lunes, 31 de agosto de 2020

Torata (Moquegua) y Chota (Cajamarca), Sur y Norte, Enlazados en una Historia Real con Personajes y Ambientes Peruanos


Lo que se describe en "Vidas Bajo Partiruras Desconocidas" se basa en hechos reales ocurridos en Perú durante la primera mitad del siglo XX.

El libro, a la vez que trata sobre temas de libre albedrío y predestinación, también nos describe lindas provincias peruanas, sus bellezas naturales, su gente, sus costumbres y gastronomía.

Son parte de la historia, hechos reales importantes de la época, y todos los avatares de las familias protagonistas.

Un hombre y una mujer, de 2 lugares muy lejanos en los extremos sur y norte del Perú, son los gestores de sus interesantes historias, las que con el transcurrir del tiempo se convierten en una sola.

Situaciones diferentes e inesperadas impulsan cambios radicales en la vida de sus familias, ambas de largo arraigo y buena posición.

Familias de Torata en Moquegua al sur del Perú por un lado, y de Chota en Cajamarca por otro lado, de las que forman parte nuestros personajes, empiezan a transitar sin quererlo por senderos invisibles que los llevarán a un encuentro inesperado.

Se producen entonces interacciones que llevan a la aparición de relaciones especiales entre algunos de los más jóvenes

El tema del libro profundiza en algo que el ser humano siempre ha considerado posible al referirse al curso de una vida a través del tiempo.

Es una duda constante sobre los factores determinantes de lo que ocurre en nuestras vidas.

Nos preguntamos siempre si los sucesos en el discurrir de los días son simplemente producto del azar o responden a un plan establecido de origen desconocido.

Muchos seres humanos creen en la suerte, en el azar, en la fortuna o en cualquier cosa semejante. Que no hay nada prefijado.

Otras personas, están seguras que todo tiene una causa, un propósito, un motivo, una intencionalidad. Que todo está previsto para cada ser humano desde el nacimiento.

Creemos que lo mejor es tomar casos de la vida real como el contenido en este libro, y comprobar cómo fueron modificándose los caminos de una o varias personas, cambiando completamente sus vidas.

¿Todo lo que ocurre en nuestras vidas es simplemente producto del azar? ¿Existe una planificación de vida de fuente desconocida para cada persona?, no lo sabemos con certeza, pero nos inclinamos por lo segundo.

Este libro está disponible en Amazon en sus versiones eBook y libro impreso.





miércoles, 26 de agosto de 2020

José de San Martín: Al final solo varias proclamaciones de independencia


El 21 de agosto de 1820 se embarcó en Valparaíso la Expedición Libertadora del Perú bajo la bandera de la Expedición Libertadora. Contaba con un ejército de 4.118 efectivos. El 7 de septiembre la Expedición Libertadora arribó a las playas del Paracas, en la bahía de Pisco, en la actual Región Ica. El desembarco en Paracas se inició el 8 de septiembre de 1820 y continuó los días siguientes. San Martín instaló su cuartel en Pisco.

El 15 de septiembre de 1820, el virrey del Perú, Joaquín de la Pezuela, proclamó la restauración de la Constitución de Cádiz de 1812, y envió una carta a San Martín ofreciéndole entrar en negociaciones, teniendo como base la nueva situación política peninsular. San Martín aceptó, y a partir del día 25 de septiembre, los delegados de San Martín y del virrey se reunieron en las Conferencias de Miraflores las que concluyeron el 4 de octubre sin llegar a ningún acuerdo.

El 23 de octubre de 1820 la Expedición Libertadora se reembarcó con destino norte, pasando frente al Callao. El 9 de noviembre, la Expedición Libertadora arribó al puerto de Huacho (a 170 km al norte de Lima), donde desembarcó. Al frente de su ejército, San Martín avanzó hasta el poblado vecino de Huaura, donde estableció su cuartel general. Fue en Huaura donde por primera vez San Martín proclama la independencia del Perú, en noviembre de 1820, desde un balcón que hasta hoy se conserva como joya histórica.

El 4 de junio de 1821, el virrey La Serna se entrevistó personalmente con San Martín en la hacienda Punchauca, situada a unos 25 km al norte de Lima, en el actual distrito de Carabayllo. Delegados de ambos continuaron en los siguientes días estas Conferencias de Punchauca, pero al igual que lo ocurrido en las conferencias de Miraflores, no se llegó a algún acuerdo trascendente.

