miércoles, 27 de enero de 2016

Desastre en Lima: Terremoto y Tsunami en el Año 1746

Jose Antonio Manso de Velasco
Conde de Superunda
Virrey del Perú

El gran terremoto y tsunami de Lima y El Callao, ocurrió el 28 de octubre de 1746, focalizado en el mar.

Lima era la capital del Virreinato del Perú y gobernaba por el Imperio Español, el virrey José Antonio Manso de Velasco. 

Este terremoto, es considerado el mayor ocurrido en Lima y el segundo en la historia del Perú después del ocurrido en Arica en 1868. 

El viernes 28 de octubre de 1746, a las 10:30 de la noche, los habitantes de Lima y El Callao, fueron sorprendidos por violentas sacudidas de la tierra que obligaron a todos a salir de sus casas y buscar lugares abiertos. 

La confusión y el espanto cundieron por toda la ciudad, haciendo que fuese mayor el desconcierto el hecho de que el sismo ocurriera en la noche, cuando en Lima todavía no existía una buena iluminación.

La duración del movimiento fue de tres a cuatro minutos, tiempo más que suficiente para destruir totalmente la ciudad. El terremoto debió ser de magnitud 9,0.

En esa época, Lima tenía alrededor de 60 mil habitantes y contaba con 3 mil casas, repartidas en 150 manzanas.

Cayeron las casas y las partes altas de templos, conventos, mansiones y diversas construcciones; culminado el sismo nubes de polvo impedían ver la ciudad.

La mayoría, para no quedar sepultados entre las ruinas, así como para hallar amparo en compañía de otras personas, se refugiaron en la plaza mayor y otros se retiraron al fondo de sus huertas, de modo que en las casas que aún permanecían en pie o en escombros reinaba un gran silencio.

En medio de tan grande confusión y sucediéndose réplicas, aunque ya no con tanta violencia, no se hizo posible acudir al auxilio de los heridos y de los que gemían sepultados bajo las ruinas. Algunos fueron extraídos de entre los escombros después de haber pasado uno y aun dos días sepultados. Pocos pudieron conservar en aquellos instantes bastante serenidad de ánimo para acudir al socorro de los demás. 

La procesión del Señor de los Milagros se realizó por primera vez después del devastador terremoto de 1687, cuando el muro otra vez se mantuvo en pie. Se hizo una réplica en lienzo que salió en procesión desde el humilde barrio de Pachacamilla -hoy distrito del Rímac- hasta la Plaza Mayor y las principales calles de la ciudad, y los Barrios Altos. 

Amaneció el día sábado 29 de octubre y los ojos de los sobrevivientes contemplaron con espanto la ciudad en ruinas. De las tres mil casas que componían las ciento cincuenta islas o manzanas que se ubicaban dentro de las murallas de Lima, apenas veinticinco se mantuvieron en pie. Las calles se veían obstruidas por los escombros y el interior de los edificios ofrecía un aspecto desolador. 

Las torres de la Catedral se desplomaron y cayeron sobre las bóvedas destruyéndolas. Otro tanto sufrieron las torres de las iglesias de San Agustín, La Merced y San Pablo de la Compañía. Prácticamente todas las iglesias, conventos, monasterios, capillas y hospitales, sufrieron más o menos iguales destrozos. 

El arco magnífico que estaba a la entrada del Puente de Piedra, coronado por la estatua ecuestre del rey Felipe V (cuya muerte, acaecida el 9 de julio de ese año, se ignoraba todavía en el Perú), se vino al suelo.

En el palacio virreinal, no quedó un lugar habitable y el virrey hubo de acomodarse en una barraca de tablas y lona.

Desde las primeras horas del día comenzaron a circular voces sobre la destrucción de El Callao y el virrey envió al puerto a algunos soldados de caballería, a fin de cerciorarse del hecho. 

Estos trajeron la confirmación del desastre y a poco ya toda la ciudad lo sabía, pues a ella llegaron también sobrevivientes de la embestida del mar. 

Lo que contaron dichos sobrevivientes fue algo horrendo, con ribetes apocalípticos. Media hora después del terremoto se había entumecido el mar y elevado a enorme altura, y con horrible estruendo se había precipitado por dos veces sobre la tierra, inundando y destruyendo todo lo que encontró a su paso. 

Del antiguo puerto sólo quedaron unos cuantos restos de la muralla y parte de las paredes de algunos edificios. 

