lunes, 26 de mayo de 2014

Virrey Pedro de La Gasca

Pedro de La Gasca - Virrey del Perú

Pedro de la Gasca (Navarregadilla, Ávila, España, 1493 – Sigüenza, Guadalajara, España, 1567) fue un sacerdote, político, diplomático y militar español del siglo XVI. Caballero de la Orden de Santiago y consejero del Tribunal del Santo Oficio. 

Fue nombrado en 1546 presidente de la Real Audiencia de Lima con la misión de debelar la rebelión de Gonzalo Pizarro en el Perú, cumplió a cabalidad su cometido, pasando a la historia con el apelativo de Pacificador. Hizo luego un importante ordenamiento general del Virreinato del Perú. Fue una persona honesta. 

Se le podría calificar como uno de los mejores Virreyes que tuvo Perú.

Nació en Navarregadilla, localidad cercana al pueblo de El Barco de Ávila. Sus padres fueron Juan Jiménez de Ávila y García, y María Gasca, ambos de familias hidalgas. Inició estudios en la Universidad de Salamanca. Muerto su padre hacia 1513, se encargó de su educación su tío, el licenciado Del Barco, quien lo presentó ante el Cardenal Cisneros para que estudiara en la Universidad de Alcalá de Henares. Allí recibió el grado de Maestro en Artes y Licenciado en Teología y entró como colegial en el Colegio Mayor de San Ildefonso de la misma universidad.

Entusiasmado por la política del emperador Carlos V, luchó en el bando real durante la Guerra de las Comunidades de Castilla. Acabada la guerra, su tío lo envió de nuevo a Salamanca (1522), donde gracias a su privilegiado intelecto y a su talento negociador logró destacar por encima del resto. 

En la universidad salmantina cursó Derecho Civil y Canónico; se graduó de Bachiller en ambos y fue elegido como rector en el curso de 1528-1529. Posteriormente tomó una beca en el prestigioso Colegio Mayor de San Bartolomé o Colegio Viejo (1531), donde se formaban los más importantes políticos de la España del Renacimiento. Allí se graduó de Licenciado en Cánones y fue designado rector de dicho Colegio en dos oportunidades. 

Concluidos sus estudios, recibió las sagradas órdenes, abrazando la carrera eclesiástica. Fue nombrado canónigo en el cabildo catedralicio de Salamanca y juez vicario en la diócesis de ese lugar. Su fama de hombre virtuoso y capaz llegó a conocimiento del político más importante de su tiempo, el cardenal Juan Tavera, arzobispo de Toledo y presidente del Consejo Real. Por influencia de este personaje, en 1537 pasó a ser juez vicario en Alcalá de Henares y juez residenciador del cabildo metropolitano de Toledo. 

En noviembre de 1540 obtuvo una plaza de oidor en el Consejo de la Suprema Inquisición, dejando de lado todos los cargos anteriores. 

Su primera responsabilidad política se dio en 1541, cuando las cortes de Monzón solicitaron que fuera nombrado visitador del reino de Valencia, pues ya tenía prestigio en tareas similares. A fin de cumplir tal comisión, La Gasca obtuvo la autorización papal para poder intervenir en problemas ajenos a la labor de los clérigos. Pasó en el reino de Valencia tres años (1542-1545), durante los cuales se ocupó del adoctrinamiento y sujeción de los moros, así como de la defensa del reino, fortificando la costa y las islas Baleares ante posibles ataques berberiscos y, principalmente, del pirata Barbarroja. Asimismo, hizo una toma de cuentas a los oficiales de hacienda y aplicó juicio de residencia a los ministros de justicia. Así adquirió un notable conocimiento de las funciones gubernativas, que luego aplicaría en América. 

Por entonces llegaron a la corte las noticias del levantamiento de Gonzalo Pizarro (hermano de Francisco Pizarro), que se había sublevado junto a otros encomenderos contra las Leyes Nuevas y el gobierno del virrey Blasco Núñez Vela. Ante la disyuntiva de mandar al Perú a un letrado negociador o a un militar con experiencia, se decidió por la primera opción, y el escogido por el emperador Carlos V fue el licenciado Pedro de la Gasca. 

El 16 de febrero de 1546, La Gasca es nombrado Presidente de la Real Audiencia de Lima con extensas facultades en lo civil y en lo eclesiástico, y tres meses más tarde, el 26 de mayo, se embarcó en Sanlúcar de Barrameda, rumbo al Perú. 

