea y creó la “República de indios”, reducciones de núcleos urbanos de más o menos 400 familias de naturales, con instituciones propias que contaron con el apoyo de los curacas y que fueron diseñadas especialmente para satisfacer la idiosincrasia indígena, que, si bien armonizaban con el resto de las instituciones indigenas, presentaban características particulares de acuerdo a los usos, costumbres, necesidades y estilos políticos, sociales y económicos prehispánicos. 

La "República de indios" convivió con el sistema implementado para la "República de españoles". Sin embargo, en algunos casos, al ser concentrados los indios en poblados y divididas las tierras en torno a nuevos linderos, se alteró profundamente el sistema tradicional de control de pisos ecológicos. Muchas tierras antes cultivadas fueron abandonadas por los indios y los españoles se apoderaron de ellas. 

En carta al monarca Felipe II escribió el virrey: La mayor fuerza que para su seguridad acá se entiende, es que haya muchos pueblos, porque las casas y las raíces que en estos sitios tienen los pobladores, les hace desear la paz y la quietud... No se pueden gobernar estos naturales sin que los caciques sean los instrumentos de la ejecución, así en lo temporal como en lo espiritual, ni hay cosa que más pueda con ellos para el bien y el mal... Es necesario que estos caciques sean buenos, para que con su ejemplo se le pegue el bien, pues puede más una palabra destos para que dejen sus ídolos y otras maldades, que cien sermones de religiosos.

Reglamentó la mita, antiguo sistema de trabajo obligatorio por turnos que los incas implementaron para la construcción de obras públicas y que los españoles reimplantaron transformando su sentido original. Bajo los incas, el mitayo o trabajador indígena recibía la manutención del Estado y la retribución en bienes; en cambio, los españoles fijaron para cada mitayo un salario irrisorio, sumándose esta pesada carga laboral al tributo que el indio debía pagar al encomendero. 

De acuerdo a lo dispuesto por las ordenanzas, los pueblos indígenas debían proveer un número de trabajadores para la construcción de puentes, caminos y edificios administrativos y religiosos; para el mantenimiento de tambos o posadas; y para industrias tales como la extracción de minerales, las fábricas de paños (obrajes) y aun las estancias. Las más odiadas por los indios fueron la mita minera y la obrajera. 

Reglamentó la recolección del tributo indígena, exigiendo que el pago fuera hecho en moneda, pese a lo cual los indios siguieron pagando en especie. Estaban obligados a pagarlo los individuos de 18 hasta los 50 años, pero ambos extremos fueron arbitrariamente ampliados por los encomenderos, corregidores y caciques a quienes correspondía efectuar la cobranza, a fin de mantener así el rendimiento de la renta. 

Se produjo un auge de la minería, tanto por la mano de obra que la mita proveyó a las minas, como por la inclusión de la técnica de amalgama en el refinamiento de la plata que permitió incrementar considerablemente los volúmenes de producción. Incorporó las minas de azogue de Huancavelica a la Corona, debido a lo fundamental que era dicho metal en la amalgama. Es el llamado estanco por el cual el estado arrendaba tales minas a los mineros. El mayor éxito que logró fue el resurgimiento del Cerro de Potosí, que fue explotado utilizando el tradicional sistema del Incario, y en una década, quintuplicó la producción del mineral de plata de doscientos mil pesos anuales hasta más de un millón de pesos. 

Junto con el desarrollo de la minería, en especial la explotación de la plata, el virrey Álvarez de Toledo atendió los reclamos del sector y de los comerciantes vinculados con el Cerro Rico de Potosí respecto de la necesidad de contar con un establecimiento o "Casa de fundición y de Moneda". La construcción de la Casa de Moneda de Potosí comenzó en 1572 –en ocasión de la visita de inspección que el virrey efectuara a aquella ciudad altoperuana– y que finalizó en 1575. 

Realizó importantes obras de mejoramiento urbanístico en varios lugares, beneficiando a las ciudades con la edificación o restauración de sus casas de cabildos, hospitales, iglesias y cárceles, así como se preocupó por la provisión de agua, tanto en el Cuzco, como en Lima; en esta última culminó la obra que ya había iniciado el virrey conde de Nieva, con la llegada del agua al surtidor de la Plaza Mayor, lo que constituyó todo un acontecimiento. 