El Marqués de Obando, Jefe de la Escuadra y General de la Mar del Sur, dijo que los cuatro mayores navíos que había en el puerto, arrancando sus anclas fueron lanzados por encima del presidio y fueron a varar uno dentro de la plaza, el otro, cargado de trigo, a escasa distancia del anterior y los otros dos hacia el sudeste, como a distancia de tiro de cañón de los baluartes del Real Felipe. 

El número de los que perecieron en el puerto se calcula entre 4 a 5 mil, prácticamente toda la población; sólo se salvaron 200 personas. 

El mar se retiró, pero no volvió a su límite antiguo, quedando parte del puerto sumergido. 

El reporte oficial estableció en más de 10 mil los fallecidos en Lima, Callao y villas adyacentes, afectados por la destrucción.

En el Callao, según el Marqués de Obando, era horrendo el espectáculo de los despojos humanos descubiertos y en las posturas más violentas que se pueda imaginar. Así por el calor propio de la estación como por andar revueltos con los horrores del mar y no ser fácil enterrarlos en el terreno que ocupaban, por ser de cascajo o piedra zahorra e inundables, se generó una fetidez intolerable. 

En cuanto a las edificaciones, Lima sufrió una destrucción total, 25 casas quedaron en pie de las 3 mil que conformaban la ciudad.

Las réplicas del sismo continuaron en forma intermitente hasta las 5:00 a.m. y muchos remezones se sintieron hasta el Cuzco. Desde el 28 de octubre hasta el 10 de noviembre se produjeron 220 réplicas, y hasta el 28 de octubre de 1747 se registraron un total de 568 temblores. 

Tan abatidos se hallaban los ánimos y tan honda impresión había causado la noticia de la ruina del Callao que el día 30, habiendo comenzado a difundirse el rumor de una nueva salida del mar, la gente, presa de pánico, comenzó a huir en bandadas hacia los montes vecinos, sin que en su carrera nadie fuese capaz de detenerlas. 

El virrey, sabiendo que la noticia carecía de fundamento, hubo de montar a caballo a fin de contener a la multitud y desvanecer la falsa noticia.

Hizo lo mismo el Marqués de Obando en compañía de un religioso franciscano y sólo después de mucho trajinar por todas las veredas que salen al campo se logró que volviera la calma.

Debido a la confusión y desorden que reinaba en todas partes, así como por haber abandonado sus casas los dueños, algunos pobladores se entregaron al robo y saqueo. Hubo que recurrir al ejército y el virrey destinó tres patrullas de soldados para que de continuo rondasen toda la ciudad y apresasen a los malhechores. 

En el Callao se hizo más necesaria esta medida por los muchos objetos que iba arrojando el mar a la playa, los que despertaban la codicia de bandidos y simples buscones. Por esta razón hubo de expedirse un decreto ordenando al Tribunal del Consulado que velase por que no se cometiesen robos y recogiese cuanto se hallase a fin de restituirlo a los interesados. Como en toda la extensión de las playas que se suceden desde el Morro Solar hasta La Punta y también por el lado de Bocanegra varaban los restos de la ruina no era fácil evitar la audacia de los merodeadores, pero a fin de reprimirla se publicó un bando amenazando con pena de muerte al que hiciera alguna sustracción y se instalaron dos horcas en la ciudad y otras dos en el Callao.

Gracias a las acertadas medidas adoptadas por el virrey se logró abastecer a la población prontamente, aunque no tan de inmediato que no se dejara sentir la escasez. Se dispuso que de las vecinas provincias se remitiese cuanto antes el trigo almacenado y, convocando a los panaderos, les proporcionó el auxilio necesario, para abastecerlos de harina como de agua, por haberse roto los acueductos y cañerías por los que venía a la ciudad. Encomendó a los alcaldes ordinarios, D. Francisco Carrillo de Córdoba y D. Vicente Lobatón y Azaña la ejecución de estas medidas y de otras con respecto al abastecimiento de carne fresca. 

En cuanto a las epidemias, dice Llano Zapata en su Carta o Diario que hasta mediados de febrero del 1747 habían muerto en la ciudad, víctimas de tabardillo, dolores pleuríticos, disentería y cólicos hepáticos hasta dos mil personas, número excesivamente crecido para la Lima de entonces. 

Durante esos días luctuosos, las rogativas, procesiones de penitencia y públicas manifestaciones de piedad fueron casi ordinarias y los predicadores de uno y otro clero llenaban las calles con sus voces de gemido, excitando a todos al dolor y al arrepentimiento. A su vez, el virrey encomendó a los hermanos de la cofradía de la caridad la tarea de sepultar los cadáveres y de asistir a los muchos enfermos que no bastaban a contener los hospitales, en ruinas la mayor parte de ellos, pues en el de Santa Ana para indios perecieron 60, al caer sobre ellos la pesada techumbre de las salas. 