Pasó por Santa Marta (en la costa atlántica de la actual Colombia) donde se enteró de la muerte del virrey Blasco Núñez Vela a manos de los rebeldes gonzalistas. Llegó a Nombre de Dios (costa atlántica del istmo de Panamá), el 27 de julio del mismo año, sin más bagaje que su breviario y sus cédulas en blanco. Sus únicas armas eran los plenos poderes que había recibido del emperador, para premiar y castigar. Ya en Panamá, asumió formalmente la Presidencia de la Audiencia, el 13 de agosto. Fue recibido con poco respeto, y recibió burlas por su aspecto físico, pero en respuesta se limitó a mostrar a todos buen semblante.

Su talento diplomático no tardó en mostrarse, al lograr la adhesión del general Pedro de Hinojosa y los demás jefes de la armada pizarrista, quienes en recompensa fueron perdonados por su rebeldía, así como la promesa de obtener luego ricas encomiendas de indios. Se le adhirieron luego Sebastián de Benalcázar, Pedro de Valdivia, el oidor Pedro Ramírez, el contador Juan de Cáceres y Lorenzo de Aldana, enviado del mismo Gonzalo Pizarro. 

Contactó también con el capitán realista Diego Centeno, quien salió de su escondite para presentar otro frente de guerra a Gonzalo Pizarro en el sur, aunque sería derrotado en la batalla de Huarina, el 20 de octubre de 1547. Pero esta victoria sería la última de Pizarro; sus mismos oficiales y soldados fueron paulatinamente abandonándole para sumarse al ejército realista encabezado por La Gasca. 

En abril de 1547 La Gasca partió de Panamá con una flota de dieciocho navíos, y tras dificultosa travesía, desembarcó en el puerto de Manta (actual costa de Ecuador). Prosiguió su ruta a lo largo de la costa hasta llegar a la desembocadura del río Santa (en el actual departamento de Ancash), y de allí se internó hacia la cordillera andina. Asentó su campamento primero en Jauja y después en Andahuaylas, acogiendo varios contingentes de soldados, muchos de los cuales eran desertores del bando gonzalista. 

La Gasca insistió en ofrecer la paz a Gonzalo Pizarro a cambio de su rendición, pero no recibió respuesta.

Con los refuerzos militares que recibió desde Guatemala, Popayán y Chile, logró sumar 700 arcabuceros, 500 piqueros y 400 jinetes, todos bajo el mando del capitán Alonso de Alvarado. El esperado encuentro con las fuerzas de Gonzalo Pizarro se produjo en la pampa de Jaquijahuana, cerca del Cuzco, el 9 de abril de 1548. Pero no hubo batalla pues los gonzalistas se pasaron uno a uno al bando de La Gasca; entre los primeros desertores se encontraban el capitán Sebastián Garcilaso de la Vega (padre del inca historiador) y el oidor Diego Vásquez de Cepeda. 

Gonzalo Pizarro, Francisco de Carvajal y otros principales cabecillas rebeldes fueron capturados en el mismo campo y sometidos a proceso sumario. Cuarenta y ocho rebeldes fueron condenados a la pena de muerte, entre ellos Pizarro y Carvajal, y muchos otros recibieron como castigo azotes, destierro, trabajo en las galeras y confiscación de bienes. 

Se procedió luego al denominado Reparto de Guaynarima (16 de agosto de 1548), donde La Gasca distribuyó 1.300.000 pesos en rentas o encomiendas entre sus soldados, dejando a muchos descontentos, por no recibir nada o creer que se les daba muy poco. 

Luego, La Gasca se dedicó a realizar un reordenamiento general en la administración del Virreinato del Perú. Concibió la necesidad de formar una aristocracia de encomenderos que constituyeran el núcleo de la sociedad colonial, sustentada en la mano de obra indígena, pero bajo el control político y económico de la Corona, cuya preponderancia consideraba de suma importancia afirmar. 