Dirigió la recolección de informaciones sobre el Imperio Incaico, de la que se encargaron Juan Polo de Ondegardo y Pedro Sarmiento de Gamboa, con el propósito de discutir la legitimidad del señorío inca. Su intención era demostrar que el gobierno de los incas había sido una tiranía impuesta al resto de los pueblos y que por lo tanto la conquista española estaba justificada. Polo de Ondegardo escribió una Relación del linaje de los incas y como ellos extendieron sus conquistas, y Sarmiento de Gamboa redactó una Historia Índica. 

Ellos iniciaron la tradición de los llamados cronistas toledanos. El mismo virrey interrogó en sus viajes a los curacas, quipucamayocs y nobles incas y como resultado de ello redactó un “Informe” para el rey. También encargó confeccionar unos lienzos y tapices donde se fijasen los hechos más importantes de la historia de los incas, sus ídolos, la traza de sus templos y otros datos de interés, trabajo que se encomendó a los artífices indios más expertos. Estos paños, así como el “Informe” del virrey y la segunda parte de la Historia Índica de Sarmiento –referente a la historia de los incas– fueron enviados al rey en 1572, siendo portador del encargo don Gerónimo de Pacheco. 

Todos estos informes, relatos, documentos e ilustraciones han sido de gran valor para el estudio del Incario. 

El consumo de las hojas de la coca por parte de los indios había llegado a tal extremo que se veían manadas de llamas cargadas con cestos de coca. La Iglesia condenó su uso pues lo relacionó con las antiguas prácticas idolátricas. Pero los españoles notaron que los indios rendían más en el trabajo luego del acto de “chacchar” (masticar) las hojas de coca y permitieron por ende su uso. Álvarez de Toledo creyó conciliar los opuestos puntos de vista mediante la reglamentación de su cultivo y comercio. 

Instaló el Tribunal de la Inquisición de Lima, creado por real cédula de Felipe II en 1569. Era una filial provincial del Consejo de la Suprema y General Inquisición española. Por recomendación de Álvarez de Toledo, fueron nombrados como primeros inquisidores de Lima el doctor Andrés de Bustamante y el licenciado Serván de Cerezuela. El primero falleció en pleno viaje, cerca de Panamá. Con la sola presencia de Cerezuela, el 29 de enero de 1570 fue establecido en Lima el Tribunal de la Inquisición, mediante acto solemne, realizado en la Catedral, con asistencia de las principales autoridades civiles y eclesiásticas. El tribunal tuvo a su cargo vigilar y sancionar las faltas graves contra la fe y los mandamientos, incluyendo vigilar la prohibición de la lectura y difusión de los libros incluidos en el Index de la Iglesia. Contaba para esto con un sistema de alguaciles e informantes. Los indios estaban fuera de su jurisdicción. El primer auto de fe se realizó el 15 de noviembre de 1573, oportunidad en que fue quemado Mateo Salado, un francés luterano acusado de blasfemia y herejía. Un segundo auto de fe se realizó el 13 de abril de 1578, siendo ejecutado el fraile dominico Francisco de la Cruz, quien dirigía al parecer una conjura de religiosos opuestos al gobierno.

Instaló el Tribunal de la Santa Cruzada, en 1574, creado para cautelar la publicación de la Bula de Cruzada y la recaudación de las limosnas previstas en ella; bien para hacer la guerra contra los infieles de África, bien como penitencia o caridad para los hospitales u otra obra pía. A cambio de éstas eran dispensados los fieles de la abstinencia o el ayuno impuestos por la Iglesia. 

El 24 de agosto de 1556, el anterior Virrey, Lope García de Castro había firmado con el 3° Inca de Vilcabamba, Titu Cusi Yupanqui, el Tratado de Acobamba que acordó la paz entre la corona de Castilla y el reino de Vilcabamba. El rey Felipe II aprobó el acuerdo el 2 de enero de 1569. 