Lima se vio amenazada por el avance del ejército libertador y el acoso de montoneras, grupos armados mayormente conformadas por hombres andinos.

El 5 de junio de 1821, el virrey La Serna anunció a los limeños que abandonaría Lima y dejaría una fuerza al mando de José de la Mar para que resistiera en el Callao, al amparo de la Fortaleza del Real Felipe. 

El poderoso Ejército Real del Perú, al mando del general Canterac, deja Lima y enrumba a la sierra, el 25 de junio de 1821. 

A comienzos de julio de 1821 se vivía en Lima una tremenda escasez de alimentos, debido al asedio de las montoneras, que cortaron las vías de comunicación con el exterior. Bajo el temor al pillaje o rebeliones de esclavos, San Martín ingresa en la ciudad.

Las avanzadas del Ejército Libertador ingresaron a Lima el 9 de julio de 1821. El mismo San Martín hizo su ingreso en la noche del día 12 y dos días después lo hizo todo su Ejército.

A pedido de San Martín, los "notables" de Lima se reunieron en Cabildo Abierto, con el propósito de jurar la Independencia. La firma del Acta de Independencia del Perú tuvo lugar el 15 de julio de 1821. Unos 300 ciudadanos firmaron el Acta ese día.

Al momento de su separación de España, Perú contaba con poco más de un millón de habitantes. Los indios eran más de la mitad, un 58%; los mestizos el 22%; y los negros, en su mayoría esclavos, el 4% de la población; la gente de “color libre” también bordeaba el 4%. Los blancos, tanto peninsulares como criollos, eran poco más del 12% y vivían básicamente en la costa y en algunas ciudades del interior como el Cuzco o Huamanga. Lima tenía unos 64 mil habitantes.

El sábado 28 de julio de 1821, en una ceremonia pública muy solemne, el generalísimo José de San Martín enunció la célebre proclamación de la Independencia del Perú. Primero lo hizo en la Plaza Mayor de Lima, después en la plazuela de La Merced, luego, en la plaza Santa Ana, frente al Convento de los Descalzos y finalmente en la plaza de la Inquisición (hoy plaza Bolívar). Según testigos de la época, presenciaron la ceremonia más o menos 16.000 personas.

Tras proclamar la independencia del Perú, San Martín asumió el mando político y militar de los departamentos libres del Perú, bajo el título de Protector, según decreto del 3 de agosto de 1821. Su gobierno se llamó el Protectorado del Perú. Dio al estado peruano su primera bandera y escudo, su himno nacional, su moneda, su administración primigenia y sus primeras instituciones públicas. 

Por su parte, el virrey José de la Serna trasladó su cuartel general al Cuzco, amparado por el poderoso Ejército Real del Perú que estaba intacto.

El 27 de diciembre de 1821, San Martín convocó por primera vez a la ciudadanía con el fin de que eligiera libremente un Congreso Constituyente, con la misión de establecer la forma de gobierno que en adelante regiría al Perú, así como una Constitución Política adecuada.

Mientras tanto, la corriente libertadora caribeña, al mando de Bolívar, avanzaba hasta la región de Quito, al norte del Perú. La libertad de Quito quedó sellada en la Batalla de Pichincha librada el 24 de mayo de 1822. 

La Entrevista de Guayaquil se produce el 26 de julio de 1822, en ella San Martín y Bolivar discutieron no se sabe bien de que asuntos, pero luego de ella San Martín decide retirarse del Perú.

El 20 de septiembre de 1822 se instaló el primer Congreso Constituyente del Perú, compuesto por 79 diputados (elegidos) y 38 suplentes (para los territorios que aún se hallaban ocupados por los realistas, es decir, el sur peruano). 

Ante este Congreso, San Martín renunció al protectorado y se dispuso a abandonar el Perú. 

Como Presidente del Congreso fue elegido el diputado por Arequipa, Francisco Javier de Luna Pizarro, clérigo liberal.