En su período de gobierno de un año y medio (1548-1550) dictó varias medidas con el propósito de garantizar la solidez del poder central: La reorganización del manejo de la Hacienda pública, que fue su mayor preocupación, pues las guerras y perturbaciones políticas habían disminuido la recaudación de las rentas fiscales. Mandó distribuir nuevas marcas para la acuñación de metales en las casas de fundición de Charcas, Cuzco, Arequipa, Lima, Trujillo y Quito. Su interés primordial fue la recaudación de la mayor cantidad de metales preciosos para el fisco, y en esto se vio favorecido por el auge de las minas de plata de Potosí, descubiertas recientemente. En julio de 1549 llegó a Lima procedente de Charcas un fabuloso cargamento de 3.771 barras de plata. Solo se perdió una barra que cayó en el mar por descuido de un marinero. Dicha cantidad se incrementó con otras aportaciones provenientes de Arequipa, Cuzco y otras poblaciones, de modo que La Gasca podía llevar a España un cargamento valorado en más de un millón de pesos. 

 El asentamiento de la administración judicial, se inició con la implantación del sistema de los corregimientos como primera instancia judicial, con jurisdicción en los distritos pertenecientes a cada una de las ciudades y con unos oficiales llamados corregidores, que en un primer momento fueron elegidos entre los vecinos de las mismas. Asimismo, el 29 de abril de 1549 se instaló definitivamente la Real Audiencia de Lima, máximo cuerpo administrativo-judicial del Virreinato, con los oidores Andrés de Cianca, Melchor Bravo de Saravia, Pedro Maldonado y Hernando de Santillán, nombrándose Fiscal al licenciado Juan Fernández. Como Presidente, La Gasca asistió a sus sesiones, aunque solo para velar por los intereses de la Corona.

Otras disposiciones y medidas que tomó La Gasca fueron las siguientes: Dio disposiciones a favor de la sufrida población indígena. Moderó los tributos, suprimió la esclavitud, prohibió los trabajos demasiado pesados, y obligó que toda labor fuera pagada con salario justo. Aunque no logró llevar a cabo muchos de sus planes en ese sentido, sugirió por escrito al virrey que venía en su reemplazo los proyectos que debería realizar. Señaló la necesidad de imponer tasas sobre los tributos que los indios comunes daban a sus curacas o caciques, de reducir o agrupar en pueblos a la población indígena, que por entonces vivía muy dispersa en todo el territorio, y señaló también la necesidad que los yanaconas o sirvientes indios tuviesen un régimen laboral más estable. 

Promovió expediciones de conquista y de población en los confines del virreinato: Dio permiso para que partieran expediciones de conquista o “entradas” a zonas todavía inexploradas en la región selvática del norte peruano colindante con Quito, como la dirigida por Diego de Palomino a la región de Chuquimayo (río Mayo-Chinchipe), que fundó Jaén de Bracamoros (1549); la de Hernando de Benavente a Macas; la de Alonso de Mercadillo al valle de Yaquiraca donde fundó Zamora de los Alcaides. Otras expediciones fueron encomendadas a Pedro de Valdivia y Juan Núñez de Prado con rumbo a Chile y Tucumán, respectivamente. Hizo regresar al capitán Ñuflo de Chaves que venía del Paraguay hacia el Perú, enviado por Irala; y asignó la jornada del Paraguay a Diego Centeno, que se frustró. Se fundaron nuevas ciudades como Nuestra Señora de la Paz en el Alto Perú, por Alonso de Mendoza (20 de octubre de 1548). 

Fomentó la utilización del camino del río de La Plata hacia el Perú, al considerarlo como una eficaz alternativa frente a las dificultades que ofrecía la ruta a través del istmo de Panamá. Entre otras resoluciones cabe mencionar sus ordenanzas sobre el laboreo de minas, la captura y reducción de esclavos cimarrones, la visita y despacho de navíos en el puerto de Lima. 

El 27 de enero de 1550, considerando cumplida su labor, emprendió el retorno a España, llevando para el Rey un extraordinario cargamento de casi dos millones de escudos en metales preciosos. Dejó el gobierno en manos de la Audiencia de Lima presidida por Andrés de Cianca. En el istmo de Panamá sofocó la rebelión que los hermanos Hernando y Pedro Contreras habían promovido en la provincia de Castilla del Oro o Tierra Firme, de cuyo gobierno se habían apoderado violentamente con el plan de desposeer a España del Perú, rehacer el imperio incaico y ceñir su corona. 

La Gasca continuó su viaje a España, arribando a Sevilla en septiembre del mismo año de 1550. En reconocimiento a sus brillantes servicios, Pedro de la Gasca fue premiado con la dignidad de Obispo. Primero recibió por auspicio de Carlos V la dignidad episcopal de Palencia, que llevaba anejo el Condado de Pernia (1551). Luego fue promovido al rango de Obispo y Señor de Sigüenza, ya en tiempos de Felipe II (1562). 