El repentino fallecimiento del inca Titu Cusi en 1570, problablemente a causa de una pulmonía, fue fatal para los misioneros agustinos que se establecieron en Vilcabamba tras el tratado y que en su afán de ayudar al inca para sanarlo, le dieron brebajes que los vilcabambinos pensaron era veneno. Los incas culparon al misionero Diego Ortiz, quien fue torturado y ajusticiado. La misma suerte corrieron los españoles y mestizos que se encontraban en Vilcabamba. 

Las hostilidades entre españoles e incas comenzaron nuevamente. La élite buscó un sucesor y fue así que su medio hermano Túpac Amaru empuñó el cetro y se ciñó la mascapaycha a comienzos de 1571. Los españoles, desconociendo la muerte del anterior inca, habían enviado rutinariamente dos embajadores para continuar con las negociaciones en curso. El último de ellos fue el conquistador Atilano de Anaya quien, tras cruzar el puente de Chuquichaca, fue capturado y ejecutado junto con su escolta por el general inca Curi Paucar. 

El crimen fue comunicado por el cura de Amaibamba al virrey Francisco Álvarez de Toledo quien, el 14 de abril de 1572 declaró la guerra al inca de Vilcabamba basando su proceder en la ruptura del acuerdo de paz y en que el inca no había respetado "la inviolable ley de todas las naciones del mundo: el respeto a los embajadores". 

Decidido a terminar con ese foco de latente hostilidad, organizó secretamente un ejército que salió de Cuzco bajo el mando de los capitanes Martín Hurtado de Arbieto y Juan Álvarez Maldonado al que se le sumó la tribu de los cañaris, enemigos de los incas. Después de una dura lucha con las fuerzas del inca, los españoles ocuparon Vilcabamba, siendo al capitán Martín García de Loyola a quien le correspondió capturar a Túpac Amaru, cuando huía con sus mujeres e hijos. 

El joven inca fue llevado al Cuzco y se le inició proceso por orden de Álvarez de Toledo. Se le acusó de rechazar las ofertas de paz, matar a los españoles enviados para negociarla y de ser rebelde y traidor, además de preparar una insurrección general. Fue condenado a muerte, lo que provocó numerosas peticiones de clemencia, tanto de notables indios como de españoles, civiles y religiosos, a las que el virrey no quiso atender. 

La sentencia se cumplió el 22 ó 23 de septiembre de 1572 en la Plaza Mayor del Cuzco, ante una multitud que lloró la muerte del inca. Su cabeza fue colocada en una picota, pero cuando la gente empezó a rendirle culto y a creer que la cabeza del inca no se deterioraba, el virrey ordenó que la retiraran. No contento con todo esto, el virrey persiguió a los miembros de la familia imperial cuzqueña para evitar cualquier asomo de reivindicación inca. 

Los incas rebeldes extendieron luego el mito del virrey como un gobernante sanguinario, cruel y detestable, frente a la juventud, inocencia y timidez del último descendiente de los reyes incas. 

Garcilaso de la Vega, años más tarde, se encargó de amplificar y difundir esta imagen. En realidad, Álvarez de Toledo creía estar cumpliendo su deber de gobernante y por eso actuó sin remordimientos de conciencia.

La Universidad de la Ciudad de los Reyes o Lima había sido fundada por real cédula del rey Carlos I, en 1551 y establecida en 1553 en los claustros del convento de Santo Domingo bajo la dirección de los dominicos, primera orden religiosa que llegara al Perú. 

Los primeros años de vida fueron precarios y oscuros, entre otras razones por la escasez de alumnos y la falta de rentas. Desde su creación hasta 1571 el rector era el prior de la orden dominica. Pero durante este tiempo se fueron sumando profesores de otras órdenes religiosas, clérigos y laicos que tuvieron puntos de vista diversos al de los dominicos. 

El virrey Álvarez de Toledo produjo, el 1° de junio de 1571, la primera reforma universitaria, secularizando la universidad al elegirse a un rector laico, el jurista doctor Pedro Fernández de Valenzuela. 

Al mismo tiempo los dominicos obtuvieron del papa Pío V el breve Exponi Nobis, dado el 25 de julio de 1571, por el cual la universidad era también Universidad Pontificia. Dicho en otras palabras, mientras que la Universidad de la Ciudad de los Reyes fue Universidad Real estuvo dirigida por los frailes dominicos, en cambio, cuando se transformó en Universidad Real y Pontificia, se laicizó y quedó sometida de manera plena a la autoridad del monarca.

