miércoles, 11 de noviembre de 2015

Alexander Von Humboldt y su Relación con el Perú

Alexander Von Humboldt


Alexander Von Humboldt, fue un naturalista, explorador y filósofo alemán, que vivió de 1769 a 1859.

Es considerado el «padre de la Geografía Moderna Universal». 

Fue un naturalista de una polivalencia extraordinaria, característica personal que no volvió a a aparecer en el mundo. 

Sus viajes de exploración le llevaron a Europa, América del Norte, América del Sur y Asia Central. 

Se especializó en diversas áreas de la ciencia como la etnografía, antropología, física, zoología, ornitología, climatología, oceanografía, astronomía, geografía, geología, mineralogía, botánica, vulcanología y el humanismo. 


Su obra Cosmos, un ensayo de la descripción física del universo, fue la sensación en Europa a mediados del siglo XIX. Este libro, superó en ventas a todos los libros de la época en alemán, y se tradujo a otros 9 idiomas. 

A los 20 años se instruyó como ingeniero de minas en la afamada Escuela de Minería de Freiburg. 

Lo nombraron supervisor de minas en un distrito grande, y emprendió la tarea de mejorar las condiciones de los mineros, cuya esperanza de vida era de sólo 30 años. Humboldt inventó una serie de dispositivos de seguridad y para mejorar los equipos; de hecho, al probar uno de ellos, casi pierde la vida. Comprendió que los mineros no sabían de geología o de otras cuestiones elementales de una educación para realizar su trabajo de una forma más inteligente y segura, por lo que, en un golpe de genialidad, fundó una escuela especial para mineros a la que llamó “Real Escuela Libre de Minería”.

Humboldt escribió en ese tiempo: “Si bien es un deleite ampliar el dominio de nuestro conocimiento al hacer nuevos descubrimientos, entonces, el descubrir algo vinculado a la preservación de una clase trabajadora, con el perfeccionamiento de cualquier industria importante, es un placer mucho mayor y más humano”.

En su Ensayo político sobre el reino de la Nueva España, describe por lo menos nueve sitios posibles para la construcción de un canal del Atlántico al Pacífico (uno de ellos se construiría 100 años después, en el Canal de Panamá). También, incluye una fascinante historia hidráulica de la Ciudad de México, que es un valle sin salida, con propuestas detalladas para resolver el problema del drenaje. 

En las décadas de 1840 y 1850, Humboldt era la referencia obligada sobre los grandes proyectos ferroviarios a ambos lados del Atlántico; de hecho, toda su vida se interesó en cualquier frontera tecnológica nueva, desde el procesamiento del acero hasta los daguerrotipos. 

Humboldt formó parte de un pequeño grupo de intelectuales rigurosos y decididos, que hicieron posible la sobrevivencia de la república estadounidense y su misión en el mundo, en los años de retroceso que sobrevinieron tanto en Europa como en los Estados Unidos. 

En cuanto al método científico y uso de los instrumentos de medición más avanzados de su tiempo, fue un protegido de los círculos de Benjamín Franklin y de la Ecole Polytechnique; en asuntos filosóficos más amplios, su colaboración intensa con la familia y el círculo de Moisés Mendelssohn y después con los más grandes pensadores alemanes clásicos, Schiller y Goethe, influyó su pensamiento. 

En 1789, Humboldt estudió matemáticas con Abraham Kästner, el hombre que le transmitió la perspectiva leibniziana a Carl Friedrich Gauss, y que llevó a Franklin a visitar Gotinga durante la Revolución Americana. 

El profesor de filología y arqueología clásica de Humboldt, Christian Gottlieb Heyne, le presentó a Georg Forster, quien 15 años antes había navegado los mares del sur con el capitán James Cook y era un ardiente partidario de la Revolución Americana. Forster llevó consigo a Humboldt en sus viajes por los Países Bajos, Inglaterra y Francia, y sembró para siempre en Humboldt las semillas de su pasión por la exploración. 

El año que Humboldt estudió en la Escuela de Minería de Freiberg y su empleo posterior como inspector minero, lo pusieron en contacto con dos de los pioneros más importantes de la industrialización de Alemania: Abraham Gottlob Werner, director de la escuela, fundador del estudio de los estratos en la geología (“geognosis”) y experto en la teoría y construcción de fundidoras de acero; y Friedrich Wilhelm von Reden, después ministro de Minas de Silesia, quien en 1790 importó la primera máquina de vapor de Alemania de los círculos de Franklin en Inglaterra. 

Humboldt fue huésped de Reden en Breslau durante tres semanas; ahí, Reden le describió planes detallados para utilizar la máquina de vapor en la fundición de hierro, basado en la utilización del carbón mineral, en vez del carbón de leña, como materia prima. 

Una tercera figura crucial que Humboldt conoció en estos círculos, fue Johann Sebastian Claiss, el principal experto en refinerías de sal de su época. En una carta de 1792, Humboldt escribió sobre Claiss: “Posee un gran conocimiento físico y matemático, estuvo siete años en Inglaterra, trabajó bastante con Franklin, pasó mucho tiempo en Francia. . . y está a cargo de todas las salinas de Bavaria. He estado haciéndole preguntas a mañana, tarde y noche, y no conozco hombre alguno en cuya compañía haya aprendido más. Claiss me dio mucho material nuevo sobre estos temas; también recibí manuscritos inéditos de Franklin sobre artefactos de vapor y completé mi mapa de la relación de todas las fuentes de sal en Alemania. La idea es. . . que todas las salinas en Alemania están dispuestas de tal manera, que puede mostrarse con trazos sobre un mapa, y así uno puede encontrar milla tras milla de fuentes salinas”. 