Falleció el 13 de noviembre de 1567, a los 74 años de edad, siendo sepultado en la Iglesia de Santa María Magdalena de Valladolid en un sepulcro en alabastro obra del escultor romanista Esteban Jordán. 

Es necesario remarcar, como ejemplo de civismo, que a Pedro de la Gasca nunca lo tentó el poder ni la riqueza del Perú, y retornó a España sin más posesión que su vestimenta y su breviario. 

Enviado al Perú sin ninguna fuerza armada, solo con amplios poderes para perdonar y castigar a los rebeldes, retornó a España una vez cumplida brillantemente su misión, que consistió nada menos que la de retornar al seno de la Corona española al riquísimo Virreinato del Perú. 

Condujo a España un impresionante cargamento de metales preciosos, venciendo todo peligro que un viaje de ese tipo entrañaba. 

De otro lado los indios quedaron muy agradecidos por las disposiciones que había dado a favor de ellos, y sintieron mucho su partida. 

El Inca Garcilaso de la Vega, lo describe: “Pero lo que la naturaleza le negó de los dotes del cuerpo se los dobló en los del ánimo… pues redujo un Imperio, tan perdido como estaba el Perú, al servicio de su Rey”. (datos: Wikipedia)

sábado, 17 de mayo de 2014

El Exito de la Comida Peruana en el Mundo

Ceviche - Plato de Bandera de la Gastronomía de Perú

La gastronomía de Perú es muy amplia y diversa. En el libro "357 listas para entender cómo somos los peruanos" se contabilizan  491 platos típicos.

La cocina peruana es el resultado de la fusión de platos de diferentes épocas y orígenes:

-La tradición culinaria del antiguo Perú

-La cocina española, en la época de la colonia.

-Los chefs franceses que huyeron de la revolución en su país para radicarse, en buen número, en Lima, la capital del virreinato del Perú. 

-Los inmigrantes chinos.

-Los inmigrantes japoneses

-Los inmigrantes malayos

-Los inmigrantes africanos

-Los inmigrantes italianos

-Los inmigrantes árabes

Como vemos, en la cocina peruana se encuentran todos los sabores del mundo.

Para el peruano la cocina es un arte del que disfruta. Las artes culinarias en Perú están en constante evolución y mejora.

De las prestigiadas escuelas de cocina de Perú, cada año se gradúan de chefs cientos de profesionales, que empiezan a trabajar inmediatamente en negocios culinarios en el país y en el extranjero.

 Otro aspecto importante que sustenta el éxito de la gastronomía peruana es la propia geografía del país. Posee 3 regiones totalmente diferentes, costa, sierra y selva, las cuales alojan a casi todos los microclimas del mundo, con lo que la variedad de insumos alimenticios es increiblemente grande y variada.

Actualmente, se considera a la comida peruana la mejor del mundo.

Existen restaurantes peruanos en Estados Unidos, España, Francia, Alemania, Reino Unido, Italia, Japón, China y un número grande de otros países incluyendo a todos los latinoamericanos.

El exito de los platos peruanos en el mundo, ha generado una gran demanda de insumos que solo se dan en Perú. Esto ha propiciado el crecimiento de la agricultura peruana, favoreciendo la economía de los agricultores, sobre todo pequeños y medianos.

2 restaurantes peruanos, Astrid y Gastón y Central, están entre los 5 mejores de Latinoamérica, y entre los 20 mejores del mundo.

videos: Latin Channel



martes, 6 de mayo de 2014

Los Quipus Enigma Inca sin Resolver - ¿Encontraron el Quipu Rosetta?

Quipus Peruanos

El quipu fue un sistema nemotécnico mediante cuerdas de lana o algodón y nudos de uno o varios colores desarrollado y utilizado por las culturas pre incas, y durante el Imperio Inca en Perú.

Si bien se sabe que fue usado como un sistema de contabilidad por los quipucamayoc, administradores del Imperio inca, algunos investigadores han propuesto que podría haber sido usado también como una forma de escritura.

El quipu consta de una cuerda principal, sin nudos, de la cual dependen otras generalmente anudadas y de diversos colores, formas y tamaños, los colores se identifican como sectores y los nudos la cantidad —llamadas cuerdas colgantes—. Puede haber cuerdas sin nudos, como también cuerdas que no se desprenden de la principal sino de la secundaria (cuerdas secundarias). 