El Congreso entregó el poder ejecutivo a tres de sus miembros, que conformaron un cuerpo colegiado denominado la Suprema Junta Gubernativa (presidida por el general José de La Mar e integrada por Manuel Salazar y Baquíjano y Felipe Antonio Alvarado). Esta Junta entró en funciones el día 21 de septiembre de 1822. (Datos: Wikipedia)

Mientras tanto Bolivar y su ejército caribeño, reforzado por un regimiento de élite británico que le daría la victoria, iniciaban su ingreso al Perú esta vez por el norte.
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martes, 25 de agosto de 2020

Alexander von Humboldt: Ningún gobierno ha invertido sumas mayores para adelantar los conocimientos de las plantas que el gobierno español


Fallecido Carlos III, y perdidas las posesiones en América el ritmo de las expediciones científicas españolas cayó dramáticamente. 

Al respecto de lo que supuso para el mundo estos viajes dieciochescos, el viajero y científico Alexander von Humboldt reconoció:



«Ningún gobierno ha invertido sumas mayores para adelantar los conocimientos de las plantas que el gobierno español. 

Tres expediciones botánicas, las del Perú, Nueva Granada y Nueva España [...] han costado al Estado unos dos millones de francos [...] 

Toda esta investigación, realizada durante veinte años en las regiones más fértiles del nuevo continente, no solo ha enriquecido los dominios de la ciencia con más de cuatro mil nuevas especies de plantas; ha contribuido también grandemente a la difusión del gusto por la Historia natural entre los habitantes del país»

«Ningún gobierno ha invertido sumas mayores para adelantar los conocimientos de las plantas que el gobierno español» (Datos: diario ABC de España)


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sábado, 22 de agosto de 2020

Expediciones Científicas Españolas: El Arbol de la Quina

Estatua a Carlos III en el Jardín Botánico de Madrid 

La gran aportación científica española en el siglo XVIII fueron las expediciones científicas. 

España, sola o asociada a otras Cortes europeas, realizó 63 expediciones durante la Ilustración, más que ninguna otra nación. 

Todo ello porque ningún otro país se encontraba con un imperio tan extenso ni tantas posibilidades naturales a su alcance. 

Carlos III, un gran amante de la naturaleza, explica en una Real Cédula las razones de estas expediciones:

«Por cuanto conviene a mi servicio, y bien de mis Vasallos el examen y conocimiento metódico de las producciones Naturales de mis Dominios de América, no sólo para promover y los progresos de las ciencias Phisicas, sino también, para desterrar las dudas y adulteraciones que hay en la Medicina, Pintura y otras Artes importantes, y para aumentar el Comercio, y que se formen Herbarios, y Colecciones de Productos Naturales, describiendo y delineando las Plantas que se encuentren en aquellos mis fértiles Dominios para enriquecer mi Gabinete de Historia Natural y Jardín Botánico de la Corte…».



La primera de las expediciones fue dirigida por Casimiro Gómez Ortega y desarrollada en el reinado de Carlos III, hacia 1777, con destino al Virreinato del Perú. En Lima, gobernaba el Virrey Manuel de Guirior - Marqués de Guirior.

Franceses, ingleses, holandeses y españoles surcaban en este periodo los mares no solo en busca de metales preciosos, el platino entre otros, sino también del deseado «oro verde», esto es, la quina, la droga exótica más importante a nivel comercial de las traídas del Nuevo Mundo.

Esta sustancia, que se extrae de la corteza de una especie de árbol originario de América del Sur en la selva lluviosa de Amazonia, fue introducida en terapéutica por los jesuitas ya en el siglo XVII como poderoso febrífugo, del que se dijo que «fue para la medicina lo que la pólvora para la guerra». 

No en vano, supuso el ariete definitivo para la destrucción del paradigma galenista de que una droga de cualidad caliente solo podía combatir a enfermedades de temperatura fría. 

El empleo de la quina para combatir el paludismo, fiebres tercianas y otras enfermedades similares puso en cuestión estas teorías medievales.

El deseo de hallar nuevas especies del género Chinchona presidió las aventuras científicas del periodo ilustrado en ultramar, pero no fue el único aliciente para el Jardín.



Con el hallazgo de la quina, la Real Botica se convirtió en el centro receptor a nivel internacional de los descubrimientos que venían del Nuevo Mundo y, sobre todo, de las corachas de esta planta (considerada demoniaca por el mundo protestante) 

En esta institución destacaron médicos como José Quer o los botánicos José Ortega y Juan Muniain, así como Miguel Barnades, médico de Carlos III, que escribió la obra referente de su tiempo sobre este campo. 