A partir de este tipo de “observaciones pensantes”, como las llamaba Humboldt, desarrollaría más tarde una de sus más grandes descubrimientos sobre la “unidad en la diversidad”: el reconocimiento de que las características similares de los estratos geológicos, en cualquier parte del mundo que se les encuentre, vinieron todas de un mismo proceso formativo y comparten rasgos comunes. Así, después de visitar las montañas de Jura, contribuyó a todo el esquema posterior para fijar fechas en geología, con el nombre y el concepto de “período Jurásico”. 

Del mismo modo, durante una expedición relámpago a Siberia en 1829, hizo lo que pareció una predicción descabellada: que había diamantes en un distrito en la ladera este de los montes Urales; predicción que se confirmó aun antes de regresar a San Petersburgo, cinco meses después. 

En 1794, el hermano mayor de Alejandro, Guillermo, se mudó con su esposa, Carolina von Dacheroden, a Weimar, a invitación del “poeta de la libertad”, dramaturgo e historiador Federico Schiller (1759–1805). Este sería el periodo definitivo en la vida de Guillermo; la colaboración intensa con Schiller y su círculo de amigos dio frutos más adelante en las reformas educativas humanistas de Guillermo como ministro de Educación en Prusia (1809–1810), en su fundación de la Universidad de Berlín y en sus profundos trabajos sobre la teoría del lenguaje. Pero su hermano menor, Alejandro, no era ajeno al círculo de Weimar. Seguido los visitaba, y estableció una relación especialmente estrecha con el poeta y científico naturalista Johann Wolfgang von Goethe, cuyo trabajo sobre la forma y la estructura subyacentes de las plantas y animales, resonó con fuerza en la metodología de “La unidad que procede de la multiplicidad”. 

Humboldt dedicó uno de sus volumenes de investigaciones botánicas en las Américas a Goethe, y su libro sobre Colón y el descubrimiento de América, a Schiller. 

Humboldt resumió un punto crucial de su Cosmos con una cita de un poema de Schiller, “Der Spaziergang” (El Paseo) de 1795: “Aquí llegamos al punto en que, al contacto con el mundo sensible, el estímulo al placer se une a un deleite de característica distinta, un deleite que brota de las ideas. Aquel que en el conflicto de los elementos no se percibe como regido por el orden y la legitimidad, se sujeta a la razón. Y el hombre, como decía el poeta inmortal [Schiller], ‘procura el polo inmóvil en el vuelo de las apariencias’ ”. 

En 1796, cuando murió su madre (su padre había muerto cuando él tenía 10 años), Humboldt recibió una herencia sustancial. Aunque su carrera en administración de minas le ofrecía magníficas perspectivas, renunció a todos sus cargos y se dedicó a prepararse para viajar por el mundo, en la primera oportunidad que surgiera para la ambición científica que había tenido desde niño. 

En 1797, se adiestró con los mejores botánicos y geólogos de Europa Central; en 1798, su camino lo llevó a París, donde estaba su hermano Guillermo como enviado de Prusia. En París, Alejandro dio conferencias magistrales sobre sus propias investigaciones y escritos, que ya eran considerables, conoció a las principales personalidades científicas de Francia (aquellas que no se embarcaron a Egipto con Napoleón ese año), e incluso se unió al equipo de investigaciones geodésicas de Francia, que trabajaba en las medidas de triangulación de la línea meridiana de Dunkirk–Barcelona (que pasa por París), que después sirvieron como base para establecer la longitud del metro (una 40 millonésima parte del meridiano de París). 

Humboldt midió y registró la altura de la Península española durante su caminata de 6 días a Madrid, cruzando los Pirineos. Fue el primero en notar que el interior de España es una meseta. Este método de “corte longitudinal” para mostrar amplias franjas de características topológicas fue una innovación de Humboldt. 

En el verano de 1798, Humboldt recibió una invitación que parecía caída del cielo: uno de sus héroes de la infancia, Louis Antoine de Bougainville, famoso por su circunnavegación del globo una generación antes, había recibido la orden del Directorio que entonces gobernaba a Francia, para que organizara una misión de exploración científica de cinco años, que habría de hacer en largas estancias en Sudamérica, el Pacífico Sur, el sudeste de Asia, la costa oriental de África e incluso la Antártida. 

Bougainville le pidió a Humboldt que lo acompañara, pero como la salida era inminente, Humboldt se sumergió en un torbellino de entrenamiento en el uso de los instrumentos más avanzados disponibles para los científicos de la Ecole Polytechnique, algunos de los cuales —telescopios y magnetómetros— tenían nuevos diseños y capacidades. 

Pero el proyecto se pospuso de último minuto porque Francia se preparaba para entrar en guerra contra Austria. Humboldt se quedó vestido y alborotado. Sin embargo, conoció a un jóven y capaz botánico, Aimé Bonpland, y ambos se dispusieron a investigar formas de viajar al Cercano Oriente, cruzando el sur de Francia. Cuando la cosa se puso fea, emprendieron a pie el camino a España. 

En casi todas las biografías de Humboldt, se considera como un golpe de suerte la forma en que logró de improviso el patrocinio de la corte del rey Carlos IV de España para emprender su gran viaje de cinco años por lo que hoy es Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, México y Cuba. 