Los especialistas contemporáneos piensan que los colores y quizá la forma de trenzado de las cuerdas indican los objetos, mientras que los nudos harían referencia a las cantidades, incluyendo el número cero. 

Entre los quipus conocidos hay una gran variedad de tamaño y complejidad, pues van desde los muy simples hasta los que tienen más de mil cuerdas. 

Marcia y Robert Ascher de la Universidad de Michigan analizaron varios cientos de quipus, comprobando que la mayor parte de su información es numérica. 

Algunos de los datos no son números, sino lo que los Ascher llaman etiquetas numéricas. Se componen de dígitos, pero el número resultante parece ser utilizado como un código, tales como los que usamos para identificar personas, lugares o cosas. Al desconocerse el contexto de los quipus individuales, es difícil adivinar lo que esos códigos significan. 

Otras características del quipu podrían haber comunicado también información, por ejemplo: código de colores, ubicación relativa de las cuerdas, el espaciado y la estructura de las cuerdas y cuerdas secundarias.

Se sabe de su uso contable, registro (censos, cosechas) y se investiga sobre su utilidad como sistema de representación lingüística y de memoria (historia, canciones y poemas) como también para contar el ganado. 

Pablo Macera dice que el quipu era el elemento matriz de la cultura inca y que el control político se debió en parte a que a través de ellos podían llevar un cálculo de los pueblos que controlaban. Para el conteo, también se apoyaban en el uso de la yupana o ábaco inca, del cual se conoce su existencia por los cronistas, pero no su manejo específico, aunque hoy en día se ha adaptado como instrumento pedagógico, para enseñanza de las matemáticas en proyectos interculturales, en Perú, Bolivia, Ecuador y República Dominicana. 

En Perú no se conocía la escritura con caracteres sobre una superficie, tal y como se entiende en occidente, pero los quipus parecen haber sido una eficaz herramienta nemotécnica en las labores administrativas de la civilización Inca y que podrían también haber servido para recordar hechos acontecidos. Varios autores les han considerado un sistema de codificación de información comparable a la escritura pues es posible lograr más de 8 millones de combinaciones gracias a la diversidad de colores de cuerdas, distancia entre cuerdas, posiciones y tipo de los nudos posibles. No se sabe como podría haberse codificado el contenido textual más allá de algunas simples secuencias. Hay algunos pueblos andinos alejados que mencionan tener «escritos» en los quipus de su localidad. 

William Burns Glynn plantea que los quipus eran libros con una escritura alfanumérica donde los números simbolizados en cada nudo representan una consonante de la lengua quechua y, a su vez, tienen una equivalencia con los colores de las cuerdas y con los dibujos geométricos utilizados en cenefas textiles y en la alfarería, con lo cual ellos también se convierten en textos de escritura incaica.

Según Huamán Poma, las Kapakkuna o quipus con listas de gobernantes incluían en el mismo orden un resumen de los rasgos de su carácter, el nombre de la Colla (esposa principal), los años que gobernó y sus principales acciones. 

El 12 de agosto del 2005, la revista Science incluyó el reportaje Khipu Accounting in Ancient Peru («Contabilidad con Quipu en el antiguo Perú») del antropólogo Gary Urton y del matemático Carrie J. Brenzine, según el cual por primera vez se hubiera descifrado un elemento no numérico en un quipu: una secuencia de 3 nudos en forma de 8 al comienzo de un quipu que podría significar un topónimo para el pueblo de Puruchuco.

Es sabido que sólo los funcionarios estatales conocían el uso de los quipus. Éstos eran llamados quipucamayoc (khipu kamayuq en quechua: «responsable del quipu», plural: khipu kamayuqkuna). Éstos eran apoyados por los qullqakamayuqkuna, que ordenaban los almacenes o tambos. Generalmente el khipu kamayuq era un varón anciano, mientras que la qullqa kamayuqkuna era una anciana, y ambos posiblemente habían sido pareja de más jóvenes. Eran las personas encargadas de registrar los acontecimientos y llevar las estadísticas de un complejo estado inca de dos millones de kilómetros cuadrados y más de 12 millones de habitantes. 

Los quipus fueron conocidos por los cronistas de la colonia española, quienes hablaron detenidamente de ellos y emplearon la información que contenían, interpretada y proporcionada por los khipu kamayuqkuna, especializados en su manejo. 