El virrey Álvarez de Toledo instaló sus aulas en un local apropiado, primero en un amplio terreno situado al lado de la Iglesia de San Marcelo, en 1574, y colocó a la universidad bajo el patrocinio del evangelista San Marcos, el 20 de noviembre de 1574, llamándose desde entonces Real y Pontificia Universidad de San Marcos. (datos: Wikipedia)

miércoles, 22 de enero de 2014

La Heroica Resistencia de José Ramón Rodil en el Real Felipe

José Ramón Rodil y Campillo

La independencia de Perú no se selló en Ayacucho, el último cuerpo militar español en Perú no aceptó la capitulación del Virrey José de La Serna, y decidió resistir heroicamente, en condiciones de inferioridad, en el fuerte Real Felipe de El Callao.

El asedio del fuerte Real Felipe en el Callao fue el más prolongado y devastador ocurrido en la costa del Océano Pacífico, durante las guerras de independencia latinoamericana.

El asedio lo tendieron las fuerzas independentistas combinadas gran colombianas y peruanas contra los soldados comandados por el Brigadier José Ramón Rodil, que defendían la Fortaleza del Real Felipe del puerto de El Callao, quienes se negaron con honor y patriotismo a rendirse, rechazando acogerse a la capitulación de Ayacucho.

El sitio que empezó antes de las campañas de Junín y Ayacucho, se prolongó hasta su capitulación el 23 de enero de 1826, aproximadamente 2 años de asedio.

Se llegaron a disparar desde la fortaleza por los defensores 9 mil 533 balas de cañón, 454 bombas, 908 granadas, 34 mil 713 tiros. Los sitiadores independentistas dispararon 20 mil 327 balas de cañón, 317 bombas e incontables balas. 

A este severo ataque se sumó el bloqueo naval de las flotas combinadas de Gran Colombia al mando del almirante general Juan Illingworth Hunt (corbeta Pichincha y bergantín Chimborazo), Perú al mando del contralmirante Martín Guisse (fragata Prueba, corbeta Limeña y los bergantines Congreso y Macedonia) y Chile al mando del almirante Manuel Blanco Encalada (fragata O'Higgins y bergantín Moctezuma).

El 22 de enero de 1826 cuando casi todos sus soldados habían muerto y los sobrevivientes se alimentaban de ratas, Rodil aceptó capitular ante el comandante del asedio el general Bartolomé Salom obteniendo condiciones honrosas y llevando consigo las banderas de sus regimientos que fueron las últimas en abandonar el Perú. 

Con la entrega de El Callao, desapareció el último ejército español de América del Sur. 

Rodil, regresó a España en 1826 como Mariscal de Campo, y por sus méritos militares el Rey le otorgó en 1831 el título nobiliario de Marqués de Rodil.


División del Callao del Ejército Real del Perú - Regimientos Realistas 

Comandante en Jefe Brigadier José Ramón Rodil 

Unidades Cuerpos de Línea: 
Batallón Segundo del Regimiento Infante don Carlos 
Batallón Arequipa 
(ambos batallones: 1 mil 109 plazas) 

Regimiento del Río de la Plata (530 plazas) Caballería 90 jinetes Artillería 88 artilleros 

Total tropas de línea: 1 mil 817 hombres

12 Cuerpos de Milicia creados durante el sitio: 

Batallón de Obreros Guerrillas de Lima y Chancay 

Con las milicias movilizadas se llegaba a un total de 2 mil 800 combatientes.

miércoles, 15 de enero de 2014

Los 13 Gobernantes del Gran Imperio Inca


Del año 1200 al 1532, se sucedieron en el mando del Imperio Inca 13 gobernantes, que lo convirtieron en la única, más grande, mejor organizada, altamente desarrollada y muy poderosa nación de América del Sur.

El número, fechas, y nombres de estos grandes hombres, es motivo de discusión porque en el Imperio Inca no se conocía la escritura, entonces la lista fue desarrollada por cronistas españoles a base de leyendas orales de una generación a otra, dibujos, cerámicos, textiles, construcciones y otras manifestaciones de la época. A partir de pachacutec, recién se tienen más evidencias que lo describen en forma más certera.