Según la historia, el enviado de Sajonia ante la corte de Aranjuez se las arregló para hablar a favor de Humboldt ante el ministro de Relaciones Exteriores, Mariano Luis de Urquijo, quien a su vez le endulzó el oído al Rey, y eso fue todo. En realidad, para un grupo de notables españoles que habían colaborado con Franklin y sus aliados en los últimos años, y que habían patrocinado una enorme movilización científica de las mejores mentes de España y de sus colonias durante ese período, la llegada de Humboldt fue providencial. Cuando Humboldt llegó, estaban a la defensiva, pero con él, su misión reviviría y reorientaría todos sus esfuerzos previos. 

Cuando los Borbónes de Francia, a principios del siglo 18, se convirtieron en la casa reinante, España inició su renacimiento económico. Para mediados de siglo, ya se habían traducido al español todos los trabajos de Jean Baptiste Colbert, el gran exponente de la industria y el desarrollo nacional bajo la Francia de Luis XIV, y se creaba la escuela de Economía Nacional. 

El más grande de los reyes borbones, Carlos III, que reinó entre 1759 y 1788, inclinó a España hacia la causa americana en la Revolución Americana y auspició la política de una mancomunidad hacia las colonias españolas en América, con el objetivo de romper el yugo de los intereses feudales en España, organizando una solución científica y económica para las colonias. 

Sus principales ministros fueron: • el conde de Aranda, a quien Carlos III envió como embajador ante Francia en los años de la Revolución Americana. Aranda se reunió con Franklin, con quien selló la cooperación franco-española para la causa americana, e incluso envió armas para los colonos; • Pedro Rodríguez de Campomanes, quien se convirtió en el corresponsal de la Sociedad Filosófica Americana de Franklin a fines del reinado de Carlos III; • José de Gálvez, ministro de las Indias, quien abolió el repartimiento, una forma de esclavitud de facto para los indios, en 1776, el año de la Declaración de Independencia de los EU. El sobrino de Gálvez, Bernardo de Gálvez, combatió a favor de la causa americana; Galveston, Texas, lleva ese nombre en su honor. 

Carlos III y sus ministros enviaron oleadas de científicos y expediciones a las colonias españolas. Quizá el científico más famoso de ellos fue el monje José Celestino Mutis, enviado en 1763 a Bogotá, capital de la Nueva Granada (lo que hoy es Colombia, Venezuela y Ecuador). Se convirtió en el botánico más eminente del hemisferio, sostuvo correspondencia con Lineo en Suiza, perfeccionó el estudio y el dibujo detallado de los especímenes botánicos, y fundó el primer observatorio astronómico en la América española. 

En 1783, dirigió la célebre Expedición Botánica de la flora del norte de Sudamérica, la mayor empresa de su tipo en su época. Aunque usualmente no se les recuerda, también hubo otras dos expediciones botánicas complementarias patrocinadas al mismo tiempo por la Corona española, la expedición de Ruíz y Pavón para estudiar la vida de las plantas en Perú y Chile, y la expedición del doctor Martín Sesse a México, California y Guatemala. 

En 1802 recorre el Perú y llega a Lima, En la parte final del presente post, hemos insertado una reseña de las impresiones de Humboldt sobre su viaje por Lima y el norte de Perú

Los estudios de Humboldt en Perú sobre el desarrollo de las culturas indígenas y la influencia hispana son de gran valor para la Antropología Cultural

La Oceanografía Física también se vió enriquecida con las observaciones y mediciones que hizo Humboldt sobre las aguas del Océano Pacífico en Perú, descubriendo la corriente marina que fue bautizada con su nombre "Corriente de Humboldt". 

El 15 de febrero de 1803, se dirige por mar hacia Acapulco, México, país que visita hasta el 7 de marzo de 1804. En México, Humboldt desplegó una gran actividad y sus principales estudios allí se refieren a la Geopolítica, Antropología General, Cartografía, etc. 

Humboldt organizaría su trabajo en la Nueva Granada, después de una larga estadía como huésped de Mutis en 1801. Se hizo amigo y después sostuvo correspondencia con el principal protegido de Mutis, Francisco José de Caldas. 

El interés de la Corona española por mejorar las técnicas mineras y las ciencias geológicas y metalúrgicas, no fue de menor importancia. Ejemplo de esto fue el despliegue de los hermanos Elhuyar, Fausto y José; españoles hijos de padres alemanes, a quienes el conde de Aranda envió a París, Mannheim y Leipzig en 1778, para estudiar lo más avanzado de las ciencias de la tierra en ese entonces. Sus investigaciones en Upsala, Suecia, en 1781, resultaron en el descubrimiento del tungsteno, lo que les dio renombre en Europa. En 1785, Carlos III le comisionó a Fausto organizar una misión de científicos y mineros alemanes para que introdujeran las técnicas mineras más avanzadas a todas las colonias. 

A Fausto lo nombraron director general de los Cuerpos Mineros Reales en la Nueva España. Cuando Humboldt llegó a México en 1803, se encontró con que su compañero de la Escuela de Minería de Freiburg en 1792, Manuel del Río, estaba a cargo de la dirección. 

Al hermano de Fausto, José Elhuyar, lo enviaron al Perú, donde creó un equipo de personas que incluía al botánico alemán Conde Nordenflict, quienes serían los anfitriones y colaboradores de Humboldt cuando éste estuvo en Lima a fines de 1802

A su vez, todas estas redes estaban ligadas directamente a Franklin y a la Sociedad Filosófica Americana. Uno de los rasgos menos conocidos de Franklin es que era un destacado hispanista, interesado en promover corrientes republicanas afines en la América hispana. En Filadelfia, Franklin sugirió formar una colección extensa de escritos de científicos e intelectuales hispanoamericanos. 