El clero limeño atribuyó la desgracia a la ira divina desencadenada por una serie de razones, a saber: Las injusticias que se cometían contra los pobres. Las prácticas ilícitas de la codicia y la usura. El torpísimo pecado de la lujuria. La vanidad de las mujeres con sus escandalosos vestidos, en especial los escotes demasiados abiertos.

La fe católica no sufrió merma y más bien se incrementó notablemente la devoción al Señor de los Milagros, venerada imagen que solía ser sacada en procesión en eventos de ese tipo, manifestación admirable de fe colectiva que ha persistido a través de los siglos. 

El Virrey Manso de Velasco desde un principio mostró gran presencia de ánimo y adoptó todas las medidas que pudieran contribuir a parar el desorden y hacer menos grave la desgracia. En los años siguientes, dedicó todos sus esfuerzos a la reedificación de la capital y de su puerto, por lo que se le puede considerar con razón el segundo fundador. 

Por todos estos servicios y por la construcción de la estupenda fortaleza del Callao, que elevó en el terreno que ocuparon las olas en el desborde del mar, recibió del rey Fernando VI con fecha de 8 de febrero de 1748 el título de Conde, con la expresiva denominación de Superunda, “sobre las olas”. 

Tuvieron que reconstruirse la mayoría de templos y conventos; la Catedral de Lima recién comenzó su reconstrucción en 1752.

El terremoto de Lima del año 1746 conmovió a todo el mundo civilizado. Las narraciones que del mismo se publicaron en español fueron traducidas al inglés, italiano y portugués y circularon abundantemente, pues se hicieron varias ediciones. 

El Callao era un emporio del comercio, que fue enteramente destruido y arruinado por las furiosas olas.

"El Camotal" es una zona del mar de muy baja profundidad, frente a Lima y El Callao, es el remanente del antiguo puerto de El Callao, que fue destruido por este terremoto y posterior maremoto en 1746. 

Por "El Camotal" no pueden navegar naves de gran calado sino solamente botes pequeños. Cuando se tiene marea baja, existen referencias de personas que han visto la parte superior de construcciones.

En la parte hundida del continente, también se encontraban importantes tierras de cultivo de la época, de ahí su nombre. (Datos: Wikipedia)

viernes, 22 de enero de 2016

La Casa de Aliaga - 5 siglos en la historia de Lima - La casa más antigua de América


Luego de la fundación de Lima, el 18 de enero de 1535, el capitán Jerónimo de Aliaga y Ramírez, recibió un solar vecino a la casa del conquistador Francisco Pizarro, hoy Palacio de Gobierno. 

Desde entonces y hasta la actualidad, los descendientes del capitán Aliaga han habitando la vivienda, volviéndose así la casa más antigua de las Américas.

17 generaciones de la familia Aliaga, han nacido y han crecido en esta linda mansión del centro de la capital peruana.

Debido a los terremotos y al deterioro propio del tiempo transcurrido, la casa ha sido reconstruida y remodelada en varias ocasiones.

La vivienda de los Aliaga tiene un gran valor histórico y artístico por la belleza de su espacio interior, lo poético y evocador de sus ambientes y la original distribución de estos. 

Caminando por los hermosos salones de esta casa solariega uno puede percibir la historia de la Lima virreinal y republicana. (Datos: casadealiaga.com)

Casa de Aliaga - la más antigua de América - Lima, Perú

Casa de Aliaga - la más antigua de América - Lima, Perú

Casa de Aliaga - la más antigua de América - Lima, Perú

Casa de Aliaga - la más antigua de América - Lima, Perú

Casa de Aliaga - la más antigua de América - Lima, Perú

miércoles, 20 de enero de 2016

Gran Inca Túpac Yupanqui - Mascarón de Proa del Nuevo Buque Escuela Peruano a Vela Unión

Buque Escuela Peruano a Vela B.A.P. Unión
Inca Túpac Yupanqui es el Mascarón de Proa

La Marina de Guerra del Perú está en vísperas de recibir su nuevo y primer buque escuela a vela denominado Unión.

El B.A.P. Unión será el más grande y avanzado en su clase de los existentes en Latinoamérica y ha sido construido por los propios peruanos en el SIMA, prestigiado astillero localizado en el puerto de El Callao.

Esta nave de instrucción llevará como mascarón de proa la figura del gran inca explorador y conquistador, Túpac Yupanqui.

Túpac Yupanqui además de conquistar los territorios que conformaron el Imperio Inca, salió por el Océano Pacífico con una gran flota, con la que visitó y conquistó muchas islas de la Polinesia, llegando incluso a la Isla de Pascua o Rapa Nui, donde existen aún rastros de su presencia.