Relación de Incas:

- Manco Cápac (Jefe Poderoso)..........fundador del Imperio..........1200/1230

- Sinchi Roca (Super Poderoso)..........1230/1260

- Lloque Yupanqui (Zurdo Memorable)..........1260/1290

- Mayta Cápac (Donde está el Poderoso)..........1290/1310

- Cápac Yupanqui (Perdurable y Poderoso)..........1310/1350

- Inca Roca (Ser Luminoso)..........1350/1380

- Yahuar Huaca (El que Llora Sangre)..........1380/1400

- Huiracocha (Salvador del Imperio)..........1400/1438

- Pachacutec (El que Transforma la Tierra)..........1438/1471

- Tupac Inca Yupanqui (Resplandor Luminoso Memorable)..........1471/1493

- Huayna Cápac (Mozo Poderoso)..........1493/1525

- Huáscar (Cadena de Oro)..........1525/1532

-Atahualpa (Guerrero Valiente)..........Ultimo Inca - ejecutado por Francisco Pizarro..........1532/1532

lunes, 6 de enero de 2014

La Aparición de la Civilización en Perú y Sudamérica

Caral

La aparición de las culturas prehispánicas en Perú se remonta a más de 10 mil 600 años antes de Cristo, así lo demuestra el hallazgo de vestigios de prácticas agrícolas en Yungay, Ancash.

También, es sustento de la antiguedad de estas culturas, la civilización de Caral, la que fue coetánea de otras grandes culturas del mundo como la de China, Egipto, India y Mesopotamia.

El territorio que ocupa Perú, se considera como parte de las zonas geográficas, que fueron cuna de la civilización del mundo por su antigüedad de al menos 5 mil años.

Otras culturas que existieron son la Chavín que prevaleció sobre otras existentes, hasta que decayó su influencia y se incentivó el desarrollo de Estados más amplios en la base de nuevas culturas locales como la Mochica, Lima, Nazca, Wari y Tiahuanaco. 

Con la decadencia de Wari y Tiahuanaco hacia fines del siglo IX se reactivó la producción cultural regionalista como Chimú, con el desarrollo de Estados con el mayor territorio en sudamérica. 

Entre estos Estados destaca el de los incas. En el siglo XV, el Imperio inca anexó todos los pueblos andinos entre los ríos Maule y Ancasmayo, alcanzando un área cercana a los 3 millones de km², zona hoy ocupada por 6 países Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, y Argentina.

Cuando decimos culturas nos referimos a pueblos bien organizados, asentados en una región, hábiles en prácticas agrícolas, textiles, alfarería, metalurgia, construcción, poseedores de una religión, y preparados militarmente para su defensa.

En Sudamérica, solamente en Perú existieron culturas o civilizaciones en épocas remotas, todo el resto del territorio sudamericano estuvo poblado de tribus salvajes, nómades, cazadoras y recolectoras. (datos: wikipedia)

domingo, 29 de diciembre de 2013

Fuerza de Submarinos del Perú

En maniobras: Submarino Peruano y Fragata de Estados Unidos

Perú posee la más importante fuerza de submarinos de Latinoamérica, con seis de los mejores submarinos de origen alemán.

Los submarinos peruanos son: 

.SS31 Angamos
.SS32 Antofogasta 
.SS33 Pisagua 
.SS34 Chipana 
.SS35 Islay 
.SS36 Arica 

Los seis submarinos son de la denominada Clase 209, submarinos de ataque diésel/eléctricos diseñados y fabricados por el consorcio alemán Howaldtswerke Deutsche Werft AG. 

Poseen un desplazamiento de 1,000 toneladas y en inmersión de 1,285 toneladas; una eslora (largo) de 55,9 metros, una manga (ancho) de 6,2 metros y un calado (distancia entre línea y flotación y quilla) de 5,5 metros. 

Están armados con 6 tubos lanzatorpedos y hasta 24 torpedos de 553 mm; llegan a una velocidad de 12 nudos (22,2 km por hora), pudiendo sumergirse hasta una profundidad de 300 metros, llegando sumergido a alcanzar una velocidad de 7 km/h. 

Transportan una tripulación de 8 oficiales y 28 suboficiales y marineros.