Bajo la dirección de Casimiro Gómez Ortega, impulsor de la primera expedición, el Jardín llegó a convertirse en uno de los más importantes de Europa. (Datos: diario ABC de España)

Arbol de la Quina


Real Jardín Botánico de Madrid



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jueves, 20 de agosto de 2020

Huitotos


Los Huitoto, uitoto, witoto, güitoto o murui-muinane son una etnia o pueblo indígena de la Amazonía colombiana y peruana, cuyo territorio originario se encontraba en la parte media del río Caquetá y sus afluentes, y la zona selvática que va hasta el río Putumayo. 

Hablan una lengua de la familia bora-witoto.

Se encuentran dispersos en varias regiones del Amazonas, habitando la región conocida como el Medio Amazonas colombiano así como un importante sector peruano en la frontera con Colombia.

Están distribuidos en tres segmentos, cada uno de los cuales habla un dialecto diferente:

Mɨnɨka (meneca): en la cabecera del río Igaraparaná y las riberas de los ríos Caquetá y Putumayo.

Nɨpode (muinane: gente del oriente): en el Putumayo (Colombia), en la región de frontera colombo peruana y cerca de Araracuara y El Veinte en el Caquetá.

Bue o Mɨca (murui: gente del occidente): en el departamento de Loreto (Perú) y el departamento de Amazonas (Colombia) y a orillas del río Caraparaná.

Tradicionalmente estaban divididos en linajes, patrilineales y exógamos, que habitaban, aunque algunos todavía lo hacen, en una casa comunitaria conocida como jofómo o maloca. Varias familias comparten este espacio vital dirigidos por la pareja de mayor conocimiento, generalmente la más vieja. En su interior cada familia posee un fogón independiente y un sector especial en donde colgar sus hamacas. Allí se procesan los alimentos en donde es fundamental el Casabe, arepa hecha de harina de yuca brava de aproximadamente un metro de diámetro, y que es el fundamento de su dieta, junto con la proteína animal, producto de la caza y la pesca.



Dentro de la maloca existe además un lugar específico donde los hombres en la noche, se sientan a consumir un polvo verde obtenido al machacar hojas de coca y ceniza de yarumo, proceso conocido como "Mambe" o jiibie. Durante esta actividad se transmite el conocimiento mitológico y cosmológico ancestral.

Tradicionalmente mediante un código de comunicación se transmitían los mensajes importantes de una maloca y tocan por medio de dos tambores llamados Maguaré, cuyo sonido solía transmitirse por varios Kilómetros, a través de la acústica formada por el cauce de los ríos y las paredes formadas por los árboles del bosque.

Fernando Urbina Rangel investigó la mitología ancestral de los uitoto. Además, el Instituto de Estudios Ambientales (I.D.E.A) presentó un breviario sobre la cosmovisión de los Uitoto en su texto "Agaro y la Creación del hombre Uitoto" o Etnia Uitoto "La Cultura de la Yuca".​

El sistema económico se basa en la agricultura de roza y quema, la caza, la pesca y la recolección de productos silvestres. Cada chagra tiene una superficie entre media y dos hectáreas. Los principales cultivos son yuca brava y dulce, ñame, mafafa, ají, coca, chontaduro, plátanos, aguacate, caimo, umarí y maíz. El tabaco y el maní se cultivan en una pequeña parcela aparte abonada con cenizas.

Los primeros contactos significativos se dieron alrededor de la explotación del caucho en 1886. En 1901 las zonas del Caquetá y el Putumayo tenían 22 colonias extractoras de caucho, en su mayoría de colombianos, todos con mano de obra uitoto. Esta situación cambió rápidamente cuando en 1903 ingresó a la extracción del caucho la Casa Arana o Peruvian Amazon Company, cuyo propietario era Julio César Arana.

Producto de la esclavitud la población fue diezmada en grandes proporciones, reubicada en lugares ajenos a su territorio original y su organización social fue seriamente alterada.

Esta situación permaneció hasta cuando tuvo lugar el llamado Conflicto Colombo Peruano en la década de 1930, ya que siendo peruanos los caucheros tuvieron que retirarse al sur del río Putumayo y en los alrededores del río Tarapacá, al sur del río Amazonas.