Por su parte, en la América hispana, destacados personajes promovían constantemente los trabajos de Franklin y de la Sociedad Filosófica, especialmente la Gaceta de Literatura de Antonio Alzate, en México; el Semanario de Caldas, en Bogotá; y el Mercurio Peruano de José Hipólito Unanúe, en Lima.

Alzate, naturista conocido como el primer científico experimental de México, tradujo y publicó los trabajos de Franklin sobre rayos caloríficos, óptica y ondas, y, después, se convirtió en el corresponsal oficial de la Sociedad Filosófica Americana. 

En los años que siguieron, Humboldt personalmente ayudó a hacer llegar documentos, periódicos y cartas de importantes figuras estadounidenses a México, Caracas, Bogotá y Lima. 

Punto culminante en Filadelfia Un punto culminante de los 5 años de viajes de Humboldt fue la propia Filadelfia de Franklin, a donde llegó en mayo de 1804. Tras escribirle al presidente Jefferson diciéndole que, “por razones morales, no puedo resistir no visitar los EU”, y solicitándole una audiencia, Humboldt se enfrascó en un agitado programa de reuniones y actividades con el núcleo de colaboradores de Franklin (1706–1790) en la Sociedad Filosófica Americana, que éste había fundado en 1743. Entre sus anfitriones, estuvieron el doctor Benjamin Rush, importante físico y firmante de la Declaración de Independencia; el doctor Benjamin Smith Barton, principal botánico estadounidense y autoridad sobre la cultura indígena americana; el doctor Caspar Wistar, director del área de anatomía en la Universidad de Pensilvania, fundada por Franklin, y principal autoridad sobre fósiles en América; y Andrew Ellicott, importante astrónomo y matemático estadounidense. De inmediato, eligieron a Humboldt como miembro de la Sociedad y posó en una fotografía para el célebre doctor Charles Wilson Peale. 

Justo un año antes, Jefferson había ordenado que se capacitara a su secretario personal, Meriwehter Lewis, para lanzar la famosa expedición de Lewis y Clark. Rush, Barton, Wistar y Ellicott se encargaron personalmente de capacitar a Lewis en técnicas de trazo de mapas, botánica, astronomía y medicina. 

Cuando Humboldt llegó a los EU, Lewis y Clark ya iban rumbo al río Misouri en la primera parte de su travesía de tres años. 

Para los seguidores de Franklin en Filadelfia, los recuentos de los estudios y viajes de Humboldt por Centro y Sudamérica les parecían caídos del cielo y se emocionaban ante la posibilidad de que la expedición de Lewis y Clark abriera todo el occidente continental, pero al autor de la expedición misma, el presidente Jefferson, le parecía aún más grandioso. Jefferson invitó a Humboldt a la Casa Blanca para sostener conversaciones y consultas detalladas. 

Humboldt partió para el Nuevo Mundo con no menos de 40 paquetes con instrumentos. Traía los diseños más avanzados disponibles de la Ecole Polytechnique de París, y Humboldt sabía como usarlos. 

Algunas de las descripciones que hace Humboldt de sus viajes son divertidas y a la vez inquietantes; una de las razones de su gran popularidad años después. 

Pero la interacción de Humboldt con las corrientes de Franklin y Carlos III en la América hispana, produjo tal explosión de mediciones e hipótesis nuevas, que se convertirían en una de las más grandes cosechas científicas de toda la historia. 

Entre sus logros más notables, descritos en los 30 volúmenes que, o escribió directamente, o hizo que otros elaboraran basados en sus investigaciones y las de Bonpland, se encuentran: 

-La elaboración de la primera representación gráfica de la medición transversal de altitudes para grandes masas de tierra. 

-Sus escritos y esquemas gráficos para representar la distribución espacial de la flora por zonas ecológicas, que fueron revolucionarios.

-Precisó más la idea de que las altitudes mayores en los trópicos se asemejan a las latitudes ascendentes hacia los polos: viajar 50 millas desde la costa de Ecuador hasta la cumbre de los Andes, era el equivalente, en términos de zonas de fauna y flora, a viajar 5.000 millas al norte o al sur. 

-Fue el primero en Desarrollar la teoría y el uso riguroso de los isotermas e isobaras para representar geográficamente extensas mediciones barométricas y de temperatura a través del tiempo. 

-Entre los cientos de mediciones geomagnéticas importantes que hizo, descubrió el “ecuador magnético” en Cajamarca, Perú (donde la aguja de su magnetómetro oscilaba de norte a sur).

-Estableció el valor raíz de las mediciones escalares geomagnéticas que se adoptaron a escala mundial, hasta que Gauss desarrolló una magnitud escalar absoluta en condiciones de laboratorio a fines de los 1830. Gauss prestó atención al abundante material de mediciones de Humboldt, y después trabajaron juntos en el establecimiento de la primera organización internacional encargada de recolectar información geomagnética, la Magnetische Verein (la Unión Magnética). 

-Humboldt también abrió líneas culturales e históricas de investigación. Sacudió a Europa al demostrar que las civilizaciones precolombinas habían sido civilizaciones avanzadas; que lo que parecían pueblos “primitivos” podría más bien reflejar la degeneración de culturas anteriores más avanzadas; que probablemente hubo un contacto transoceánico, en particular entre Asia y las Américas, en períodos que se remontan a varios miles de años atrás. Restituyó la imagen de Colón como navegante y explorador sin parangón.