El primer sumergible en la historia de la Marina de Guerra del Perú fue concebido por el ingeniero Federico Blume Othon en 1866 y construido en Piura en el año 1879. La guerra del Guano y el Salitre de 1879 paralizó su avance y fue hundido para evitar su captura por el enemigo.

A principios de la década de 1910, Perú ordenó la construcción de dos sumergibles tipo Labeuf en Francia, unidades que antes de la Primera Guerra Mundial sólo poseían las potencias navales. Por ello la tradición submarinista de Perú se inicia cuando el 19 de agosto del año 1911 se recepcionan los sumergibles Ferré y Palacios, nombres que evocan a Diego Ferré Sosa y Enrique Palacios Mendiburu oficiales que sirvieron a bordo del Huáscar y que con su comandante Miguel Grau murieron en el combate de Angamos el 8 de octubre de 1879.


Fuerza de Submarinos del Perú

Los BAP Islay y Arica, submarinos tipo 209 construidos en los astilleros Howaldtswerke Deutsche Werft R. G., de Kiel, Alemania arribaron al Callao en los años 1974 y 1975, constituyendo los primeros buques de su tipo en arribar a nuestras costas de un total de seis que incrementaron la Fuerza de Submarinos. Al iniciarse la década del 80 arribaron dos buques más del tipo 209: BAP Casma y BAP Antofagasta. Finalmente el año 1983 arribaron el BAP Chipana y el BAP Pisagua, completando el número de unidades previsto por la Institución y que constituyen hoy el pilar de esta Fuerza próxima a cumplir 100 años.

Alta preparación y gran experiencia caracterizan a los integrantes de la Fuerza de Submarinos del Perú. Los submarinos peruanos son el más importante poder disuasivo de la Marina de Guerra del Perú.

Personal de primera, equipos de alta calidad en constante proceso de actualización, práctica en combate constante con resultados exitosos, armas de última generación altamente potentes y de gran alcance. La Fuerza de Submarinos es la de mayor nivel y prestigio en Latinoamérica, por ello constantemente vienen a capacitarse a marinos de otros países, que valoran la calidad de los submarinistas peruanos.

Al ser la más importante fuerza en Latinoamérica, los submarinos peruanos son invitados cada año para participar con submarinos nucleares y buques de los Estados Unidos de América, en maniobras de combate.

La Fuerza de Submarinos está conformada por la élite de oficiales y suboficiales de la Marina de Guerra del Perú.

La Fuerza de Submarinos es motivo de reconocimiento y orgullo de todos los peruanos, los que confían plenamente en su poderío y éxito frente a cualquier eventualidad.

sábado, 28 de diciembre de 2013

Guerra del Guano y el Salitre de 1879: Recordando Traiciones y Heroicidad en Arica

Morro de Arica - Después de la Batalla

La defensa de Arica contaba con poco más de 1600 hombres al mando del coronel Bolognesi. La ciudad era defendida en el mar por el monitor Manco Cápac, al mando del capitán de fragata José Sánchez Lagomarsino.

Bolognesi: Arica. 30 de mayo de 1880. "Esfuerzo inútil. Tacna ocupada por el enemigo. Nada oficial. Arica se sostendrá muchos días y se salvará si Leiva jaquea al enemigo aproximándose a Sama y se une con nosotros".
 
El 1 de junio, el escuadrón Carabineros de Yungay se aproximó a Chacalluta, siendo capturados los ingenieros Teodoro Elmore y Pedro Ureta, después inutilizan el sistema de minas que defendían el morro. Ese mismo día, desertó de las fuerzas peruanas el coronel Agustín Belaúnde, jefe del batallón Cazadores de Piérola, siendo declarado traidor a la patria.

Bolognesi: "Apure Leiva, resistiremos".

El 2 de junio comenzaron a llegar las fuerzas chilenas por ferrocarril, ocupando Chacalluta y el valle de Azapa.

Bolognesi: Arica. 2 de junio de 1880. "Enemigo todas armas trasladadas trenes. Encuéntranse acampados dos leguas esta plaza. Esperamos mañana ataque. Resistiremos".