El precioso mascarón ha sido realizado por la escultora Pilar Martinez Woodman quién describe su obra: “la escultura es de bronce y pesa más de una tonelada. Está trabajada bajo una técnica de patinado con cera de abeja. Es el resultado de la cooperación entre historiadores, antropólogos y escultores. Definitivamente, teníamos que saber quién era el Inca. Y lo que descubrimos es que fue un grande. Un explorador, un conquistador, un navegante como ninguno”.

Agrega Pilar Martinez, “Su espíritu está ahí, intacto, pero los tiempos cambian. Ya no estamos para más derramamiento de sangre. Túpac Yupanqui en sus viajes por los diferentes países, llevará paz”.

Afirmó también “he llegado a enamorarme de él, por su historia, por lo mucho que tenemos en común”.

Refiriéndose a su obra “A parte de que su indumentaria es tal y como nos narra el cronista Guamán Poma”.

En el mascarón se ha agregado simbología moche, ichma, nasca y de otras culturas preincas. También se resalta la presencia del dios Inti (Padre Sol), sobre el personaje principal. El dios muestra siete rayos. A los pies de Túpac Yupanqui se ha colocado la famosa piedra de los 12 ángulos. El inca luce una capa que se asemeja a las alas de los ángeles, lo que le da un toque místico. En su mano izquierda lleva un escudo y su brazo derecho está en alto en señal de poder, mientras que su mirada escudriña el horizonte. Sus ojos imponen respeto, entonces, solo queda admirarlo, quedarse atónito, guardar silencio.

El mascarón tiene un tamaño de 4.20 metros (desde el sol hasta la piedra de los 12 ángulos), similar dimensión presentan cada uno de los lados de su capa (babor-estribor) 

El buque escuela a vela Unión será entregado a la Marina de Guerra del Perú el 27 de enero del 2016. Hasta junio 2016 estará en etapa de prueba. Luego, iniciará su travesía por diversos puertos del mundo como buque escuela y también como vitrina de exhibición de lo mejor de la cultura e identidad peruana.

Ha sido una acertada decisión de la Marina de Guerra del Perú seleccionar la figura del Gran Inca Túpac Yupanqui haciéndolo parte del buque escuela a vela Unión, el más grande de Latinoamérica. (Datos: diario La República)

Buque Escuela Peruano a Vela B.A.P. Unión
Inca Túpac Yupanqui es el Mascarón de Proa
Instalación


Buque Escuela Peruano a Vela B.A.P. Unión
Inca Túpac Yupanqui es el Mascarón de Proa
Instalación

lunes, 18 de enero de 2016

Combate de Cruces - Victoria de la Marina de Guerra del Perú

Almirante Martín Guise

El combate naval de Cruces fue un enfrentamiento naval en la Guerra de Perú con la Gran Colombia.

Ocurrió el sábado 22 de noviembre de 1828, con el enfrentamiento de los buques peruanos Presidente, Libertad y Peruviana contra los buques grancolombianos Guayaquileña, y Adela. 


En septiembre de 1828 la escuadra peruana al mando de Martín Guise se componía de las fragatas Presidente y Monteagudo, la corbeta Libertad, el bergantín Congreso, las goletas Arequipeña, Peruviana y ocho lanchas cañoneras. Más tarde contó también con el bergantín Rápido.

El 18 de septiembre de 1828, Guisse partió del Callao conduciendo a La Mar y llegó a Paita el 22 del mismo mes. 


El 2 de octubre, la flota peruana hizo desembarcos sobre varios pueblos, especialmente en el de Naranjal, causando en todas partes daños considerables. 


El 22 de noviembre, a una corta distancia de Cruces, el Almirante Guise, a bordo de la fragata Presidente, una fragata con una tripulación de 259 hombres, armados con 52 fusiles, ordenó a sus naves formación de ataque. El combate empezó con el avance de las lanchas y la Peruviana que también llevaba tropas. 


Guise forzó vela a la Presidente y rompió la cadena protectora de la ría, tras de lo cual logra hacer un gran daño contra el fuerte «Las Cruces» que en forma inmediata es abandonado por sus defensores, tras tener un elevado número de muertos y heridos.


La corbeta Libertad enfrentó al Astillero. Guisse mandó desembarcar las tropas de la Peruviana y de las lanchas para que tomasen posesión del castillo de Cruces (que posteriormente fue quemado y destruido por la flota peruana). 