Según José de Acosta (1590): Son quipus unos memoriales o registros hechos de ramales, en que diversos nudos y diversos colores significan diversas cosas. Es increíble lo que en este modo alcanzaron, porque cuanto los libros pueden decir de historias, y leyes, y ceremonias y cuentas de negocios, todo eso suplen los quipus tan puntualmente, que admiran. 

El quipu más antiguo encontrado hasta ahora fue hallado en el año 2005, entre los restos de la ciudad de Caral y data aproximadamente del año 2500 a. C., lo que hace evidente que el uso del quipu tiene una gran antigüedad. Se sabe además que fueron ampliamente usados por los Huari, ochocientos años antes que los incas. Los quipus huari no tenían nudos, sino cuerdas de colores diferentes colgando de la principal en diferentes puntos. Fueron utilizados por el Imperio inca para registrar la población de cada uno de los grupos étnicos que entregaban su fuerza de trabajo a través de la mita y de la producción almacenada en las colcas (qullqa) para lo cual todo depósito tenía su khipukamayuq residente. 

El cronista Pedro Cieza de León señala que en cada capital de provincia había un khipukamayuq encargado de todas las cuentas, incluso las relativas a los textiles. De acuerdo con la importancia del depósito algunos de estos contadores pudieron haber pertenecido al linaje del inca. 

En la conquista española, el uso de los quipus fue inicialmente incentivado, tanto por la administración colonial como por la iglesia. El virrey Francisco de Toledo, incorporó entre 1570 y 1581 el quipu al sistema administrativo del Virreinato. Eran frecuentemente utilizados en el culto católico para memorizar las oraciones y para recordar los pecados en la confesión, hasta que en 1583 el III Concilio de Lima prohibió su uso. A pesar de esta prohibición las comunidades continuaron usando quipus. 

En 1622 el párroco de Andahuaylillas, Juan Pérez Bocanegra escribió un texto sobre el quipu confesional en su Ritual formulario, que describe cómo los indígenas iban a confesarse con quipus que registraban sus pecados. 

Los quipus fueron usados por lo menos hasta 150 años después de la Conquista y las pruebas de carbono 14 han revelado que la mayoría de los quipus que se conservan datan de la época colonial. 

En la actualidad, se sigue investigando el significado de los cerca de 700 quipus sobrevivientes, incluyendo los encontrados durante el siglo XX en tumbas de toda naturaleza, lo que sirve para ampliar los conocimientos sobre el antiguo Perú. 

Gary Urton encontró un documento que registra los tributos que pagaban los habitantes de una comunidad del valle del Santa, mientras que, en el Museo Temple Radicati de la Universidad San Marcos hallaron 6 quipus de esa zona organizados en 132 reparticiones, que coinciden con los 132 nombres que aparecen en el documento. Los investigadores esperan que estos hallazgos den más luces sobre los códigos de los quipus.

Los conquistadores españoles creían que algunos quipucamayocs permanecían leales a sus gobernantes originales, en vez de al rey de España, enviando mensajes secretos. 

Como los conquistadores llevaron adelante la política de conversión de los indígenas al catolicismo, todo lo que representaba la religión incaica era considerado idolatría, creyendo algunos conquistadores que los quipus eran cosas del demonio, por lo que fueron quemados y destruidos.

De acuerdo al Quipu Database Project llevado adelante por el profesor de la Universidad de Harvard Gary Urton y su colega Carrie Brezine, 751 quipus han sido reportados como existentes en la actualidad. Se encuentran en Europa, América del Norte y América del Sur. La mayoría está en museos fuera de su país original, pero algunos están en el Perú al cuidado de descendientes de los incas. 

La colección más grande se halla en el Berlin Ethnologisches Museum de Berlín, Alemania, con 298 quipus. La siguiente colección en tamaño en Europa es la del Museum für Völkerkunde de Múnich, también en Alemania. 

En el Perú hay 35 quipus en el Museo de Pachacamac y otros 35 en el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú, ambos en Lima, el Centro Mallqui en Leymebamba tiene 32 quipus. El Museo Temple Radicati de Lima posee 26, el Museo de Ica tiene 25, y el Museo Puruchuco de Ate tiene 23. Los quipus que se hallan en colecciones privadas no han sido contados en la database y su número es desconocido. Una prominente colección privada se halla en Rapaz, Perú, y fue recientemente investigada por el profesor de la Universidad de Wisconsin-Madison, Frank Salomon. El Departamento de Antropología y Arqueología de la Universidad de California en Santa Bárbara y el Museo Santuarios Andinos del Perú - Arequipa también poseen un quipu respectivamente. 