El 5 de junio, el general Baquedano envió al mayor José de la Cruz Salvo como parlamentario frente a las tropas que defendían Arica para intimar la rendición de la plaza, realizándose el siguiente diálogo:
  • Bolognesi: Le oigo a usted.
  • Salvo: Señor, el General en Jefe del Ejército de Chile, deseoso de evitar un derramamiento inútil de sangre, después de haber vencido en Tacna al grueso del Ejército aliado, me envía a pedir la rendición de esta plaza, cuyos recursos en hombres, víveres y municiones conocemos.
  • Bolognesi: Tengo deberes sagrados que cumplir y los cumpliré hasta quemar el último cartucho.
  • Salvo: Entonces está cumplida mi misión. 

Bolognesi: "Apure Leiva"

En la tarde del 6 de junio, el coronel chileno Pedro Lagos envió al ingeniero peruano Teodoro Elmore, quien estaba prisionero, para que hablara con el coronel Bolognesi y pedirle la rendición. Bolognesi descalificó a Elmore como parlamentario. Elmore regresó al campamento chileno a las 23.

El capitán de fragata José Luis Sánchez Lagomarsino, comandante del monitor Manco Cápac, para evitar que su buque cayera en manos chilenas, lo echó a pique cerca de la isla del Alacrán, terminando de hundirse a las 8:42.

En el morro, el coronel Bolognesi intentó hacer volar las minas, pero estando saboteado,  el mecanismo no funcionó.

Los artilleros de la batería baja del morro se retiraron a la cima, haciendo volar uno de sus cañones. Fue en ese momento de la lucha en el morro que murieron el teniente coronel Ramón Zavala, jefe del batallón Tarapacá Nº 23, y el teniente coronel Benigno Cornejo, segundo jefe de ese batallón, quedando herido en un brazo el teniente coronel Roque Sáenz Peña. Luego murieron, cuando estaban reunidos los oficiales y jefes peruanos, el coronel Bolognesi, comandante general de Arica y el capitán de navío Juan Guillermo Moore, jefe de las baterías del Morro. El coronel Alfonso Ugarte, comandante general de la 8.ª división peruana, tomó el pabellón peruano y se lanzó sobre el precipicio. Los peruanos lograron hacer volar dos cañones Parrott de las baterías del Morro y en el asta murió el sargento mayor Armando Blondel.

Finalmente, los chilenos toman el morro, muere su comandante, el teniente coronel Juan José San Martín.

Soldado chileno Alberto del Solar. Diario de campaña: "La plaza fuerte de Arica, último baluarte peruano, con su morro colosal y sus minas de dinamita, sus baterías flotantes y todo el material del ferrocarril cayeron, como Tacna, en nuestro poder, después de una reñidísima refriega en que la guarnición, compuesta de más de dos mil hombres, la división del coronel Bolognesi, se decidió a sucumbir antes que rendirse".

Tras el combate, las fuerzas chilenas ocuparon la plaza. Soldados chilenos dispersos asesinaron a numerosos prisioneros peruanos a las puertas de la iglesia de la ciudad y cometieron destrozos y saqueos. Entre las víctimas civiles estuvo el comerciante italiano Santiago Carniglia asesinado en su tienda. Asimismo, más de 300 cadáveres de combatientes peruanos fueron arrojados al mar desde la cima del morro.

La lancha torpedera Alianza logró escapar al norte. La lancha fue perseguida por los buques chilenos Cochrane y Loa, hasta que la tripulación de la lancha varó su embarcación y la hizo volar en cabo Picata por la tarde.

Según el parte del general Baquedano, las bajas chilenas en la batalla fueron 475 muertos y heridos, mientras que las peruanas ascendieron a 700 muertos y 1328 prisioneros (entre estos últimos, los heridos).

Sin embargo, la relación nominal de prisioneros peruanos tras la batalla ascendió a 766 hombres, entre los cuales se incluye a los 127 tripulantes del monitor Manco Cápac, siendo que los prisioneros de la guarnición serían tan solo 639 sobre un total de 1901. Basándose en otras publicaciones chilenas de la época, el historiador chileno Sergio Villalobos señala que los prisioneros peruanos en Arica fueron aproximadamente 700 individuos, cifra que se aproxima a la relación nominal de estos y que contradice lo expresado por Baquedano.