En la mañana del 23 de noviembre hubo un bombardeo entre el bergantín grancolombiano Adela (protegido por una batería situada en la aduana) y la flota peruana. El bergantín fue quemado por los grancolombianos para que no cayera en poder de los peruanos, y la batería quedó silenciada. 


A las tres de la tarde del mismo día 23 avanzó Guisse y destruyó las tres baterías del castillo: la del muelle, la del cerro de la Pólvora (a cuyo amparo estaban la goleta Guayaquileña) y la Planchada. 


La batería del muelle quedó deshecha, la Guayaquileña desmantelada (fue luego incorporada a la escuadra peruana). 


A las nueve de la noche, la orden de Guisse fue para que los buques se replegaran al fondeadero de Cruces, pues a Guayaquil no le quedaba sino rendirse. Pero una mala maniobra de la fragata Presidente hizo que encallara en uno de los tantos bajos de la ría. 


Diez horas permaneció en esta situación hasta el mediodía del día 24 en que la creciente de la marea la puso a flote. 


Durante esa mala situación de la fragata; aprovecharon los grancolombianos para montar un cañón y desde allí abrieron fuego a la fragata que no podía contestar por el estado en que quedó al encallar. Los demás buques peruanos que ya habían anclado en Cruces no pudieron acudir en su auxilio por ser contraria la corriente. Cuando la fragata había flotado y navegaba hacia Cruces, una de las últimas balas de la flota grancolombiana impactó en el pecho de Guisse, hiriéndolo mortalmente. 


Su oficial ejecutivo, el Teniente José Boterín asumió el mando de la flota. Las bajas peruanas fueron de 13 hombres. 


Tras la muerte del almirante Martín Guisse, el segundo jefe, teniente José Boterín fue quien llevó adelante el ataque y logró apagar completamente los fuegos de tierra. 


Una vez eliminadas las defensas costeras de Guayaquil el bloqueo continuó, la guarnición gran colombiana se retiro a unirse con el ejército de Sucre y se iniciaron negociaciones para la capitulación de la plaza la misma que se firmó a bordo de la goleta Arequipeña el 19 de enero de 1829. 


El bloqueo de Guayaquil por parte de la Marina de Guerra del Perú fue decisivo para la obtención del dominio marítimo y marca el fin de la campaña naval de la Guerra grancolombo-peruana.

Las tropas peruanas ocuparon Guayaquil el 1.º de febrero de 1829 al mando del capitán Casimiro Negrón. 


En los días siguientes el nuevo jefe la escuadra peruana Hipólito Bouchard despachó a Panamá dos barcos, la goleta Arequipeña y el bergantín Congreso al mando del teniente primero José Boterín con la finalidad de capturar a la goleta de guerra Grancolombiana Tipuani, en el viaje fue apresada la goleta Francisca el 7 de abril de 1829, los buques peruanos arribaron a Panamá, donde sin encontrar resistencia capturaron a la goleta Jhon Cato que arribó presa al Callao el 7 de julio del mismo año, la Tipuani sin embargo no fue encontrada. 


El 18 de mayo, durante un accidente, se incendió la fragata Presidente, que fue la única perdida material de la escuadra peruana durante la guerra.


En el mar la guerra fue favorable a Perú, pero en tierra el Ejército Peruano no pudo derrotar al ejército de la Gran Colombia en la Batalla de Tarqui que se libró el 27 de febrero de 1829 en el llamado Portete de Tarqui, a pocos kilómetros de Cuenca (actual Ecuador).

Como consecuencia de ello, Perú tuvo que retirarse de Guayaquil, que fuera invadida luego de la victoria naval peruana. (Datos: Wikipedia)

martes, 5 de enero de 2016

José de San Martín y Simón Bolivar ¿Libertadores o Abanderados de los Ingleses?

Video: ROdelUru

Diversas evidencias llevan a pensar que los llamados "Libertadores de América" José de San Martín, y Simón Bolivar, no actuaron con ese objetivo, sino como abanderados de Inglaterra y con la finalidad de destruir el poder español y permitir así el libre ingreso de Inglaterra en Sudamérica.

Al servicio de Inglaterra, Bolivar y San Martín cumplieron sus planes, recibiendo de los ingleses su total apoyo financiero, también armas, adiestramiento y regimientos militares con oficiales y soldados británicos que se constituyeron en la columna vertebral de las "fuerzas libertadoras".

Ambos eran masones y recibieron de las logias inglesas todo su respaldo.

En la última etapa de su trabajo, San Martín y Bolivar confluyen en el Perú, sede del poder español en Sudamérica. Al retirarse, lo dejan totalmente destruido, saqueado y en estado caótico.

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