Humboldt tenía 34 años cuando regresó a Europa en 1804, de sus 5 años de viajes por el Nuevo Mundo. Regresó a una Europa sumergida en la guerra durante su ausencia, de la cual no saldría en 10 años más. 

A Humboldt se le celebró en toda Europa por los exóticos sitios que visitó en sus arriesgadas exploraciones (en la prensa se informó de su muerte en varias ocasiones). Él escogió a París como su cuartel general durante los siguientes 23 años, a pesar de acusaciones de deslealtad a Prusia debido a las guerras napoleónicas. Pero Humboldt necesitaba los recursos intelectuales e institucionales que se concentraban en la círculos de la Ecole Polytechnique de París para publicar los 30 volúmenes de descubrimientos científicos y culturales de sus viajes. 

Al hablar ante una reunión expresamente convocada por el Instituto de Francia unos meses después de su regreso a Europa, Humboldt dijo: “Mi objetivo es recolectar ideas, más que objetos materiales. Una sola persona que, con medios moderados, emprende un viaje alrededor del mundo, debe limitarse a las cuestiones de mayor interés. Estudiar la formación de la tierra y sus estratos, analizar la atmósfera, medir con instrumentos sensibles la presión, temperatura, humedad, cargas eléctricas y magnéticas, observar la influencia del clima en la distribución de las plantas y animales, relacionar la química con la fisiología de los seres organizados, eran los objetivos que me había propuesto”. 

Humboldt cumplió con sus objetivos al publicar los resultados de su viaje, que incluían 1.425 ilustraciones y mapas, muchos pintados a mano. La empresa le costó a Humboldt lo que le quedaba de su fortuna personal. 

¿Por qué París? Esta era una pregunta que le haría su hermano Guillermo cuando en 1808 comenzaron las Guerras de Liberación de Prusia contra los ejércitos de Napoleón, y el propio hijo de Guillermo, Teodoro, iría después al frente. ¿Por qué permaneció Alejandro en la capital del enemigo?. El genio de Humbold fue usar las facilidades que le brindaba París —se hizo miembro de la Arcueil Society y, en 1810, asociado externo del Instituto de Francia— para consolidar su propia eminencia científica, mientras patrocinaba círculos científicos, tanto en Francia como en Alemania, que romperían con la opresión del newtonianismo de la Ilustración y restablecerían el método de Cusa, Kepler y Leibniz. 

Es cierto que Humboldt y Napoleón no eran muy afines que digamos. En una famosa reunión justo antes de que lo coronaran emperador en diciembre de 1804, Napoleón volteó a verlo y le preguntó, “¿Está usted interesado en la botánica, Monsieur?”. Humboldt contestó que sí. “Bueno, también a mi esposa”, fue la repuesta cortante de Napoleón antes de darse la media vuelta. 

En 1810, Napoleón le ordenó a Savary, el ministro de Policía, que expulsara a Humboldt de París antes de 48 horas, bajo la sospecha de que era un espía prusiano. La orden se canceló por la intervención del ministro del Interior, Chaptal. 

Durante sus primeros 10 años en París, Humboldt vivió en las habitaciones de la Ecole Polytechnique. Sus allegados, una generación más jóvenes que él, formaban parte de las primeras generaciones de graduados de la Ecole (fundada en 1794), cuando fue mayor el papel de Carnot ahí. Entre estos, se encontraba el químico Joseph Louis Gay-Lussac (1778–1850) y, en especial, Dominique François Arago (1786–1853). 

El trabajo de Arago, primero con Agustín Fresnel (1788–1827), en el establecimiento de la teoría ondulatoria de la luz, y después con André Marie Ampère (1775–1837), en el desarrollo del electromagnetismo.

En Alemania, Carl Friedrich Gauss (1777–1855) demostró la superioridad del método de Kepler sobre el de Newton en su famoso cálculo de la órbita del asteroide Ceres en 1801. 

En el invierno de 1806–1807, cuando ya Napoleón había asegurado una victoria aplastante contra los ejércitos prusianos en Jena, y la corte de Prusia huyó al este, Humboldt intercedió ante las autoridades francesas a favor de la Universidad de Halle, que Napoleón quería destruir en castigo a la pasión patriótica de sus estudiantes, y, en el último momento, la salvó. Las cosas cambiaron 7 años después, cuando los Aliados entraron triunfantes a París, a principios de 1814, y de nuevo fue Humboldt quien intercedió, ahora ante las autoridades prusianas, para salvar del saqueo al Museo de Historia Natural de Francia. 

En su obra maestra, Cosmos escribe: “Al sostener que la raza humana es una, nos oponemos al desagradable supuesto de que hay razas superiores e inferiores”. Algunos pueblos tienen mayor acceso a la educación y al “ennoblecimiento cultural” que otros, pero “no hay razas inferiores. Todas están predestinadas por igual a alcanzar la libertad”. 

No debería sorprendernos que la perspectiva contraria, encarnada por Charles Darwin, no tuvieran ningún tipo de aceptación durante los 30 años en que las ideas propuestas por Humbold en sus disertaciones de Berlín, consolidadas por la publicación de su Cosmos, se apoderaron de Europa. Darwin no pudo publicar El origen de las especies, por medio de la selección natural, o la preservación de las razas más favorecidas en la lucha por la vida, sino hasta 1859, año en que Humboldt murió.

Apartándose de manera radical de la “geografía descriptiva” convencional, que consideraba a la superficie de la Tierra como su dominio, Humboldt hizo una descripción detallada de los fenómenos celestes. Se extendió al recién descubierto fenómeno de las estrellas dobles, último resultado de la óptica astronómica y los fenómenos de interferencia, los volcanes en la Luna, los meteoros y las manchas solares. Su objetivo era integrar realmente al cosmos. 

