martes, 17 de diciembre de 2019

Virreinato del Perú: Ambrosio Bernardo O'Higgins y O'Higgins - Marqués de Osorno - XXXVI Virrey del Perú


Ambrosio Bernardo O'Higgins y O'Higgins (Ballenary, Condado de Sligo, Connacht, Reino de Irlanda, 1720 - Lima, Virreinato del Perú, 18 de marzo de 1801) fue el XXXVI Virrey del Perú.

Poseía los títulos nobiliarios de Marqués de Osorno, Marqués de Vallenar, y Barón de Ballenary.

Fue hijo de Charles O’Higgins y de su esposa y pariente Margaret O’Higgins (hija de William O'Higgins y de sus esposa Winnifred O’Fallon).

Los O’Higgins poseyeron grandes extensiones de tierras en los condados irlandeses de Sligo, Westmeath y Mayo, pero con las expropiaciones realizadas por Oliver Cromwell contra los católicos, y con las deportaciones de inquilinos hacia el condado de Sligo después de la conquista de Irlanda por el mismo Cromwell, las tierras de los O'Higgins se redujeron cada vez más. 

Debido a esto, el clan O'Higgins emigró al condado de Meath, donde se convirtieron en pequeños arrendatarios/campesinos al servicio de la familia Rowley-Langford. 

En 1751, Ambrosio arriba a Cádiz, en donde se dedica al comercio como un empleado de la firma Butler Trading House. 

Como irlandés y católico, le fue posible emigrar legalmente a la América española en 1756. 

Tras pasar por la Capitanía General de Chile y Virreinato del Perú, una mala racha de negocios lo devolvió a Cádiz en 1760. De allí volvió a Chile en 1761, como asistente de otro irlandés, el ingeniero John Garland. Trabajó como dibujante y diseñó los refugios cordilleranos que posibilitaron tener correo todo el año entre Santiago y Buenos Aires. 

En 1766, en un viaje a España, se le aconsejó quedarse en Chile, donde se le asignaron diversos trabajos de ingeniería. Mientras permanecía en la zona de la frontera, estalló una nueva guerra con los mapuches (1769-1771) tras lo cual se estableció la movilización de los extranjeros residentes. Enrolado bajo el rótulo de "aventurero", participó en varias acciones bélicas contra los mapuches. 

Durante su residencia en Los Ángeles (Chile), donde vivió durante casi 18 años, fue nombrado (en 1770) capitán del Cuerpo de Dragones de la frontera, alcanzando tres años después el grado de teniente coronel y, en 1780, la comandancia general y el cargo de inspector de milicias. 

En 1782 era maestro de campo de Concepción. Entre 1786 y 1788 asumió como primer Intendente de Concepción.​ Cercano y leal al gobernador Ambrosio de Benavides Medina, tras la muerte de éste, fue postulado para llenar la vacante. 

Fue nombrado Gobernador de Chile, pese a las pretensiones de Tomás Álvarez de Acevedo. Asumió el cargo en propiedad en mayo de 1788. 

Considerado uno de los gobiernos más emprendedores de toda la colonia, su gestión (1788-1796) se ajustó a las políticas que desde la metrópoli se señalaban. 

Coherente con los principios del despotismo ilustrado, conjugó el fomento del progreso con el ejercicio de una autoridad imponente, pero no avasalladora. 

En 1796 fue designado Virrey del Perú.

Siendo el virreinato el territorio más rico del Imperio español, el título de virrey era una destacada distinción. 

Ocupó el cargo ejerciendo una buena administración del vasto territorio, hasta su fallecimiento en Lima en 1801. 

Sus restos reposan en la Iglesia de San Pedro, en el centro de la ciudad de Lima. 

El mayor legado de O'Higgins fue su hijo Bernardo.


sábado, 14 de diciembre de 2019

El Juicio de Residencia: Buena práctica contra la corrupción de los gobernantes que debe retornar



El juicio de residencia fue un procedimiento judicial del derecho castellano, que consistía en que al término del desempeño del funcionario público se sometían a revisión sus actuaciones y se escuchaban todos los cargos que hubiese en su contra.


El funcionario no podía abandonar el lugar donde había ejercido el cargo, ni asumir otro hasta que concluyese este procedimiento


El juicio de residencia tuvo en la administración del Virreinato del Perú una gran importancia, y comprendía a toda clase de funcionarios, desde virreyes y presidentes de Audiencia, gobernadores, hasta alcaldes y alguaciles. 


Todos los virreyes debían pasar un juicio de residencia antes de que tomara posesión del cargo su sucesor, y no podían regresar a España hasta concluir éste.


En el proceso se analizaba el grado de cumplimiento de las instrucciones recibidas a lo largo de su mandato y durante seis meses se investigaba su labor, reuniendo numerosa información a través de diferentes testigos.


Toda autoridad que terminaba de ejercer su cargo debía ser sometida al juicio de residencia, es decir, las autoridades no se podían mover de su lugar físico mientras duraba la investigación con relación a su desempeño.


El juicio era sumario y público. 


Con el fin del Virreinato del Perú, terminó también esta buena práctica, lo que dio lugar a un aumento significativo de la corrupción en los ya más de 200 años del período republicano.


Con la actual corrupción generalizada en Perú y Latinoamérica se impone el restablecimiento de los juicios de residencia, la buena práctica que se aplicó en el Virreinato del Perú.


Los casi 3 siglos del período virreinal fueron la época de oro del Perú,


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