En los últimos años del siglo XX este grupo se ha visto envuelto en conflictos como los procesos de colonización y las “bonanzas económicas” entre las que se encuentran: el tráfico de pieles de animales silvestres, el narcotráfico, la explotación de oro y la explotación maderera, entre otros. (Datos: Wikipedia)



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martes, 18 de agosto de 2020

La Cultura o Civilización Huarpa


Huarpa o Warpa fue una civilización o cultura preincaica ubicada en la cuenca del río Huarpa en el actual departamento de Ayacucho en Perú. 

Se le reconoce a partir de una cerámica decorada con pintura negra sobre superficie blanca y por el conjunto de sitios arqueológicos asociados con esta cerámica.

Si bien su ubicación cronológica no está bien definida, los restos encontrados serían de los años entre el 200 a. C. al 500 d. C. aproximadamente.

Ha sido estudiada principalmente por su relación con la posterior cultura Huari, dada la ubicación geográfica compartida y porque algunos elementos decorativos han sido adaptados en la iconografía Huari. 

No se conoce bien cuáles fueron la naturaleza y los motivos de la transición entre Huarpa y Huari y lo que esto implicó para las sociedades que habitaban el área.

Según el arqueólogo peruano Luis Lumbreras, uno de los principales investigadores de esta cultura, las manifestaciones culturales de Huarpa fueron más modestas en comparación con las de otras culturas contemporáneas, como la cultura moche o la cultura nazca, pero logró manejar eficientemente el medio geográfico y explotar ampliamente los recursos agrícolas.

Los huarpas hicieron notables trabajos de hidráulica, primeros proyectos de riego y habilitación de tierras de cultivo con la construcción de andenes.

La mayoría de sitios huarpa son pequeñas aldeas dispersas en toda la región. 

El sitio huarpa más grande es Ñahuimpuquio, ubicado en el distrito ayacuchano del mismo nombre. La presencia en él de restos de grandes construcciones, viviendas, plazas, corrales y acueductos parecen indicar una ocupación prolongada y que el sitio podría haber tenido una especial importancia para los habitantes de la región.

La civilización Huarpa llega a su fin alrededor del 500 d. C. se piensa que por efecto de cambios climáticos intensos.

Luis Lumbreras dice que el deterioro se produce en una etapa de notables cambios en otros órdenes de actividad, entre ellos, el crecimiento de los asentamientos, la reducción del número de asentamientos, el paulatino abandono de la explotación agrícola y el más importante representado por la intensificación de las relaciones con las costas de Ica y Nazca, que se expresa físicamente en el desarrollo intensivo de la cerámica policroma. (Datos: Wikipedia y otras fuentes)


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Luis Lumbreras

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martes, 11 de agosto de 2020

José Ramón Rodil y los Leales a la Corona Refugiados en el Fuerte Real Felipe de El Callao

 

José Ramón Rodil


Lima y la fortaleza en el Callao habían sido recuperadas por los españoles meses antes del desastre de Ayacucho.

El general Monet al frente de las fuerzas realistas había entrado de nuevo en la capital el 25 de febrero de 1824 y designó al brigadier José Ramón Rodil como jefe de la guarnición del Callao. 

Lima fue abandonada tras la batalla de Junín. Se esperaba que los españoles del Callao tomaran el mismo camino tras la capitulación de Ayacucho, pero Rodil y sus 2.800 soldados se negaron a rendirse ante la perspectiva de que aún podría recibir pronto refuerzos de España.

Rodil incluso se negó a recibir a los enviados del virrey la Serna, derrotado en Ayacucho, porque los consideraba poco menos que desertores. 

Tampoco quiso escuchar el 26 de diciembre a los representantes de Simón Bolívar, quienes daban por hecho que el español iba a rendir la fortaleza en cuanto se enterara de los generosos términos de la capitulación.


La entrada de Bolívar en Lima provocó la huida masiva de la población de españoles peninsulares y de los leales a la Corona hacia el Callao.

8 mil refugiados convirtieron el Callao en el último bastión español en Sudamérica y en la última esperanza de recuperar estos territorios.

El asedio de las tropas libertadoras, unos 4 mil 700 soldados, dirigidas por el venezolano Bartolomé Salom, se inició en forma de bombardeo con artillería pesada al puerto del recinto amurallado. 

Se calcula que en los dos años que duró el sitio se dispararon 20 mi 327 balas de cañón, 317 bombas e incontables balas. 

Al ataque aéreo y terrestre, se sumó también el bloqueo naval de las flotas combinadas de la Gran Colombia, Perú y Chile.