En el trabajo que se desprendió de las disertaciones, escribió: “Al unificar, bajo una sola perspectiva, tanto los fenómenos de nuestro propio globo como aquellos que se presentan en regiones del espacio, abarcamos los límites de la ciencia del cosmos, y convertimos la historia física del globo en la historia física del universo”. 

En Cosmos, Humboldt dedica una parte sustancial del segundo volumen a examinar cómo se estimula el interés de la humanidad en el estudio de la naturaleza (toma como ejemplo el trabajo de los paisajistas, los que escriben sobre historia natural y el cultivo de plantas exóticas en los jardines), y concluye con una investigación acerca de “la diversidad de medios por los que la humanidad cobra posesión intelectual de una gran parte del universo”. 

En dicha “historia de la contemplación física del universo” Humboldt pide prestarle atención a la “inclinación presciente y a la vívida actividad de espíritu que animaron a Platón, Colón y Kepler”, e identifica a continuación un objeto de investigación de tres partes: “1) Los esfuerzos independientes de la razón por adquirir el conocimiento de las leyes naturales, mediante una consideración meditada de los fenómenos de la naturaleza. 2) Los acontecimientos en la historia del mundo que de repente ampliaron el horizonte de la observación [aquí, Humboldt toma como casos paradigmáticos las conquistas de Alejandro Magno y las exploraciones de Colón]. 3) El descubrimiento de nuevas formas de percepción sensible, así como el descubrimiento de nuevos órganos con los que el hombre ha podido acercarse más, tanto a los objetos terrestres como a las remotas regiones del espacio”. Aquí, Humboldt ahonda en la historia del desarrollo del telescopio, el microscopio, el compás y, “los diferentes artefactos inventados para medir el magnetismo terrestre, el uso del péndulo como medida del tiempo, el barómetro, el termómetro, aparatos higrométricos y electromagnéticos, y el polariscopio”. 

En resumen, escribe: “La historia de la civilización de la humanidad comprende en ella la historia de los poderes fundamentales de la mente humana, y, también, por tanto, los trabajos en los que estos poderes se han revelado en las diferentes áreas de la literatura y el arte. 

Durante la época de las guerras napoleónicas y los consecuentes bloqueos marítimos, era poco lo que Humboldt podía hacer para mantener su contacto con los círculos en las Américas. Pero siempre tuvo presentes los sentimientos que plasmó en su carta de despedida a Jefferson en 1804. Entonces escribió: “Me voy con el consuelo de que el pueblo de este continente marcha a pasos agigantados hacia el perfeccionamiento de un Estado social, mientras Europa presenta un espectáculo inmoral y melancólico. Me complazco en la esperanza de disfrutar de nuevo de esta experiencia consoladora, y simpatizo con usted en la esperanza. . . de que la humanidad pueda obtener grandes beneficios del nuevo orden de cosas que se verá aquí. . .” 

En los 1820, reafirmó su compromiso personal con la sobrevivencia y prosperidad de las nuevas repúblicas que surgían en todas las Américas. Humboldt era incansable en su correspondencia; llegó a escribir hasta 3.000 cartas al año, “enviadas a ambos hemisferios”, como él mismo decía. 

En 1821–1822, un grupo de financieros franceses abordó a Humboldt para que los asesorara en un gran proyecto minero en México. Humboldt vio esto como el trampolín para cosas más grandes, y le escribió a su hermano Guillermo sobre el proyecto: “. . . puede resultar útil para los mejores naturalistas que, como yo, quieran salir de Europa. . . Tengo un gran plan para un Instituto Central de Ciencias Naturales en México que serviría a toda la porción liberada de América. El virrey mexicano será remplazado por un gobierno republicano, y tengo en mente terminar mis días de la manera más agradable y, para la ciencia, la más útil. . . Este es mi deseo [énfasis en el original]. . . el reunir a mi alrededor a un grupo de letrados y disfrutrar de la libertad de pensamiento y de sentimientos tan indispensables para mi felicidad. . . Puedes reirte de mi proyecto mexicano, pero sin familia ni hijos, uno debe planear con antelación cómo hacer su vejez lo más llevadera posible. . . 

La inestabilidad política en México, y una transferencia sospechosa del cartel minero a Londres, evitaron que el plan fructificara. En cambio, Humboldt enfocó sus energías en regresarse a Berlín, en el lanzamiento de su Cosmos Manifesto (Manifiesto sobre el Cosmos), en las disertaciones en la Singakademie, en auspiciar la primera conferencia científica internacional, con 600 científicos (un proyecto personal de Humboldt), y en viajar durante 8 meses por el Asia rusa. En 1829, Humboldt aceptó una oferta del gobierno ruso para, finalmente, hacer un viaje al corazón de Asia Central. Se había afanado por conseguir el respaldo del gobierno británico para visitar el subcontinente Indio, cruzar los Himalayas y el Hindukush, y de ahí, el Asia rusa. Humboldt vio esto como el equivalente en el Viejo Mundo del alcance de sus viajes por la América española, 25 años antes. Pero los británicos se empecinaron en evitar cualquier proyecto humboldtiano que pudiera amenazar su control colonial, y obstaculizaron su petición. Los extenuantes 8.000 km de viaje de Humboldt en una sóla temporada, en carruaje y en bote, por los extensos territorios de Rusia, no obstante, rindieron una fuente inagotable de conocimiento científico y prefiguraron la perspectiva del desarrollo del “Puente Terrestre Eurasiático” actual. 