Actualmente las comunidades de Tupicocha y Rapaz, en la serranía de la región Lima - Perú, conservan quipus que utilizan a manera de signo de autoridad dentro de sus comunidades. Estos quipus son almacenados en una vivienda denominada «Kha Wayi» y son pieza fundamental para ritos ancestrales como el «Caccahuay». Los quipus de Tupicocha fueron incluidos por el Instituto Nacional de cultura del Perú dentro de un registro etnográfico denominado Programa Qhapaq Ñan. 

 Hay más certezas sobre los quipus, pero también más preguntas. “Tenemos que reconfigurar la idea de que los quipus se usaron solo durante el período pre inca e inca. Su uso se extendió hasta 150 años después de la llegada de los españoles. 

Hay documentación que señala que también se utilizaban en los tribunales, en la mita, las encomiendas y las cuentas nacionales”, precisa el historiador Marco Curatola , profesor de la Universidad Católica y uno de los editores del libro “El quipu colonial”, que recoge los más importantes y recientes estudios alrededor de estos. Las investigaciones mencionan que las décadas anteriores y posteriores al III Concilio de Lima (entre 1582 y 1585, cuando se definieron los asuntos de la evangelización indígena) los quipus tuvieron gran aceptación inicial como ayuda para aprender oraciones y recordar los pecados antes de la confesión.

Según el estudio del profesor Galen Brokaw, si bien el número de referencias a los quipus en documentos oficiales se reduce dramáticamente a partir de 1583, “existen muchas evidencias de que hubo continuidad en el uso de estos instrumentos en la administración de comunidades locales”. Brokaw señala que incluso en 1639 varias comunidades indígenas incluían en su organización el puesto oficial de quipucamayoc. 

Según el especialista, aun cuando el III Concilio de Lima prohibió el uso de quipus, estos continuaron siendo útiles. ¿Entonces por qué dejaron de usarse? “La caducidad de este medio se debió más a la difusión del alfabetismo y al deterioro de las instituciones socioeconómicas tradicionales que a la supuesta prohibición universal de este medio”, concluye Brokaw. 

Hay certezas alrededor de los quipus. Se sabe que era un sistema muy sofisticado de contabilidad y memoria de hechos históricos de los incas. Se sabe también que el sistema de cuentas era decimal, pero lo que no sabemos es qué registran: “No sabemos si se refieren a animales o a otra cosa. Eso falta responder y en ese tema cada especialista tiene su opinión”, dice José Carlos de la Puente, otro de los editores del libro de la PUCP. 

EL QUIPU ROSETTA Uno de los esfuerzos más ambiciosos –y el más importante en este momento– para estudiar los quipus está en Estados Unidos. El Khipu Database Project, auspiciado por la Universidad de Harvard, tiene una detallada base de datos sobre la estructura, color y número de 600 ejemplares estudiados. Su director, Gary Urton, es el experto en quipus más importante del planeta. Uno de los últimos estudios de este proyecto revela lo que podría significar –de confirmarse la hipótesis– el hallazgo de un quipu rosetta (en alusión a la piedra que permitió comprender los jeroglíficos egipcios): un quipu cuyos nudos muestren correspondencia con un documento de la época colonial. Urton explica que durante ese período los españoles llamaban a los quipucamayoc para que leyeran sus quipus mientras que un intérprete traducía al castellano y un escribano tomaba registro de las cuentas y memorias del Estado Inca. Entonces, si había quipus transcritos al castellano habría que encontrar un ejemplo de esta transcripción. Y Urton cree haberlo encontrado. Ha hallado un documento que registra el tributo que debían pagar los pobladores de una comunidad del valle del Santa. Simultáneamente, en el Museo Temple Radicati de la Universidad San Marcos ha encontrado seis quipus procedentes de esta zona cuyos hilos están organizados en 132 reparticiones, que coinciden precisamente con los 132 nombres que aparecen en el documento. Aunque aún no hay certezas sobre el hallazgo, el equipo del proyecto espera que la investigación pueda dar muchas más luces para entender la estructura narrativa. Las crónicas hablan no solo de quipus contables, sino también de aquellos que narraban los mitos y las hazañas históricas de las familias reales. ¿Estamos lejos de entender estos quipus narrativos?, le preguntamos al profesor Curatola. “Honestamente quisiera que se encuentre la clave. ¿Cuándo se podrá lograr eso? No lo sabemos. No creo que sea en un tiempo breve”, dice, y se sorprende: “Lo más extraño de todo es que teniendo cronistas tan brillantes en ese período, ninguno nos dejó una explicación de cómo funcionan”. Las investigaciones hurgan en las historias que estos nudos encierran. Comprenderlas, como dicen los investigadores, nos permitirá conocer no solo “los pormenores de la organización administrativa del más grande imperio de la América antigua, sino también las circunstancias de la vida económica, social y religiosa de los pueblos andinos durante la Colonia”. (Datos: Wikipedia y otras fuentes)