Según el corresponsal del diario chileno "El carro rápido", los peruanos tuvieron 900 muertos y 200 heridos, siendo la proporción entre estos mucho mayor a la de las bajas chilenas. Finalmente, según publicación del Instituto de Estudios Histórico-Marítimos del Perú, las bajas peruanas pueden considerarse aproximadamente en 900 muertos, 200 heridos y 700 prisioneros. (Datos: Wikipedia)

¿Y el coronel Segundo Leyva? ¿Y el II Ejército del Sur?

 Así lo describieron a Leiva: "Nada hizo sino huir, sin que nadie le persiguiera, al saber el descalabro de Tacna y perder en su fuga más de la mitad de la fuerza". Calificativos muy duros y que jamás fueron corregidos porque las evidencias impidieron hacerlo. 

Se debe tener presente que tardó de 25 a 30 días en trasladarse desde Arequipa al punto máximo de aproximación a las fuerzas de Tacna que fue la "Cuesta del Bronce", pero de ese lugar retornó a su punto de partida y "sin que nadie le persiguiera", en solo 14 días. 

Bolognesi fue la víctima de Leiva, a quién esperó hasta el último momento.

Si Leiva llegaba, el ataque en pinza hubiera resultado y la historia sería otra. Los chilenos hubieran sido derrotados en Tacna o en Arica.

domingo, 22 de diciembre de 2013

Francisco Pizarro Lloró la Muerte del Inca Atahualpa



Monumento a Atahualpa en el Palacio Real de España

A la muerte del Inca Huayna Cápac se entabló una feroz lucha entre sus 2 hijos, Atahualpa y Huáscar, quedando el territorio andino prácticamente asolado. Habiendo recién vencido Atahualpa, llega Francisco Pizarro con ciento ochenta hombres y tras una confrontación, usando armas que desconocía el ejercito de Atahualpa, lo derrota y encarcela al Inca en Cajamarca.

Durante ocho meses Atahualpa llevó plata y oro a dos aposentos para conseguir su libertad. Aunque encarcelado, tenía cerca a sus mujeres y servidores, convivía con los españoles: comía y jugaba a cartas o dados con Pizarro; de ahí que surgiera amistad entre ellos. Pero los aposentos no se llenaban y los soldados recién llegados, especialmente de Diego de Almagro, estaban descontentos; decían que el Inca se preparaba para matarlos.

Un día dos indígenas dijeron que venían huyendo de su ejército, que estaba a tres leguas, y que en poco tiempo les atacarían alrededor de cincuenta mil guerreros. Los cronistas presentes confirman aquel hecho; solamente Cieza, Betanzos y Pedro Pizarro, que no se hallaban, lo achacan a un bulo del indio Felipillo.

Pizarro sabía que si les atacaban, perecerían todos. Sus capitanes decían que sólo se podrían salvar si Atahualpa moría, pero él dudaba porque le apreciaba; seguramente sopesó enviarle a España, mas no había tiempo, dado que los guerreros se hallaban muy cerca de la ciudad. En tan dramáticos momentos, presionado por sus hombres, tuvo que tomar la decisión de entablarle un proceso.

Atahualpa fue juzgado y condenado a morir y al día siguiente se ejecutó la sentencia. Sobre las siete de la noche le sacaron de sus aposentos para conducirle a la plaza. Por el camino preguntó que por qué le mataban y le dijeron que por haber mandado su ejército sobre Cajamarca. Respondió que aquel ejército pertenecía a su hermano Huáscar y que los hombres que lo integraban eran enemigos suyos, pero aquella explicación no sirvió de nada y continuaron llevándole hacia el lugar de la ejecución.

Comprendiendo que le iban a matar dijo «… Que si lo hacían por oro o plata, que él daría dos tantos de lo que había mandado»; tampoco sirvió de nada. Pizarro no había tenido más remedio que ordenar la ejecución, aún en contra de su voluntad, por eso el cronista sigue diciendo: «Yo vide llorar al marqués de pesar por no podelle dar la vida…»; a sus cincuenta y cuatro años, el soldado curtido en tantas batallas, lloraba de dolor por tener que ejecutar a quien había llegado a ser su amigo. (Datos: ABC)

Noticias e Información que no se puede perder