Desde los 1830, hasta su muerte en 1859, Humboldt se concentró de manera muy especial en preparar la siguiente generación de científicos e intelectuales de los EU, capaces de reanimar la promesa de los primeros años de la República estadounidense, que había resurgido por un breve período durante la presidencia de John Quincy Adams. Ahora, encaminándose a la Guerra Civil, esta generación enfrentaba condiciones internas adversas, y a gobiernos restauracionistas en Europa, todos hostiles a su sobrevivencia. 

La mejor óptica para ver el carácter de este período, es la relación de Humboldt con Alexander Dallas Bache (1806–1867), bisnieto de Franklin. Los círculos de la Sociedad Filosófica Americana (1836–1838) enviaron a Bache —graduado como primero de su clase en West Point en 1825, quien más tarde fuera director de Planimetría Costera y Geodésica Estadounidense, y fundador y primer presidente de la Academia Nacional de Ciencias— por 2 años a Europa, 1836–1938, para que trajera el trabajo científico y los métodos de enseñanza de los círculos de Gauss y Humboldt a los EU —a su regreso, fundaría la primera preparatoria pública de los EU al sur de Nueva Inglaterra y la Preparatoria Central de Filadelfia, en base a esos principios—. Bache visitó 278 escuelas de 7 países, así como también minas, canteras, fundidoras de hierro, talleres de teñido, gaseras y otros establecimientos industriales y de infraestructura. 

Bache comenta su primera visita a Humboldt, a principios de 1837, en su diario: “Fui a ver al barón Humboldt, con quien tenía una cita. Estuve dos horas con él, en las que la gran variedad de ideas y temas fue realmente abrumadora y lo dejé con dolor de cabeza [!]”. Humboldt lo puso en contacto con el encargado del Observatorio de Berlín para obtener mejores instrumentos de medición del magnetismo terrestre, y, más tarde, después de que Bache estuvo con Gauss en Gotinga, éste personalmente diseñó algunos de estos instrumentos para él. 

En su discurso magistral en ocasión de una ceremonia especial por la muerte de Humboldt en 1859, ante la Sociedad Americana de Geografía y Estadística, Bache transmitió la profunda influencia que Humboldt ejerció a lo largo de los años: “A él le encantaba hablar de la gente que conoció ahí [en Filadelfia, en 1804] y de la grandeza del país del que forma parte esa ciudad. Habiendo realizado la mayor parte de sus trabajos en este continente, esperaba verse recompensado por él, y sentimos que era. . . casi un americano”. En el mismo discurso, Bache reveló que Humboldt y Arago habían sido esenciales al intevenir en defensa de su trabajo en Planimetría Costera contra sus enemigos políticos en los EU a mediados de los 1840. 

Muchos alemanes, que huyeron de los Decretos de Carlsbad en Prusia hacia los EU, en la generación posterior a 1815, trajeron consigo los escritos y la influencia intelectual de Humboldt. 

Con el establecimiento de viajes regulares de barcos de vapor entre Europa y América en 1838, se volvió interminable el desfile de visitantes estadounidenses a Humboldt. Entre ellos, había patriotas que fungían de hecho como agentes de inteligencia a favor de la sitiada República estadounidense, como Samuel F.B. Morse y Washington Irving. 

Humboldt apoyó, por un lado, la Zollverein (Unión Aduanera) de Federico List y los primeros planes para construir el ferrocarril de Beuth y Rother en Alemania (convenciendo al rey Federico Guillermo IV de las bondades del proceso revolucionario del hierro fundido, de Von Krupp), pero también ayudó en la primera etapa del proyecto de construcción del gran ferrocarril transcontinental de los EU, posteriormente emprendida por Lincoln.

La vida de Humboldt, irradió una cualidad generosa al promover el trabajo de otros, sin considerar nunca una amenaza los logros ajenos, sino como otro paso en esta empresa más grande. Humboldt escribió: “La ciencia es el trabajo de la mente aplicado a la naturaleza, y aquello que se ha adquirido por medios tan diferentes —por la aplicación ingeniosa de los supuestos atómicos, por el estudio más general e íntimo de los fenómenos, y por el mejoramiento en la construcción de nuevos aparatos—, es propiedad común de toda la humanidad”. 

De igual manera, denunció la idea de que la prosperidad de otras naciones pudiese constituir una amenaza, más que un beneficio: el propio (un axioma de la escuela geopolítica británica de Mackinder y Haushofer que contribuyó sobremanera a las políticas británicas subyacentes que llevaron a la Primera y Segunda Guerras Mundiales). “Sería un prejuicio pernicioso, hasta impío diría yo”, escribió una vez, “el percibir que la decadencia o la ruina de la vieja Europa favorece el bienestar de cualquier otra región de nuestro planeta”. 

Uno de sus muchos visitantes americanos dijo que, “fui a Berlín, no a ver sus museos y galerías. . . su ópera y su teatro; sino para hablar con el más grande hombre del mundo: Alejandro de Humboldt”. 