A pesar de contar con menos hombres armados y pocos recursos, los españoles tenían varias cosas a su favor. José Ramón Rodil contaba entre sus filas con los regimientos veteranos Real de Lima y Arequipa, así como con una de las fortalezas más grandes de todo el continente. Las murallas y las minas enclavadas en la roca hacían imposible un asalto por tierra, mientras que el bastión artillado mantenía la flota combinada a distancia.

Asimismo, la veteranía de su comandante jugaba a favor de las fuerzas realistas. Nacido en Lugo el 5 de febrero de 1779, Rodil había combatido contra Napoleón y luego había sido enviado a Sudamérica, donde prestó importantes servicios en Talca, Cancharrayada y Maipo. Además de cicatrices, el gallego coleccionaba múltiples condecoraciones por el valor desplegado.

Los ejércitos libertadores mantuvieron el bombardeo día y noche en un intento por dejar que la fruta cayera por su propio peso. Desde el principio se hizo latente la dificultad de alimentar a una población civil de miles de refugiados, así como el mantener un régimen casi carcelario para evitar las deserciones entre las filas españolas. En un solo día Rodil fusiló a 36 conspiradores, entre ellos a un muchacho andaluz muy popular por sus chanzas.

En un informe fechado el 26 de setiembre de 1825, Hipólito Unanue escribió a Simón Bolívar el estado del sitio, convertido en una prisión tanto dentro como fuera de la fortaleza:

"Rodil sigue defendiéndose obstinadamente y no pasa día sin que se haga fuego fuerte contra él. Por su parte tiene una vigilancia enorme y apenas ve que se pasa alguno del pueblo o que se trabajó en la línea, cuando cubre de balazos el sitio, así es que no se pasan de miedo muchos que desean hacerlo".

Los enemigos fueron la hambruna y las epidemias

La hambruna, las malas condiciones sanitarias y las epidemias crecieron al mismo ritmo que la carne de rata disparaba su precio en el mercado negro. Es por ello que Rodil envió hacia el frente enemigo a aquellos civiles cuya presencia no era importante en el campo militar. Ante esta estrategia los libertadores empezaron a rechazar las oleadas de civiles con plomo y pólvora, sabiendo que el hambre era el mejor arma para sacar a los españoles de su castillo. Muchos refugiados se vieron atrapados entre ambos fuegos.

Solo cerca del 25% de los civiles lograron sobrevivir al asedio de dos años. El escorbuto, la disentería y la desnutrición fueron rebajando el número de defensores cada día de resistencia. No así la determinación de Rodil, que únicamente aceptó rendirse cuando la situación adquirió una atmósfera extrema. 

A principios de enero de 1826, el coronel realista Ponce de León desertó y, poco después, le siguió el comandante Riera, gobernador de una de las secciones fortificadas, el Castillo de San Rafael. Ambos conocían al detalle el entramado defensivo establecido por Rodil y así se lo desvelaron a los líderes libertadores. Ponce de León, además, era amigo próximo de Rodil, lo que supuso una doble traición.

Sin comida, con la munición cercana a terminarse, y sin noticias de que fueran a llegar refuerzos desde España; Rodil accedió a negociar con el general venezolano poco después de las ilustres deserciones. 

El 23 de ese mes, tras dos años de resistencia, los españoles entregaron la fortaleza en condiciones que permitieron conservar la honra y la vida a los defensores. O al menos a los supervivientes. 

Solo unos 376 soldados lograron salir con vida de aquellos dos años extremos, salvando las banderas de los regimientos Real Infante y del Regimiento de Arequipa.

La vida de Rodil también fue respetada, entre otras cosas porque el propio Bolívar salió en defensa del español: «El heroísmo no es digno de castigo».

España se había olvidado de los últimos defensores de Sudamérica cuando éstos combatían, pero al regreso a la península algunos de ellos fueron recompensados por su gesta. 

José Ramón Rodil fue nombrado Mariscal de Campo y se le otorgó en 1831 el título nobiliario de Marqués de Rodil por su actuación en Perú. 

Su carrera política finalizó a consecuencia de su antagonismo con Baldomero Espartero. Posteriormente, Espartero auspició que Rodil fuera juzgado por un consejo de guerra y le retiran sus honores, títulos y condecoraciones. (Datos: diario ABC de España - Artículo completo)



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