domingo, 4 de mayo de 2014

El Milenario Mate Burilado Peruano

Mate Burilado

El mate burilado se confecciona sobre la base del fruto de la Calabaza, Lagenaria Vulgaris, que fue una de las primeras plantas cultivadas en la costa peruana, hace 6 mil años. 

Los mas antiguos mates burilados datan de hace 3 mil 500 años. Fueron hallados en huaca Prieta valle de Chicama en la costa norte de Perú.

La técnica consiste en hacer finas incisiones sobre el mate (calabaza), creando dibujos que generalmente representan escenas de un gran dinamismo a manera de “historietas” con temas relacionados a la vida campesina.

Existen varios tipos de mates burilados en diferentes colores y formas.

Culturas pre incas de la costa norte peruana, como Mochica y Chimu, crearon mates con figuras geométricas de peces y aves. También en lugares como Huaura, Ancón, Pachacamac y la costa sur se ha descubierto mates de similares características. 

Los incas desarrollaron más la técnica y usaron intensivamente los mates como recipientes, instrumentos musicales y objetos ceremoniales. 

Existen varios tipos de mates burilados en diferentes colores, el tradicional tiene colores marrones, rojizos y negros. 

En la actualidad, la zona del valle del Mantaro y específicamente los distritos de Cochas Chico y Cochas Grande son los lugares de mayor producción de mates burilados.

En épocas más recientes esta práctica ha tenido gran desarrollo en la zona ayacuchana de Huanta, de donde provienen los mates huantas, conocidos por la vitalidad de sus trazos gruesos pero seguros, a través de los cuales el artesano representa escenas de la vida campesina. 

Hay mates pequeños y bastante grandes donde se cuenta toda una historia de un pueblo. Incluso muchos de ellos, se realizan con incrustaciones de plata, concha de nácar, etc.

El buril, principal herramienta del artesano, es un palillo de quinual con un clavo de acero, cuya punta (fina o gruesa) es de forma triangular. Para dibujar fondos son indispensables también el vaciador o gubia (formón de mediacaña). La de tipo plano se usa para desbastar amplias zonas y la de tipo curvo, para el contorno de los disenos. Con el Ilimpi cuchara de forma curva, se extrae el contenido de los mates. El cuchuro, hoja delgada de acero, facilita el corte de las lapas de los mates, o también se usa para dividir el mate en dos. El cuchillo común ayuda a igualar los bordes y las lijas se usan para pulirlos. Para la técnica del quemado, se emplea un tizon de quinual o eucalipto. 



Algunos artesanos han incorporado herramientas modernas, como el esmeril, el pirograbador y el soplete. 

Existen diversas técnicas para decorar los mates. El pirograbado, quemado o técnica huanca consiste en delinear dibujos para luego sombrearlos usando un tronquito de quinual encendido o un soplete. También es conocida la técnica del fondo negro o ayacuchana. Esta se basa en burilar el tema sobre el mate, untarlo con aceite y luego, cubrirlo con ceniza de ichu. Una vez hecho esto, el mate se lava y se deja secar. La ceniza depositada en los trazos resalta los motivos. La técnica del teñido consiste en sumergir el mate sobre un recipiente con anilina verde o guinda disuelta en agua caliente. Cuando el mate adquiere el color, se enjuaga y se seca a la intemperie. Luego, se burila y se tiñe las imágenes con pintura blanca. Su aspecto se asemeja al de fondo negro. 

Entre los mates de creación reciente, destacan los llamados primavera, que poseen diferentes colores. En estos, las figuras previamente buriladas son delineadas con pintura blanca y pintadas con tempera de colores. Al final, para que tengan brillo, reciben una capa de cera o barniz. (datos: Wikipedia)


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