Numerosos son los homenajes permanentes que Perú rinde a Humboldt, como el nombrar a su principal buque de investigación oceanográfica polar antártica como B.I.C. Humboldt. También, uno de los mejores colegios de Lima y Latinoamérica, es el Peruano - Alemán Alexander Von Humboldt. (Datos: Fuentes varias)

La Visita de Humboldt a Lima y el Perú en 1802:

"Navega por el Amazonas donde le sorprende ver en las riberas un gran número de plantas desconocidas aunque lo molesta el excesivo calor. En Hualgayoc, donde 3,400 hombres trabajan las minas de plata como hormigas, asume la gran riqueza de los Andes y aprecia el canto dulce del tordo y el turpial. La sensación es más fuerte en Pasco "donde el manto de plata se deja ver en la superficie a lo largo de 4,800 metros y ancho de 2,200, habiendo comenzado su explotación a principios del siglo XVI". Durante la marcha se asombra de haber logrado dormir en una pequeña choza con otras doce personas, importunadas sólo por los gritos en celo de los cuyes. En Jaén encuentra que los ríos Tamborapa y Chirinos arrastran mucho oro pero se lava muy poco. En cierta parte tuvo que pasar 36 vados con el agua que llegaba a la mitad del cuerpo de sus acémilas. El estudioso conoció a los jíbaros y los vio llegar a nado o montados a caballo en troncos de balsa, en línea recta sin que la corriente los desviara. Dijo que eran pequeños, de rostro vivo y carácter alegre. Los hombres hilaban y tejían ponchos marrones de ceremonia, porque solían andar desnudos. En Chulucanas admira los caminos del Inca, alineados, sin obstáculos, horadando la roca para no rodearla y con piedras cuadradas en los bordes. Sobre sus baños imperiales piensa que son el resto de una gran ciudad. Los señores del Cusco, escribe, descansaban en palacios. Huancabamba, indica, es menos grande que Ayabaca, pero de clima templado y suelo fértil. El cacao que se da en vainas grandes es de gran calidad. En Cajamarca comenta la magnificencia de sus iglesias que no tienen torres. Sobre la mansión de Atahualpa -que llaman el cuarto del rescate- menciona que está sobre una roca de pérfido tallado y dibuja muy impresionado sus nichos abovedados en los muros. Para él es censurable el maltrato que sufre su descendiente, Astopilco, quien vive en la miseria sin la pensión que le concedió el rey. Por falta de mulas se queda varios días y va a los baños termales. En el Tragadero distingue pequeños insectos semejantes a Nereides que tienen un tubo para aspirar el aire. El ingenio de los correos nadadores que se enrollan un pañuelo en la cabeza para llevar las cartas lo entusiasma. Mantienen la cabeza levantada y ninguna se moja. Entre sus dibujos resalta hermosa la buganvilia rosada. El gran número de perros sin pelo, que Buffon llama perros turcos y Linneo, Canis egyptius, le llama la atención. Nombra a Von Tschudi que habla de razas distintas. El más lindo es el Canis catabicus, completamente pelado con un mechoncito de pelos blancos en la frente y otro en el extremo de la cola. Bajando de Cajamarca a Trujillo avizora con alegría por primera vez al mar, "como un antiguo amigo", desde los cerros de Huangamarca, Contumazá. Sigue y encuentra valles sin agua que los chimu regaban con un extraordinario sistema de acueductos, censurando a los españoles por destruirlos. En Chicama conoce a Antonio Chayhuac, descendiente legítimo del último señor chimu Chasmuncachac, y encuentra olivos, caña de azúcar y trigo. Chan Chan todavía tiene muros altísimos. Otra vez, por falta de mulas, queda varado por unos quince días pero la ciudad le es grata con sus calles rectas. En la caleta le parecen notables los "caballitos" de totora, hechos con juncos en un lugar donde no hay árboles. En octubre reanuda su viaje en litera, a caballo y a pie. Hace sus observaciones astronómicas en las noches y determina la altura barométrica y la temperatura del agua entre Trujillo y Lima. El aire es caliente pero el mar es frío y, sin conocer esa lluvia diminuta que es la garúa, afirma que la gran frescura del clima en el litoral peruano, en pleno trópico, se debe a una corriente que arrastra las aguas frías de los mares polares hacia el Ecuador y es rica en peces y mariscos, propiciando bandadas de aves pescadoras. En sus dos meses de estancia en Lima se aloja en una casa junto al convento de San Juan de Dios -hoy plaza San Martín-, y describe su visita a la Catedral, el palacio de Torre Tagle, el Real Felipe, la bahía del Callao y las islas de San Lorenzo, Frontón y de la Peña Horadada. Para sus mediciones cuenta con un barómetro grande de un señor Luis Alva. Era un observador infatigable y gozó con el paso de Mercurio delante del astro solar, recibiendo una información de lluvias anormales en 1701, 1720, 1747, que lo acercó sin imaginarlo al fenómeno del Niño. En Europa creyó que iba a un país rico, mejor poblado y más cultivado. La realidad lo enfrentó a un país de desiertos áridos y montañas de nieve que ocupan sus dos terceras partes. Un país increíble "en el que se han construído enormes ciudades cuyo lujo vicioso lo infesta y lo arruina". En Lima no he aprendido nada del Perú, reseña. Más separada del resto que Londres esta Lima donde "un egoísmo frío gobierna a las personas". En ella advierte que el sentimiento cívico está muy apagado. No tiene elegancia y "en las noches la suciedad de las calles, con perros y burros reventados, estorba el tránsito de los coches." Al atardecer del día de Navidad aborda su corbeta, La Castor, y se aleja. No olvidará la majestad de los cóndores que resisten tremendas presiones volando entre cero y 7.000 metros, ni la belleza de los enjambres de colibríes en el norte. Poesía, exotismo, lujo, miseria moral que agrede más que la otra y una grandeza en las antiguas culturas que Lima no perdona." (Texto: Alfonsina Barrionuevo, elaborado sobre las notas del Diario de Viaje de Humboldt)

Noticias e Información que no se puede perder